lunes, 20 de febrero de 2012

Zona Desconocida marca el post número mil...


Este es el post número 1000 de Fernandina de Jagua. Confieso que pensaba escribir algo en cuanto al tiempo que me exige el blog, la dedicación que representa, sobre lo que he posteado y cuáles han sido los trabajos que he disfrutado más (las entrevistas, por ejemplo); y asimismo, lo que corresponde a ese ingrato acto de bloguear. Un ejercicio, del que he estado a punto de retirarme en innumerables ocasiones, pero que como vicio inevitable me continua atrapando, y que al decir de algunos, es una suerte de grafiti sobre una pantalla, que se distingue únicamente por los signos de puntuación, que en mi caso a veces no los respeto mucho.

Sin embargo, me sorprende en Neo Club Press mi amigo Ángel Velázquez Callejas con una reseña sobre mi libro de décimas, Zona Desconocida, que le agradezco. Se trata de un cuaderno de poemas, al que le guardo un especial afecto, y que fuera mi primer libro publicado en Miami bajo el sello de EdiPart.

Subo entonces, como la milésima vez, el texto de Callejas. Que mejor post, al menos en lo que a mí se refiere, para cerrar el guarismo.




Zonas al margen, Zona desconocida
por Ángel Velázquez Callejas

Sí, quizás Denis Fortún tenga razón o no, pero en lo estrictamente poético hay aún zonas completamente desconocidas. Nadie sabe hasta qué punto el mundo del misterio poético resulta inefable al poeta cuando emprende una búsqueda desde sí mismo, y desde sí mismo se halla inesperadamente frente a la creatividad de la poesía.

Muchos autores han quedados sorprendidos cuando de repente se ven transgrediendo las “estructuras inamovibles” de la tradición poética. Y esto resulta extraño sobre todo en la décima, cuya forma rítmica es ya un canon estructural, quizás de los más viejos en lengua castellana.

He estado leyendo apasionadamente el libro de “décimas” de Denis Fortún, Zona desconocida (Ediciones Itinerantes Paradiso, 2007), no sólo porque me atrae su diversificación temática, el modo inusual con que rompe la estructura canónica en la métrica de los poemas, la juiciosa conjugación octosílaba y el apreciable dominio del contenido universal, sino por la epopeya rítmica que yace oculta en la profundidades sensitivas del autor.

Siempre que alguien se sumerge en las profundidades del ser, tropieza por inercia con algo nuevo. Allí nada se parece a lo que se conoce. De modo que decir que se conoce algo nuevo en ese tropiezo es una falacia, sentir que se abre un espacio desconocido es una verdad. Lo que permanece desconocido, oculto, lo que no puede ser sacado a la superficie pero retumba con ardor en el corazón del poeta, hace de este libro una obra sin precedentes en la literatura de la décima y el octosílabo.

No sé por qué Fortún se decidió por la décima para las sugerencias temáticas, pero ya esto para mí no es lo más importante cuando abro el libro y leo que el autor rima y canta al son del dolor, la angustia y las bienaventuranzas que ofrece la vida. Sea en el campo o en la ciudad, el amor por lo que se ha querido ser, el amor por la autodeterminación, llena de maravilla y fascinación los detalles y entornos corporales, y espirituales, de un ser abrumado por la nostalgia y la melancolía, al mismo tiempo que un espíritu de sobriedad lucha por ganar la vida.

Esta fuerza última hace que el hombre continúe procreando zonas al margen del conocimiento, y creo que este libro da prueba de ello.

http://angelcallejas.wordpress.com/