lunes, 25 de febrero de 2013

Entrevista a Tinito Díaz

La poesía es una maldición
por Denis Fortun

Jesús Alberto Díaz Hernández (Pinar del Río, 1971), conocido por todos como Tinito, es uno de los poetas más dinámicos y reconocibles del Miami cultural. También dibujante, ha publicado los poemarios Discurso en la penumbra y Sanctasanctórum, y tiene en reserva Narciso en la floresta de los cuervos. A propósito de su presentación el pasado viernes 22 de febrero, en la tertulia La Otra Esquina de las Palabras, en Café Demetrio, Tinito tuvo la gentileza de acceder a esta entrevista.

Denis Fortún: ¿Quién es Jesús Alberto Díaz Hernández?

Jesús Alberto Díaz: Jesús Alberto Díaz Hernández es un amigo de infancia que me ha acompañado siempre. De hecho, lo conocí a través de mi madre el 29 de mayo de 1971.

DF. ¿Cómo y cuándo llegas a Miami?

JAD. Llegué a Miami en el 2008, después de casi cinco años en Venezuela y nueve en Naples. No fue una decisión que tomé voluntariamente, sino que la corporación para la cual trabajaba cerró las puertas y esta fue la ciudad que me ofreció una oportunidad de trabajo.

DF. ¿En qué momento comienzas a escribir, a tomarte en serio el oficio?

JAD. Bueno, primeramente debo decir que yo siempre he sido ávido lector de poesía, debido a que en casa había muchos libros, sobre todo en el cuarto de mamá, que era donde ella guardaba los libros de literatura. Por otro lado, durante la década del 80 yo establecí una gran amistad con Aldo Martínez Mago, que fue la persona que me ayudó a enfocar la literatura de una manera diferente, a través de una serie de conversaciones y de lecturas que han sido muy fructíferas para mí. También me ayudó mucho haber convivido un tiempo con mi tía Antolina en Centro Habana, que dicho sea de paso no estaba muy bien de la cabeza, pero tenía poemas rimados muy buenos. Pero no fue hasta el año 1990, o 1991, que comencé a tomar en serio la retórica. Recuerdo que en aquel entonces acababan de inaugurar la casa Dulce María Loynaz en Pinar del Río y eso de cierto modo fue como una vía de escape, o sea, un lugar para la bohemia. Sin embargo, a razón de mí salida del país en balsa, en 1994, estuve 16 años sin escribir.

DF. Definiciones en cuanto a la poesía y el acto de la creación sobran. Sin embargo, para ti, ¿qué significa el poema y la forja?

JAD. Para mí el poema no es más que el resultado de una conversación con uno mismo, o sea, con el subconsciente, en la que manifestamos nuestras cosmogonías, a través de la belleza del lenguaje. Y la forja es simplemente el acto de manifestar nuestras vivencias, nuestro sentimientos, etc.

DF. El pasado año publicaste Sanctasanctórum, y sé de lectores que creen advertir en el libro una fuerte influencia de Eliseo Diego. ¿Hasta dónde es cierto esto? Coméntame de tus adeudos con los clásicos cubanos, los universales y en especial cuál es tu ascendiente más marcado, si es que lo tienes.

JAD. El año pasado tuve la suerte de publicar dos libros, Discurso en la penumbra y Sanctasanctórum, solo que el primero pasó inadvertido porque fue publicado en Francia y en España. Sobre el segundo debo decir que el espíritu del Eliseo es innegable, de hecho, intentar negarlo es una herejía. Sin embargo, en mi caso, la influencia más fuerte que tengo es la de mis amigos, las conversaciones con ellos, la complicidad de las lecturas, las sugerencias y así sucesivamente. Eliseo para mí no es una influencia, sino un guía espiritual, Borges una enciclopedia, Ginsberg un gurú, Lezama un puente, Martí un apóstol, William Carlos William una estación, Machado un camino, Lorca un gitano, Nicolás Guillén es musicalidad, Rilke una elegía, Pessoa un loco, pero mis amigos son el eslabón que me conecta con lo que sucede alrededor.

DF. La narrativa, ¿algún intento acaso?

JAD. He intentado escribir algunos relatos, solo que aún no logro proyectarme en ese campo. Prefiero los versos, definitivamente.

DF. Cuba, tu niñez, ¿puede hablarse que está presente en tu obra? ¿La catarsis del verso como herramienta para reparar conflictos personales?

JAD. Mis textos reflejan mi cosmogonía, incluyendo mi infancia, mi adolescencia en Cuba y fuera de la isla. El verso es una herramienta que puede reparar conflictos personales, como también crearlos. No olvidemos que la poesía es una maldición.

DF. Una amiga común me dice que tú padeces una suerte de ubicuidad. Es decir, te asiste de alguna manera el don de la omnipresencia en las tertulias de Miami que han coincidido en fecha y horario. ¿Es lealtad a los amigos, o consideras que lo que acontece hoy en la literatura local bien vale el esfuerzo de la compartimentación?

JAD. Siempre que voy a un espacio lo hago no solo por lealtad a los amigos, sino porque me gusta estar al corriente de lo que sucede, porque la interacción es parte de la retórica, o sea del oficio del escritor. Claro que hay veces que no vale la pena el esfuerzo.

DF. La pregunta anterior me lleva a esta: ¿piensas entonces que vale la pena la multiplicidad para la literatura, teniendo en cuenta que hay quienes aseguran que no cambian los autores, el público y la tendencia, que es más de lo mismo?

JAD. A mí personalmente, me agrada la multiplicidad, que existan varios espacios porque eso enriquece el panorama. Pero desafortunadamente no siempre funciona, debido a la tendencia provinciana detrás de todo eso, los mismos autores, el mismo público, el mismo estiércol, a lo que respondería con un verso de León Felipe: “Qué pena que sea siempre así, siempre de la misma manera”.

DF. En el hipotético caso de Tinito preparando una antología, ¿cuáles poetas de la diáspora en general elegirías para el proyecto?

JAD. Es una pregunta difícil de responder, porque no quisiera verme en ese caso. En las antologías casi siempre sobra o falta alguien, lo cual hiere sensibilidades.

DF. ¿Proyectos de Tinito?

JAD. Continuar escribiendo, leer y sobrevivir.

DF. Como cubano pregunto: Cuba, ¿una herida sin cauterizar o una tierra para ti distante?

JAD. Para mi Cuba son mis ancestros, mi infancia, una parada de guagua; la tierra que llevo en mis zapatos.

DF. ¿Por qué Tinito? JAD. Tinito es el diminutivo de Tino, que a su vez viene de Faustino = mi padre.



Entrevista publicada originalmente en NCP