sábado, 24 de septiembre de 2011

Lo que vino, por suerte, fue un satélite...


El pasado Viernes un amigo me comenta que el día anterior, recién volviendo del trabajo, casi en la puerta su mujer le dijo.

-La vecina de abajo, muy convencida ella, me contó sobresaltada que un asteroide va impactarse contra la tierra y que veintiséis pedazos enormes han de caer justo en Norteamérica ¿Tú sabes algo de eso?- le preguntó sonriente, asumiendo el temor de la vecina como un chiste de mal gusto; o peor, una muestra de desinformación total. Sin embargo, me asegura mi amigo que notó en la mirada de su mujer cierta preocupación, lo que resulta lógico teniendo en cuenta de que se trataba.

-¡Coño! Mi amor, una noticia así no se dispara a quemarropa, más a un hombre que regresa cansado y con deseos de que todo vaya bien ¡Lo único que nos faltaba!- le respondió bromeando después de darle un beso, y sorprendido le hizo saber, que igual a ella, nada sabía del asunto.

Por supuesto, enseguida mi amigo se conectó a la Red y se enteró que un satélite artificial de la NASA, del tamaño de un autobús, sin remedio alguno se iba a precipitar a la tierra, ya fuese al norte de Canadá -como sucedió finalmente- o bien al sur de Suramérica. Riéndose le confirmó a su compañera que la vecina escuchó campanas y sin tener la menor idea dónde sonaban. Lo que viene para abajo es una “guagua sin frenos y sin chofer que la controle” -concluyó mi amigo-. Y acorde a los que saben, no ofrece peligro para nadie ¡Gracias a Dios!

Hoy leo que por fin el susodicho satélite estadounidense de 6,3 toneladas ingresó en la atmósfera este sábado en el océano Pacífico, al oeste de Canadá, según la agencia espacial entre las 03H23 GMT y las 05H09, desintegrándose totalmente y sin que hasta ahora se pueda ubicar con exactitud el sitio en que se proyectaron los restos del enorme artefacto.

Una buena noticia sin dudas, que me deja pensando lo mismo sobre la fragilidad en que habitamos en medio de este hermoso mundo. Que nos sobran los problemas, para que además nos pongamos ahora a mirar al cielo, sólo por si acaso…