Hoy estuve en la primera sesión del
2do Encuentro Internacional con el Libro Cubano Exiliado. Su público numeroso da
fe de la fuerza que proporciona la convocatoria y el interés de muchos por el
libro criollo proscrito y, además, con la presencia de personalidades de
respeto e historia probada del presidio político cubano en el exilio; con varios
escritores, no muchos con una obra importante, y el resto rostros amigos del
gremio que por lo general los ves únicamente en eventos como este, pavoneándose,
donde invita la literatura y en particular la literatura del cubano de afuera.
Ese que no cuenta con el beneplácito de los de “adentro” y, menos con el favor de
los “publicadores” de aquí, en su mayoría consortes de los de allá, que te
rechazan si eres un escritor problemático. Entiéndase un sujeto con criterio
independiente y ajeno de la manada que se esfuerza en comulgar, amén de la
genuflexión que simboliza. Por cierto, editar es otra historia, un oficio de
pocos que, por lo general, no usan la inteligencia artificial como herramienta.
Basta la de sus cerebros.
Hasta aquí, incidental aparte más por
mala leche que por catarsis, todo más o menos bien, lo usual en este tipo de convocatorias,
que igual no me propongo discernir. Sin embargo, el caso que me llama la
atención, el Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio es uno de los
principales organizadores del encuentro que concluye mañana domingo, una
organización que desde mi llegada a Miami en el 2004 he tenido la satisfacción
que, en varias ocasiones, he participado con ellos en lecturas, la mayoría
coordinadas por los que en esa época fueran la directiva del Pen: me refiero a
Ángel Cuadras, Luis de La Paz, Rodolfo Martínez Sotomayor y, no por último
menos importante, Armando de Armas, quien en esa época se desempeñaba como uno
de los vicepresidentes y fundadores; incluso, más recientemente, fui invitado
al Pen a pedido del Partido Republicano de Cuba por voz de su presidente
Ibrahim Bosch, y presenté el cuaderno de poesía “Voz Cautiva”, de la poeta y presa
política María Cristina Garrido; y más recién, tuve a bien de participar en el
maratón poético que se coordinara luego de que Zoé Valdés visitara Miami, donde
estuvieron varios poetas locales, y hasta algunos que vinieron desde lejos para
no perder la oportunidad que ofrecía el evento, y en especial la presencia de
Zoé.
Si hago este panegírico que suena más
a curriculum vitae que otra cosa, y que no le importa a nadie, es porque
conozco al Pen desde hace más de veinte años, y hasta hoy he dado fe de su
seriedad y respeto por la obra de muchos escritores en el exilio, y que lo
mismo como organización ha servido como tribuna para mostrar las atrocidades a
que nos tiene acostumbrado la dictadura castrista, que no por habituales se
dejan de denunciar. Lo que quiere decir, si algo no le falta al Pen, es coraje
y, sobre todo, memoria. Luego entonces, ¿cómo pudo suceder un “olvido” de tal
magnitud?
Una de las ideas que tuvo el Pen Club
en este encuentro del libro exiliado, hasta donde sé, fue la de rendirle
homenaje a figuras que ya no están con nosotros. Ellos son: Vals, Clark,
Cuadras, Montaner y Salvat. Excelente, un empeño merecido sin dudas. Se trata
de personalidades que, si bien puedo coincidir o no con algunos en cuanto a sus
proyecciones políticas, sin excepción todos tiene asiento de palco en la
historia del exilio cubano. Figuras que al entrar al salón donde se desarrolla
el encuentro, encima de una enorme mesa, puedes ver sus fotos. Sin embargo, ¿no
le parece al Pen que hubo un gran ignorado al momento de pensar y concebir
estos apropiados respetos? Y digo ignorado, porque olvidarse no creo que
suceda, la obra de Armando de Armas, su coraje y prestigio como exiliado y
anticastrista, le precede y le trasciende.
El caso es que hice mis indagaciones
con dos miembros de autoridad en el Pen y por respuesta recibí un “no sé qué
pasó” que, por supuesto, no me convence. ¿Bajas pasiones? ¿Antipatía personal? ¿Incomodidad
porque Armando a medida que se iba acercado su ida fue radicalizándose,
diciendo las cosas con “la boca de comer”, y eso a muchos no les gusta o, peor,
les asusta? Es increíble, y hasta imperdonable, que el Pen Club de Escritores Cubanos
en el Exilio haya desconocido a una figura importante no solo en la literatura
cubana desde afuera (que te guste o no como escribía no demerita su valor como
narrador y ensayista, como pensador, y cuenta lo mismo con un asiento de palco
en la historia de la literatura contemporánea criolla, sin importar bordes ni
ninguneos). Armando no fue solo escritor, sino que jamás publicó en Cuba, por
convicción y porque el aparato represivo y de inteligencia no lo permitía; de
hecho, se de primera mano de un narrador cubano hoy radicado fuera de Cuba, con
una obra importante, un buen hacedor de palabras con una que otra zona oscura, del
que no guardo con él ningún tipo de complicidad y, mucho menos, amistad, de
Cienfuegos para más señas, que en los noventa fue a publicar un plaquette (comenzaba
el periodo especial y el papel hasta para ir al baño escaseaba ya), y el
cuaderno de cuentos estaba dedicado a Armando, lo que lo puso en una posición incómoda
porque la editorial revolucionaria le dijo al autor que si pretendía publicarlo
habría de borrar el nombre de su “dedicado”. Años más tarde, al publicar
Armando “Mala Jugada”, producido por el Ex Club, Armando le dedicó este
magnífico libro de cuentos a este autor que se apresuró a borrarlo de la
dedicatoria, lo que no es reprochable, así decía Armando, tratándose de un
lugar como Cuba.
Hablo de un hombre que conozco desde
muy jóvenes los dos, que lo vi padecer presidio por sus ideas, que supe que
conspiraba contra el régimen apoyando al Partido Pro Derechos Humanos en
Cienfuegos, que por esa época su presidente era Justo Gabriel Quintana, alguien
que conocí muy bien y sé de la confianza que le tenía a Armando. Hablo de un
escritor que sacó de Cuba una buena parte de su obra en medio de una escapada
asombrosa, con Guarda fronteras disparando, con el agua hasta el cuello, y acá
en Miami hay personas que pueden dar fe de ello. Hablo de alguien que a punto
estuvo de ahogarse en el yate “Democracia”, frente a las costas cubanas, cuando
la lancha estuvo a punto de naufragar. Hablo del amigo corajudo y siempre
dispuesto a ayudar a los demás, y yo puedo dar fe de ello. Hablo, carajo, de un
intelectual que por mucho que quisieron silenciarlo allá, y luego aquí, jamás
se rindió. Hablo de quien tiene la estatura moral suficiente para ser
reconocido junto a los otros intelectuales de reverencia merecida. Por cuanto,
le pregunto a la dirección del Pen Club, ¿cuál, o cuáles (que a lo mejor son
varias y no me entero) fueron las razones que, aparentemente nadie sabe, para
olvidar burdamente, ignorar, a la figura de un fundador de esa organización que
sé yo de primera mano hubo una época que, junto a Cuadras, De la Paz, Rodolfo,
y otros más, entregó alma y corazón para que ese proyecto, el único en el
exilio reconocido internacionalmente, saliese adelante?
Señor Daniel Pedreira, y por extensión demás directivos del Pen, les corresponde responder a tan grande barrabasada al no dedicarle unos escasos minutos a la figura de un hombre con probada trayectoria anticomunista y literaria, como lo fue Armando De Armas, y peor, que su foto no esté en la mesa donde merece un espacio en medio el resto de los intelectuales homenajeados. Muchos de los que hoy forman parte de la organización que usted preside, señor Daniel, algunos amigos cercanos a Armando y no muy contentos con su gestión, por si usted no lo sabe, pueden hablarle de quién fue Armando y de su legado. Y no me digan que se trata de una jodedera mía porque al amigo de antaño no le dieron el espacio que yo pienso le corresponde. No jodan, coño. Hagan su trabajo con dignidad y dejen a un lado los bajos ardores