martes, 20 de julio de 2010

La Consigna


Por Denis Fortun

El profesor de Marxismo llegó al aula con visible agotamiento, preocupado, y como siempre, después de sus matinales saludos, se empinó hasta el borde superior de la pizarra para escribir en letras mayúsculas su consigna: LA PATRIA PARA LOS TRABAJADORES.

Tiempos difíciles, de compromisos, donde los enemigos del gran pueblo provocaban nuevamente, por lo que tenían lugar espontáneos y enardecidos mítines para defender las conquistas de la obra: fuerza que obligaba a los traidores a marcharse del país y en las formas más increíbles. Por supuesto, a los jóvenes se les exigía un pensamiento monolítico, radical; el profe… no cejaba entonces en su empeño de recordarle a sus muchachos del curso de Trabajadores Sanitarios, ejército de epidemiólogos que habrían de salvar al país de las enfermedades que enviaba el enemigo, quienes eran los verdaderos propietarios de la patria. Sus “muchachos”, como él los llamaba cariñosamente en lo que a su rostro asomaba una sospechosa sonrisa. Jóvenes a los que él se obstinaba en darles lo mejor, aún cuando tuviese que tropezarse con algún ingrato que no entendiese su amor para con su profesión y con ellos mismos: mancebos descarriados en su mayoría, que él gustosamente iba a redimirlos, y que cuales Apolos perdidos en medio de una Troya sitiada, él consideraba que debía salvarlos.

Aquel día, al entrar al aula en la sesión vespertina, prácticamente todos quedaron inmóviles. Junto al “patriótico” texto que el profe rotulaba con "verdadero fervor revolucionario", mañana por mañana, alguien había agregado una coletilla que si bien provocó risas en unos cuantos, la gran mayoría, al darse cuenta de las consecuencias que pudiese provocar tal atrevimiento, enseguida hizo patente su indignación. Ahora se leía en la pizarra: LA PATRIA PARA LOS TRABAJADORES SANITARIOS

En minutos se activo el “aparato” que por orientación de la más alta dirigencia del país se creaba en todas las escuelas a tono con la lucha redentora y el Servicio Estratégico del Comité de Asuntos Extremos (ELSECAE) se reunió inmediatamente en pleno; aunque hubo cierta demora al momento de iniciar su sesión extraordinaria porque varios de sus miembros, incluido su presidente, trasladaron al profesor a un hospital cercano. A pesar de su aparente juventud, y su refinamiento, que algunos se atrevían a apostar, lindaba con una conducta afeminada que un marxista íntegro no puede darse el lujo de asumir, debido al disgusto la tensión arterial del profe amenazaba con ponerlo de cúbito supino eternamente.

Por su parte, la Logia Juvenil de Orientación al Descarriado (LOJODES), afirmó que se harían rigurosas investigaciones y el peso del reglamento de la escuela, y el de la justicia popular, iban a caer con esa fuerza más sobre el infeliz que trató de burlarse de la abnegada lucha de los criollos comunistas, y de la obra.

Asimismo, sujetos con trajes de negro y lentes oscuros se presentaron a escasos minutos de conocerse el vergonzoso incidente y rodearon el recinto estudiantil. Una hora más tarde se suspendían las clases. Siendo Viernes, las investigaciones no se realizarían con la dinámica imprescindible para estos casos, pero la matrícula completa de la escuela, y los profesores, habrían de permanecer en sus hogares durante el fin de semana, sin moverse siquiera a las ventanas, o podían ser arrestados. El Lunes, sin falta, a primera hora continuarían con El Proceso; también se permitía el plazo, que no pocos consideraban ingenuo pues ante los hechos hay que actuar súbitamente, esperando la pronta recuperación del profesor de tan vital asignatura.

El Lunes, el más absoluto desorden reinaba en la escuela. Por el audio local, con una distorsión molesta, se transmitían marchas enaltecedoras y canciones de trovadores patriotas; leyéndose además entre marcha y marcha, y canciones y canciones, comunicados que condenaban el vandálico acontecimiento; comunicados interrumpidos constantemente por avisos y orientaciones que a su vez invalidaban a otros avisos y otras orientaciones dichas con anterioridad. Cada dos horas se daban partes sobre la salud del profesor, partes que dejaban de ser confiables precisamente por una llamada, con mucho ruido, que hizo desde el hospital un colega encargado de visitarlo. Este pobre hombre juraba no poder ubicar al profe …A unos les parecía que durante el fin de semana lo habían cambiado de sala por nuevas complicaciones; otros, que lo remitieron a un instituto especial para enfermedades políticas; y los hubo quienes aseguraban, jamás el profe estuvo más de quince minutos entre los médicos y lo recogieron en un auto varias personas que juraban ser sus familiares, pero todos muy raros y amanerados en extremo, marchándose a gran velocidad el auto y con evidente miedo sus ocupantes, y por supuesto, sin conocerse el destino.

Desde luego, los investigadores corroboraron la información. El profesor no estaba en la casa y ya se hablaba en los pasillos de la escuela de un posible secuestro practicado por los enemigos del gran pueblo. Otros, que el “tuerco” de marxismo era un tipo bien raro y por tanto cualquier cosa podía acontecer, hasta incluso haber sido él mismo quien escribió la consigna ampliada por ese raro amor que le tenía a sus muchachos; y entre tanta especulación, finalmente se conció que las investigaciones tomaban de inmediato un giro inesperado después de llegar una información de último momento, que a todas luces, el Consejo de Dirección se empeñaban en esconder, o al menos disfrazar un tanto.

Nunca se tuvo claro quién gritó la noticia y se adelantó a la oficialidad. Formados en el patio, frente al director, los principales funcionarios y presidentes de la LOJODES y ELSECAE, con la intención de dar a conocer de manera solemne la identidad del traidor que pretendió desvirtuar el sagrado mensaje de la consigna del profe de marxismo; y además, hacer de aquella reunión una tribuna que reafirmase a los grandes líderes y a la patria la disposición del estudiantado, y de los Trabajadores Sanitarios en particular, para defenderla del enemigo, un murmullo empezó a pasar de un estudiante a otro evidenciando que algo inusitado sucedía, moviéndose la noticia como el efecto dominó, abriéndose, tocando a todos. Ya justo, llegando al medio de la formación, fue donde alguien rompió la frágil disciplina, creando el desorden más grande del que se tuvo noticia en la escuela, al gritar…

-Caballeros…, el profe de marxismo se fue