jueves, 21 de abril de 2011

Keiko, ¿una mejor opción...? Perú sabrá...

Me acuerdo el día en que Alan García ganó la silla presidencial del Perú; en su segundo periodo, quiero decir. Muchos comentamos sobre el sentido común que afloró en aquellas elecciones, a pesar del recelo que todavía provocaba el que antes fuera la viva estampa de un gobernante errático. Varios peruanos que trabajan conmigo mencionaron un viejo proverbio que reza, es mejor un malo conocido que un bueno por conocer. El electorado, esa vez decidió que era más seguro perdonarle al nuevo presidente los desvaríos y sandeces de su primer mandato, que enfrentarse a los radicales cambios que podían avecinarse de ganar el otro candidato, el “Compañero” Ollanta Humala. Y sin dudas, Perú se evitó una buena cantidad de sobresaltos. El Camarada jamás escondió sus preferencias en cuanto a llevar a vías de hecho, con el desmedido apoyo que desde Venezuela recibiría, los planes bolivarianos de derramar por el Sur y hasta el Atlántico el proyecto del socialismo del siglo XXI, y de paso, en lo que planeaba como perpetuarse en el poder, perseguir a los homosexuales.


Hoy el escenario político peruano muestra una situación un tanto similar, entre otras cosas, por la insistencia del Inca Estalinista de finalmente conseguir su propósito. Sin embargo, si una particularidad le asiste al drama, es la de que, el nombre que se maneja como contrario (el apellido más que todo), todavía para una buena parte de los votantes representa algo así como la mención de “ahí viene EL Coco”. El acto de depositar de nuevo la confianza en la figura de un político que no trae buenos recuerdos, en este caso Keiko Fujimori, debido a su padre, es un ejercicio que, los hay quienes lo consideran controvertido y puede que genere más dudas de las que en su momento no resultaron lo suficientemente preocupantes, como vino a suceder con Alan.

Ahora bien, si tenemos en cuenta que la opción que resta es la misma que años atrás enfrentó el hoy obeso presidente de la República del Perú, no me cabe dudas que han de votar por la peruano-japonesa, aún cuando la joven candidata sea hija de quien es. Lo que por otra parte no ha de estigmatizarla. Era una menor de edad cuando el señor Alberto comenzó a regentar los destinos de la nación, con la ayuda de su socio Vladimiro, y esto es un detalle que, aún cuando suene peligroso para muchos (increíblemente para personas como Vargas Llosas, que sabe lo que acontece en los regímenes de “corte habanero”, y además, lo ha denunciado en innumerables foros y tribunas), nunca será peor de lo que se avecina si el calenturiento líder de la izquierda fundamentalista suramericana llegase a ser el principal inquilino del Palacio Presidencial en Lima.

Por eso, hallo que sería mejor dejar los resentimientos a un lado y manejar las cosas con las herramientas que provee la política práctica, que gracias Dios Perú cuenta con ellas para hacerlo. Si las baja pasiones, como impresiona le está sucediendo al estimado Premio Nobel, el señor Mario, obnubila la razón de algunos y les cierra las entendederas, es mas provechoso contar hasta diez y, ese sentido común al que hacia referencia al inicio; esa inteligencia que de la que hicieron alarde los peruanos el día en que votaron por Alan, por favor, que se mantenga…