Esta es una entrevista
que me debía desde hace mucho. Luis, además de ser un buen amigo, que me
ofreció su mano desde el momento que lo conociera en casa de Armando de Armas, recién
llegado yo a Miami, es lo mismo un escritor, periodista, un promotor cultural, que ha trabajado con intensidad, con sobradas ganas, y por amor sin dudas, por la cultura cubana en el exilio, esa que va libre, sin el lastre que presupone la doctrina. Finalmente se da el momento, la próxima aparición de “Sorbos
de Vida” ha sido el pretexto, y es para mí este cuestionario, desde luego, las
respuestas de Luis, un privilegio que quiero compartir.
Luis de la Paz, los
domingos son para reflexionar
Por Denis Fortun
Denis Fortun: Quién es
Luis de la Paz
Luis de la Paz: Un
escritor, un lector, alguien que promueve en la medida de lo posible lo
cultural. En esencia, un hombre que ha podido hacer casi todo lo que ha
querido, y que trata de vivir intensamente cada instante que se le brinda, más
cuando se sabe que habrá un instante final. En ese momento, para decirlo muy
literariamente, “que me quiten lo bailado”.
DF: Tu salida por el
Mariel —El Horror, al decir de José
Abreu— y la llegada a Miami: ¿cómo te adaptas a un país muy
diferente del que vienes?
LDLP: Durante años pensé
en irme, en cómo irme. Trabajaba en la preparación de una balsa cuando llega el
Mariel. Los sucesos de la Embajada del Perú y el posterior éxodo del Mariel fueron
momentos gloriosos, de euforia, de ver ante mí la posibilidad de salir como
algo real. Sin embargo mientras esperaba el aviso, acudía a mi mente temores,
pues salir de Cuba representaba una ruptura definitiva con todo lo que conocía
hasta ese momento. Era dejar atrás familia, pertenencias, amores, lo mío. Lo
que me correspondía por derecho propio y que una dictadura había usurpado
inmisericordemente. Fue un momento en el que no dudé ni un instante en tomar el
camino del exilio, pero estaba consciente de su colosal significación. Al
final, el mar, el no saber si llegaría con vida, y luego la incertidumbre de no
saber a ciencia cierta dónde estaba y lo que me depararía el destino. Lo más
difícil, al principio, fue entender la democracia, aprender a vivir en libertad,
despojarme del miedo y la paranoia, soñar con realidades alcanzables.
DF: La literatura: ¿cómo
“hiere” a Luis?, ¿cuando empiezas a escribir?
LDLP: En la escuela primaria
escribía notas para el matutino de la escuela, esas fueron quizás las primeras
señales de que la literatura “rondaba mi costado”. Luego la relación con los
Abreu, y la orientación de José, fue determinante en lo que en la vida y en la
literatura he logrado a lo largo de mi existencia.
DF: Tu amistad cercana
con los hermanos Abreu, y lo mismo con Reinaldo Arenas: ¿una influencia
considerable?
LDLP: Más que Reinaldo,
con el que me veía esporádicamente (aunque cada encuentro era toda una
experiencia) la relación con los hermanos Abreu era ya en sí misma una tremenda
influencia. José representaba en la familia la cordura, el orden y la
disciplina; Juan la irreverencia casi colindante con un agresivo desprecio por
casi todo, y Nicolás la imaginación desbordante, matizada por una fuerte dosis
de desparpajo natural. Todo eso influyó de alguna manera en mí, pues percibía
esos estilos y poco a poco fui abriendo mi propio camino. José fue el guía de
todos, y hasta de otros amigos talentosos que las circunstancias alejaron de la
literatura. Sin embargo, salvo Juan, ninguno de los Abreu, y mucho menos yo,
tuvo una influencia literaria de Reinaldo, algo difícil de evadir, pues Rey era
una fuerza arrolladora por su estilo, lenguaje y manera de escribir.
DF: El periodista: ¿cómo
y dónde te inicias?
LDLP: La escuela primaria
fue mi entrada en el periodismo. Luego quise estudiar la carrera pero no me la
dieron porque no reunía las calificaciones políticas que requerían. Al final he
agradecido ese rechazo, pues no sé qué hubiera sido de mí como periodista
escribiendo para medios oficiales y censores. Aun así, ya en el exilio,
perseveré, fui a estaciones de radio a pedir trabajo como redactor, pero no
tuve éxito. No fue hasta 1996, que gracias a la pianista Zenaida Manfugás y a
Rita Navarro, secretaria del Dr. Horacio Aguirre, que comencé a escribir en
Diario Las Américas, hasta el 2013 que me dejaron fuera. Luego, Maru Antunano,
me abrió las puertas de el Nuevo Herald donde ya llevo escribiendo varios años.
DF: “El Ateje”: ¿cuándo
comienza la revista y por qué concluyes cerrando un espacio que fue de
referencia en la literatura y el arte del exilio?
LDLP: Tras el cierre la
revista Mariel en 1983, de la que era uno de los editores, me quedé con la idea
de llevar adelante un proyecto similar, que agrupara y le diera espacio a
escritores, fundamentalmente cubanos, de distintas generaciones y miradas. Ante
la imposibilidad de hacerla impresa, aproveché el momento de auge y crecimiento
del internet y le hablé a mi colega en el Diario, Jesús Hernández, para juntos
hacer la revista. Yo trabajaba en los textos y él en la edición online. En 8
años hicimos 22 números. La revista tenía 10 secciones, incluido teatro, algo
que pocas revistas han tenido. Cerró cuando comenzaron a proliferar los blogs y
cada cual abría el suyo. Eso influyó en la calidad y cantidad de las colaboraciones
que recibía, por lo que decidí cerrarla con un número dedicado a mi amigo el
escritor Carlos Victoria, que se había suicidado poco tiempo antes.
DF: Sé de tu prolífera
obra como narrador y ensayista. Sin embargo, no estoy seguro de haber leído
alguna vez un poema tuyo: ¿preferencias en cuanto a géneros?
LDLP: Siempre he escrito
poesía, pero se me conoce más como narrador. Pero he publicado poesía, incluso
mi libro De espacios y sombras ganó
un accésit al Premio Luys Santamarina-Ciudad de Cieza, 2015, en Murcia, España.
El libro está publicado en España y existe también una segunda edición en
Miami. Ese libro va a salir el próximo año en una edición bilingüe gracias a la
aguda traducción de Kurt O. Findeisen.
DF: Confieso que esta
pregunta la reitero entre mis entrevistados con intención, porque la respuesta
siempre es incomparable: ¿qué opinas de la literatura que se factura
actualmente en el exilio, sin importar longitudes y continentes? ¿A tu juicio,
que voces sobresalen dentro del espectro literario de la diáspora cubana?
LDLP: La base de toda
literatura es su calidad, tanto en la Isla como fuera de Cuba, lo demás son
matices. En el exilio hay una literatura sólida, fundacional, en muchos
aspectos original. Como el exilio ha sido tan largo, se ha desarrollado una
literatura (en parte) de fusión, donde hay un evidente contacto con el lugar
donde se ha escrito, pues para la mayoría el exilio no ha sido temporal (como
durante la colonia, o los distintos períodos de inestabilidad en la Isla), sino
permanente, donde se le ha acabado la
vida a muchos en el destierro. Pero no se puede olvidar que la base de la
literatura cubana es su extraterritorialidad. Desde los clásicos, Martí, Villaverde,
Heredia, hasta nuestros días, un notable grupo de los más destacados escritores,
realizaron gran parte de su obra fuera de la Isla. En Cuba también hay una
literatura de peso, pero se nota, en algunos casos, los parches que impone la
falta de un verdadero marco de libertad.
DF: Formas parte de la
dirección del PEN CLUB cubano desde hace mucho y eres un activista y promotor
de sobrado entusiasmo. Te pregunto: ¿crees que siendo de las pocas
organizaciones no gubernamentales cubanas fuera de la Isla que han tenido
reconocimiento internacional, y que reúne a escritores de prestigio, necesita
revitalizarse, o todo está bien?
LDLP: Todo necesita
revitalizarse, para evitar estancarse, e incluso morir. El PEN Club se renueva,
pero como se trata de una organización que tiene un alcance internacional, se
ha tratado intencionalmente de tejer una imagen de ser elitista, anquilosada, integrada
por viejos detenidos en el tiempo. Pero todo eso es una falsedad, una labor de
desacreditación incitada desde Cuba y repetida ¿inconscientemente? en Miami por
algunos, sin darse cuenta que le están haciendo el juego al régimen. El PEN
Club de Escritores Cubanos en el Exilio es una institución cultural con una
trayectoria. Se realizan encuentros mensuales donde sus miembros e invitados
presentan libros, dictan conferencias, ofrecen lecturas colectivas. Es un grupo
cultural que está muy vivo. Además, se cuenta con invitados que no son miembros
de la institución, lo que demuestra que es abierta y plural. Detrás del
propósito de mancillar el PEN está el régimen castrista, para desalentar a los
escritores exiliados a unirse al grupo. Somos una entidad cultural, con la
inevitable carga política, pues se trata de una organización de exiliados.
Cuando un escritor lee un cuento o un poema sobre los balseros, por ejemplo,
lleva implícito un contenido político. Es importante que se cambie esa
percepción maledicente que existe en torno al PEN.
DF: Ejerces la crítica,
ya sea literaria o de teatro. Dame tu sentencia total sobre tan “peliagudo”
oficio que en Miami, a mi juicio, en innumerables casos se ha vuelto una suerte
de apología convenida.
LDLP: Yo prefiero llamar
a mi labor: escribir reseñas, no críticas. Hay una diferencia entre ambos
términos. Una crítica requiere de un rigor que demanda dominio sobre un tema
determinado, y que se vierte en una opinión aguda sobre un tema en particular.
Una reseña es más flexible, es intentar reflejar la sensación que provoca leer un
libro, ver una obra de teatro o apreciar un cuadro. Eso es lo que hago, lo que
no soslaya comentarios críticos si lo merece el enfoque. Yo como periodista no
soy complaciente con mis observaciones, sencillamente trato de decir lo que
pienso y siempre dejo claro, que lo que yo expongo no es más que una opinión.
DF: Algunos con cierto
pesimismo —los he escuchado
comentarlo— consideran que en la
actualidad la literatura y el arte en general están en franca decadencia a
nivel global ¿Qué piensas…?
LDLP: Siempre, en todas
las épocas y siglos el arte ha estado en decadencia. El arte es decadencia y
descubrimiento, mediocridad y renovadores. Es al decir del poeta peruano
Rodolfo Hinostroza, “que hay un cantor para el ascenso y mil para el descenso”.
Por eso siempre se hablará de decadencia, pero al final, quedarán los
renovadores, los que trazan el perfil de una época y la trascienden. Esos son
los que marcan la historia.
DF: Tu tertulia en “La
Casona”, el tercer viernes de cada mes, invitas a figuras prominentes del arte
y la literatura local ¿Cuál es el rasero, los estándares que razonas al momento
de elegir a un invitado?
LDLP: No hay rasero.
Apenas sigo un criterio en el que tomo en cuenta que el invitado sea una figura
con una trayectoria interesante. También trato de ser variado, invito a
escritores, pintores, músicos, promotores culturales, hasta caricaturistas,
pues la tertulia es un evento cultural y de alguna manera también un
espectáculo que requiere dinamismo y elegancia. Además, en ocasiones, realizo
lecturas colectivas de poetas y narradores. He efectuado casi 50 tertulias en 5
años y han pasado por el estrado unos 80 invitados.
DF: ¿Te consideras un
intelectual de derechas, que además no está dispuesto a establecer diálogo alguno,
contactos, con escritores y artistas que a partir de su obra pretenden
legitimar a la dictadura criolla?
LDLP: No sé si soy de
derecha o izquierda. Si tuviera que definirme en ese sentido diría que soy de
centro. Los extremos me dan miedo. Sí creo tener clara mi posición, y es la de
no olvidar que soy un exiliado de la peor tiranía que ha conocido este
hemisferio. En general, debo aclararlo, no me entusiasma la política. Estoy
convencido que los políticos son incapaces (tampoco les interesa) de resolver
las necesidades generales. Los de derecha solo aspiran a enriquecerse y expoliar
al contribuyente; los de izquierda perpetuarse en el poder sometiendo a los
pueblos por el hambre, el terror y la falta de libertad. Ser de centro te
permite levantar la voz sin afiliaciones. Al final, los problemas del hombre
solo los puede resolver (o creárselos) ese hombre, a modo individual. Lo demás
son falacias.
DF: Recién sale de la
imprenta Soltando sorbos de vida,
cuaderno que recoge más de un centenar de entrevistas que le hicieras a
escritores y artistas radicados en Miami, y que publicaras en Diario Las
Américas entre el 1998 y el 2013. Háblame de ese proyecto, cuándo se presenta,
dónde, y alguna anécdota en especial que quisieras compartir.
LDLP: Leyendo algunas de
esas entrevistas para distintos trabajos que realizaba, me di cuenta que tenía ante mí un poco de la
historia de los cubanos en el exilio. Esa mirada que te brinda el
distanciamiento y el tiempo, me hizo ver que las respuestas que me habían dado
mis entrevistados en apenas 5 preguntas que le hacía, trenzaban de alguna
manera algo de la vida cultural, política y social de una parte del exilio. Eso
es Soltando sorbos de vida. Tras
agruparlas, añadí a cada entrevista una nota que titulé: Después de la entrevista, para resumir en unas pocas líneas más qué
ocurrió con esa persona. Buscando algunos datos complementarios le escribí
varias veces a Manuel Salvat preguntándole sobre alguien en particular. Le
mandé tantos email, que un día le expliqué las razones de mis continuas dudas y
se entusiasmó con la idea, y me dijo que quería publicar el libro, que ya es una realidad.
DF: Para cerrar, un par
de preguntas que lo mismo insisto en mis cuestionarios, pero que no van
cargadas con la ironía de otras que repito igual, y en todo caso les asiste la
angustia del desterrado: ¿Cuba, una herida que no cierra, que jamás coagula?
¿Regresarías alguna vez?
LDLP: Cuba no es una
herida para mí. Cuba es un destino geográfico y emocional, pero no sentimental.
Yo cerré el capítulo Cuba cuando me liberé de su marco de control político y
social. Eso fue una gran victoria para mí. Salir de Cuba y tener la posibilidad
de comenzar a vivir plenamente. Siempre que pienso en Cuba, ante cualquier
recuerdo, se interpone alguna penuria. Incluso lo más cubano para mí, que es mi
casa, mi mundo familiar, palidece cuando acuden a mi memoria los apagones, el
bañarme con un jarrito, el catre donde dormía en la sala de la casa soportando
un calor infernal, porque mi sueño de tener un ventilador, nunca lo logré
alcanzar, ni siquiera aquellos caseros que si te descuidabas la paleta te
arrancaba la mano. ¿Regresar? A veces deseo hacerlo. Otras me resisto. Tengo
claro que “mi Cuba” ya no existe. Hay
una serie de nombres, de lugares que podrían evocarme alguna emoción, pero
también furia. Así que lunes, miércoles y viernes, pienso en volver, pero los
martes, jueves y sábados, me niego rotundamente. Los domingos reflexiono sobre
esa duda.