jueves, 14 de enero de 2010

De Nueva York a Matanzas. De reyes y de poetas

YB me envía un correo -y no sólo a mí, lo que lo hace mejor- que sin dudas merece publicarse. Se trata de la respuesta que le diera Mabel Cuesta, propietaria del blog de Nueva York a Matanzas, a la poetiza Teresa Melo.

Mabel Cuesta en N.Y. Foto tomada de su blog.
Con el frío de Escocia calándonos en los huesos, luego de una visita al palacio en que María Estuardo hubo vivido, amado y sido envuelta en la conspiración que la llevaría a la muerte; recibo de cibernéticas manos, el mensaje que abajo cito, fundamental a tener de referencia en esta entrada. Con la espalda adolorida y una pereza de blog que ha durado meses, ha conseguido la poeta cubana (abajo firmante) Teresa Melo, hacerme regresar a lo que ella llama con repudio y cito: “la carrera virtual desperdiciada”.

Muchos podrían ser los puntos de partida que yo tomase para conversar hoy con Melo y los lectores de este blog. Puntos de cubana referencia que de seguro irán apareciendo porque así somos de obsesivos los que nacimos en aquella islita. Sin embargo, creo en la conectividad de los eventos y mi casual (quizá no tanto) ubicación geográfica del momento, me lleva de cabeza a la larga lucha de los Estuardo y al sacrificio de María, frente a la voluntad de referente religioso; pero sin duda expansionista de Isabel I. La relación de amor-odio que ambas mujeres sostuvieron desde ambos lados de la frontera que divide a lo que es hoy la Gran Bretaña, pareció diluirse en la concesión final del trono -por el que la reina virgen hiciera derramar tanta sangre- a Jacobo I de Inglaterra y VI de Escocia, el hijo de aquella que aún cuando iba a ser decapitada, sabía de la consecuencia de sus actos y nunca se retractó.

Esa pelea secular parece hoy resuelta bajo la aparente paz que viven los dos pueblos, que no han olvidado; pero que desde el lado escocés acogen a Isabel II cada verano en el mismo palacio (el de Hollyroodhouse) del que María tuviera que escapar para más tarde cumplir muchos años de prisión y morir.

La Habana y Miami, a ratos, parecen ser un reflejo más de esos ciclos de la Historia en donde dos ciudades –metonímicamente hablando- representan los conflictos de dos pueblos, separados por las intrigas y las ansias de dominación ideológica. Bien sabemos los que hemos tenido el extraño privilegio de respirar en ambas, que esto no es exactamente así. Que mucho cubano que físicamente sobrevive en La Habana, bien se sentiría políticamente mejor acompañado del otro lado del estrecho y aunque raro es el caso, también del lado norte, hay quien aprueba el devenir político insular.

Un viaje a la ciudad de Hialeah puede resultar tan irritante como conmovedor cuando comprendemos que se trata de un alargamiento físico de Cuba y sus provincias, en donde más del 60 por ciento de sus habitantes solo hacen turismo en la isla de la que huyeron despavoridos por razones varias y envían allí, cuanto menos, el 30 por ciento de sus ganancias mensuales; asegurándose, no sólo de que no falte un plato de comida en la mesa de sus familiares, sino también de que queden diluidas las fronteras, el cerco (circo) en donde tensas relaciones de medio siglo los ha encarcelado.

Al parecer lo anterior queda claro a la poeta Teresa Melo. Salva medianamente el pellejito cuando dice: “Cubanos de Cuba somos todos los que nacimos aquí”; aunque no se extiende muy largo en ese axioma, sino que arremete de inmediato contra los funcionarios de aduana panameños que recogieron los pasaportes a quienes vivían en la isla, previendo una “quedada” masiva, tipo las que acontecen en cada salida del Ballet Nacional o el equipo Cuba de pelota. Entiendo a Melo cuando defiende que no todo el mundo está “loquito por quedarse”. En su caso, una hija pequeña y la reivindicación de su puesto en la Historia de la literatura cubana en el acápite dedicado a la “Generación de los ochenta” lo explica con claridad -y porque soy decente no hablo de sus coqueteos con el poder; su falta de memoria, justamente histórica, y su reinserción en el sistema penal de la cultura cubana, que un lejano día de 1988 la golpeó y borró de muchas páginas en las que sus textos merecían estar.

Dos puntos hay en sus deseos de año nuevo que definitivamente me convocan: la frivolización de los cubanos de Miami (uso esta nomenclatura para establecer diferencias, pero asumo a Miami como ciudad cubana) y el ataque desmedido contra dos de los más interesantes blogs escritos por autoras cubanas: Generación Y y El parque del ajedrez.

No me creo versión femenina de Robin Hood, ni creo que la justicia sea algo que los humanos podamos manejar con nuestras manos; de ser así, ya Cuba hubiera regresado a su esencia de muchacha olorosa y libre, esa que se articula en toda la poesía del siglo XIX y buena parte de la República. En cambio, sí creo en la voz que se alza cuando afrenta y oprobio rozan la piel de los que amo. Tal es el caso de las autoras de los blogs por Melo atacados: Yoani Sánchez y Odette Alonso. Tal es el caso también de esos miles de cubanos de la ciudad de Miami en donde no conozco personalmente más que a una treintena, pero que arroban en cada visita allí con sus olores de arroz con pollo, pastelito de guayaba y un tan largo amor por Cuba, que no puede simplificarse a jaulas con pajaritos o duendes de jardín como la poeta santiaguera trata de hacer.

Mucho resentimiento, olvido e ignorancia hay en sus deseos de año nuevo. Bajo pretexto y pedido de luz, de deseo de paz y armonía; se modula en el mensaje de Teresa Melo como quien tira de hilo envenenado, una nueva guerra que algunos intelectuales que residen en el territorio físico de Cuba han iniciado contra los blogueros. Adjetivos del tipo: ciberchancletera, vendepatria y otras lindezas que por suerte no retengo han sido otorgadas a Sánchez. Una no despreciable lista de falsos amigos ha desertado de los contactos que reciben El parque del ajedrez de Alonso, desde que esta ha decidido hablar por las claras desde su posición de exiliada en la pequeña tras-nación que por décadas se construye en México. Falsos amigos idos que no opacan a los cientos que se sientan para pesadilla de Melo en este parque de Alonso, más habitado que el real porque para llegar a él, no hay que pedir permiso de ningún tipo, ni hacerle el jueguito de complacencia a los ministros. El parque del ajedrez acoge, cada martes, a muchos (no solo cubanos sino nacionales de varios continentes) que se acercan para escuchar a su autora iniciar un diálogo que sanamente abarca no sólo tópicos cubanos sino de interés internacional. Se habla incluso de la adicción del martes, adicción del parque, adicción de Odette, que como el amor es una droga dura.

Sin embargo, hay que joderse y escuchar como califica de “estéril” Teresa Melo a esa carrera virtual en donde cubanos libres y sin ataduras a peleles de turno (léase: directores provinciales de cultura de turno, presidentes de la Cámara cubana del libro de turno, presidentes provinciales y nacionales de la UNEAC de turno) escriben su visión del asunto Cuba. Su pecado parece ser que ellos no dependen de la aprobación del gobierno para que otorguen a sus blogs los permisos de salida del país físico de Melo. Ese país al que legítimamente siempre quiere ella volver para rescatar al Malecón y al Carlos Marx de las tormentas -si hay arrogancia y virtualidad mayor que venga un funcionario y me la explique bajo doctrina materialista, por favor.

La lucha que gracias a las nuevas tecnologías se ha desatado en la red, inquieta cada vez más a quienes temen perder privilegio y posición en las instituciones culturales y políticas cubanas. Un gran y constante pataleo se ha iniciado en contra de los pensadores del espacio, los que han demostrado (especialmente en el caso de Sánchez, quien se encuentra delimitada por la maldita circunstancia del agua por todas partes) que la libertad es un estado de conciencia de dignidad, de arrojo. El mismo arrojo que hizo llevar a los grandes hombres del XIX a la consolidación de una nación que nacía en la escritura del exilio (basten Heredia y Martí como ejemplo) la que se materializaría después en la sangre de los mambises.

Mirando atrás, a nadie se le ocurre acusar la carrera virtual martiana (si entendemos la escritura como proceso de ficción, de espejismo sólido) como estéril; por mucho que se haya producido desde la lejanía física de la isla. Algo fundamental diferenciaba a aquellos hombres (tabaqueros de Tampa y de La Habana) de los cubanos de Cuba y los de Miami: un amor común por su patria que el discurso y la propaganda política de la Metrópoli, no consiguió fracturar y/o manipular.

Sánchez y Alonso parecen mantenerse fieles a esa tradición de unidad, de amor incondicional al suelo. Un amor que no cree en estarse preguntando a quién le recogen el pasaporte y a quién no si coincidieran en un salón de espera de aeropuerto; no fue en definitiva el gobierno de Miami quien lo hizo, sino uno tercero, “outsider” políticamente descomprometido con la causa cubana. Saben las dos que podría haber un futuro para Cuba, un Jacobo I de Miami y VI de La Habana, siendo ese hombre/mujer de bien el hilo conector de ambos deseos. Deseos de ser sin comodines de resentimiento ególatra y olvido. Detrás de esos pajaritos y duendes que lamentan perder tras huracán los cubanos de Miami hay ya muchas décadas de dolor por Cuba enmascarados, que no todo lo que brilla es oro y siempre se ha sabido. A falta de patria, pájaros y duendes se antojan comodidades del espíritu.

Mucha salud al nuevo pensamiento cubano que se gestiona en la red de redes. Mucha salud a esas cubanas que llevan en sus blogs, el mensajito de papel estraza que otras llevaron más de cien años atrás a la manigua escondido en la flor de mariposa. Ese y no otro, es mi deseo para 2010. Mientras ellas escriban, quedará cumplido.


A modo de referencia, para leer el mensaje de Teresa Melo, hacer click aquí o acá