‘Cartas a Margarita y Jorge Camacho’.
Expresivo testimonio de la vida de Reinaldo Arenas
por José Abreu Felippe
Lo primero que se desprende de la lectura de las Cartas a Margarita y Jorge Camacho (1967-1990) de Reinaldo Arenas (1943-1990) publicadas por la Editorial Point de Lunettes en Sevilla, España, el año pasado, es el papel fundamental, clave, que jugó esta pareja de artistas en la vida del trágico escritor cubano. En 1967 Carlos Franqui y Wifredo Lam cursaron invitaciones para el Salón de Mayo a celebrarse en el mes de julio en Cuba. Jorge y Margarita Camacho figuraban entre los participantes. Jorge vio Celestino antes del alba -la primera y única novela de Reinaldo publicada en Cuba- en una librería, la compró y la leyó en una noche. El texto le fascinó e hizo contactos con el fin de localizar al autor. Un Reinaldo receloso y parco acudió a la cita en el Hotel Nacional, pero enseguida se percató de la sinceridad de aquellas personas y así nació una amistad -y una correspondencia- que se prolongaría por 23 años, hasta la muerte del escritor.
Este libro, con edición y notas de Margarita Camacho, recoge la casi totalidad de las cartas escritas por el escritor holguinero durante ese período. Margarita lo resume así en su Presentación: “Estas cartas son, pues, un expresivo testimonio de la mitad de la vida de Reinaldo, puede decirse que de casi todo su ciclo vital como escritor, y, desde luego, la confirmación de muchos de los datos que él mismo narra en sus autobiografía Antes que anochezca”. El libro se complementa con un Apéndice donde se recogen 28 documentos, algunos de ellos publicados por primera vez, que esclarecen y amplían algunos de los temas tratados en la correspondencia, entre ellos un carta de Oneida, la madre de Reinaldo hablando de su infancia; una carta desesperada de Reinaldo a Aurelio Cortés, un presunto amigo a quien había confiado su novela Otra vez el mar y que se negaba a devolvérsela; la narración de Joris Lagarde de su viaje a La Habana, enviado por los Camacho, para sacar a Reinaldo de Cuba, que en ese momento se hallaba huyendo, escondido en el Parque Lenin; el comunicado que escribió Reinaldo en dicho Parque dirigido “A la Cruz Roja Internacional, a la ONU, a la UNESCO y a los pueblos que aun tienen el privilegio de poder conocer la verdad” denunciando la situación en la que se encontraba; entre otros valiosos textos. También el libro se enriquece con fotografías, la mayoría inéditas; y un sentido y lúcido texto de Zoé Valdés. Un material, en su conjunto, de imprescindible lectura para aquellos que deseen conocer mejor la vida y la obra del autor de El mundo alucinante.
Para las personas que amaron al escritor y para los lectores, que lo admiran por su obra, leer esta correspondencia es una tarea dolorosa. Todas sus angustias, sus obsesiones, el acoso y la persecución que sufrió en su país, el temor a perder su obra, están reflejados en estas cartas. Algunos temas, disfrazados, como los planes para escapar del infierno, a los que aludía mediante la expresión, “El libro de las flores”. La saña con que fue perseguido el manuscrito de su novela Otra vez el mar, no tiene precedentes en la literatura cubana. Escrita tres veces entre finales de la década de los añs 60 y los primeros años de la del 70, fue, por otro lado, ejemplo de la obstinación del escritor por hacer lo que entendía que debía hacer: escribir su obra. Registros, intimidaciones a los amigos -uno de ellos, Aurelio Cortés, según Reinaldo, acabó entregándosela a la policía-, acoso y vigilancia constantes, no pudieron impedir que la terminara. “La policía perseguía mis manuscritos como si fueran auténticos crímenes”, escribe Reinaldo en una de las cartas.
Grandes y pequeños personajes -y personajillos-, desfilan por sus páginas. Unos buenos, otros oportunistas y sanguijuelas miserables. También destacan los hermosos momentos que vivió, incluso ya enfermo, en compañía de Jorge y Margarita, una pareja de artistas excepcionales que lo amaron, lo ayudaron y protegieron todo lo que pudieron. El mismo año de su muerte logra concluir El color del verano, que él consideraba su mejor novela, y su autobiografía Antes que anochezca. En las cartas se nota la alegría.
Este 7 de diciembre se cumplirán 22 años de la muerte de Reinaldo Arenas. ¿Qué queda de aquellas ratas que le hicieron la vida imposible? ¿Quién recordará sus nombres o sus obras si es que tuvieron? No lo sé, ni me importa. De lo que estoy seguro es que a pesar de comisarios y policías, de resentidos y envidiosos, la obra de Reinaldo Arenas, está ahí, gritando, para los cubanos de hoy, para los de mañana: ¡no te detengas! •
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