jueves, 20 de mayo de 2010

Pastel de manzana a la cubana

Imagínese por un momento que usted hace una larga fila en la puerta del teatro Karl Marx para ver un concierto de Willi Chirino, donde además están invitados Albita Rodríguez y Amaury Gutiérrez, por sólo mencionar a dos de los músicos mas representativos del exilio. Imagínese lo mismo que enfrente, en la otra acera, las Brigadas de Respuesta Rápida, el Contingente Blas Roca, y varios CDRs de Miramar, lo acusan de traidor a través de un megáfono, y sin embargo, la policía revolucionaria lo protege pues usted está en todo su derecho de ir, y de disfrutar, del espectáculo que únicamente en mi enloqucida imaginación ha de suceder en una Isla Revolucionaria. Esto que acabo de escribir, aunque se traduce como un hecho lamentable para el occidente moderno, en Cuba resultaría un acto novedoso, paradójicamente de una relevancia poco usual, y hablaría de una libertad que aún dista mucho de conseguirse…


El pasado Sábado Carlos Varela por fin dio su concierto en Miami. Como lo imaginábamos, la asistencia fue masiva. No hay que "obviar" el hecho de que una buena parte de éste exilio lo conforman jóvenes que cuando vivían en Cuba se refugiaron en sus canciones. No existía por los noventa algo más contestatario que los textos de este muchachón enigmático, de impronta Piaf, con el que una vez coincidí en el InfoTur de Zapata y Doce, frente a las puertas del cementerio de Colón, donde junto a unos amigos del barrio nos tomamos unas cervezas… Cristal.

Leo en la red que Miami otra vez mostró sus dos caras, y lo digo sin tono peyorativo. De una acera, los que se mueven a un extremo que no le dejaron otra opción, atacaron (verbalmente, es bueno aclarar) al trovador y a todos los que fueron a verlo (lo que me parece una estrategia desfasada; hay otras maneras de confrontación que muestren un mejor rostro de éste exilio; en definitiva, el mundo se mueve por apariencias, donde el respeto a lo cívico, aunque a veces sea puro cosmético, es primordial; por supuesto, el caso cubano es una singularidad en este universo de atrezzo;muchos en la actualidad todavía apoyan lo que acontece en la isla).

Adentro, más pasivos, pero más entusiasmados y hasta nostálgicos que los de afuera, los que rayan de los cuarenta hacia abajo cantaron a coro prácticamente todas las canciones del bardo. Y me preguntarán ¿Nostalgia de qué? ¿A caso existe alguna cosa que pueda extrañarse de Cuba? ¡Pues bien, si la hay! Se trata de la perenne melancolía por lo que es de uno. Se trata de la enfermiza evocación de un tiempo difícil, donde increíblemente para un grupo numeroso de cubanos, Varela representaba una esperanza. Se trata de que aquí, aquellos nostálgicos puede que odien al gobierno cubano, no estén de acuerdos con lo que se hace en Cuba, y hasta coincidan en innumerables aspectos con los que, del otro lado. les gritan improperios; pero como sintieron en el cantautor una alternativa, y a tal punto, hoy consideran que es bueno perder para ganar luego; olvidándose, lamentablemente, que este bando lleva entregando puntos en la pizarra por más de cincuenta años, con la complicidad de muchos, y que el resentimiento, el odio visceral, es consecuencia y no causa. En fin, que han trocado la esperanza y no tienen muy cierto el esbozo que los llevó a idealizar al otro Varela; quienes los hubo, se atrevieron a jurar, éste nos iba a "enseñar a pensar..., de una buena vez"

Es que aquellos "tolerantes" ven la posibilidad de un cambio con los de allá, entre otras cosas, porque viven en una sociedad abierta, desmemoriada en ocasiones. Métodos como los de Vigilia Mambisa, lo consideran la cara de una misma moneda que obligatoriamente han de odiar: viene a ubicarse la ecuación, para ellos, como una suerte de acto de repudio. Claro, con la diferencia de que en Miami no hay agresiones físicas y la policía no te arrastra por medio de la calle; en todo caso te protege de que alguien se atreva hacerlo. Lo mismo existe un detalle que no ha de obviarse. Si hasta este momento la discordia habita entre nosotros, es precisamente por la intransigencia de la otra orilla y no de éste emporio cada día más abierto a un dialogo (penetrado al decir de los más sospechosos), lo que para esos que fueron repudiados en todas las maneras posibles que practica el despotismo, lógicamente ha de ser molesto.

Ya dije en otro post que valoraba la actitud de Carlos en cuanto a sus declaraciones en Miami. Sus palabras se me antojaron una suerte de autodeterminación muy poco vista en los creadores que nos visitan. Sin embargo, aún expongo la misma dudas que escribí en el artículo de marras. Como asegurara en un comentario que puse en un blog amigo, Varela es un puente que todavía no es confiable por la ambigüedad de su discurso. Este trovador impugnador en apariencias, es el mismo que una vez junto al presidente del parlamento cubano juró obediencia al régimen, e idéntico a su colega Pablo, “afuera” arremete con un discurso y “dentro” asegura otra cosa. Su premisa, hasta ahora, es “donde dije Digo, digo Diego”, y a pesar de que gusto de sus canciones y fui uno de los tantos que vi en él una puerta, una alternativa, en mis tiempos de cienfueguero, no me queda menos que reconocer que a su verbo ajeno de partitura y solfeo le falta la seguridad que preciso para continuar escuchando sus discos con ese placer de antaño.

Desde luego, como apuesto por el mejoramiento humano, a lo mejor un día creo definitivamente en el hombre que se atrevió en una época, metafóricamente hablando, a ponerle una manzana en la cabeza al que no puede nombrarse. Y este recelo que hoy me asiste, será por suerte, cosa del pasado.


Foto de Carlos Varela en Miami, tomada de KontARTE