viernes, 11 de noviembre de 2011

Cuna del pintor desconocido: pretexto para una entrevista

Néstor Díaz de Villegas, Cuba, 1956. Es autor de una extensa obra poética, entre cuyos títulos se encuentran Vicio de Miami (1997), Confesiones del estrangulador de Flagler Street (1998) y Por el camino de Sade / Sade's Way (2003). Díaz de Villegas ha sido el creador del Cabaret Neuralgia, en la Pequeña Habana, y el editor de la revista electrónica Cubista (2004-2006) en Los Ángeles.

Con motivo de la publicación de su poemario Cuna del pintor desconocido, que será presentado en la presente Feria Internacional del Libro de Miami, Armando de Armas realizó la siguiente entrevista para MartiNoticias a Néstor Díaz de Villegas.

¿En qué fecha y hora presenta su poemario, Cuna del pintor desconocido, en la Feria Internacional del Libro de Miami?

El martes 15 de noviembre, a las 7:30 p.m., en el Batten Building, sala 2106, no muy lejos del hotel donde escribí Vicio de Miami.

¿Por qué Cuna del pintor desconocido, por qué ese título?

Es imposible explicar un título. Realmente, concibo el título antes de escribir el poema, y debo tener un título antes de lanzarme a la escritura de un libro. El título es el nombre de pila con que me dirijo a mi criatura, y designa a la persona que encarno y que permanecerá conmigo durante el proceso de composición.

En el caso de Vicio de Miami, era un marginado, un enviciado de la ciudad, que vivió hasta la tierna edad de once meses. Después vino el Estrangulador, el que propuso una pregunta sardónica a esa misma urbe, y éste vivió, aproximadamente, de 1994 a 1997. Sade es de la edad de Elián. En el caso de Cuna, se trata de un pintor frustrado, uno rechazado por la academia, un pintor judío, que en vez de pintar, fotocopió cuadros en una Xerox y pegó las xerografías en los muros. Durante quince años, mi pintor malogrado creó arte degenerado. Cuna es su retrospectiva.

"¿Qué puede detener al labio en su caída hacia la mueca?"

El labio en caída hacia la mueca es una pértiga, floja en las comisuras, que sostenemos mientras avanzamos por un cable tensado entre dos mundos. Estamos continuamente a punto de caer, pero ese reflejo, ese rictus, nos sostiene. Hay una música de acordeón que puntea cada paso. El acordeón abierto es la sonrisa de los acróbatas.

Cuénteme usted, por favor, acerca de su "Aristóteles de cuatro cilindros"

Cuando arribamos a la nueva vida, descubrimos de pronto que nos falta destreza mecánica. Debemos reaprender los movimientos más elementales. Al timón del flamante automóvil concebimos ideas de nuevo orden. La máquina es un espacio de pensamiento, un ágora, ¿cuántas cosas no nos pasan por la mente mientras conducimos? El auto es nuestro Aristóteles de cuatro cilindros. Con esa imagen pretendía elevar la máquina al puesto que le corresponde en la experiencia dinámica del gusano.

En el poema Los dos primeros años aquí (son los más duros) se lee: "Huyendo de la secreta policía / me perdí en un mundo congelado. / Yo no sé si he perdido o he ganado." El exilio, ¿es pérdida o ganancia? ¿O es quizá tabla, empate?

Exilio es pérdida, por definición. Su raíz está en el latín arcaico exul, que significa vagar. El exilio no es la pérdida de la tierra, ni del suelo, sino del descanso. Es imposible reparar, una vez que se emprende el camino del exilio, es un viaje sin regreso y sin meta. Exilio es el "ser" separado de su "estar". Los negros, igual que los españoles, fueron arrancados violentamente de su entorno y arrojados en nuestras playas: el exilio es parte de nuestra condición permanente. Cuando el exilio se hace permanente, perdemos la noción de ganancia y de pérdida, del allá y del acá. No avanzamos, no vamos a ninguna parte. Nuestra cultura, fundada sobre el desarraigo y la desorientación, es sincrética en ese sentido esencial. La respuesta a tu pregunta es, precisamente: "Yo no sé si he perdido o he ganado ".

¿Qué opina de eso que denominan intercambio cultural entre las dos orillas?

Gracias al intercambio cultural conocí a mi esposa, Esther María, y pude reunirme con mi querido sobrino Alexis después de 32 años. Todo intercambio es provechoso. Yo no quiero volver a Cuba; entonces Cuba debe volver a mí.

¿A qué edad y por qué Néstor Díaz de Villegas fue a dar con sus huesos a la cárcel de Ariza, en Cienfuegos?

A los 18 años, porque escribí un poema sedicioso. Me cansé de oír a todos repetir lo mismo, y exploté. Me encuentro hoy en una situación idéntica. Un hereje lo es para siempre y en cualquier circunstancia. Experimento una repugnancia general por la experiencia humana, con muy pocas excepciones. Soy más un antisocial que un anticastrista.

¿Conoció en la dicha cárcel a un actor llamado José Manuel, Chema, Castiñeira? ¿Había otros artistas y escritores en las celdas de Ariza?

Sí, efectivamente, conocí a Chema en Ariza, el gran actor de El robo del cochino que concibió un complot para asesinar a Fidel Castro. Su cómplice y consorte de causa era el hermano de Fayad Jamís. Gracias a Chema llegué a entender el proceso histórico que vivíamos. Chema había sido un joven chequista, de los que apaleaban a las señoras con carteras, cuando llevar cartera era un crimen. Me enteré de todo esto de labios del bello renegado. Escribimos mucha poesía juntos, en el comedor de la prisión, mientras apurábamos el sancocho vespertino. Chema me descubrió a Marcuse y a Habermas y a Cohn-Bendit. Yo, el eterno reaccionario, le entregué mi Historia de los Girondinos.

Otto Meruelos influyó tremendamente en nuestra formación, era un erudito, un gran señor y un distinguido gramático. El embajador Luis Puig Tabarés nos enseñó idiomas. El magistrado Bebo Cabrera escribía, por entonces, una novela histórica basada en la leyenda de Guamuhaya. La aristocracia cienfueguera residía en una cárcel en 1975, y era provechoso hacerse detener si se deseaba adquirir una educación liberal.

¿Qué queda en Néstor Díaz de Villegas de Cienfuegos?

Mis antepasados fundaron Cienfuegos, el verdadero padre de la ciudad es Agustín de Santa Cruz, mi homónimo y ancestro. Quedará en mí, si acaso, el genio del lugar, algún resabio cienfueguero. Sería interesante averiguar si queda algo de los Díaz de Villegas en Cienfuegos.

¿Qué queda en Néstor Díaz de Villegas de Cumanayagua?

Soy, evidentemente, un poeta cumanayaguense. La poesía era ocurrencia cotidiana en un pueblo de cantores itinerantes. La controversia, la improvisación, el pie forzado, la rima, el punto guajiro, forman parte de mi experiencia vital más entrañable. También la naturaleza bruta, pues soy de un pueblo de campo. De una pequeña comarca rodeada de parajes encantadores. En Miami no hay campo. He tenido que venir a California para reencontrarme con la naturaleza. En las mañanas de otoño, las bandadas de cotorras que surcan el cielo de Alhambra me recuerdan al Escambray.

¿Está usted preparado para la muerte?

Soy una persona sana. Gracias a Dios, poseo la salud de un toro. Pero una vez estuve a punto de morirme, de neumonía, que por entonces mataba a los que padecen de mi enfermedad. En la camilla, mientras me llevaban a la habitación del Jackson, consciente de que me quedaba poco, sentí alegría, y sólo lamenté irme del mundo sin haber completado mis investigaciones alquímicas.

Gödel le escribió a su madre sugiriéndole que quizás morimos también en la muerte. Flammarion creía que después de muertos nos reencontraríamos en el planeta Marte, una creencia que me transmitió mi abuelo Pepón desde muy temprano. A veces me miro en el espejo y veo el retrato de mi abuelo Maximiliano, el mismo retrato que colgaba de la cabecera de mi cama, en la casa donde nací.

¿Cree que hay un alma que sobrevive a la muerte?

Ciertamente, si no, no podría vivir.


Texto que tomo de MartíNoticias
Foto de Nestor Díaz de Villegas que tomo de TuMiami blog