lunes, 10 de octubre de 2011

El viaje del Pelao

La conversación comenzó cuando El Pelao, un joven nacido aquí, en Miami, de padre cubano y madre puertorriqueña, anunció muy contento que en Noviembre se va a La Habana a ver a sus abuelos, a sus primas, y a vacilar...

El joven se veía excitado, es esta su primera visita a la Isla. Enseguida muchos “expertos” se prestaron a aconsejarlo sobre los lugares que tendría que ir, con la especial consideración, además, que llevase muchas cajitas de condones. Todos rieron y aprobaron si reserva alguna el proyecto del Pelao. Uno incluso jaraneó con El Viejo, que se mantenía distante, y le gritó.

-¿Quién te viera, Viejo, en medio del Vedado con una pila de niñas lindas?

El Viejo respondió muy serio que él no iba a Cuba. La mayoría miró al hombre con recelo, y desde luego, la pregunta no se hizo esperar.

El Viejo tomó aire, asumiendo la solemnidad que consideraba debían llevar sus palabras en ese momento, y finalmente contó la historia.

-En Febrero de 1969 terminé mi condena en "El Príncipe" *, y por suerte en ese mismo año me dieron la salida con mi familia vía Jamaica. Estábamos muy nerviosos. Mis hijos más, pues temían que otra vez me regresaran a presidio. Mi mujer, la pobre, únicamente pensaba que Dios nos había puesto a prueba lo suficiente como para que sucediera algo peor a última hora.

Sin embargo, estando ya en el aeropuerto con mi familia, a punto de tomar el avión, se me acercaron dos oficiales del G2 asegurándome que nos estaba prohibido viajar juntos. Los muchachos no tenían problema. Mi mujer y yo era otra historia. Uno de los se quedaba.

Ella comenzó a llorar. Me rogaba para que me marchase con los muchachos. Yo sonreía con cinismo, lo recuerdo bien, y decidí que la madre de mis hijos los acompañara. Pasé mucho tiempo sin verlos. Tantos años que, cuando llegue aquí, parecía un extraño para mi familia. La razón de por qué me retuvieron jamás la supe, igual no me importaba. Regresé aquella tarde a mi casa, rompí el sello de "Emigración" que colocaron en la puerta, y sólo después de casi diez años, que un amigo me diera espacio en una balsa, fue que pude reunirme con ellos.

¿Creen ustedes que tengo deseos de volver a un sitio, donde mi vida y mis recuerdos se resumen en un prolongado sufrimiento, que me ha marcado para siempre? -y concluyó molesto- ¿Quieren que les cuente también porqué voy cojeando de la pierna derecha…?

Fue El Pelao, un tanto apenado, quien rompió el silencio, pidiendo que se hablara de otra cosa. Sin embargo, nadie abrió su boca y todos se dispersaron, volviendo cada uno a lo suyo.



*Fortaleza "Castillo del Príncipe": prisión ubicada en La Habana,
en la barridada de El Vedado".
Hoy día no sé si continua utilizándose como cárcel.