
Sin que los dos hombres lo notasen me acerqué lo suficiente como para escucharlos bien. Disfruto de lo que dicen otros, más, cuando puede tratarse de historias atractivas. Ellos no se percataron de mi presencia. Bebían sus “cortaditos”, comiendo además pastel de guayaba. Se notaba desde lejos que disfrutaban del ocio que da la ventaja de una edad que rebasa la necesidad de trabajar, y que mejor sitio para dos cubanos que este lugar que viene a ser una suerte de catedral del exilio. Ya a punto de que una muchacha me despachara mi “colada”, oí que uno de los señores le preguntó al que parecía ser más docto en cuestiones de cubanidad, y con frescura le dijo.
- Chico, ¿y por fin, es cierto que Cabrera Infante trabajó también para “El Caimán

Su amigo lo miró serio, dibujándosele en el rostro la expresión de la duda, y posterior a una pequeña pausa le contestó.
- No sé. No estoy muy seguro de que no lo hiciera. Incluso, puede que si. El Chino escribió para muchas publicaciones en Cuba antes de darse cuenta de la estafa…