jueves, 10 de enero de 2013

Rolando Jorge. Una reseña de Armando Añel

 

Primera persona en singular
por Armando Añel

Recala en las costas de mi casa, entre lo mejor que nos deja la marea de 2012, la poesía de Rolando Jorge reunida en un inmenso libro (y aquí el adjetivo “inmenso” cumple doble función). Se trata de Tercera persona, compilación al cuidado de Ana Sotelo en Ediciones Lulú.

En el marco de un escenario cultural –o teatral, porque a ratos decirlo así resulta más apropiado— como el de Miami, crecientemente heterogéneo y poroso, donde la literatura y en general el arte extienden sus fronteras como un chicle --donde cualquiera con unos pesos en el bolsillo se cree poeta y publica un libro (cosa no criticable per se, simplemente constato), y hasta logra tramitar la complicidad de verdaderos poetas y críticos--, un volumen como Tercera persona se agradece íntimamente. Se trata de una poesía difícil, a ratos agreste y siempre conjetural, pero sobrada en sus arranques espirituales y verbales, centrada en su propio e indudable poderío.

Los grotesco, lo lacerante e incluso lo humorístico se mezclan en Tercera persona, y el asombro ante un mundo atropellado e incomprensible, y la felicidad de ser más allá de las gentes y las cosas, y la angustia del yo irresuelto en medio del torbellino de las palabras. “Qué amplio es el arte y qué corta la vida”, exclama Goethe retomado por Rolando Jorge –citado incluso--, y la frase retrata de cuerpo entero una circunstancia afín a la mecánica de esta compilación singular: Da la impresión de que a la amplitud del arte con que el autor rebana el lenguaje se le queda corta la vida, el escenario de realización. Y quien conoce a Rolando Jorge sabe que es vida en sí mismo, furiosa de vivir, enamorada de vivir.

Hay que agradecer este libro, que viene a salvarnos del tedio de las repeticiones inocuas y la poesía de pasarela, que observa y degusta “un trozo de jardín arrastrándose musgosamente”, mientras “una vieja colilla hace señas, saca un seno, frunce un labio (lo humedece con desparpajo), engrifa su letargo”. “No es más que la vida”, anuncia Rolando Jorge, coge la corneta y toca a degüello. En primera persona del singular.

Cortesía de Neo Club Press
Foto en Delio Photo Studio