lunes, 30 de enero de 2012

El Papa y el viaje...


Recién leí en Cuba Plural, blog de Eduardo Mesa, sus consideraciones sobre el próximo viaje del Papa Benedicto XVI a Cuba. Vale la pena destacar el excelente texto al que hago referencia. Eduardo toca los dos puntos de vista más neurálgicos en lo que concierne al periplo de Su Santidad en suelo patrio. Y amén del júbilo que le provoca la visita, aboga por el justo reclamo de que, su Santidad debe también escuchar a los que son silenciados a cada minuto por no someterse a una dictadura.

Sin embargo, no basta el apego de los practicantes a su fe; el beneficio que se da por descontado en cuanto a la confirmación, aunque se trate de reverenciar el 400 aniversario de nuestra Patrona y Virgen amada (evento al que no voy a negarle la dicha que me provoca como devoto que soy a su imagen y presencia). Está lo mismo, desafortunadamente, el acto de lo que la visita papal significa: la legitimación de un gobierno que oprime a un pueblo las veinticuatro horas, los trescientos sesenta y cinco días del año; donde aquellos, los oprimidos, intentan ser reconocidos como merecen: una fuerza disconforme que brega al amparo del pacifismo. Además, con reclamos más coherentes con la fe cristiana; muy distantes del oficio de ese régimen desde hace más de medio siglo.

Es por esto, lo que no llego a participar del entusiasmo de mi buen amigo. Doy por descontado que la movida de la Iglesia, no sólo la local, sino hasta en la mismísima Santa Sede, como tantas otras ocasiones en cuanto al tema cubano, ha de comportarse de forma muy prudente. Me sorprendería (cual gesto favorable, claro está) que Ratzinger se dignara a oír a la disidencia interna. De facto, la posición de la jerarquía del sacerdocio cubano, amén de publicitarse al mundo como una entidad reconciliadora, todavía no se atreve a declarar su compromiso con los que se enfrentan al gobierno. El clero se identifica con el tema como una suerte de vindicación humana, a veces pálida si se quiere, rechazando el color político, que es lo que trasciende.

En fin, que de no entrevistarse con la oposición, Joseph Aloisius Ratzinger perderá la oportunidad de presentarse ante a los ojos del mundo, y de su CEO, que se mueve por el impulso de lo que figura como la conciliación; un esfuerzo que ya viene resultando inminente. De que con su presencia ayude a buscar una salida en la que todos participen sin cuestionar credos o ideologías (por cierto, sin exagerar la presencia de los que hasta ahora nos han modificado, de diferentes maneras, nuestras existencias), y los que pagaran el superávit de su cautela serán los de siempre: todos los que aspiramos a una Cuba mejor, tolerante, inclusiva, lejos de una buena vez del totalitarismo que la aplasta.

Concluyendo, en cuanto a las consideraciones de cierre en el post de Eduardo, no estoy convencido de que los cubanos perderíamos si el Papa renunciase a su visita a Cuba (hecho que igual no va a suceder; la visita es “un hecho innegable”). Puede que el mundo se pregunte, por primera vez en serio, qué sucede de terrible en un país, como para que la máxima autoridad de Dios en la tierra para los católicos, apostólicos y romanos, desista de pisar una isla que cada día, hace más de cincuenta años, pierde lo hermoso que Nuestro Señor le dio al instante de la creación…