La primera vez que descubrí una foto de Panol,
confieso que, más que la composición, la luz y todas las reglas que declaran a
una foto como buena, me sedujo la belleza de la modelo a retratar. Por
supuesto, me fui a su wall, después a
Instagram, y allí me encontré con un
estupendo dossier que no se reducía únicamente al desnudo, y me dije: he aquí
un tipo con talento, un fotógrafo real, y por supuesto, terminamos siendo
amigos virtuales. Luego, finalmente, nos conocimos una noche en la librería
Altamira, en Coral Gables, y allí cargaba con su tablet y me mostró
algunas de sus fotos que el puritanismo de hoy, casi medieval, censura;
imágenes por las que sería condenado a la hoguera, y que en privado estos
aparentes mojigatos guardan para sí, participando de esa hipocresía mal sana,
tan habitual, sobre todo en las redes, y nada, como muchos he seguido su
trabajo desde entonces. Queda agradecer a Panol, excelente fotógrafo, un
artista, un hombre de fe y de valores, que me haya respondido este cuestionario…
Yo pienso que esta es mi estación…
Por Denis Fortun
Denis Fortun: Quién es Panol de la Vega.
Panol De La Vega: Debo ser “Ese”, como decía Mirta,
la señora que atendía la puerta del cine de mi pueblo natal, Remedios
DF: Cómo comienzas en la fotografía. Háblame de tú
época de estudiante en el ISA, luego en la Universidad Estatal de Moscú, la Lomonósov,
y por último del Instituto del Cine de Moscú. Qué esperaba Panol en esos
momentos. Tus sueños, tus premisas…
PDLV: La fotografía llegó por el cine. En realidad
el cine es mi pasión. Lo primero fue el teatro. Comencé desde muy temprano como
actor y director de teatro. Estudié y me gradué de Profesor Instructor de
Teatro en el año 1983. Después hice tres años de servicio social y al terminar
me dieron una beca para estudiar Dirección de Teatro en la que es hoy Saint
Petersburg, Rusia.
Salí con la idea de estudiar Dirección de Teatro,
con uno de los directores más reconocidos en ese momento, Georgy Tovtonogov. La
Universidad Lomonósov, en Moscú, fue mi primera preparatoria con el idioma y
luego mi formación teatral. Hice mis exámenes de ingreso al Instituto de Saint
Petersburg, y comencé mis estudios de Dirección de Teatro con este gran
maestro. Ahí solo duré dos meses. Un día, estando en clases, llegó la noticia
que mi maestro había muerto en un accidente. Hoy, documentándome sobre su vida,
encontré que su muerte estuvo relacionada con problemas políticos. Y fue su
muerte lo que me hizo regresar a Moscú y ver la posibilidad de presentar
exámenes para estudiar Dirección de Cine. Solo pude continuar estudiando por
cuatro años. Justo ese momento comenzó el proceso de cambio que se conoce históricamente
como la Perestroika. Entre las cosas más significativas de esta escuela, pude
participar como alumno asistente en el rodaje de la película El Don Apacible del director Sergie
Bondarchuk. El cine ruso tiene una formación sólida en la fotografía. Aunque yo
estudiaba dirección, tenía que llevar la fotografía con la misma rigurosidad
que mi especialidad.
Eran tiempos difíciles para un estudiante extranjero
en Rusia, especialmente para los cubanos, que ya no éramos bien vistos. El
instituto fue comprado por los holandeses y ahora el pago era en dólares. Mucho
de mis amigos tomaron la decisión de abandonar la carrera y se quedaron en
diferentes países que anteriormente habíamos visitado, como Suecia, Finlandia y
Canadá. Yo regresé a Cuba a terminar mi carrera, siempre con la idea de salir
tan pronto como pudiera, pero mi carrera primero. Y si difícil fue lograr
entrar al Instituto de Cine en Moscú, más aún resultó ser aceptado en el ISA.
Quien dirigía en ese momento en los años 90, hizo resistencia a mi entrada bajo
el argumento de que quienes venían de Rusia no tenían el nivel para ingresar en
el instituto. Aquí quiero dejar claro mi agradecimiento a Luis Felipe Rodríguez,
Vice Decano de la Facultad de los Medios Audio Visuales, por darme la
oportunidad de estudiar y graduarme en el año 95. Trabajé tres años como
Director de TV en la televisión estatal, dirigí una obra de teatro ICRT, y me
dediqué a ver de qué manera podía salir de nuevo del país. Estudié japonés
durante casi tres años, esta era una vía segura para salir a través de la
Embajada Japonesa, la cuál te daba la opción de hacer una Maestría en el
Oriente lejano. Recorrí muchas embajadas en bicicleta, llenando formularios de
visa de salida, incluso hasta para recoger manzanas en el Canadá; hablo del año
1995 y los primeros meses del 1997. En una oportunidad, tomando té en casa de
un amigo y mirando el periódico oficial Granma, vi una nota más pequeña que una
tarjeta de crédito, donde decía que ese mismo día iba a estar un oficial americano
en las afueras de la que hoy es la Embajada recibiendo peticiones por escrito,
lo demás es historia. Cabe mencionar que el dinero nos lo prestó nuestra
maestra de japonés, otro amigo que estudió conmigo en Rusia, que vivía ya
varios años en Brasil, y otra amiga que estaba en trámites de salida para
España. Todo este proceso duró apenas unos meses.
DF: Cómo llegas a los Estados Unidos
PDLV: Yo debí haber nacido aquí en USA. Mi madre
tenía pasaporte y visa antes de yo nacer, su padre y su hermana vivían acá desde
el 56. Sin embargo, mi padre nunca quiso, y solo meses antes de que yo viniera,
en el año 97, fui a verlo y me dijo que era aquí donde yo debía estar. Llegué
el 27 de septiembre de 1997 a Miami, nadie me esperaba, el abuelo había muerto,
y mi tía, de tanto esperar por mi familia, terminó distanciándose. Después de
ver salir a todos, y escuchar tremenda refriega de los oficiales de emigración
por yo venir sin familia, llegaron un par de ángeles despeinados: dos mujeres
de la Iglesia Católica, que en ese momento prestaban el servicio de atender a
los recién llegados que no sabían para donde ir. Pasamos con ellos dos días, y
nos embarcaron para Las Vegas, Nevada. Y aquí quiero contar dos historias
cortas: la primera noche que llegamos nos pusieron a vivir en un edificio viejo
de tres pisos, y al rato de estar allí, entró una mujer como perro por su casa,
con los ojos bien rojos y el pelo desordenado, y como el inglés que hablaba, al
menos para nosotros, no se entendía del todo, después fue que supimos qué
andaba buscando y qué quería además. Nos acomodamos como pudimos, pusimos el
sofá detrás de la puerta, y apenas pasaron unos veinte minutos, mi esposa, mi fiel
acompañante desde mis años en el ISA, escucho unos walkie –talkies. Corrí a la ventana y vi a unos policías subiendo
por sogas al piso de arriba. Lo primero que me vino a la mente fue, como estábamos
en Las Vegas, pues a lo mejor estaban filmando una película. Llegaron
helicópteros, carros de policía iluminando la escena, comenzaron los tiros, y
lo único que se escuchaba, y reiteradamente, era open the door. Quité el sofá de la puerta, y nada más asomar la
cabeza, un policía me dio un codazo gritándome que entrara… Y ahí ya nos dimos
cuenta que no se trataba de una película. El show era en vivo y a todo color.
Estaban buscando a una pareja de jóvenes traficantes de droga que vivían en el
piso de arriba. Cuatro meses fueron suficientes para vivir en la cuidad del
pecado, a la que debo estar agradecido, como dice mi amigo Pepito MGM, porque
después de todo una noche eché 10 centavos en una máquina y me gané 5 mil
dólares con los que al otro día regresé a Miami. El dinero de Las Vegas me
sirvió para pagar las deudas a los amigos y las clases del New York Institute of Photography.
DF: The New York Institute... Cuéntame de
esa experiencia
PDLV: Fue relativamente fácil, debido al background que tenía. Me ocupó mucho
tiempo, porque es una escuela seria, y los proyectos eran bastantes. A ellos les debo, además de la formación, un badge que me facilitó luego la entrada a
lugares oficiales como fotógrafo.
DF: Todos al momento de crear tenemos referentes,
influencias. En tu caso, ¿cuáles son esos nombres con los que Panol tiene una
deuda como artista, ya sean cubanos o internacionales?
PDLV: Durante todo el tiempo que viví en Cuba mi
atención estaba en el cine, el teatro, la literatura y la música. Nunca me
interesé por la fotografía, y menos con temas políticos, no así con el cine,
donde si valoraba la obra de directores cubanos como Humberto Solá, Titón, y
Enrique Pineda Barnet, de quien fui alumno. Desde Cuba, lo mismo había
escuchado el nombre de Néstor Almendros, creo que con él es con quien tengo más
similitud. Y aquí, reconozco a los que pienso como los mejores exponentes de la
fotografía cubana: Rogelio López Marín-Gory, Tito Trellez, y al ya fallecido Ramón Grandal. Se me queda
uno que, a pesar de que no tener amistad con él, quiero incluirlo en esta
pequeña lista: Hermán Puig.
DF: El oficio del fotógrafo, en ocasiones, puede
resultar peligroso. ¿Alguna experiencia que te hiciera reconsiderar tu postura
ante la foto de carácter social? ¿Asumes que el fotógrafo tiene un compromiso
con la sociedad, y con el tiempo que vendrá luego?
PDLV: Es cierto lo que dices referente al peligro
que pueden corren los fotógrafos que se dedican al tema social. En el año 2003
hubo una protesta por Busch’s Free Trade
Agreement of the Americas, donde más de 250 personas fueron arrestadas y
unas 100 heridas. El gobierno mandó a la Guardia Nacional y cerraron el
Downtown de Miami. Sucedieron hechos violentos de ambas partes, yo hasta recibí
un tiro en una oreja, con una bala de goma, que me hizo replantearme mi vida
como fotorreportero. Por eso valoro el trabajo que están haciendo los
fotógrafos en Cuba, que muestran la realidad que el gobierno ha mantenido
oculta durante tantos años.
DF: Desde Louis Daguerre con su daguerrotipo hasta hoy
día, la fotografía ha evolucionado increíblemente, sin embargo, a mi juicio,
luego de la digitalización de la imagen y la desaparición del cuarto oscuro, la
fotografía se ha convertido en un arte demasiado accesible y todos alguna vez nos
creemos fotógrafos ¿Esta suerte de masividad te molesta, o en su defecto la
consideras favorable?
PDLV: La llegada del universo digital, por un lado
facilita el trabajo, y por otro daña el presupuesto para los que vivimos de
este oficio. Sí, todos nos creemos fotógrafos alguna vez.
DF: Soy de los que prefieren el blanco y negro en la
foto. Pero, reconozco, que el color y la luz en su esplendor son igualmente
hermosos ¿Supones que la propia imagen es la que sugiere cuál tonalidad merece?
¿Se reduce al estado anímico del fotógrafo?
PDLV: Esta pregunta me encanta. Si bien todos nos
creemos fotógrafos, también muchos fotógrafos y curadores asumen que la foto
como arte es en blanco y negro. Yo no pienso así. Una foto es buena por sus
valores estéticos, sin importar el tratamiento de color que tenga.
DF: El fotógrafo, como ningún otro creador, está a
la expectativa de su entorno y lo observa a diario, digamos que se nutre de lo
humano y hasta lo divino. ¿Eres un hombre de fe?
PDLV: Sí, pienso que hay un orden divino. La fe es
la lógica que llega en la madurez. Cuando se tiene fe, aparece la paciencia, la
armonía, y se libera la imaginación. Te eleva muy por encima de este “show off”
mundo, abriendo paso así a lo divino
DF: El desnudo ha sido siempre un argumento polémico
en el arte, pero definitivamente hermoso, y tú tienes fotos que, sin lugar a
dudas, lo reafirma, y con modelos, además, de sobrada sensualidad y belleza, y las hay que vienen a ser una suerte de “Chicas Panol”, como Mariel Puerto, Luna Bálsamo, Lorens Sierra,
Diana Ela La O. ¿Alguna vez te han censurado?
PDLV: Constantemente siento la censura, o más bien
la doble moral. Mi trabajo, preferiblemente trata como tema el desnudo. He
tenido infinidad de experiencias desde mis años en Rusia, en el ISA, y los
veinte tantos años que llevo haciendo este tipo de fotografía. Pienso que el
respeto a la modelo es lo más importante en el proceso, y después del proceso.
He tenido la dicha de trabajar con bellísimas modelos, de las cuáles tú
mencionas algunas. Ellas han llegado por diferentes vías, como revistas,
agencias de modelajes, plataformas digitales. Es un trabajo conjunto en el cual
selecciono las locaciones y vestuario, aunque le doy libertad a la modelo para
que fluya el trabajo. Trabajar en armonía es mi premisa fundamental, y prefiero
citar a M. Naimy: “algunas semillas permanecen enterradas durante muchos años,
pero brotan a la vida con rapidez, cuando el aliento de la primera estación
propicia les toca”. Yo pienso que esta es mi estación.
DF: ¿Algún proyecto en que estés trabajando ahora
mismo?
PDLV: Tengo en la mano un guión con el cual estoy
trabajando un tema de ficción. Además, me acaban de invitar a dar unas
conferencias y exposiciones en la Escuela de Cine, Televisión y Fotografía de
Santo Domingo. Hace 5 años participé como director de fotografía en el corto de
ficción “F” realizado por Doriam Alonso. Este corto fue seleccionado en el Festival de Cannes Short Film Corner,
en Los Ángeles Short Festival, y ganador del premio Marcel Sisniega del
Festival de Cine Extremo de México.
DF: Cuba en ti: ¿Añoranza? ¿Frustración?
¿Resentimiento? ¿La imagen idílica? ¿Reconciliación? ¿Regresarías…?
PDLV: Cuba la siento lejos de mí. Traje a toda mi
familia, aquí nacieron mis hijos, y todos los días doy gracias a Dios por vivir
en esta gran nación que trajo en mí la fe.
Todas las fotos son propiedad de Panol de la Vega
Cortesía del entrevistado para Fernandina de Jagua