lunes, 11 de julio de 2011

El libro para un pretexto...

En la foto, Armando de Armas, Joaquín Gálvez
y los verdaderos Cocozapatos acompañdos de varias botellas de vino...


Este Viernes se "lanzó oficialmente" el Libro de los Cocozapatos. El empeño que hace prácticamente dos años comencé con Editorial Silueta, por fin vio la luz en Café Demetrio’s.

Y fue una tarde-noche memorable, al menos para mi. Fue lo mismo el buen pretexto para reunirme con buenos amigos, recibir a otros que desde ese día los son, y tomar vino, comer varios entremés, conversando ya ni me acuerdo de qué cosa. Aprovechando lo que más pudiese de sus compañías, que mi trabajo me distancia y a veces prohíbe.

Fue igual la culminación de innumerables horas-nalgas-laptop, intentando que un cuento llegara a ser interesante, al menos que no aburra y que agarre. Fue también el descanso después de un agotamiento que únicamente quien practica este oficio sabe. Un receso que dura poco, ya estoy pensando en un próximo proyecto.

La noche del Viernes sirvió lo mismo para reconocer a todos los que de una u otra forma me apoyaron, aún con el riesgo de que me olvidase de algunos, como siempre sucede. Sin embargo, sin temor a que la desmemoria involuntaria reincida, aquí reitero, y aquí comienzo con Luis de la Paz. Sus palabras de presentación las agradezco enormemente. Me hicieron rememorar mis primeros años en Miami, y la suerte de conocerlo junto a José Abreu (luego a Nicolás) en el mismo espacio en que conocí a Rodolfo (quien parafraseando a Zweig se pregunta, dónde y cuándo fue que escuchó mi nombre por primera vez), y a su esposa Eva (y a otros tantos): la casa de mi buen amigo Armando de Armas y de “Mimí”, a los que, ya por eso, basta para que les agradezca lo mismo.

Quiero, sin mantener un orden cronológico, agradecer a Delio Regueral porque una de sus musas me inspiró una a historia, y por la foto que tomase (aunque en el momento que lo hiciera estuviese trajinado por Baco, o Dionisio, lo que no fue óbice para que su talento como fotógrafo quedase de manifiesto una vez más), para que el “monstruo” de Omar Santana compusiese la ilustración del cuaderno, que para mi es un privilegio y la confirmación de que, si valen Los Cocozapatos, es fundamentalmente porque el maestro logró pintarlos tal y como yo me los imaginaba cuando escribía la historia.

Claro, hay más, muchos más, como ya dije la noche del Viernes, los que luego de que se confirmara la salida de El Libro..., apostaron por “el calzado maldito”. Ernesto G, esa suerte de Subiela-Hitchcock de la blogo nuestra (y no lo comparo con Spielberg, no por falta de talento, sino por la fragilidad de su capital si se establece un paralelo con el judío pródigo), que va dejando testimonio de lo que acontece en Miami en cuanto al arte criollo. A la nueva identidad Idañel (Armando e Idabel), que no han descansado, ni escatimado espacio, para promover a The book of The Crocoshoes en Neo Club… De nuevo a Rodolfo, porque llegó a involucrar a artistas de teatro, como Sandra García, de Teatro en Miami Studio, para la realización de uno de los tres videos que andan por You Tube; sin dejar de mencionar su paciencia y más la de Eva, que después de mi, posiblemente haya sido la persona que más se haya leído Los Cocozapatos.

No quiero dejar de referirme a El Nuevo Herald; a Diario Las Américas. A portales en la Web como Cubaencuentro, Diario de Cuba. Los blogs La Casa Cuba, de Eduardo Mesa; X amor al Arte, blog de Irami; el blog de Ernesto G; Cuba Inglesa (no me acostumbro a lo de Agencia Cansa), KontARTE de Zahyli y Michael, y a Joaquín Gálvez, otro al que le debo tanto por su apoyo (y por el audio nuevo que disfruté), y por la prestación de su blog, que por estos días nada más que ha posteado sobre los zapatos convertidos en fiera; y por el espacio en su tertulia; y que de alguna manera, junto a Mandy, me sirvió de pretexto para que haya un libro donde una historia les pertenece a ambos.

Y por último (y esto lo hago con toda intención, para subrayarlo), quiero agradecer a Rosana. Por ella, por su paciencia, es que pude practicar el acto de exponer mi libro como un producto terminado.

Por Rosana conseguí distanciarme de vicios (o al menos lo intenté con fuerza) que a veces lastran a aquellos que, como yo, al momento de escribir no pueden renunciar a la complicidad que durante mucho establecimos con la catarsis. Sus consejos me mostraron las maneras que manchan a la ficción si se usa indiscriminadamente esta herramienta que brota del pecho, a veces para bien, que sino nos ahogamos, pero que nos puede hundir en el panfleto si se pierde el control. Resentimientos que contaminan una historia por el deseo transmitir una denuncia, olvidándonos que la historia misma se encargará de denunciar. Mi mujer me mostró la distancia que le debo a nuestras miserias, y supo prestarme con amor su sexto sentido para que yo contase un cuento, varios, pero sólo eso. Quiero mencionar a mis hijos, a ellos va dedicado este libro

Ahora me queda agradecer a los que compraron el cuaderno, y hacerles saber que mi mayor deseo es que lo disfruten…


foto Denis Fortun/Fernandina de Jagua Blog