lunes, 30 de agosto de 2010

Los versos que me cuadran en la diáspora... (XXVIII) Michael Sixto

Cuesta arriba
por Michael Sixto
texto que tomo de KontARTE

Cuesta arriba, cargando el desespero de este tiempo nuevo,
de esta angustia tardía que me ha despertado las ganas de sentir,
de saltar afuera donde los rostros de las gentes otra vez comienzan a confundirse con los olores de la tarde,
regreso despacio por el mismo camino que me llevó hasta ti.

Regreso sin prisa pero con la necesidad de saciar esta sed pospuesta,
este deambular sincero de mis pasos que son luces y son noches,
tan oscuras como limpias.

Si quisiera recorrerte ahora sabría exactamente donde encontrar cada parte,
cada pedazo de piel ya andada,
que se estruja en el desespero de comernos con afán
aprovechando cada segundo robado,
cada instante de encontrarnos al final de la cuesta,
donde los sueños renacen y la vida cobra sentido con la caricia,
o el suspiro,
o el grito que desgarra la noche ensangrentada.

Pero no te encuentro de regreso.
Allá, perdida, te he dejado sin aliento,
sin rostro que recordar,
sin deseos ya de beber de mi agua.
Y mi sed termina por transformarse en delirio y corro,
salto al cielo en busca de tu abrazo,
mas la sombra,
tu sombra,
es tan grande que no logro respirar.

Tengo miedo de perderme entre tus luces y de no encontrarme en el ayer que abandoné por esos ojos tuyos que invitaban,
sigilosos,
conocedores,
a la aventura de morir entre tus brazos.

¿Es el tiempo el culpable, o soy yo? Cobarde desconocedor de tus virtudes, que sin vacilar he tentado al destino y he caído, presa del desconsuelo de saberme repetido en cada rincón de ese abismo, de esa melodía que me acompaña hoy en el cansancio de volver, cuesta arriba, hasta el recuerdo de un lejano yo, al cual, estoy seguro, ya nunca más amaré.

Los versos que me cuadran... El blog


Los poemas que me cuadran en la diáspora…, los ubico en un sólo espacio. Mientras el proyecto siga desarrollándose, podrán leerse con más comodidad en una pagina que únicamente se dedique al verso. Claro que vendrán más, y continuaré publicándolos, primero aquí y luego allá, y al final, a lo mejor de una buena vez sale un libro con la ayuda de amigos, como la Marga, que gentilmente se ofreció a materializarlo en la gélida Groenlandia…


Sean entonces bienvenidos a

Entrevista a Sonia Díaz C.

Si alguien me preguntara dentro de varios años, si a este blog le debo algún sentimiento gratificante, sin dudas le contestaría que, de lo publicado aquí, el primer lugar de esa satisfacción que seguramente iría cargada de nostalgia, lo ocupa las entrevistas que hice; sobre todo aquellas que me concedieran las mujeres, que además de bajar un tanto la testosterona que habita bajo este label, tuvieron la gentileza de mostrarse como son en cada respuesta. Y ésta afirmación la hago después de leer el dialogo que tuviese con Sonia Díaz Corrales, una mujer a la que desde hace mucho, gracias a un amigo común, conozco desde el verso, desde el tiempo en que la poesía vino a mi como un padecimiento incurable, del que además, no precisas, no te interesa encontrar remedios.

Motivado por la próxima presentación de su libro “El hombre del vitral”, le pedí a Sonia que hablara conmigo en la distancia que no existe con la virtualidad. Ella, muy amablemente accedió, y es por eso que ahora cuento con el privilegio de publicar ésta conversación cálida y honesta que tuviese conmigo la poeta, la narradora, la mujer, y que sin duda alguna muchos buenos amigos han de disfrutar. Gracias Sonia…

Matar un sueño es más dificil
más riguroso que matar un animal
por Denis Fortun

DF: Quién es Sonia Díaz. Qué haces actualmente en La Islas, además de escribir.

SD ¿Quién es Sonia Díaz? También me lo he preguntado en muchas oportunidades. Soy un ser humano con bastantes limitaciones y, consciente de ello, intento sobrevivir a ese hecho siendo transparente. A veces voy de una duda a otra, y lo cierto es que paso de largo porque sé que lo importante no soy yo, o mis dudas, sino algo que seguramente está más allá. Si te refieres a qué hago para vivir, o sea, en qué trabajo, pues… soy maga, y aquí me extiendo un poco porque la mayoría de los que veo entrevistados por ahí suelen tener trabajos que parecen muy apropiados para un escritor -¿es que hay trabajos apropiados para un escritor?. He sido Cuidadora de Ancianos, Empleada Doméstica, Asesora de algún “escritor novel”, Educadora de Menores Inmigrantes y un largo etcétera, lo que creo, no cambia mucho de lo que he sido en otros sitios. En Costa Rica trabajaba de mujer orquesta en un Laboratorio de Odontología; o de Vendedora en una frutería y en una librería. En Cuba lo hice en un Policlínico. Fui durante muchos años Psicometrista, pero tenía que hacer “magia” para ganar lo necesario. Allí aprendí definitivamente lo de la magia. Los que me conocen seguro lo recuerdan, en una época teníamos como máxima en casa, un verso de Reynaldo García Blanco: quien traspone esta puerta es un elegido más/ si falta el arroz sobra el corazón. Ahora me río. Entiendo que a veces tenemos capacidad para desarrollar lo que se llaman trabajos más “calificados” o “cualificados“, y fíjate que lo pongo entrecomillado, pero lo cierto es que yo no lo soy -y nadie lo es- , y un poco que retomo la primera pregunta: lo que hago para ganar es lo que necesito para vivir y soy asimismo muchísimas otras cosas. He presentado proyectos muy interesantes a Cabildos, Asociaciones o personas en particular, pero nadie se ha interesa y es en este punto donde me vuelvo a reír. Si le comentas a alguien que eres doctor, periodista, psicólogo… dicen “¡vaya, qué bien!”, aunque luego no te den el trabajo. Pero si les aseguras que eres poeta, te miran de manera que, aunque no abran la boca, les oyes responder “¡¿poeta?!, buenoo…”

DF. Cómo llegas a Tenerife

SD. Ascendencia canaria, de isleño, como decimos en Cuba.

DF. Te reitero una pregunta que le he hecho a otros entrevistados: ¿por qué al salir de Cuba no te radicas en Miami?

SD. Sonaba tentador. Nunca tuve oportunidad de ir a Miami, no contaba con familia alguna fuera de Cuba, o en ningún otro sitio, menos en Miami, así que cualquier lugar podía ser bueno. Aunque lo de Miami sigue sonando bien. ¡Todavía estoy a tiempo! ¿No?

DF. Siendo poeta, escritora reconocida, ¿por qué no tiene Sonia un blog u otro tipo de página en la Red en la que publique sus textos, reflexiones, y únicamente lo haces en Facebook? ¿Escribes sólo para los amigos?

SD. Primero, lo de ser escritora. Creo que los que escribimos tenemos diferentes motivaciones y para mí ese es el estado natural de las cosas. Escribir me alivia, me salva de casi todo, me da alegría, me mantiene alerta, aunque nunca me ha servido para trabajar o para ganar dinero. No escribo para nadie en particular, ni siquiera para mis amigos. Tengo amigos que jamás han leído un libro, que no les interesa para nada lo que escribo, y llegados a un punto, le llaman cariñosamente a lo que hago con la palabra escrita “esas boberías”. El blog, qué decirte, están muy de moda, consiguen alcanzar a una gran cantidad de personas -no me gusta llamar usuarios a las personas-, pero no tengo ni idea de cómo hacerme de uno. Soy absolutamente inhábil en tecnología de todo tipo y si buscara ayuda para hacerme de un blog no sabría luego qué hacer con él; no sabría qué le interesa a los lectores; nunca se me ocurriría hacer una entrevista como esta, por ejemplo; quizás la timidez no me dejaría pedirle a alguien que conteste a las preguntas. No tendría la perseverancia para subir cosas a menudo, lo me quitaría tiempo de escribir, que es lo que me da mayor disfrute. Cuando descubrí que podía escribir, lo hice en papel cartucho reciclado de la bodega, en recetarios del policlínico, en las páginas de los propios libros que leía; no tenía mucho papel a mano en esa época. Y no he parado aún, todavía escribo mucho a mano y en lo que encuentro, a pesar de que ahora poseo papel en abundancia. La mayor parte de lo que he escrito está inédito, muy inédito si es que existe ese término, porque casi nadie conoce esos escritos. A veces subo algo a facebook más para divertirme y compartir un pensamiento que creyendo que tiene categoría de TEXTO. La importancia que pueda tener un escrito se la dan los que leen, prejuiciados o no, por todo lo que sabemos nos prejuicia; pero siempre ese es el trabajo de los lectores.

DF. La poesía, háblame de la poeta

SD. ¡Ah! La poesía… Es lo que nunca se ha ido cuando todo lo demás me ha dejado. Me sirve para todo, y no creas que es cantinela intelectual, que no lo soy. Cuando no sabía qué era la poesía — alguien tuvo que decirme qué era eso que me atormentaba y me daba paz —, solo intuía que era imposible vivir sin eso. Antes de escribir poesía ya se tiene, se soporta, se disfruta. La poeta conoce que nada cambia por serlo, no se obliga, no espera, solo escribe y se dice “¡Ah¡ ¿era eso? ¡Qué bien, me gusta!”. La poeta está muy agradecida de esos seres que le han recibido o leído con respeto. De esos amigos que algunas vez le ayudaron a entender que la poesía, como un estigma, puede ser solo unos agujeros (agujeros que sangran), o una manera de estar cerca de lo divino.

DF. La Décima, ¿un especial afecto, una preferencia acaso sobre otras formas del verso?

SD. Bueno, la décima siempre se me resiste. Recuerdo a Alpidio Alonso, a Amado de la Cruz, Jacomino, Eloy, Rubén; luego se sumó Sosa al piquete de los decimistas de Yaguajay; y los de Jatibonico, Chichito, Juan López, Marcos Calderón, diciéndome “déjalo, es que no piensas en octosílabos” -creo que tenían razón,-; y a los de mi taller literario "Rubén Martínez Villena", son ellos Eréstamo Fajardín, dudocio Barraras, Rosquete, y otros más que ahora olvido, condescendientes siempre. “Los versos libres están de moda”, me decían… Sin embargo, yo seguí jugando, glosándolos, provocándolos, y nos divertíamos, nos contestábamos las décimas. Fue un tiempo feliz a pesar de “toadísimo”. Si algo me duele mucho y tengo que escribirlo, es probable que salga en décimas. No sé escribir versos con metro, estrofas de las que se reconocen con metro y rima predeterminados. Mi pensamiento en verdad se va más allá, o quizás se queda más acá, no sabría decir.

DF. Una pregunta extensa: Cómo valoras la “salud” de la poesía cubana que se hace fuera de Cuba y dime si crees que la laceración que implica el destierro, la catarsis que provoca el saberse desamparado de su tierra, es una buena herramienta a la que debe dársele uso; o sí, por el contrario, hay que desecharla, o dominarla en su correcta dosis, sin dejarse arrastrar por el dolor que implica el que queden atrás los afectos.

SD. Pues…, sé casi nada de la poesía cubana que se escribe fuera de Cuba y de la que se hace en Cuba me entero poco; excepto por algún libro que me han mandado un par de amigos, no tengo muchas referencias; soy una lectora muy indisciplinada. Últimamente veo cosas en facebook o en algunos blog que lo difunden un tanto y te puedo asegurar que he leído libros interesantes de poetas que están en Cuba, o fuera de Cuba; libros de personas en particular que no me servirían para hacer una valoración de la poesía en general. Todo desamparo produce sentimientos que se pueden convertir en poesía, en literatura, y el de la tierra de donde la mayoría se ha ido deseando no irse, o al menos no para siempre, también. No creo que se deba limitar nada en el ejercicio de la poesía, por ejemplo, o en ningún otro género, o dosificarlo. Cada poeta debería tener claro la poesía que tiene y como usarla, pero, ¿qué sería de un poeta al que solo le duela el exilio de su país, habiendo tantos exilios, tantos dolores en el mundo de los hombres? Exilios no viven únicamente los que se fueron. Los que se quedaron, ellos también sufren sus exilios. Si limitas el concepto de exilio a un término político, o geográfico, esta limitación sería enorme. El discurso de muchos de los escritores que hacen de su escritura una catarsis de ese desamparo de la tierra se convierte en repetitivo porque pasan demasiado tiempo escribiendo el mismo poema, o narración, y al final corren el riesgo de limitar la posibilidad infinita de lo que se puede escribir. Desde luego que como generador, como herramienta sirve, sin embargo, me parece peligroso convertirlo en un discurso permanente.

DF. Si te pidiesen que hicieras una antología de poesía cubana, bajo que premisas la conformarías y mencióname al menos cinco nombres de poetas cubanos que pusieras.

SD. Nadie que esté cuerdo me pediría que conforme una antología de poesía cubana, sería muy extensa, dispareja, y desde luego no estarían algunas de las llamadas “vacas sagradas”; hemos tenido y tenemos muchos y muy buenos poetas. Las premisas serían lo diáfano y lo extraordinario, lo que conmueve y moviliza, el verso inteligente; como he dicho alguna vez: “sutil lo quiero/ no tan brillante que me ciegue/ ni tan opaco que reniegue de él”. Y que conste que esto es lo más difícil que me has preguntado, a veces me hace falta un poeta, otras necesito imperiosamente a otro, alguna vez busco desesperada entre el montón de libros que voy arrastrando por el mundo, a uno que creía olvidado pero que de pronto salta hacia mi reclamando mi atención; también hay muchos que no he leído suficientemente. Serían muchos, pero no faltarían Dulce María Loynaz , Fajad Jamis, Luis Rogelio Nogueras, Rafael Alcides, Gastón Vaquero, sólo por decirte esos cinco nombres. Sin embargo, igual no faltarían Sigfredo Ariel, Reynaldo García, Camilo Venegas, María Elena Hernández, Odette Alonso, Frank Abel Dopico, Reinaldo Montero, Pedro Alberto Assef, Teresa Mello, Alberto Rodríguez Tosca, Juan Carlos Recio, y casi todos lo antologados en Retrato de Grupo. Lo siento, ¡¡¿cinco nombres, al menos?!! Imposible, se me quedan algunos muy importantes: Margarita, Heriberto, Chago, Veleta, María Elena Cruz, Carlos Pintado, Aymara, Carilda, Belkis, Rita, los Manueles… voces que ahora se agolpan y harían esto de la lista un acto infinito. Recuerdo y necesito un poema de uno, un libro de otro, un verso de alguno más, y así. Gracias a Dios por todos, aún por los que no menciono.

DF. Cuba, Las Villas, Cabaiguán, dónde quedan en ti

SD. Quedan, no puedes librarte de tu vida, y yo en particular no quiero librarme de mi vida. Pero de esos sitios, creo que ellos quieren más librarse de ti que tú de ellos. Quedan como la cicatriz, que antes fue herida. Quedan como cuando entras en un campo de girasoles, primero tú entras en él, pero luego él entra en ti y ya no sale nunca.

DF. La nostalgia, ¿habita dentro de Sonia?

SD. Si me preguntas por ese sentimiento de patria que acuña patriotas por un tubo, sobre todo en los que estamos lejos, te digo que no me ha tocado aún.
Tengo memoria de mi hermana y yo alternando, en una hamaca de soga, que colgaba del gajo de un árbol de mango en el patio de mis abuelos maternos. Recuerdo haber caminado en silencio junto a un amigo, una noche de lloviznas frías, en febrero creo, en Cabaiguán, a la salida de un taller literario de aquellos que te hacía creer que podías ser feliz sentado allí para siempre, en la compañía de aquellas personas que entendían lo mismo que tú cuando leías a Octavio Paz… Esa es la nostalgia en la que me reconozco, ahí soy una maquinaria imparable “nostalgiando”, como un tren. Si te refieres a que a veces digo: “Dios que vuelva, que vuelva”, pensando en un sueño recurrente donde estoy mirando una ventana abierta de la que colgaba un tronco seco de almácigo, en el que vivía una extravagante planta de orquídea que todo el año se llenaba de flores que olían a canela, te respondo que sí, que habita dentro de mi esa nostalgia y que me da miedo perder la felicidad que me produce si lo olvido. Si te refieres al amigo que llegaba en bici de treinta kilómetros más allá para solo leer y releer unos versos, o de la madrugada tomando tisana de hojas de limón, o café con crema de cacao, rechinante -no había nada más- entonces sí hablamos de mi nostalgia. Pero esa nostalgia no contiene amargura y me siento responsable de lo que he tomado, decidido, tanto como de lo que dejé y decidí en su día. Además, quizás sea solo nostalgia de un tiempo, de unas personas, no de un sitio.

DF. La censura, ¿te ha tocado alguna vez…?

SD. Alguna, pero yo no se lo he puesto fácil tampoco. Cuando me han censurado un poema, lo he leído en público una y otra vez, hasta el cansancio. Creo que mejor lo hubieran publicado.

DF. Recién saldrá “EL Hombre del Vitral”. Coméntame sobre el libro, su historia; de la portada, que sé tiene la propia. Dime además, sin pudor alguno y bien lejos de la sana y auténtica modestia que te borda, si te consideras mejor poeta que narradora; o viceversa…

SD. “El hombre del vitral” es un ejercicio, otro tipo de necesidad diferente a la poesía. Es una historia que no cabe en la poesía, sino al revés, y que de algún modo contiene la poesía. Es una historia llena de puertas que se abren, pero no es optimismo burdo, no es siquiera optimismo si se le mira bien. Es una historia de esperanza, de búsquedas que, aunque no se concreten, dejan claro que ha valido la pena buscar, que el recorrido mismo es en sí suficiente. No soy una narradora y este libro está escrito con economía de recursos, sin demasiadas pretensiones. Cada personaje es una historia sumergida en la inmediatez de la trama que el lector decidirá si saca a flote y se la apropia, o si la deja estar, y va en busca de alguna otra de las historias que también le estarán esperando en el libro. Si alguno de los lectores se pregunta por sus sueños, se pregunta por lo que ha querido y se le escapó, se pregunta si vale la pena apostar por lo imposible, al terminar la lectura ésta habrá cumplido su cometido. La portada también es muy simbólica, es un fragmento del Cosmovitral, que está en Toluca, México, y que me gusta.

DF. Otra pregunta que repito en algunos de mis entrevistados ¿Te defines como una soñadora?

SD. No. Soy una mujer que sabe que, eso a lo que llaman sueño, podría ser lo próximo que va a pasarte en realidad. Sabe que ese espacio onírico e imposible se hace forzosamente presente. Quiero creer que alguna vez me llamaré con un nombre compuesto por muchos nombres, que seré muchas otras, que querrán muchas otras cosas. Pero sé, y esto sí es seguro, aún cuando esas otras no recuerden mi nombre, como yo no recuerdo el de ellas, sabrán que fueron o han sido yo, como yo sé que seré y he sido ellas.

DF. ¿Existe dentro de Sonia algún compromiso especial en cuanto a Cuba?

SD. Reconozco la injusticia y no me pongo de su parte nunca, pero no tengo casi ningún compromiso especial con nadie, ni con nada, excepto cumplir con mi responsabilidad como ser humano, y eso vale para Cuba, para España y para el espacio exterior.

DF. ¿Regresarías…?

SD. Puede, pero en ciertas circunstancias de tiempo y pérdidas ya no sería un regreso, sino una nueva partida. Cuando se regresa es porque hay algo, alguien, a lo que regresar…

¡Gracias Denis!





El título de la entrevista son dos versos que vienen
como una suerte de rúbrica en los correos de Sonia, y que me parecieron excelentes

jueves, 26 de agosto de 2010

Los versos que me cuadran... (XXVII) Armando Valdés-Zamora

Rapsodia y dibujo
por Armando Valdés-Zamora
poema del cuaderno Imaginarias..., que tomo del blog de Zoé Valdés

Para Ania

Ha venido a mirarnos con la lentitud de lo desconocido.
Nada podemos hacer y esa es la mayor ausencia.
Los ojos y la máscara oscura recuerdan el espejo que olvidamos en alguna parte de esta ciudad desconocida.
Como si no esperáramos.
La duda y nuevamente el riesgo de avanzar.
Mucho antes de esta sorpresa.
Como si no perdonaras los restos de mi piel dejada cada tarde en los talones húmedos.
Para huir.
Para no despedirnos.
Para que nadie sepa quién sonríe en la pared cuando mi madre abre la puerta.
Porque también al mar debemos callarnos. Aunque el sueño sea el segmento del cangrejo que después quemaremos en los acantilados. O en el sueño.
El mar hincándonos los ojos y la espalda mojada.
Comenzar cuando no dejas de creer en las alas del humo.
Nadie tiene que saber cómo has llegado. O quién llegó primero. Sólo tu color verde. Ondeando. Sólo que ya tú tampoco puedes.
La luz en la garganta, la madrugada y aquel vino atroz bebido entre los charcos.
El color verde en el futuro de una postal donde prometemos ser siempre los mismos.
Algo estuvo ardiendo una vez en aquella ciudad sin conocernos.
Dos árboles muertos y el mismo páramo para volar escondida.
Algo como morder el sol sin conocernos. Algo tuvo que morir por separado.
La asfixia de seguir en silencio junto a las gotas de agua que cayeron sobre el hacha. Acostado en cubierta. Mirando con horror otro desfiladero.
Ni un pájaro golpeado por marines. Ni el sudor de la bestia en la montaña.
Nuestro animal inconforme y de agua. A punto de seguir hacia las nubes.
O mi voz y tu mano en la calma de encontrar la salida antes de tocar ebrios los andenes.
Nuestro animal saltando desde el tren por toda La Habana a pesar del miedo,
la primera vez,
y tanta isla.

Una habanera para la ausencia. Ángela, hombre seis

Fragmento de El Hombre del Vitral, de Sonia Díaz Corrales

Una creía que sí y otra creía que no. Eran apenas dos partes ínfimas de ella, dos
extremos que siempre estaban muy lejos y que, para poder mirarse de frente, recorrían el círculo que era ella. Siempre sobre la línea curva del semicírculo que correspondía a cada una. Ella no las entendía. Se mantenían casi la espalda de una contra la de la otra, de modo que habría sido tan simple volverse. Eran sus extremos y por esa razón estaban lejos y cerca a la vez, como una serpiente que se mordiera la cola. Mientras ella escuchaba la habanera y deseaba hasta las lágrimas bailar con él, mientras pensaba en estos primeros síntomas: frío en la boca del estómago, ansiedad injustificada y un peso enorme en los párpados que casi obliga a cerrar los ojos; empezaba a tener claro que solo quería bailar esta habanera con él. Y luego que fueran otra vez estas dos ciudades distantes y el mar por medio.

Mientras, la que sí, empezó a moverse hacia el punto en el que podía ayudar para hacer que ella tuviera ese momento, su baile, su habanera. La que no, se movió en sentido contrario en su lado del círculo. Ella oyó los compases y puso la cabeza sobre su hombro, la mejilla muy cerca de la curva de su cuello, y sintió cómo el aliento rebotaba hacia su nariz cuando expiraba. La que no, se detuvo un momento y negó con la cabeza, moviéndola de un lado hacia otro. No bailas con él, sino con su ausencia, dijo, y ella comprendió que era demasiado frío aquel cuerpo para ser el de él. La que sí, se detuvo también. Sonrió. Es su ausencia. La de él. Algo de él tendrá seguramente. Si lo usas con buen juicio podrás bailar con él, con todo eso de él que hay en su ausencia, dijo. Y sin dejar de sonreír, la que sí, siguió caminando.

Ella volvió a apoyar la cabeza en su hombro. Esta vez los labios muy cerca del cuello, bajo la oreja y dijo su nombre y lo repitió. Marcó el compás y lo que seguía, según su opinión, era fundirse con el cuerpo de él. La que no, echó de nuevo a andar. No te confundas, dijo. ¿Oyes ese rumor de olas? No es la habanera de los ojos cerrados, no, no, no. Es el mar, todo el mar del mundo que te separa de él. Es su ausencia. Y se encogió de hombros, como si lo sintiera, para rematar. Ella le miró bien y se preguntó qué hacía. Todo este vacío no podía ser él. Toda esta necesidad que no se resuelve, no podía ser él.

La que sí, intervino diciendo que siempre antes de que algo o alguien esté; en su sitio ha estado el vacío, la ausencia, la necesidad de ese algo o alguien. Que esta ausencia era la antesala de su presencia y que en ella, ya estaba él. Las manos de la ausencia de él se hicieron manos de él, recorriendo su espalda, asiéndole como si pudiera irse, como si ella pudiera querer irse. La que no, llevó ambos brazos hacia atrás, los balanceó y, poco a poco, terminó por entrelazar los dedos de ambas manos a la espalda. Caminaba inclinada hacia delante y preguntó si sabía que se estaba engañando, que no era posible convertir la ausencia de alguien en ese alguien y menos bailar con él una habanera.

La que no, apuró un poco el paso sobre la línea curva de su parte del círculo, y cuando parecía que no diría nada más, agregó: si bailas con alguien, antes o después le miras a los ojos. Prueba a ver qué pasa. La que no, se supo fuerte cuando ella buscó los ojos de él y encontró los negros pozos que la ausencia tenía por ojos, que no miraban ni se podían mirar, porque eran hondos, hondos…

La que sí, se había detenido y se agachó a recoger algo. Cuando se levantó, tenía una flor extraña y olorosa en la mano. ¿Te acuerdas de sus ojos o los has olvidado? La que sí, canturreó parte de la habanera y se acercó la flor al cuerpo. El largo tallo le recorría desde el pecho hasta el vientre. Hizo como si le abrazara y bailó. Ella pensó en sus ojos. Sacó sus ojos de un recuerdo exclusivo, apabullante, la primera vez que él le enseñó sus ojos. Los ojos de la ausencia se llenaron de un azul impasible, cándido, y dejaron de ser los ojos de la ausencia de golpe. Ella se balanceó un poco. Tuvo clara conciencia de él, del abrazo en el que estaban. Casi no había ausencia de él. La ausencia se estaba convirtiendo en él.

La que no, volvió a apurar el paso y por primera vez le habló a la que sí. ¿Por qué le engañas?, dijo. ¿Cuándo acabe esta habanera, qué le quedará de él? La que sí, no contestó. Giró sobre sí misma y bailoteó esperpénticamente. Que le quiten lo bailao, susurró. Ella empezó a tener miedo de que terminara la habanera y la ausencia de él se hiciera tan enorme que se la tragara, y la dejara sin ella misma. Se sentía pequeña e insegura, aunque él seguía allí, abrazándola, respondiendo con el nombre de ella cuando ella decía el de él, siempre marcando el compás.

La que no, continuó a la carga y le habló a ella: te va a costar un poco recomponerte. ¿Vale la pena ese desgaste por estos cinco minutos y cincuenta y nueve segundos de habanera? Y luego le habló a la que sí, que ahora estaba casi frente a ella: eres lo peor. ¿Sabes lo que son falsas esperanzas? La que sí, dejó de bailotear y se le encaró: ¿y tú, sabes lo que es esperanza? Y se contestó: desde luego no sabes. La que no, se inquietó. No hay habaneras infinitas, dijo, y esta acabará. Lo sé. La que sí, dijo: no hay habaneras infinitas, pero cada habanera necesita ser bailada, aunque tenga final. Cada quien necesita saber que puede llenar la ausencia de quien elije para bailar, y si lo consigue una vez, tendrá la certeza de que es posible hacerlo otra vez y otra.

La que sí, le dio la espalda a la que no, y emprendió el camino de regreso, pero aún dijo: dentro de poco acabará la habanera y ella estará solísima, pero yo estaré donde debo y habré hecho mi trabajo. La que no, movió otra vez la cabeza de un lado a otro, negando. Menudo trabajo el tuyo, respondió. Hay que verla. Casi puedo entender que esté tan loca. Concluyó refiriéndose a ella y emprendió también el camino de regreso, esta vez de prisa, sin detenerse, esperando llegar primero que la que sí, que ya le llevaba alguna ventaja. Ella les había perdido de vista a ambas. Había una habanera cursi, intensa, que bailar, y él le abrazaba, le confirmaba la desaparición total de su ausencia. Le acompañaba sin medidas.
en exclusiva para Fernandina de Jagua

Imaginarias... de Valdés-Zamora en Demetrio


El Viernes 27 Agosto estará en la tertulia de Jota Gálvez, por supuesto, en Café Demetrio, el escritor Armando Valdez-Zamora. Lo hará con el lanzamiento de su poemario “Imaginarias de un velero sugerido”, editorial Verbum, y lo presenta el también escritor José Prats Sariol. La hora es la de siempre: 7:30 PM. Las sugerencias, las mismas: la primera, que no falten y disfruten de la poesía del poeta criollo radicado en Paris. Después, beban vino, socialicen y que la buena vibra se sienta, como ya es habitual...



Armando Valdés-Zamora nació en La Habana, en abril de 1964, pero creció en Santa Clara por una razón trágica: sus padres fueron encarcelados y fue criado por una tía en esa ciudad del centro del país. Ha publicado el poemario Libertad del silencio, Ediciones Trazos de Cuba, París, 1996, y la novela Las vacaciones de Hegel, Madrid, 2000, que resultó finalista del Premio Felipe Trigo, publicada en Francia como Les vacances de Hegel, donde fue finalista del Premio a la mejor primera novela en Francia. Doctorado por la universidad de la Sorbona en 2003 con una tesis sobre José Lezama Lima, es profesor Adjunto de la Universidad de Paris XII y de la Escuela Superior de Gestion (ESG) de París. También es autor de decenas de artículos y ensayos sobre la literatura cubana publicados en Cuba, Europa y Estados Unidos

Vi dedo (An I SawFinger...)

miércoles, 25 de agosto de 2010

Drama del Torero retirado y la cubana que se quería convertir en española

Me dicen que una joven cubana llega finalmente a España luego de un largo periplo por el mundo, una hermosa mulatica para más señas, que está desesperada la pobrecita al ser allí una ilegal más. La chica no cuenta en su familia con abuelo o pariente que le sirviese para tramitar la ciudadanía española desde La Habana, tal y como lo han resuelto muchos, por lo que, para legalizar su estatus en la madre patria, acepta casarse con un viejo torero radicado en Madrid.

Manolo, como se llama el “mataor”, está muy enamorado de la criollita, la que posee unas curvas digna de un lienzo para el Museo del Prado hecho por la mano y pincel de un grande. Sin embargo, Manolete, siendo un ibérico conservador, acepta matrimoniarse con la doncella caribeña únicamente si ésta es virgen. Ella, muy amorosamente le asegura que lo es, lo que decepciona profundamente al torero pues en la noche de boda el viejo descubre que ha sido engañado. Manolo, con un encajonamiento tal, le reclama a la que consideraba su bella diosa inmaculada de ébano, y le pregunta

-¿Por qué no me confesaste, mala pécora, que otro ya había bebido de la fuente? ¿Por qué, linda cubana, no me dijiste que ya no eras una señorita?

A lo que la muchacha sonriendo le contestó

-Por lo mismo que tú no me hablaste de que te falta un huevo…

Manolete, indignado le grita…

-¡Mujer, que lo mío fue una cogida!

A lo que ella le respondió muy dulcemente

-¿Y qué crees que fue lo mío? ¡¿Una pedrada?!




versión de un correo eletrónico que recibiese de una amiga

Culto a Baco







Tan antiguo como el hombre mismo. Venerado en la figura de Dionisio (Baco o Bromio). Fe de las Bacantes, ninfas adoradoras a quienes únicamente les era reservado el culto; ceremonias secretas, prohibidas a varones: misterios báquicos; fuente de gozo; madre de las orgías. Incluso, se dice que Noé, además de su recogida de parejas de cuanta especie habitara hasta el momento del Diluvio para salvar nuestra continuidad, plantó viñedos en el Arca -sabia decisión sin dudas. Representando la sangre de Jesús, la que lleva el poder, el Vino nos acompaña siempre… Y eso es algo que tiene claro el propietario de la cocina que se muestra en las fotos.

martes, 24 de agosto de 2010

Los versos que me cuadran... (XXVI) José Abreu Felippe; Reinaldo García Ramos

Miedo
por Jose Abreu Felippe

El miedo viene a mi cama
y se acuclilla sobre mi almohada.
Veo sus agujeros
goteando sobre mi cara,
su colgajo blando sobre mi boca.
Es pez que agoniza,
que boquea.
Con entusiasmo
reproduzco la mueca con mis labios

Cuento de Navidad
José Abreu Felippe

El vecino descubrió, al fin,
dónde se escondían esas ranas
que cada noche,
trabajosamente,
subían mi escalera,
a disputarle la comida a mis gatos.
A estacazos, triunfal,
las mató a todas.





EN EL LABERINTO
por Reinaldo García Ramos
poema que tomo de La Habana Elegante

En aquel laberinto andaba siempre
un callado señor que se alejaba
y volvía a acercarse lentamente;
repetía funciones certeras y solemnes
que era preciso realizar
con una enorme devoción.
Por la oscura labor que lo absorbía
en el difuso cerco no encontraba
elogios ni promesas;
controlaba sus pasos, recorría sin ruido
y con gran insistencia los pasillos iguales,
pero iba y venía con las manos vacías.
Aquel cerrado espacio se había vuelto
con el tiempo su premio
y cada pared era un enorme espejo;
si miraba hacia ellas descubría
su vieja corpulencia atravesando
el estricto camino una y otra vez,
moviéndose muy cerca de sí misma,
sellando su eco y su presente

Avatar. La reencarnación del Dios del Aguacate


Fotomontaje de Willians Ríos
tomado de Facebook

lunes, 23 de agosto de 2010

El hombre del vitral y Sonia


La primera vez que escuché sobre Sonia Díaz Corrales estaba yo en la librería Dionisio San Román, ubicada en la esquina más céntrica de mi Fernandina -Prado y San Fernando- inmerso en el disfrute de un recital de poemas que diera el bardo camionero -propietario además de un “camión verde, de papel y hierros”-, conocedor de todos los baches, de las todas carreteras, de todos los versos de la región central de la Isla: mi buen ecobio Alberto Sicilia; evento novedoso para mi si se tiene en cuenta que por ese entonces el ejercicio de la literatura, en especial el de la poesía -que después he practicado con apasionamiento; y de que sea bueno o malo lo dejo al acertado juicio de los críticos- era algo primario.

Recuerdo que al terminarse la lectura, le mostré varios de mis primigenios intentos en “el ocho por diez” al guajiro poeta, y éste, después de comentarme sin pudor alguno que aquello se resumía en puro repentismo de cuarta, digno de uno de los tantos programas de televisión de aquellos años, de temática campesina y logros de la revolución, me mostró un cuaderno donde habían unas décimas de Sonia, la que una en particular se me prendió en el alma y me llevó semanas más tarde a escribir algo diferente hasta la fecha: Glosa para un Navegante .

Por esa facilidad para relacionarse que brinda una página como Facebook, estando Miami un día descubro a Sonia en Islas Canarias y le pido que sea mi amiga y, por supuesto, le comento la anécdota. Ella, tan amable, aceptó mi convite y yo desde la fecha en que gozo el privilegio de su amistad, cada vez que Sonia publica un poema “se lo robo” con su consentimiento, claro está, y luego lo subo aquí.

Sin embargo, no conocía su faceta de narradora hasta hoy, en que veo la noticia de que próximamente la poeta se desdobla y hace uso de la prosa para presentar El Hombre del Vitral: historias de una joven arquitecta que asume un proyecto, el que finalmente le hará reafirmar sus valores sobre la amistad, la ética y el verdadero valor de lo que nos rodea a diario; cosas simples que adquieren su real dimensión a partir de la defensa de su protagonista cuando se enfrenta al conformismo.

Pero no digo más. Para mayor información dejo un enlace de lo que publicara mi buen ecobio Juan Carlos Recio en su Silla al Viento… Haga clic en el enlace, por favor… ENLACE A SENTADO EN EL AIRE

El Pichy Fims, una parodia que también me cuadra...


Digo Alejandro y Maikel y quizás nadie sabrá de quien se trata. En cambio, si menciono el nombre de Pichy Films ya la cosa “cambea”, como dice el guajiro. Luego de ver la última realización de estos muchachos en Babalú Blog, y lo mismo en el Blog de Zoé Valdés, recuerdo cuando trabajaba como editor de Radiografía Mundial y el día en que Ibrahim Bosch, presidente del grupo y dueño del diario, me pidió que me pusiese en contacto con unos “chamacos” que tenían revuelta la red con una parodia de 300. Ya había oído hablar de ellos por mi buen amigo Pacheco y no dude por un segundo en "hacer tierra" con este par de cubanitos que en apenas una semana, tal vez menos, ya sobrepasaban los 50 000 clicks en su serie criolla-espartana. Bastó un email con la amable solicitud de que llamasen a la redacción de Radiografía…, y a escasas 72 horas ya Ibrahim los tenia como colaboradores, repletos de ideas y con unas ganas enormes de trabajar, sobre todo, con mucha seriedad.

Quizás para algunos mojigatos, Pichy Films representan lo chabacano nuestro, lo ligero, y sus parodias o “cuero” son consideradas de un irrespeto mayúsculo por lo que no le dan reconocimiento, y piensan además, que se trata de un acto menor. Sin embargo, yo los vi trabajar en varias ocasiones y puedo asegurar que su proyecto, a pesar de que es bien divertido, se lo toman muy en serio y le ponen alma, corazón y vida.

Es cierto que habido casos en que se exceden con figuras locales. Pero en la sátira no hay medias tintas y de contar con prejuicios o escrúpulos, no se trasciende entonces en el ejercicio de la burla al prójimo, tan gustada por los “prójimos restantes”; el precio de la popularidad también carga el hecho de que los haya quienes se mofen de ti; por supuesto, si te haces merecedor de la atención de unos jodedores con talento como Alejandro y Maikel debido a tus comportamientos “erráticos”. Nadie escapa al dueto. Si resbalas, caes…


De panes y otras miserias


por Denis Fortun

Las letras cubanas en general -salvo algunas excepciones, y desde luego inéditas al no subordinarse a la regla- después de 1959 y hasta nuestros días se han dedicado, ya sea en prosa, versos o ensayos, a practicar el terrible vicio de enaltecer los logros de la Revolución. La grandeza de la obra es agua de obligatorio beber para aquellos que, además, intentan la trascendencia literaria dentro de la Isla; lo que por consecuencia, hace que lo que se publique bajo los sellos editoriales de la oficialidad sean textos manipulados, ajenos, o en todo caso bien esquivos en cuanto a lo más neurálgico de lo cotidiano; todos con ese viso epopéyico que tanto disfrutan en apariencia los intelectuales criollos, y que sin dudas aborrecen en su fuero interno, pero que nada tiene que ver con lo “real terrible” que acontece a diario.

Sin embargo, lo mismo existen escritores, sobre todo después de los noventa, que por una u otra razón no siguieron la onda cultural dictada por el régimen, y en su mayoría han hecho una radiografía detallada de lo que se vive a diario, a veces, incluso sin pretender una denuncia. Tan sólo con la intención de ser honesto, recrean un entorno que es subversivo y miserable por si sólo, por lo que no se detienen a pensar que por asumir esa suerte de independencia dentro de un redil presto siempre a la apología, sus trabajos han de leerse en círculos reducidos, de confianza, y terminaran finalmente sus papeles de gaceta mala dentro de un cajón, cubiertos por un grueso file, y que el tiempo los irá poniendo sepia al estar condenados al ostracismo; textos muy lejos de esa épica triunfalista, la que en los primeros años se vendía al mundo como paradisíaca, donde hoy se hace harto difícil el canto y el elogio desmesurado si se es consecuente con uno y para nada una marioneta desvergonzada. Este es el caso de “Pan con tomates verdes”, cuaderno de Pedro Merino, que luego de leerlo, no dudé en aceptar la invitación que me hiciese Rodolfo Martínez Sotomayor para que lo presentara.

Las historias de Merino se enmarcan, a mi juicio, dentro de la década de mayor grisura de la vida republicana: la de los noventa, nombrada por la gobernatura criolla, en uso de uno de los tantos eufemismos que les están conferidos, como Periodo Especial, y que el autor define como “el fidelato”, en claro paralelo con el gobierno de Gerardo Machado, que según la historia, fue uno de los "peores" que hayamos padecido.

Tal vez algunos posibles lectores piensen que se ha dicho demasiado de la miseria nuestra, y en todo los sentidos que puede abarcar ésta, en los últimos veinte años; y los haya quienes ya se sienten saturados del tema y hasta lo consideren reiterativo. Si bien es cierto que tal afirmación no carece de lógica y puede que sea cierta, bueno es aclarar que contamos con obras dentro de ese contexto que sobresalen por la crudeza con que han sido narradas, por lo que se desmarcan del resto y asimismo se convierten en obligada lectura o cita. Y ese es el caso del libro que nos ocupa. Pedro Merino nos muestra la cara de una Habana sórdida, sucia, habitada por gentes sin escrúpulos, marginales por obligatoriedad que únicamente pretenden sobrevivir las próximas veinte y cuatro horas, cercados por un medio que se hace hostil a medida que pasan las semanas, en el que su obsesión se reduce al intento de escapar. Un hueco negro enorme, una terrible fuerza que empuja a todos para abajo, y sin esperanza de que un día se consiga tocar fondo para al menos, de esa manera, revertir el proceso. Una jungla sin regla aparente como no sea la de que todo vale.

Cuentos del Servicio Militar; la venta ilícita de lo que pueda ser vendido; salidas ilegales; contagio a enfermedades incurables; la carencia de afectos y de cualquier otra cosa material imprescindible para subsistir; o lo que podría considerarse testimonio: la permanencia por más de un año en la Base Naval de Guantánamo, son varios de los temas que conforman “Pan con tomates…. Un entorno irrespirable, a tal punto, que cuando uno termina de leerlo llega a sufrir el ahogo, la frustración más lacerante que viven sus personajes.

Escrito de manera un tanto irreverente; ajeno en ocasiones a las formas o tecnicismo narrativos clásicos -y no por desconocimiento o postura naif-, que apruebo porque van en pos de no limitar el empeño de la fuerza que desborda el contenido -lo que para unos resulta un acto imperdonable- “Pan con Tomates…” se nos hace un libro de rápida lectura, que al final nos deja con esa sensación que una vez descubrí al terminar de leer 1984, de Orwell: desamparo.

La catarsis y la referencia aquí se usa bien. El resultado: nos encontramos con historias de la que ciertamente podemos ser cómplices, ya sea porque la hemos soportado en carne propia, o por saberlas cercanas. Y que igual son crónicas de un tiempo del que muchos tratan de olvidarse por lo terrible, el que lamentablemente aún no se supera, y que gracias a autores como Pedro Merino, y con la única intención de hacer literatura, quedará constancia de que suceden, y lo peor, con la complicidad de muchos.

Luego entonces, hago ahora una recomendación que no admite negativas, al menos en este lugar en que estamos: sea comprado el libro, y léase. Pedro y sus personajes lo agradecen…




Texto que leí en la presentación de Pan con tomates verdes, de Pedro Merino.
Sábado 21 de agosto, en Delio Photo Studio.
Foto que tomo del blog Cuba Inglesa, de Armando Añel

sábado, 21 de agosto de 2010

Pan con tomates...

Sábado 21 de agosto
en Delio Photo Studio
a las 7:00pm


... cuentos de una jungla sin regla aparente

como no sea la de que todo vale.

jueves, 19 de agosto de 2010

De todo en la Viña del Señor.


En la revista National Geographic del mes de mayo de este año, descubro un interesantísimo articulo de Alma Guillermoprieto, donde comenta sobre las nuevas deidades o protectores a los que acuden los narcos mexicanos, y en general la población, conforme el país se ha visto envuelto en innumerables crisis, desde la influenza porcina hasta la cruenta guerra que libra el gobierno federal contra los carteles de la droga. La Santa Muerte, por ejemplo, es una de las tantas figuras espirituales y novedosas a las que recurren los “malos” -y los desesperados lo mismo-: un icono en crecimiento, con altares por casi todo México y la venta en estanquillos de como deben hacerse los rezos, que se representa por un esqueleto cubierto por una toga negra, a la usanza medieval, con una guadaña, y que nada tiene que ver con las celebraciones por “el día de los muertos”, festividad nacional que presupone, los que se fueron regresan para, una vez al año, compartir con los vivos que aún habitan en este complicado mundo.

Lo mismo conviven en este peculiar panteón figuras como el narcosanto fugitivo Jesús Malverde, reverenciado por los traficantes de drogas, que según cuenta la leyenda, se trata de un bandido del siglo XIX que como una suerte de Robin Hood azteca le robaba a los ricos para repartir a los pobres, por lo que fue colgado. Lo curioso es que, después de muerto, dan por cierto que el bandido realiza milagros desde su tumba. Su culto se inicio por los setenta del siglo XX luego de que un vendedor callejero le comenzara a rezar. La historia que nos cuenta Alma, dice que el sujeto, allá por el setenta y seis, lo asaltaron, fue acuchillado, y lo dejaron abandonado para que muriese solo, y que este pobre hombre en medio de la terrible desolación en que se hallaba, y muy próximo a la muerte, le rezó a Malverde pidiéndole que si lo salvaba le iba a construir un santuario en su honor, de lujo si se compara con el que hasta ese momento Jesús Malverde únicamente contaba como referencia a su imagen: un montón de piedras en el lugar que se supone fue ahorcado.

Por supuesto, junto a estas nuevas opciones divinas, se mantienen, por así decirlo, “las clásicas”, como San Judas Tadeo, patrón de lo imposible, quien continua siendo reverenciado con respeto y amor por la mayoría de los mexicanos. Ahora, lo curioso en el articulo de Alma Guillermoprieto es que, en toda esta novedosa cosmogonía que se le profesa culto igual en el submundo narco, dentro de las prisiones, que afuera, se encuentran también las deidades afrocubanas, las que han llegado para quedarse y enriquecer el sincretismo que van practicándose a medida que la desesperación aumenta.

Y este fenómeno, que bien ilustra a una "verdadera democracia religosa, tolerante e inclusiva" y que para algunos puede mostrarse como algo increíble, no lo es. A diario veo en el aeropuerto de Miami como prácticamente de todas las latitudes de las que viene vuelos de American, aparecen personas con collares de Yemallá, Oshún, Eleggua, Obbatalá, Orula y demás Orishas adorados por nosotros; no importa si es caucásico, de tez morena, amarillo. Incluso, recuerdo que cuando comenzó en Venezuela el proyecto de “ayuda cubana”, vi en Cienfuegos a un elevado número de venezolanos que venían a Cuba para “hacerse santo”. Luego entonces, como mismo se expande por Ecuador -por nada más citar un ejemplo- nuestra cocina y costumbres debido al número creciente de cubanos que se radican allí huyendo de una Isla cada vez más irrespirable, se incorporan asimismo nuestras creencia religiosas, las que además gozan de muy buena aceptación, por lo que no es de extrañar el fenómeno de expansión de nuestras deidades afro. Hay de todo en la Viña del Señor.

Negros para el mundo

por Denis Fortun

Me avisan que debía escoltar a un pasajero que estaba conectando a otra ciudad y que por desconocimiento no recogió sus maletas, asumiendo que éstas iban a ser transferidas. Cuando llego al lugar donde me esperaba, me encuentro con una mujer de baja estatura, delgada, de mas de cincuenta años, asiática, rogándome en inglés que la disculpara por causarme tantas molestias. Yo le pido su pasaporte y veo que se trata de una surcoreana, verifico de que país viene, y con la mayor cortesía posible le ordeno que me acompañe hasta el carrusel en que deben estar sus equipajes, y que por favor, no se preocupe por las “molestias”. Antes de pasar a Aduanas, uno de los jodedores que trabaja conmigo me comenta en español que la señora se le parecía a la abuela de Jackie Chang. Miro a la mujer con detenimiento y me sonrío.

Ya adentro del área de seguridad, la señora se interesa en saber si yo hablo
castellano, y lo mismo lo hace por mi nacionalidad. Yo le respondo que si, y le digo que soy de Cuba. Ella sorprendida me asegura que no puede ser. "Los cubanos son negros". Me río de nuevo y le aclaro que ella está en un error. Le explico que nosotros tenemos de todo, incluso chinos, pero que el grupo racial mayoritario en la Isla, aunque por estrecho margen, es el de los blancos. La coreana niega con la cabeza y vuelve a insistir en nuestra negritud. Serio, le pregunto con cierto tono de reproche si ella tiene algo en contra los negros. La pobre mujer, muy apenada, casi me jura que no y a partir de ese momento no abre más su boca.

Recogimos sus maletas y finalmente, cuando terminamos el proceso de chequeo con Aduanas, nos despedimos muy cordialmente. Cuando voy a virarme de espaldas escucho que ella me dice en español, con ese acento tan típico de los asiáticos…

-Señol, yo no tenel nada en contra de neglos. Pero no gustalme mentiras… Cubanos todos pletos. Yo sabel.


publicado originalemente en Cuba Inglesa

miércoles, 18 de agosto de 2010

... de Descemer Bueno

Pensar, padecer Cuba (II)


Entrevista de Armando de Armas a
Arturo G. Dorado
(segunda parte)

MN-¿Cómo ha cambiado, si es que ha cambiado, la manera de relacionarse del intelectual cubano con la realidad inmediata y con la realidad de allende los mares?

AG-Hacia un aislamiento creciente, en el caso de la realidad inmediata, y hacía un mayor acercamiento en la segunda. En primer lugar creo que en Cuba hay muy pocos intelectuales, no así artistas y escritores. Y por intelectual entiendo aquella persona que dedica una gran parte de su tiempo a pensar y decir sus pensamientos.
Semejante escasez es lógica desde que una vida intelectual sana necesita de la transparencia, de los espacios públicos, del debate, todo lo cual brilla por su ausencia en Cuba. Y luego porque el éxodo es una sangría constante de lo mejor de la sociedad, y especialmente en sus estamentos intelectuales. Van quedando los peores, los más mediocres, y los pocos válidos que permanecen en el país reaccionan cerrándose en sí mismos, si han logrado algún nicho donde publicar se refugian en él por mero instinto de conservación.
No puede hablarse de una participación del intelectual en la vida pública. Los espacios de pensamiento, más o menos tolerantes, siempre dentro de líneas de izquierda, no tienen un alcance social real. El intelectual no suele asistir a la radio o la televisión a expresar sus opiniones, y cuando lo hace, la elemental sensatez le compele a limitarse a temas más especializados.
En el segundo caso, la relación con el exterior, no sólo es un acercamiento sino el referente deseado y natural. Excepto para unos pocos retrógrados trasnochados, generalmente los más mediocres, los más comprometidos o simplemente tozudos a ultranza, el diálogo con los de fuera es normal, los objetivos reales de publicación, de becas o lo que sea están allende los mares. Es enorme el número de académicos cubanos que viven fuera. La vida intelectual cubana, y de nuevo aclaro, vida intelectual como discusión, como pluralidad de opiniones, como diálogo y no variaciones más o menos libres de un mismo tema, existe mucho más en esa otra nación que es el exilio que en la isla.
Ahora bien, más que de la manera de relacionarse del intelectual con su realidad me gustaría invertir su pregunta, la manera en que la sociedad ve al intelectual. Y aquí si se puede afirmar que la influencia del intelectual en la vida y conciencia de la gente no existe. En parte por la ausencia de los intelectuales en la vida pública, pero más por lo que le decía anteriormente, porque el discurso del pensamiento no está incorporado en la vida de los cubanos. De ahí que el divorcio entre los intelectuales y sus compatriotas sea un hecho. Las personas no entienden al intelectual y este no puede llegarle a los ciudadanos o lo hace en la inmensa mayoría de los casos como paladín de la retórica oficial, no importa cuán matizada; asimismo, la vulgarización creciente de la sociedad enajena al intelectual de su público natural, y al público de quienes debían guiarle y orientarle.
Pero además, y esto me parece decisivo, a pesar de que el intelectual rechace con más o menos conciencia su realidad, suele también estar inmerso en esos juegos del lenguaje de que le hablaba antes, podría llamarle olvido de la trascendencia, de ahí que su discurso sea a menudo técnico, sin profundidad, de gueto, un gueto que es su único espacio, y al cual se aferra y del cual vive. Y que ese divorcio entre el pensamiento y la sociedad, entre la necesidad de pensar el país y el mundo y la ausencia de respuestas a lo esencial, sea también otra trampa de la uniformidad, otro triunfo de la pequeñez.

MN-¿Cómo es su vida en Cuba?

AG-Incierta. Yo vivo, o sobrevivo para ser más exacto, de la ayuda de mis amigos y de algunos familiares. No pertenezco a nada. En ocasiones he ganado algunos premios en concursos literarios de segundo orden; a veces, muy pocas, he presentado un libro, u obtenido un premio de mayor relevancia. A veces paso el día sin comer nada, no tengo un centavo ni para cigarros; en algunos momentos la tensión, las noches sin dormir escribiendo, el exceso de café y tabaco me han obligado a tener que ir al hospital con una crisis de stress. A veces pierdo la fe, me pregunto por el sentido de lo que hago, me acosa la desesperación. A menudo me siento un extranjero en mi país, como si me hubiesen robado la nación. La mayoría de mis amigos han emigrado, continúo siendo un outsider, pero, pese a mi cobardía, a mis limitaciones, sigo apostando por el espíritu, creyendo que ansiar pensar con libertad, buscar lo trascendente de la vida, intentar ser libre, y de algún modo, ya sea por la obra o por la actitud, decir a los demás que traten de serlo, vale la pena.

MN-¿Qué lecturas o relecturas prefiere?

AG-Aquellas que responden a mis inquietudes fundamentales. Vuelvo siempre a algunas obras que han marcado mi vida. Proust y la monumental novela de Herman Broch "La muerte de Virgilio", esta última ha tenido una influencia decisiva en mi escritura y concepción de lo literario, a pesar de que hace relativamente poco tiempo que la leí por primera vez. Hamlet es un compañero, un amigo. Suelo leer más ensayo que ficción. Recientemente, gracias a un amigo escritor, he descubierto a Roberto Calazzo, que ha sido un enorme placer, un enorme estímulo. En estos momentos he retornado, con mayor madurez creo, a la filosofía Vedanta, especialmente la Vedanta Advaita. Lo que en el pensamiento occidental, tengo en mente a Derrida y a Blanchot, quienes también me han marcado mucho, se busca desde el sujeto, desde el tiempo, por tanto siempre desde la angustia, en la sabiduría tan actual y milenaria de un Sri Nisargadatta Maharaj, o de Jean Klein, y aparece como la Realidad sin velos.

MN- ¿Qué es para usted la felicidad?

AG-La plenitud del ser. Lo que llamamos momentos felices son esos momentos en que sentimos que nada falta, que nuestro ser está pleno en sí. En toda satisfacción de un deseo profundo, en el cumplimiento de un anhelo, en la revelación de la Belleza, en el amor, nuestro ser parece ampliarse en sí mismo; el cumplimiento de nuestro deseo nos parece devolver algo muy profundo y entrañable. Pero como somos en el tiempo esos momentos se agotan y aunque nos dejen un sabor muy agradable, son ya memoria.
El ideal es que pudiésemos hacer de ese estado un presente constante, y hay seres humanos que nos dicen que es posible. Mientras no seamos capaces de hacerlo, y tal vez no haya nada que hacer sino sólo ser, creo que intentar buscar aquello que nos llena es lo más próximo a la felicidad que está a nuestro alcance. Pero también creo que no hay autentica felicidad si no es compartida, por ello el placer de estar con los amigos, de compartir los sueños, de sentir que los que queremos se alegran con nuestra alegría, nos acompañan en la aventura de existir, es una gran bendición, un motivo tangible para hacer que la felicidad no sea la añoranza sino lo actual en nuestras vidas.

MN-¿Cómo domina, si es que la domina, la dicotomía materia-espíritu, especialmente en un contexto que favorece a la primera sobre el segundo?

AG-Tratando de inclinar la balanza hacia el espíritu. El propio acto de la escritura es una afirmación de lo espiritual si se asume con consecuencia y seriedad. No importa la angustia de la creación, el desgarro por momentos irresistible, eleva sobre la densidad pedestre de las circunstancias.
La literatura en sí misma, al menos la gran literatura, es siempre una afirmación de lo espiritual; la compañía de los grandes escritores, de los grandes pensadores es alimento del espíritu, fuerza en la debilidad, respuesta en la angustia, consejo en la incertidumbre. La música, para mí la música es consustancial a mi vida. En Cuba tenemos una emisora maravillosa CMBF, que trasmite música clásica las 24 horas, y que es un oasis. En los días tan aciagos de la muerte de mi madre, escuchar "La Muerte de Isolda" de Wagner, a pesar, o tal vez por ello, de su intenso pathos, me producía una gran paz. Mozart es siempre un sedante. El blues una caricia a la pasión, el jazz un compañero bienvenido cuando estoy escribiendo, Pink Floyd un punto de referencia ineludible. En fin, la música. También buscando apoyo en los amigos que quedan, en la intimidad de mi cuarto, con mis libros, con mi gata, con la maravilla de mi novia que ha sido una bendición del destino; y sobre todo, intentando encontrar la paz en mí, tarea difícil pero no imposible.

MN-¿Cómo se relacionan para usted literatura y libertad, literatura y erotismo, erotismo y libertad?

AG-Como modos de expresión de un impulso básico del ser humano, la búsqueda de sí mismo. La Literatura puede definirse como el lenguaje que persigue en primer lugar trasmitir la experiencia estética, o en el cual no se pretende la mera comunicación de ideas, sino un orden distinto del comunicar, lo estético. Y desde aquí es siempre una liberación, una apertura al ser. Apertura que no resuelve las contradicciones de la vida en una coherencia lógica, pero salva en su propio horizonte de sentido, por ello en la Literatura el Sentido se devela, lo esencial se hace presente. El pensar es una derivación de la experiencia estética que lo engloba, una experiencia muy próxima a la religiosa y a la erótica, es decir, que se abre sobre sí misma hacia una Otredad, hacia una trascendencia. La literatura a su modo es erotismo cuando absorbe al lector, cuando seduce para llevarlo a lo que en él está como dormido, usando una categoría aristotélica diríamos que en potencia, y que frente a la obra se actualiza, le abre a sí. Por ello la literatura es libertad, o mejor liberación, de igual modo que en el erotismo el sujeto se libera de sí hacia el otro.
La Literatura, y uso la palabra con mayúsculas, o sea me refiero a esa Literatura que persigue lo esencial, es afirmación de la libertad. En toda gran obra literaria el ser humano se alza desde sus circunstancias hacia algo que en el fondo es inefable; las lecturas posibles de la obra se multiplican pues, se abren a los horizontes de sentido que la obra porta como matriz, por ello cada generación puede encontrarse en los clásicos, Shakespeare es siempre contemporáneo, Don Quijote nos habla a nosotros ahora, Edipo nos pregunta por el destino con la misma fuerza que hace 2000 años, el Marcel de "A la búsqueda del tiempo perdido" nos revela las facetas de nuestro amor, de nuestra pregunta acerca de la vida, nos enseña que la vida es una gran novela que nos crea mientras creamos, y que en la obra se nos presenta desde esa apertura que llevándonos a nosotros mismos nos lanza más allá de la pequeñez de las circunstancias personales. En la vivencia de la gran Literatura hay un placer que tiene mucho de erótico, de amor, un placer que no es utilitario, pero por el cual uno siente que la vida es mejor, que simplemente es más humano.

MN-¿Cómo avanza su trabajo en esa novela abarcadora que ha titulado Taedium Vitae?

AG-Tediosamente, y no es una broma. No es un texto que me guste, me pesa escribirlo.
Es un texto donde la acción se sucede vertiginosamente, pero esta acción justo revela el tedio profundo, la vacuidad en el fondo aburrida de la decadencia. La mirada del narrador, acompañado por una voz que puede ser su propia conciencia o el demonio, está atrapada entre la memoria de un pasado, que se idealiza, pero que no puede dejar de ver como lo normal, y las circunstancias de un entorno que le envuelve con aires de pesadilla.
En alguna medida está en el espíritu de las obras de Samuel Beckett, desde la insistencia en situaciones grotescas pretende revelar actitudes humanas, un vacío, una angustia corrosiva; y también de Celine, pero a la vez es una dialogo con la memoria que insiste en abrirse desde el contexto hacia lo que permitió la creencia, lo que pese a todo se niega a abandonarse al nihilismo.
Por tanto, el desarraigo del narrador es al mismo tiempo un alegato de la postura otra. Los códigos que se han impuesto como un modo de lo cubano, el sexo, la vulgaridad, el desenfado chabacano, son un ataque constante contra el cual le parece que no hay salida, pero que de alguna forma, por su propia ubicuidad, reafirman esa postura otra que está como flotante en medio del desastre, en la memoria, en la historia, en la pregunta por el sentido.
Pretendo dialogar con tres momentos de la poesía cubana que han mostrado ese lado otro de lo cubano, opuesto a una visión lineal de la nación. Julián del Casal, Virgilio Piñera y más recientemente, sin estar totalmente decidido, pienso en Raúl Hernández Novas. Hablar de la experiencia de tantos que se sienten abrumados por unas circunstancias tan hostiles, reflejar el desencanto y la rabia y la impotencia. Es un texto duro, cruel si se quiere, sin concesiones, del cual espero que ayude a exorcizar tantos y tantos demonios que nos corroen el alma y la sonrisa.
Quisiera finalmente darle las gracias por la oportunidad que me ha brindado de expresar algunas ideas que me han acompañado estos años. Llevarlas más allá del soliloquio, del estrecho círculo de amigos con quienes las comparto, hacia un diálogo de mayor alcance. Ha sido un gran placer contestar a sus preguntas.

Esa lengua tuya...

Dilema

por Denis Fortun

Juan, el padrastro de mis primos Raúl y Alejandro, cada vez que iba o regresaba a caballo de su finquita en Caonao, tomaba siempre por el mismo trillo. Era un camino estrecho que comezaba desde la carretera, en la que el amable guajiro dejaba parqueado su viejo Chevrolet del 49, y que terminaba en el sembradío donde el hombre cosechaba lo mismo arroz, hortalizas, que viandas o lo que fuese capaz de prenderse en esa tierra fértil, para luego comerse un tanto y vender el resto.

Su trayectoria siempre era solitaria por aquel boquete entre la hierba de guinea que poblaba la zona de manera indecente, por así decirlo. Y nadie tenía necesidad de tomar por ese atajo, a no ser que fuese al sitiecito de su propiedad para conversar con él; o que algún imprevisto sorprendiese al caminante, que además, por lo general se trataba de un vecino cercano.

Cuenta Juan que una tarde en que volvía de su faena se encontró en cuclillas, con sus pantalones por el tobillo, al viejo Elizardo, el que definitivamente “estaba dando de cuerpo”. Los dos hombres estuvieron uno frente al otro por varios segundos sin cruzar palabra, cual imagen de un duelo de curtidos cawboys, con la única diferencia de que Juan montaba a caballo y Elizardo permanecía agachado

Asegura Juan, que mirando con detenimiento al pobre cristiano, notó que su amigo impresionaba estar estreñido, por lo que después de aquel silencio que a ambos les pareció eterno, embarazoso además, el padrastro de mis primos preguntó en tono de jarana...

-Bueno, ¿se caga o no se caga?

A lo que el viejo Elizardo le respondió

-Siii, siempre se caga algo…

Los versos que me cuadran... (XXV) Ramón Fernadez-Larrea


Cómo conocí a Peter Pan
por Ramón Fernández - Larrea
poema que tomo de Portal de Poesía.

Anduve tanto tiempo tropezando con ropas ajenas
Me volvían tan torpe los sonidos
Hice tanto caso a las llamadas al alma
que decidí dejar la ventana abierta una vez

Primero entraba el mar
navíos extraviados de oscuridad
grifos
cartas que nunca más tuvieron ojos
puñetazos de agua contra arrecifes lejanos
y mi hermano Sandokan oliendo el cielo de la mañana

Como me acostumbré a contar el día
por la voz que cargaba el amanecer
seguí mirando el precipicio y la lluvia
bocabajo
con legañas
feliz
enfermo o escribiendo
vendiendo el aire de la ventana
hasta que una noche murió mi niñez

No pude crecer más
el reino perdido es la justificación
No hubo más aire en los ciruelos
Con el cielo pegado en la cara moría
impávido
esperando

Entró de día y mi sombra era suya
Hablamos como viejos piratas
Hizo cuentos de cuevas y madres que nunca tuvo
hasta que le hablé de mi madre
Porque mi madre quería las ventanas abiertas
siempre ponía algo de cielo en la pupila izquierda
en la mano que jamás apagaba el cigarro
y dormía hacia al Este para esperar señales
como hago yo
esperando
o esperándola
otra vez con todos sus dientes
para montar cisnes
o que las nubes nos inviten a buscar sombras cuando la ventana decida

Hasta después de aquel vuelo magnífico
me miro un dedo
y sirve para otra cosa
Echo sangre entre los dientes delanteros
No he crecido buscando sombras en la oscuridad
de asesinos
de generales
de niños perdidos
de gente con el culo tan alto
que vigilan la entrada de aire en mis encías
Aunque no cierre la ventana más
apoyado en la almohada de la ilusión
un dedo en el cielo
y otro que toca un cadáver.

Dormir tranquilo


Forbes. com. publica una noticia que me deja conciliar el sueño con cierta tranquilidad. Se trata de la lista de los diez carros que más se roban hoy día en los Estados Unidos, encabezada por el Cadillac Escalade. Por suerte no leo en el susodicho resumen que el Chrysler Sebring está entre ellos…

Pensar, padecer a Cuba... (I)


No voy a decir que soy su amigo cercano; no pienso reclamar un mérito que no me corresponde. Sin embargo, antes de salir yo de Cuba, si compartí con él innumerables veces en Cienfuegos, prácticamente por cuanto rincón que estuviese de moda, ya fuese una galería, un espacio en el que se desarrollaba una lectura de cuentos o poesía; en un bar junto a otros amigos comunes; o en el sitio en que meses antes de yo venir a Miami le resultaba uno de sus favoritos: la cafetería de San Carlos, donde gustaba de tomarse un “cortadillo”; o simplemente sentado en un banco del Prado, escuchándolo, porque su verbo y su vehemencia por la libertad es fuerte y su razonamiento de los más entregados que haya visto.

Arturo es de “esos tipos” con sobrado talento, decente además, que vi como le cerraban las puertas de varias instituciones en la ciudad en que vive porque un sujeto como él no es bueno tenerlo cerca. Incluso, sé de gentes que le han pedido de favor a otras que no lo lleven a su casa porque los perjudica. Arturo ha sido marginado ya ni sé las veces y, únicamente su delito ha sido el de disentir, no estar de acuerdo con un régimen que le ha cuartado a todos el ejercicio de su libre albedrío, el de la palabra y acto. Una postura vertical en defensa de la otredad, que le cuesta caro y que aún paga.

Entonces, que mejor reconocimiento a este hombre que se atreve desde adentro, la entrevista que le hace Armando de Armas para Martí Noticias y que subo en dos partes aquí.


Entrevista de Armando de Armas a Arturo G. Dorado
(primera parte)

Arturo González Dorado, Cienfuegos, septiembre de 1971. Ha obtenido numerosos premios en concursos nacionales e internacionales, en los géneros de cuento y ensayo. Entre ellos el Premio Farraluque de Literatura Erótica, 1998, Premio de Cuentos de Amor de Las Tunas, 1999, y el Gran Premio de Ensayo en el IV Coloquio Iberoamericano sobre la obra de Dulce María Loynaz y del Castillo. Relatos suyos han sido seleccionados y publicados en varias antologías del cuento. Expulsado de la Universidad en 1992 por expresar libremente su pensamiento alejado de los lineamientos revolucionarios. Desde los inicios de la década del 90 ha formado parte del movimiento de cultura independiente dentro de la isla. Reside actualmente en la ciudad de Cienfuegos, en el sur de Cuba.

Armando de Armas entrevistó al intelectual Arturo González quien, desde la ciudad de Cienfuegos, en el sur de Cuba, ha contestado amablemente este cuestionario para MartiNoticias.Com.

MN-¿Por qué fue usted expulsado de la universidad?

AG-Por ser diferente. La razón primaria es la diferencia en un sistema que no tolera la postura otra, la otredad es el enemigo, y su propia existencia justifica su cierre en sí, la represión, la exclusión, el control.
Oficialmente se nos aplicó al pintor Raúl Díaz Ruiz de Zárate y a mí la Resolución Rectoral No. 23 del 92 que me parece muy ilustrativo citar textualmente. En el tercer por cuanto, donde se exponen los motivos de nuestra muy "grave indisciplina" dice: "Quedó probado, según consta en las actuaciones de la comisión Disciplinaria, que durante el curso 91-92 los alumnos de referencia han expresado de forma reiterada y pública planteamientos alejados de la línea de la Revolución, así como han mantenido una actitud contraria a nuestro proceso revolucionario, dada por su no participación en las actividades de la FEU y la UJC (Brigadas Estudiantiles de Trabajo, aporte al Plan Alimentario, entre otras). Por estos motivos las brigadas estudiantiles de ambos en reunión democrática y crítica se negaron a tenerlos en su seno, solicitando al que resuelve (Eduardo Cruz González, Rector en ese tiempo del Instituto Superior Técnico de Cienfuegos, donde estudiábamos) la separación inmediata de las aulas de los mismos."
Ni Raúl ni yo pertenecíamos a la UJC y en cuanto a la FEU (Federación de estudiantes Universitarios), en Cuba todo estudiante que curse la universidad de manera regular es miembro de la FEU como lo fue antes de la FEEM (Federación de Estudiantes de la Enseñanza Media).
Docentemente nuestro rendimiento era muy bueno y nuestro comportamiento correcto. Y es casi superfluo decir que la reunión "democrática y crítica" y la negativa de las brigadas estudiantiles a "tenernos en su seno", son pamplinas suficientemente burdas para no ameritar ningún comentario. Pero la diferencia sí era evidente, y se hizo intolerable.
Unos meses antes un grupo de amigos, pintores, poetas músicos, que solíamos reunirnos a conversar y discutir nuestras ideas habíamos creado un movimiento llamado Extropista. Fuimos un par de veces a la radio local, leímos nuestros poemas en espacios públicos e incluso, un pecado terrible que osamos cometer, Raúl diseño unos pulóveres que decían Movimiento Extropista. Las consecuencias no se hicieron esperar, y repitieron la misma letanía ya conocida hasta el cansancio, detención, interrogatorios, responsos y finalmente el castigo, que afortunadamente, amén del ostracismo inevitable, en nuestro caso fue sólo la expulsión de la Universidad.

MN-¿Qué siente un adolescente cuando aprende de golpe que está excluido, fuera de todo juego posible dentro del escenario nacional?

AG-Miedo y soledad. Al principio incredulidad, no parece posible que el curso normal de la vida se haya frustrado. Es una experiencia límite, un choque y una revelación existencial, muy semejante a una enfermedad o a la muerte de un ser querido o a la primera decepción amorosa. Algo se ha roto, el mundo parece cerrarse sobre la propia existencia, el temor y el desasosiego hostigan: Puede ser peor, en cualquier momento uno puede ser detenido, la sombra constante de la vigilancia marca los movimientos, las conversaciones, el sueño. Dondequiera que estábamos había alguien mirándonos, y ese ojo, el ojo del represor, el ojo que pasaba en un auto silencioso desde el cual alguien nos llamaba por nuestro apellido, que con su mirada nos hacía totalmente visibles para el resto de las personas, era estigma y recordatorio, era la exclusión. Éramos los contrarrevolucionarios, los disidentes, los "gusanos" con quienes es mejor no hablar porque su sola presencia contamina. La gente cruzaba la calle para no saludarnos, algunos nos decían que mejor no nos viéramos por un tiempo, otros que lo sentían mucho pero que no fuéramos más a su casa. Éramos fantasmas deambulando por la ciudad, nos habíamos iniciado formalmente en el bando de los peligrosos, los culpables, los Otros. Pero todo en realidad era, y es, como le decía antes, producto de la diferencia. De algún modo fue previsible, la exclusión está en perspectiva desde el momento en que uno asume y proyecta una postura de independencia, de diferencia, y por tanto, es un problema, un choque, una ruptura con la grisura necesaria para que el status quo se mantenga. Las causas políticas o ideológicas son sólo el aspecto más evidente de esa actitud otra, la cual podría llamar el intento de afirmación de la individualidad desde la libertad, desde el pensamiento.

MN-¿Cómo se forma un joven al margen de las estructuras de poder en la isla?

AG-Como un outsider, pero con muchas más probabilidades de encontrarse a sí mismo. Por supuesto las circunstancias pueden variar mucho. En mi caso me ha posibilitado ser un observador, mantener vivas actitudes y posturas que están en extinción en Cuba. El autodidactismo es por tanto liberación y reto; ciertamente despeja el encuentro con un pensamiento que suele estar fuera de la vida cubana, pero al mismo tiempo, obliga a la consecuencia con la actitud asumida. Por supuesto me refiero a quien tenga intereses intelectuales, y preferiría usar una palabra bastante maltratada y en nuestra realidad, por desgracia perdida, espirituales. Porque lo que se trata no es de una formación académica sino de un develarse del espíritu humano. Aquello que define la esencia humana más allá de contextos sicológicos o sociológicos o políticos o de cualquier índole. Y desde aquí la ética, la estética, la propia dimensión existencial es el llamado a ser, a actuar. Mis circunstancias dentro de un ambiente a menudo muy hostil, me han permitido y no sólo permitido, sino incentivado, a pesar de mis dudas, cobardía y limitaciones a asumir y defender semejante actitud. El aislamiento es acicate, el desastre nacional a la par de desmoralizar no deja otra opción que volverse a la fuente desde la cual brota y ha brotado lo que llamamos espíritu. Toda mi obra, mis intentos literarios son una búsqueda con frecuencia desesperada y angustiosa, sostenida por una fe sin credencial, de lo que puede dar sentido y salvar el hecho de que estamos aquí, de que hemos venido al tiempo, a enfrentarnos con la inexorabilidad de la muerte y el dolor, pero también, a descubrir el llamado de otra palabra muy maltratada, de lo trascendente, del amor, de la amistad. Y esto último es para mí no sólo un hecho en mi vida, sino lo más próximo a un absoluto, porque mi propia sobrevivencia, mi estímulo, mi fe ha sido sostenida y alimentada por esa actitud inefable que se centra en la palabra amigo.
Si antes le refería el aspecto negativo y traumático de nuestra experiencia, ahora se hace imperiosos hablar de su contrapartida, el apoyo de quienes con riesgos, sin pedir nada a cambio, abrieron y abren su mano porque de alguna manera sienten que uno habla por ellos, y con su apoyo ayudan a superar el miedo y la duda, la falta de talento, la precariedad económica, la soledad.

MN-¿Qué fue o qué es el Movimiento Extropista?

AG-Una aventura juvenil, cara e ingenua, un comienzo en la gran aventura de ser creador, de pensar, de intentar encontrarse uno mismo. Desde la distancia tiene el tinte de los primeros amores, esa pasión desaforada y ligera al unísono que marca la adolescencia.
Tropismos son los movimientos, las respuestas de las plantas y organismos inferiores a estímulos. La palabra llegó a nosotros por la novela homónima de Nathalie Sarraute, donde la autora toma el término prestado de la botánica para significar impulsos primarios de atracción repulsión que según su tesis estarían en el origen de nuestras emociones y comportamientos. Desde nuestra perspectiva la actitud de quienes nos rodeaban y en gran medida la nuestra, tenía mucho de "tropista", es decir algo cuasi mecánico, y muy poco estimulante, por tanto, se nos ocurrió que desde el momento en que queríamos abandonar semejante actitud éramos "extropistas".
Era la edad en que uno descubre a las vanguardias, y todavía en Cuba en aquellos años, el espíritu de las vanguardias, o sea, el clima de la modernidad, era suficientemente fuerte para ofrecer un modelo a seguir. Además, la República era algo aún palpable, nos rodeaba en nuestras casas, en los libros que devorábamos en viejas ediciones, en las anécdotas y sobrevivientes, algo que ahora ya no existe, o está prácticamente extinguido, al menos como fuerza viva. Y este espíritu, romántico en la más amplia acepción de la palabra, alimentado por la atmósfera del rock, especialmente Pink Floyd con su maravillosa imbricación de nostalgia y belleza, honda tristeza e interrogación existencial; de los compositores clásicos que iban revelándose como la expresión de anhelos y estados profundamente íntimos; de la gran tradición de la literatura occidental, Proust, Goethe, Dostoievski, Tolstoi, etc.; junto a las primeras incursiones en la filosofía, la teosofía, y las propias condiciones de nuestro contexto, nos pedían dar cuerpo a nuestra sed de libertad y de expresión estética, no sólo a través de nuestras incipientes obra, sino como un movimiento, una forma de acción conjunta.

MN-Hábleme un poco de ese tiempo otro que rige para el hombre que habita bajo el dominio totalitario.

AG-Su pregunta me parece fundamental, y difícil de abarcar en pocas palabras, le ruego me permita extenderme algo más en ella. En mi opinión es un tema en el cual no se insiste lo suficiente. Desde el modo en que se percibe el tiempo, o sea, desde las estructuras mentales que condicionan las ideologías y actitudes ante la vida, se revelan los comportamientos humanos, es posible entender esa perversión de la humanidad que son los totalitarismos.
El tiempo que más que totalitario podíamos llamar revolucionario (el totalitarismo se implanta a partir de la Revolución, y como su consecuencia), está marcado por una visión teleológica de la Historia. Hay un punto axial que separa radicalmente el antes y el después: la Revolución. El pasado por consiguiente es preparación para el futuro encarnado en la Revolución y su expresión tangible: el Líder; aparece polarizado en una reducción de buenos y malos, de blanco y negro que elimina cualquier matiz, desde que la verdad de la Revolución asume un carácter sacro y absoluto ante el cual cualquier disensión es vista como herejía, maldad, traición y debilidad retrógrada, digna de castigo, de ser exterminada como lacra contaminante y deletérea de una época superada. Es una cosmovisión escatológica, aunque sea una escatológica muy terrenal; el curso de la historia es inexorable, leyes suprahumanas, ante las cuales no hay otra opción que rendirse, conducen al luminoso porvenir de la sociedad futura, a un paraíso terrenal que surgirá luego de una lucha larga y tenaz, pero siempre victoriosa, como el Armagedón bíblico, contra los enemigos de la causa justa, dígase la Revolución, que se proclama como la causa de los humildes, los pobres y demás, poseedores de una virtud especial por el sólo hecho de ser humildes y pobres.
Está cosmovisión, esta instauración de una escatológica terrenal, uno de los legados de la Ilustración, de la secularización del horizonte judeocristiano, que en el fondo no es más que una reactualización y reducción de mitos eternos del inconsciente humano, revestidos de un aparato conceptual gracias a Hegel y Marx, seduce y atrapa en su órbita, la de la Utopía, a mucha gente que se sumerge en la vorágine de la Historia creyendo ser su instrumento, sacrificándose en aras de un futuro idealizado, vago y maravilloso como toda tierra prometida, más deleznable y en el fondo banal que el de las religiones tradicionales, pero que les ofrece respuestas a sus necesidades de sentido, a sus anhelos y sufrimientos, a la incertidumbre de la Historia y la existencia.
De esto se ha hablado bastante, aunque no lo suficiente, pero el segundo tiempo, el del desencanto, no ya para los que se opusieron a la perdida de la libertad y la aniquilación de la individualidad desde el comienzo, sino generalizado, es menos abordado. Son sumamente ilustrativas, expresión de lo esencial de tales fenómenos, las dos novelas de Orwel, "Animal Farm" y "1984". La primera es la pasión, la demencia disfrazada de racionalidad pero aún cargada de magnetismo y promesas; la segunda la eclosión del absurdo, la desnudez del mal sin afeites, si bien mucho más resistente que la primera.
El tiempo, que en los comienzos era una fuerza succionante e ineludible, ante la cual toda oposición podría parecer una salida del cuerpo social, un gran egoísmo contrario al férreo decursar de la Historia, con más o menos rapidez se revela vano, absurdo; su pretendida racionalidad pare sus hijos, actualiza esa preclara visión de Goya que da título a una de sus obras maestras, "El sueño de la razón produce monstruos", por tanto el nihilismo subyacente se revela y retroalimenta desde las estructuras de poder, y desde la propia mentalidad de los ciudadanos que le recicla en un círculo vicioso y kafkiano. Una imagen medieval sería lo diabólico, aquello que en nombre de lo sagrado revela lo infernal, o sea, la vacuidad, la grisura, el sin sentido proclamado como sentido único, que una vez que ha seducido con sus añagazas arrastra tras de sí, hace que se le sirva, penetra el alma de la gente hasta sus más recónditos escondrijos. El tiempo se hace pues totalitario, no sólo por el inevitable hecho del devenir, sino justo por un devenir cerrado en sí mismo, en una repetición sin salida, donde el futuro desaparece como posibilidad de expansión y realización factible, de opción personal. A pesar de que el discurso oficial continúa coreando la misma letanía de metas y conquistas y simbología teleológica anterior, sus símbolos se han vaciado de contenido. No obstante, y aquí está lo más dañino y fascinante, y con fascinante no me refiero a nada enaltecedor o encantador, sino a la raíz de la palabra, embrujo; el estado de cosas es capaz de mantenerse pese a que el fracaso es evidente en todos los campos, justo como una fascinación, como un maleficio, por una connivencia reciproca entre estructura y mentalidad. Las personas pierden u olvidan la capacidad de construir su propio destino por las limitaciones extraordinarias al desenvolvimiento individual y a la sociedad civil que imponen las estructuras del poder, pero sobre todo porque no creen posible un cambio real, porque continúan recreando la misma realidad en tanto que asumen y viven en su universo mental, que hablan y piensan en su lenguaje. No olvidemos que el lenguaje, como dice Heidegger es la casa del ser, y que el modo de ver el mundo es más un lenguaje que una imagen.
En nuestras circunstancias se puede decir, con las comillas de toda generalización, que Cuba es un país fuera del tiempo, más bien que detenido en el tiempo. Ahora bien, la expresión de semejante tiempo fuera del tiempo, si se me permite el retruécano, es un presente despojado de profundidad, un presente de sobrevivencia y sus correlatos de desaliento, decadencia, ausencia de reflexión y autoafirmación individual. Las metas comunes se diluyen en la vacuidad de la retórica oficial y la única solución a la vista es la sobrevivencia. Se vive en un marasmo perpetuo, el futuro se disuelve en una nebulosa en la cual están los otros, los de fuera, los distintos, algo que no se avizora en el entorno inmediato. La inmensa mayoría de las personas viven su vida reducida a ese presente agobiante y alienante en el cual las decisiones personales resultan fútiles, son como moscas atrapadas en una campana de cristal que renuncian a escapar a la luz por los fracasos continuados, y algo mucho peor, que llegan a olvidar la existencia de la luz y asumen su propia oscuridad como lo normal. De ahí que las posturas diferentes se hagan extrañas no sólo por el miedo a la represión, sino por una incomprensión de su universo mental, por moverse en diversos juegos de lenguaje.
De ahí que la memoria nacional se reduzca hasta el punto que algo tan cercano como la historia de los años ochenta sea desconocida para muchos jóvenes que ni siquiera tienen interés en ella; que la decadencia de los valores sea el pasto de la vulgaridad, de la rispidez, de la ubicuidad de un lenguaje marginal, chabacano y reductor; que el cansancio y el desaliento asuman la categoría de lo habitual, hasta el punto de parecer lo normal, sólo traspasable en la emigración, o en la alienación que toma nuevos rostros, permea el ocaso de las libertades cívicas, de la condición de ciudadano. Y esto es algo en lo que quiero insistir, que no debe ocultarse bajo disfraces populistas, de nacionalismos complacientes; las personas no saben y lo más terrible, no quieren vivir en libertad aunque confusamente la añoren; su expresión ya no tiene incorporado un lenguaje de libertad como realidad existencial; de ahí que el absurdo se sostenga en ese marasmo interminable y autodestructor, como un anciano encamado y agonizante que se resiste a morir y se pudre lentamente en su propia inmundicia; de ahí que las estructuras de poder, aun cuando sean conscientes de la necesidad de apertura, no quieran ni sepan cambiar porque son víctimas de su propia mitificación, de su propio lenguaje que les impide el cambio no sólo por maldad intrínseca, aunque el mal sea consustancial al totalitarismo, sino por ese discurso que les penetra y condiciona como condiciona a la sociedad en todas las dimensiones de su existencia; de ahí que un desastre palpable a todas luces se perciba torcidamente como el curso normal de las cosas, algo que se critica sin creer posible que pueda cambiarse en algún momento, y al cual, por costumbre, justo como un hechizo diabólico, se teme abandonar.

MN-Déme su valoración acerca de la sociedad cubana actual.

AG-De nuevo una pregunta difícil de abarcar en pocas palabras. Se teme la parcialización, dejar fuera aristas, pecar de indolencia.
En lo que le decía anteriormente hay una valoración implícita de la sociedad cubana. Ese tiempo acerca del cual me preguntaba, ese tiempo que transcurre inmerso en el marasmo, el desaliento, la desidia, las duras condiciones de la vida, la separación de las familias, el exilio de tantos y tantos cubanos, con su inevitable carga de desarraigo y soledad; la doble moral, la corrupción, la desesperanza, son rostros de la gran desdicha nacional, rostros del sufrimiento. De un sufrimiento que en general tiene poca grandeza ciertamente, gris, reptante, más parecido a una enfermedad crónica y consuntiva que a una tragedia, pero no por ello menos terrible ni destructor.
La sociedad cubana sufre su propia culpa de jugar con los ídolos de la Revolución, pero el sufrimiento va más allá de la culpa, reclama compasión. Es una sociedad abandonada a su desventura, como un niño que no sabe qué hacer, al cual el mundo le parece demasiado complicado, huérfano en su propia familia; un niño que conjuró a los espíritus de la oscuridad, seducido por sus cantos de sirena, y que ya es su prisionero, su producto, convertido de creador en creatura de sus propios demonios.
Quisiera entonces hablarle de ese sufrimiento soterrado, de esa densa tristeza que está detrás de la aparente risa y alegría de los cubanos. El sufrimiento que hace un guiño cómplice en las muchachas que se prostituyen por necesidad o porque es obviamente más rentable que cualquier otra opción; que es como una atmósfera, un hedor marcando a los que marchan diariamente a la rutina de un trabajo que no les ofrece realización alguna, por un salario que apenas les alcanza para lo básico, téngase en cuenta que un médico especialista gana 25 pesos diarios, un refresco enlatado cuesta diez, una pizza cinco, o sea trabaja por tres pizzas y un refresco diarios; el sufrimiento de quienes estudian pese a que a los padres no pueden responder a la pregunta ¿por qué estudiar si al final me servirá de bien poco?, y que tras el desenfado de la adolescencia traslucen el temor de un futuro sin perspectivas, excepto la de que todo será igual o peor; el sufrimiento de los niños y los padres que pasan frente a una juguetería donde los precios son asquerosamente obscenos, donde un peluche cuesta el salario de dos meses de cualquier cubano; de los que tienen que vivir fuera de la ley porque es imposible vivir en la ley; de los propios represores envueltos en la retórica de la mentira, víctimas de sus odios y prejuicios; de quienes tienen que aceptar la mentira para no desesperar, porque reconocer que se vive en la mentira es un peso demasiado grande para la mayoría de los seres humanos; de los profesionales que persiguen a cualquier costo una "misión" en cualquier rincón del mundo para poder mejorar algo su vida y la de sus familias; el sufrimiento de los ancianos que languidecen a la espera de la muerte, sobreviviendo en la pobreza, viendo como su vida se fue y al final no hay nada, la nada es lo resultante por más que traten de encubrirla en un intento baladí de darse sentido, de oponerse a la miseria que ya no es posible ocultar tras promesas de futuros luminosos o epopeyas rimbombantes, la pobreza desnuda y sin salida, impuesta como una maldición que carcome las almas y los cuerpos, los sueños, los ideales, la fuerza para seguir viviendo, para seguir creyendo; el sufrimiento de los que creyeron, y los que aún creen, de los comunistas honestos que dieron su vida por algo que al final les ha dejado como cómplices del desastre, que saben que las cosas están mal y no pueden hacer nada, rumian su desencanto; de quienes fueron a guerras que al fin resultaron otro fracaso y tampoco tienen nada, tampoco escapan de esa tan tristemente exacta definición que da título a la novela de Zoe Valdés "La nada cotidiana"; de quienes tratando de huir, de lograr el único cambio que los cubanos sienten real, emigrar, se lanzaron al mar en cuanto objeto flota y se ahogaron o vieron ahogarse a sus amigos y familiares; de los que viven separados de sus familias, fuera de su ambiente, vagabundos a la fuerza, aventureros de otras tierras porque no caben en su tierra; el dolor lacerante de ver como se destruye la sociedad, como se desdibuja el paisaje de lo que era Cuba en una especie de favela gigantesca, como la cubanidad se metamorfosea en marginalidad, como la fealdad crece al igual que un cáncer, y de los que en esa fealdad ya no saben ni pueden buscar ni crear la belleza.
Ese sufrimiento que habla por boca de un antiguo miliciano, combatiente en el Escambray, cuando borracho confiesa que mató a un alzado bañándose, se acerco y oyó al hombre cantando, le disparó y la canción no le ha dejado dormir nunca más, la canción es la canción del dolor y la culpa y la vergüenza que aparece cuando una mujer mal o bien vestida espeta al transeúnte, ¿quieres matar una jugada?, en un eufemismo muy revelador del comercio sexual; aparece tras el aparente éxito de los nuevos ricos en su vulgaridad manifiesta, con la que tratan de ocultar su pequeñez espiritual y moral, tratan de ocultar que la corrupción mancha la dignidad humana, envilece, que esa frase tan de moda en administradores, jefes, ladrones "hay que chuparle la teta al comunismo", es una asquerosidad indefendible; ese sufrimiento de la pequeñez y la cobardía, y no sólo de los hombres y mujeres comunes que bien poco pueden hacer al respecto, sino de los que sí pueden decir y no lo hacen, de los jerarcas de la iglesia Católica que callan y consienten, que colaboran con el desastre desde que no se oponen a él, y no sólo no se oponen, sino abandonan y rechazan a quienes tratan de hacer algo y les piden ayuda.
El sufrimiento de un antiguo preso político que cumplió diez años de cárcel por el crimen de reunirse con unos amigos en una iglesia, y que ya no cree en el cambio, no cree en sus compatriotas, no puede ocultar que decir "no vale la pena, no vale la pena hacer nada por quienes no quieren ser libres" es un desgarro total, un dolor esencial; la pena de ver a disidentes recogiendo las sobras de comida en una recepción en casa del embajador norteamericano, haciéndolo no sólo por hambre, sino porque ni siquiera se cuestionan que esté mal, son también, sin quererlo ni saberlo, "los hombres nuevos"; la triste condición de los que se inventan causas políticas para acogerse al programa de refugiados políticos que ofrece la Sección de Intereses de los Estados Unidos, o se aferran como rémoras a cuanto desecho de Europa, da lo mismo que hombre o mujer, les ofrezca una vía para salir; el sufrimiento solitario del oficial de la Seguridad del Estado que cree en el país, que sabe que hay que hacer algo, que hay que hacer cambios y ve que nada cambia, que a solas se pregunta por lo que hace y al fin es otra pieza más del gran teatro del absurdo, otro personaje de la farsa que le engloba como al funcionario que ya no puede ni sabe ser honesto, al policía que persigue más que a delincuentes a quienes tratan de vivir y ayudan a vivir a los demás vendiendo lo que pueden.
La pena sin brillo, basta y pequeña pero igualmente triste y deplorable, de los burócratas sumergidos en su grisura, como piñones de una maquinaria kafkiana donde se les desgasta la vida y se les marchita el alma; el dolor de un amigo exiliado que regresa luego de años y al tener que partir comienza a vomitar porque en realidad no quiere irse y sabe que tiene que irse, que ya no puede vivir en su país; ese sufrimiento de la mentira y la manipulación constante en los medios de información, de la censura y la doble moral que revolotea tras la masa caminante en un desfile, caminado porque hay que ir, porque ser rebaño es su condición, porque es otro modo de enajenarse, porque todo el mundo va, porque es mejor no marcarse, porque uno se divierte, porque ¿para qué pensar?, porque en su bullicio es un acorde de la desolación de los pueblos y ciudades devastadas por los recientes ciclones, de los miles de cubanos que estuvieron durante semanas comiendo en ollas colectivas, por completo dependientes de la precaria ayuda oficial; ese sufrimiento de nuestro sino que aparece, por fin sin afeites, en la película "Suite Habana", híbrido de mundos empantanados en un maridaje grotesco, retruécano de la historia y la memoria, tan difícil de comprender para los extranjeros por su pericia en el disimulo y el increíble malabar de exhibir como logros un fracaso estrepitoso, por los meandros del absurdo que tan bien se ocultan en los subterráneos de la utopía y el resentimiento.
Difícil de comprender incluso para muchos cubanos de fuera que han olvidado o no pueden seguir sus evoluciones, justo porque no es normal y los seres humanos quieren la normalidad, no quieren tener presente el dolor y el absurdo, la hidra de la mentira; el sufrimiento que se muestra en el documental "Los buzos" (el nombre con que se conoce a quienes hurgan en la basura de la ciudad para encontrar algo que vender luego, quienes viven literalmente de la basura), y que para mí se centra en uno de los entrevistados cuando dice sin saberlo el destino de tantos cubanos: "he trabajado en la agricultura, he trabajado en la construcción, soy un obrero, he pasado mi vida trabajando y no tengo nada, sólo pomos en la basura".