domingo, 20 de julio de 2025

Armando De Armas. El olivido ¿involuntario?

 


Hoy estuve en la primera sesión del 2do Encuentro Internacional con el Libro Cubano Exiliado. Su público numeroso da fe de la fuerza que proporciona la convocatoria y el interés de muchos por el libro criollo proscrito y, además, con la presencia de personalidades de respeto e historia probada del presidio político cubano en el exilio; con varios escritores, no muchos con una obra importante, y el resto rostros amigos del gremio que por lo general los ves únicamente en eventos como este, pavoneándose, donde invita la literatura y en particular la literatura del cubano de afuera. Ese que no cuenta con el beneplácito de los de “adentro” y, menos con el favor de los “publicadores” de aquí, en su mayoría consortes de los de allá, que te rechazan si eres un escritor problemático. Entiéndase un sujeto con criterio independiente y ajeno de la manada que se esfuerza en comulgar, amén de la genuflexión que simboliza. Por cierto, editar es otra historia, un oficio de pocos que, por lo general, no usan la inteligencia artificial como herramienta. Basta la de sus cerebros.

Hasta aquí, incidental aparte más por mala leche que por catarsis, todo más o menos bien, lo usual en este tipo de convocatorias, que igual no me propongo discernir. Sin embargo, el caso que me llama la atención, el Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio es uno de los principales organizadores del encuentro que concluye mañana domingo, una organización que desde mi llegada a Miami en el 2004 he tenido la satisfacción que, en varias ocasiones, he participado con ellos en lecturas, la mayoría coordinadas por los que en esa época fueran la directiva del Pen: me refiero a Ángel Cuadras, Luis de La Paz, Rodolfo Martínez Sotomayor y, no por último menos importante, Armando de Armas, quien en esa época se desempeñaba como uno de los vicepresidentes y fundadores; incluso, más recientemente, fui invitado al Pen a pedido del Partido Republicano de Cuba por voz de su presidente Ibrahim Bosch, y presenté el cuaderno de poesía “Voz Cautiva”, de la poeta y presa política María Cristina Garrido; y más recién, tuve a bien de participar en el maratón poético que se coordinara luego de que Zoé Valdés visitara Miami, donde estuvieron varios poetas locales, y hasta algunos que vinieron desde lejos para no perder la oportunidad que ofrecía el evento, y en especial la presencia de Zoé.

Si hago este panegírico que suena más a curriculum vitae que otra cosa, y que no le importa a nadie, es porque conozco al Pen desde hace más de veinte años, y hasta hoy he dado fe de su seriedad y respeto por la obra de muchos escritores en el exilio, y que lo mismo como organización ha servido como tribuna para mostrar las atrocidades a que nos tiene acostumbrado la dictadura castrista, que no por habituales se dejan de denunciar. Lo que quiere decir, si algo no le falta al Pen, es coraje y, sobre todo, memoria. Luego entonces, ¿cómo pudo suceder un “olvido” de tal magnitud?

Una de las ideas que tuvo el Pen Club en este encuentro del libro exiliado, hasta donde sé, fue la de rendirle homenaje a figuras que ya no están con nosotros. Ellos son: Vals, Clark, Cuadras, Montaner y Salvat. Excelente, un empeño merecido sin dudas. Se trata de personalidades que, si bien puedo coincidir o no con algunos en cuanto a sus proyecciones políticas, sin excepción todos tiene asiento de palco en la historia del exilio cubano. Figuras que al entrar al salón donde se desarrolla el encuentro, encima de una enorme mesa, puedes ver sus fotos. Sin embargo, ¿no le parece al Pen que hubo un gran ignorado al momento de pensar y concebir estos apropiados respetos? Y digo ignorado, porque olvidarse no creo que suceda, la obra de Armando de Armas, su coraje y prestigio como exiliado y anticastrista, le precede y le trasciende.

El caso es que hice mis indagaciones con dos miembros de autoridad en el Pen y por respuesta recibí un “no sé qué pasó” que, por supuesto, no me convence. ¿Bajas pasiones? ¿Antipatía personal? ¿Incomodidad porque Armando a medida que se iba acercado su ida fue radicalizándose, diciendo las cosas con “la boca de comer”, y eso a muchos no les gusta o, peor, les asusta? Es increíble, y hasta imperdonable, que el Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio haya desconocido a una figura importante no solo en la literatura cubana desde afuera (que te guste o no como escribía no demerita su valor como narrador y ensayista, como pensador, y cuenta lo mismo con un asiento de palco en la historia de la literatura contemporánea criolla, sin importar bordes ni ninguneos). Armando no fue solo escritor, sino que jamás publicó en Cuba, por convicción y porque el aparato represivo y de inteligencia no lo permitía; de hecho, se de primera mano de un narrador cubano hoy radicado fuera de Cuba, con una obra importante, un buen hacedor de palabras con una que otra zona oscura, del que no guardo con él ningún tipo de complicidad y, mucho menos, amistad, de Cienfuegos para más señas, que en los noventa fue a publicar un plaquette (comenzaba el periodo especial y el papel hasta para ir al baño escaseaba ya), y el cuaderno de cuentos estaba dedicado a Armando, lo que lo puso en una posición incómoda porque la editorial revolucionaria le dijo al autor que si pretendía publicarlo habría de borrar el nombre de su “dedicado”. Años más tarde, al publicar Armando “Mala Jugada”, producido por el Ex Club, Armando le dedicó este magnífico libro de cuentos a este autor que se apresuró a borrarlo de la dedicatoria, lo que no es reprochable, así decía Armando, tratándose de un lugar como Cuba.

Hablo de un hombre que conozco desde muy jóvenes los dos, que lo vi padecer presidio por sus ideas, que supe que conspiraba contra el régimen apoyando al Partido Pro Derechos Humanos en Cienfuegos, que por esa época su presidente era Justo Gabriel Quintana, alguien que conocí muy bien y sé de la confianza que le tenía a Armando. Hablo de un escritor que sacó de Cuba una buena parte de su obra en medio de una escapada asombrosa, con Guarda fronteras disparando, con el agua hasta el cuello, y acá en Miami hay personas que pueden dar fe de ello. Hablo de alguien que a punto estuvo de ahogarse en el yate “Democracia”, frente a las costas cubanas, cuando la lancha estuvo a punto de naufragar. Hablo del amigo corajudo y siempre dispuesto a ayudar a los demás, y yo puedo dar fe de ello. Hablo, carajo, de un intelectual que por mucho que quisieron silenciarlo allá, y luego aquí, jamás se rindió. Hablo de quien tiene la estatura moral suficiente para ser reconocido junto a los otros intelectuales de reverencia merecida. Por cuanto, le pregunto a la dirección del Pen Club, ¿cuál, o cuáles (que a lo mejor son varias y no me entero) fueron las razones que, aparentemente nadie sabe, para olvidar burdamente, ignorar, a la figura de un fundador de esa organización que sé yo de primera mano hubo una época que, junto a Cuadras, De la Paz, Rodolfo, y otros más, entregó alma y corazón para que ese proyecto, el único en el exilio reconocido internacionalmente, saliese adelante?

Señor Daniel Pedreira, y por extensión demás directivos del Pen, les corresponde responder a tan grande barrabasada al no dedicarle unos escasos minutos a la figura de un hombre con probada trayectoria anticomunista y literaria, como lo fue Armando De Armas, y peor, que su foto no esté en la mesa donde merece un espacio en medio el resto de los intelectuales homenajeados. Muchos de los que hoy forman parte de la organización que usted preside, señor Daniel, algunos amigos cercanos a Armando y no muy contentos con su gestión, por si usted no lo sabe, pueden hablarle de quién fue Armando y de su legado. Y no me digan que se trata de una jodedera mía porque al amigo de antaño no le dieron el espacio que yo pienso le corresponde. No jodan, coño. Hagan su trabajo con dignidad y dejen a un lado los bajos ardores