miércoles, 29 de febrero de 2012

¿Cómo así…?



Casi todos los días coincido con Rafael y Sandro en el lonche. La media hora de almuerzo con estos dos jóvenes brasileros pasa rápido. Conversamos de innumerables temas que giran alrededor de un bom almoço o um delicioso jantar; de cómo se come la pizza en Rio de Janeiro --asegura Sandro con orgullo, nacido en la ciudad del Cristo Redentor (con ketchup, y además, a gusto de cada cual, lo que representa que unos le derramen por encima unas pocas gotas de esa mermelada gustosa de tomate a la pizza, y otros el frasco entero)--, lo que provoca cierta ira en Rafael (que es de Sao Paulo) al considerar esa manía innecesaria. Para él se trata de un sacrilegio ¡Con lo sabrosas que son las pizzas en Brasil...!

Disfruto entre ellos esa suerte de rivalidad que hallo viven los paulistas con los cariocas. Pique que lo mismo me recuerda a los lugareños de Santa Clara y a los de Cienfuegos; o a los habaneros contra el resto del país, saboreando sobre todo una malsana emulación con los pinareños.

Por supuesto, en esos treinta minutos no hablamos sólo de comida, las maneras en que se guisan, se presentan, y se digieren. Se toca lo mismo la política, y ellos rematan siempre preguntándome en cuanto a Cuba. Confieso que a veces no sé cómo responderles. Simplemente no entienden.

Hoy, por ejemplo, Rafael me sonsacó de nuevo con el tema: una duda auténtica para alguien que no conoce la realidad criolla. – ¿Por qué voces no pueden comer carne de res allá? –

Tomé aire, mastiqué con paciencia en lo que pensaba como hacerle entender a mi buen amigo que, sí se come carne de res, pero se carga con un precio y un riesgo que no alcanzan a acreditar los que no viven esa tragedia. La gestión -- le contesté con sobrado cinismo-- se mueve al amparo de la ilegalidad. Después de tragar, bebí un sorbo de Iced Tea, y finalmente me propuse relatarle una historia que sucedió.

Mira –comencé mi platica con verdadera paciencia, lo que me costó me pasase del tiempo reglamentario para el receso y por consecuencia recibiera una mirada bien cargadita de reproche por parte de mi supervisor--. Allá no se vende carne en las tiendas o bodegas, a no ser de cerdo (al menos en los establecimientos donde se paga con moneda nacional; otro drama que no comprenden con facilidad). Claro, hubo una época, siendo yo niño, siendo bien joven, en que la carne de vaca tocaba a todos por igual. Primero, si mal no recuerdo, era semanalmente; y como les resultó imposible mantener el ritmo de entrega y por ende no cumplir el milagro con regularidad, se empezó a despachar por “novenas”. Pero esos nueve días duraron poco y se “evangelizaron por arte de magia revolucionaria” en quince; más adelante en treinta, y concluyeron en lo que muchos llaman “la sorpresa”: cógela cuando te toca y punto. Un acto que, al yo salir de Cuba, simbolizaba una utopía.

Sin embargo, existen sujetos que se conocen como “matarifes” y que muchos los consideran mártires. Estos “señores” se dedican al sacrificio ilegal de ganado. Cazan una vaca que no esté bien cuidada, la matan, la descuartizan y la venden; los huesos se entierran y el cuero se le ofrece a algún zapatero ilegal.

Ahora bien, pobre de estos “samaritanos con faca” (cuchillo) si los atrapa la policía. Sé de la historia de un abogado que estuvo defendiendo a dos casos bien diferentes, si se valora por separado la gravedad de los delitos: el primero había asesinado a un hombre por una pendencia que se resumía en las ganas de tomar cerveza a granel. La bronca se desencadenó en una fiesta popular que se celebrara bajo la égida de una fecha patria, en una especie de aldea pesquera con apenas unos millares de habitantes. El hombre golpeó con un remo la cabeza de su contrincante y lo despachó de inmediato al Reino de Dios. El segundo, el de la vaca y la faca, lo arrestaron en medio de un campo cualquiera, lleno de sangre, con una cabeza de ganado desmembrada a sus pies.

Pues bien, para que entiendas, el tipo que mató al otro tipo, este abogado consiguió que le diesen la libertad condicional hasta el día del juicio. Y el que sacrificó la vaca jamás le permitieron salir, aplicándose en su persona, con el rigor que según representa la ley sin rasero, lo que se define como una figura delictiva que han de responder “los peligrosos” (que puede ser cualquiera), y que se resume en la prisión preventiva. De la estación de policía lo llevaron directo a la cárcel, y allí estuvo buen tiempo.

--Y pescado, langosta, camarón – insistió Sandro, que estaba muy atento a lo que yo contaba-. Al menos pescado se puede conseguir si vocé tiene en cuenta que seu país es una isla. Es “carne” que alimenta lo mismo, o mejor”.

Meu amigo –le respondí con tristeza--. Conozco a una persona que, pocos días antes de yo salir de Cuba, le encontraron en el refrigerador de su “paladar” unas colas de langostas y dos paquetes de camarones. Al hombre lo prendieron, y por si no bastara, le decomisaron la comida restante, le quitaron también el refrigerador, y tuvo que pagar una multa de unos cuantos miles de pesos…”.

--¿Cómo así?—preguntó Rafael indignado.