lunes, 30 de agosto de 2010

Entrevista a Sonia Díaz C.

Si alguien me preguntara dentro de varios años, si a este blog le debo algún sentimiento gratificante, sin dudas le contestaría que, de lo publicado aquí, el primer lugar de esa satisfacción que seguramente iría cargada de nostalgia, lo ocupa las entrevistas que hice; sobre todo aquellas que me concedieran las mujeres, que además de bajar un tanto la testosterona que habita bajo este label, tuvieron la gentileza de mostrarse como son en cada respuesta. Y ésta afirmación la hago después de leer el dialogo que tuviese con Sonia Díaz Corrales, una mujer a la que desde hace mucho, gracias a un amigo común, conozco desde el verso, desde el tiempo en que la poesía vino a mi como un padecimiento incurable, del que además, no precisas, no te interesa encontrar remedios.

Motivado por la próxima presentación de su libro “El hombre del vitral”, le pedí a Sonia que hablara conmigo en la distancia que no existe con la virtualidad. Ella, muy amablemente accedió, y es por eso que ahora cuento con el privilegio de publicar ésta conversación cálida y honesta que tuviese conmigo la poeta, la narradora, la mujer, y que sin duda alguna muchos buenos amigos han de disfrutar. Gracias Sonia…

Matar un sueño es más dificil
más riguroso que matar un animal
por Denis Fortun

DF: Quién es Sonia Díaz. Qué haces actualmente en La Islas, además de escribir.

SD ¿Quién es Sonia Díaz? También me lo he preguntado en muchas oportunidades. Soy un ser humano con bastantes limitaciones y, consciente de ello, intento sobrevivir a ese hecho siendo transparente. A veces voy de una duda a otra, y lo cierto es que paso de largo porque sé que lo importante no soy yo, o mis dudas, sino algo que seguramente está más allá. Si te refieres a qué hago para vivir, o sea, en qué trabajo, pues… soy maga, y aquí me extiendo un poco porque la mayoría de los que veo entrevistados por ahí suelen tener trabajos que parecen muy apropiados para un escritor -¿es que hay trabajos apropiados para un escritor?. He sido Cuidadora de Ancianos, Empleada Doméstica, Asesora de algún “escritor novel”, Educadora de Menores Inmigrantes y un largo etcétera, lo que creo, no cambia mucho de lo que he sido en otros sitios. En Costa Rica trabajaba de mujer orquesta en un Laboratorio de Odontología; o de Vendedora en una frutería y en una librería. En Cuba lo hice en un Policlínico. Fui durante muchos años Psicometrista, pero tenía que hacer “magia” para ganar lo necesario. Allí aprendí definitivamente lo de la magia. Los que me conocen seguro lo recuerdan, en una época teníamos como máxima en casa, un verso de Reynaldo García Blanco: quien traspone esta puerta es un elegido más/ si falta el arroz sobra el corazón. Ahora me río. Entiendo que a veces tenemos capacidad para desarrollar lo que se llaman trabajos más “calificados” o “cualificados“, y fíjate que lo pongo entrecomillado, pero lo cierto es que yo no lo soy -y nadie lo es- , y un poco que retomo la primera pregunta: lo que hago para ganar es lo que necesito para vivir y soy asimismo muchísimas otras cosas. He presentado proyectos muy interesantes a Cabildos, Asociaciones o personas en particular, pero nadie se ha interesa y es en este punto donde me vuelvo a reír. Si le comentas a alguien que eres doctor, periodista, psicólogo… dicen “¡vaya, qué bien!”, aunque luego no te den el trabajo. Pero si les aseguras que eres poeta, te miran de manera que, aunque no abran la boca, les oyes responder “¡¿poeta?!, buenoo…”

DF. Cómo llegas a Tenerife

SD. Ascendencia canaria, de isleño, como decimos en Cuba.

DF. Te reitero una pregunta que le he hecho a otros entrevistados: ¿por qué al salir de Cuba no te radicas en Miami?

SD. Sonaba tentador. Nunca tuve oportunidad de ir a Miami, no contaba con familia alguna fuera de Cuba, o en ningún otro sitio, menos en Miami, así que cualquier lugar podía ser bueno. Aunque lo de Miami sigue sonando bien. ¡Todavía estoy a tiempo! ¿No?

DF. Siendo poeta, escritora reconocida, ¿por qué no tiene Sonia un blog u otro tipo de página en la Red en la que publique sus textos, reflexiones, y únicamente lo haces en Facebook? ¿Escribes sólo para los amigos?

SD. Primero, lo de ser escritora. Creo que los que escribimos tenemos diferentes motivaciones y para mí ese es el estado natural de las cosas. Escribir me alivia, me salva de casi todo, me da alegría, me mantiene alerta, aunque nunca me ha servido para trabajar o para ganar dinero. No escribo para nadie en particular, ni siquiera para mis amigos. Tengo amigos que jamás han leído un libro, que no les interesa para nada lo que escribo, y llegados a un punto, le llaman cariñosamente a lo que hago con la palabra escrita “esas boberías”. El blog, qué decirte, están muy de moda, consiguen alcanzar a una gran cantidad de personas -no me gusta llamar usuarios a las personas-, pero no tengo ni idea de cómo hacerme de uno. Soy absolutamente inhábil en tecnología de todo tipo y si buscara ayuda para hacerme de un blog no sabría luego qué hacer con él; no sabría qué le interesa a los lectores; nunca se me ocurriría hacer una entrevista como esta, por ejemplo; quizás la timidez no me dejaría pedirle a alguien que conteste a las preguntas. No tendría la perseverancia para subir cosas a menudo, lo me quitaría tiempo de escribir, que es lo que me da mayor disfrute. Cuando descubrí que podía escribir, lo hice en papel cartucho reciclado de la bodega, en recetarios del policlínico, en las páginas de los propios libros que leía; no tenía mucho papel a mano en esa época. Y no he parado aún, todavía escribo mucho a mano y en lo que encuentro, a pesar de que ahora poseo papel en abundancia. La mayor parte de lo que he escrito está inédito, muy inédito si es que existe ese término, porque casi nadie conoce esos escritos. A veces subo algo a facebook más para divertirme y compartir un pensamiento que creyendo que tiene categoría de TEXTO. La importancia que pueda tener un escrito se la dan los que leen, prejuiciados o no, por todo lo que sabemos nos prejuicia; pero siempre ese es el trabajo de los lectores.

DF. La poesía, háblame de la poeta

SD. ¡Ah! La poesía… Es lo que nunca se ha ido cuando todo lo demás me ha dejado. Me sirve para todo, y no creas que es cantinela intelectual, que no lo soy. Cuando no sabía qué era la poesía — alguien tuvo que decirme qué era eso que me atormentaba y me daba paz —, solo intuía que era imposible vivir sin eso. Antes de escribir poesía ya se tiene, se soporta, se disfruta. La poeta conoce que nada cambia por serlo, no se obliga, no espera, solo escribe y se dice “¡Ah¡ ¿era eso? ¡Qué bien, me gusta!”. La poeta está muy agradecida de esos seres que le han recibido o leído con respeto. De esos amigos que algunas vez le ayudaron a entender que la poesía, como un estigma, puede ser solo unos agujeros (agujeros que sangran), o una manera de estar cerca de lo divino.

DF. La Décima, ¿un especial afecto, una preferencia acaso sobre otras formas del verso?

SD. Bueno, la décima siempre se me resiste. Recuerdo a Alpidio Alonso, a Amado de la Cruz, Jacomino, Eloy, Rubén; luego se sumó Sosa al piquete de los decimistas de Yaguajay; y los de Jatibonico, Chichito, Juan López, Marcos Calderón, diciéndome “déjalo, es que no piensas en octosílabos” -creo que tenían razón,-; y a los de mi taller literario "Rubén Martínez Villena", son ellos Eréstamo Fajardín, dudocio Barraras, Rosquete, y otros más que ahora olvido, condescendientes siempre. “Los versos libres están de moda”, me decían… Sin embargo, yo seguí jugando, glosándolos, provocándolos, y nos divertíamos, nos contestábamos las décimas. Fue un tiempo feliz a pesar de “toadísimo”. Si algo me duele mucho y tengo que escribirlo, es probable que salga en décimas. No sé escribir versos con metro, estrofas de las que se reconocen con metro y rima predeterminados. Mi pensamiento en verdad se va más allá, o quizás se queda más acá, no sabría decir.

DF. Una pregunta extensa: Cómo valoras la “salud” de la poesía cubana que se hace fuera de Cuba y dime si crees que la laceración que implica el destierro, la catarsis que provoca el saberse desamparado de su tierra, es una buena herramienta a la que debe dársele uso; o sí, por el contrario, hay que desecharla, o dominarla en su correcta dosis, sin dejarse arrastrar por el dolor que implica el que queden atrás los afectos.

SD. Pues…, sé casi nada de la poesía cubana que se escribe fuera de Cuba y de la que se hace en Cuba me entero poco; excepto por algún libro que me han mandado un par de amigos, no tengo muchas referencias; soy una lectora muy indisciplinada. Últimamente veo cosas en facebook o en algunos blog que lo difunden un tanto y te puedo asegurar que he leído libros interesantes de poetas que están en Cuba, o fuera de Cuba; libros de personas en particular que no me servirían para hacer una valoración de la poesía en general. Todo desamparo produce sentimientos que se pueden convertir en poesía, en literatura, y el de la tierra de donde la mayoría se ha ido deseando no irse, o al menos no para siempre, también. No creo que se deba limitar nada en el ejercicio de la poesía, por ejemplo, o en ningún otro género, o dosificarlo. Cada poeta debería tener claro la poesía que tiene y como usarla, pero, ¿qué sería de un poeta al que solo le duela el exilio de su país, habiendo tantos exilios, tantos dolores en el mundo de los hombres? Exilios no viven únicamente los que se fueron. Los que se quedaron, ellos también sufren sus exilios. Si limitas el concepto de exilio a un término político, o geográfico, esta limitación sería enorme. El discurso de muchos de los escritores que hacen de su escritura una catarsis de ese desamparo de la tierra se convierte en repetitivo porque pasan demasiado tiempo escribiendo el mismo poema, o narración, y al final corren el riesgo de limitar la posibilidad infinita de lo que se puede escribir. Desde luego que como generador, como herramienta sirve, sin embargo, me parece peligroso convertirlo en un discurso permanente.

DF. Si te pidiesen que hicieras una antología de poesía cubana, bajo que premisas la conformarías y mencióname al menos cinco nombres de poetas cubanos que pusieras.

SD. Nadie que esté cuerdo me pediría que conforme una antología de poesía cubana, sería muy extensa, dispareja, y desde luego no estarían algunas de las llamadas “vacas sagradas”; hemos tenido y tenemos muchos y muy buenos poetas. Las premisas serían lo diáfano y lo extraordinario, lo que conmueve y moviliza, el verso inteligente; como he dicho alguna vez: “sutil lo quiero/ no tan brillante que me ciegue/ ni tan opaco que reniegue de él”. Y que conste que esto es lo más difícil que me has preguntado, a veces me hace falta un poeta, otras necesito imperiosamente a otro, alguna vez busco desesperada entre el montón de libros que voy arrastrando por el mundo, a uno que creía olvidado pero que de pronto salta hacia mi reclamando mi atención; también hay muchos que no he leído suficientemente. Serían muchos, pero no faltarían Dulce María Loynaz , Fajad Jamis, Luis Rogelio Nogueras, Rafael Alcides, Gastón Vaquero, sólo por decirte esos cinco nombres. Sin embargo, igual no faltarían Sigfredo Ariel, Reynaldo García, Camilo Venegas, María Elena Hernández, Odette Alonso, Frank Abel Dopico, Reinaldo Montero, Pedro Alberto Assef, Teresa Mello, Alberto Rodríguez Tosca, Juan Carlos Recio, y casi todos lo antologados en Retrato de Grupo. Lo siento, ¡¡¿cinco nombres, al menos?!! Imposible, se me quedan algunos muy importantes: Margarita, Heriberto, Chago, Veleta, María Elena Cruz, Carlos Pintado, Aymara, Carilda, Belkis, Rita, los Manueles… voces que ahora se agolpan y harían esto de la lista un acto infinito. Recuerdo y necesito un poema de uno, un libro de otro, un verso de alguno más, y así. Gracias a Dios por todos, aún por los que no menciono.

DF. Cuba, Las Villas, Cabaiguán, dónde quedan en ti

SD. Quedan, no puedes librarte de tu vida, y yo en particular no quiero librarme de mi vida. Pero de esos sitios, creo que ellos quieren más librarse de ti que tú de ellos. Quedan como la cicatriz, que antes fue herida. Quedan como cuando entras en un campo de girasoles, primero tú entras en él, pero luego él entra en ti y ya no sale nunca.

DF. La nostalgia, ¿habita dentro de Sonia?

SD. Si me preguntas por ese sentimiento de patria que acuña patriotas por un tubo, sobre todo en los que estamos lejos, te digo que no me ha tocado aún.
Tengo memoria de mi hermana y yo alternando, en una hamaca de soga, que colgaba del gajo de un árbol de mango en el patio de mis abuelos maternos. Recuerdo haber caminado en silencio junto a un amigo, una noche de lloviznas frías, en febrero creo, en Cabaiguán, a la salida de un taller literario de aquellos que te hacía creer que podías ser feliz sentado allí para siempre, en la compañía de aquellas personas que entendían lo mismo que tú cuando leías a Octavio Paz… Esa es la nostalgia en la que me reconozco, ahí soy una maquinaria imparable “nostalgiando”, como un tren. Si te refieres a que a veces digo: “Dios que vuelva, que vuelva”, pensando en un sueño recurrente donde estoy mirando una ventana abierta de la que colgaba un tronco seco de almácigo, en el que vivía una extravagante planta de orquídea que todo el año se llenaba de flores que olían a canela, te respondo que sí, que habita dentro de mi esa nostalgia y que me da miedo perder la felicidad que me produce si lo olvido. Si te refieres al amigo que llegaba en bici de treinta kilómetros más allá para solo leer y releer unos versos, o de la madrugada tomando tisana de hojas de limón, o café con crema de cacao, rechinante -no había nada más- entonces sí hablamos de mi nostalgia. Pero esa nostalgia no contiene amargura y me siento responsable de lo que he tomado, decidido, tanto como de lo que dejé y decidí en su día. Además, quizás sea solo nostalgia de un tiempo, de unas personas, no de un sitio.

DF. La censura, ¿te ha tocado alguna vez…?

SD. Alguna, pero yo no se lo he puesto fácil tampoco. Cuando me han censurado un poema, lo he leído en público una y otra vez, hasta el cansancio. Creo que mejor lo hubieran publicado.

DF. Recién saldrá “EL Hombre del Vitral”. Coméntame sobre el libro, su historia; de la portada, que sé tiene la propia. Dime además, sin pudor alguno y bien lejos de la sana y auténtica modestia que te borda, si te consideras mejor poeta que narradora; o viceversa…

SD. “El hombre del vitral” es un ejercicio, otro tipo de necesidad diferente a la poesía. Es una historia que no cabe en la poesía, sino al revés, y que de algún modo contiene la poesía. Es una historia llena de puertas que se abren, pero no es optimismo burdo, no es siquiera optimismo si se le mira bien. Es una historia de esperanza, de búsquedas que, aunque no se concreten, dejan claro que ha valido la pena buscar, que el recorrido mismo es en sí suficiente. No soy una narradora y este libro está escrito con economía de recursos, sin demasiadas pretensiones. Cada personaje es una historia sumergida en la inmediatez de la trama que el lector decidirá si saca a flote y se la apropia, o si la deja estar, y va en busca de alguna otra de las historias que también le estarán esperando en el libro. Si alguno de los lectores se pregunta por sus sueños, se pregunta por lo que ha querido y se le escapó, se pregunta si vale la pena apostar por lo imposible, al terminar la lectura ésta habrá cumplido su cometido. La portada también es muy simbólica, es un fragmento del Cosmovitral, que está en Toluca, México, y que me gusta.

DF. Otra pregunta que repito en algunos de mis entrevistados ¿Te defines como una soñadora?

SD. No. Soy una mujer que sabe que, eso a lo que llaman sueño, podría ser lo próximo que va a pasarte en realidad. Sabe que ese espacio onírico e imposible se hace forzosamente presente. Quiero creer que alguna vez me llamaré con un nombre compuesto por muchos nombres, que seré muchas otras, que querrán muchas otras cosas. Pero sé, y esto sí es seguro, aún cuando esas otras no recuerden mi nombre, como yo no recuerdo el de ellas, sabrán que fueron o han sido yo, como yo sé que seré y he sido ellas.

DF. ¿Existe dentro de Sonia algún compromiso especial en cuanto a Cuba?

SD. Reconozco la injusticia y no me pongo de su parte nunca, pero no tengo casi ningún compromiso especial con nadie, ni con nada, excepto cumplir con mi responsabilidad como ser humano, y eso vale para Cuba, para España y para el espacio exterior.

DF. ¿Regresarías…?

SD. Puede, pero en ciertas circunstancias de tiempo y pérdidas ya no sería un regreso, sino una nueva partida. Cuando se regresa es porque hay algo, alguien, a lo que regresar…

¡Gracias Denis!





El título de la entrevista son dos versos que vienen
como una suerte de rúbrica en los correos de Sonia, y que me parecieron excelentes