Rapsodia y dibujo
por Armando Valdés-Zamora
poema del cuaderno Imaginarias..., que tomo del blog de Zoé Valdés
Para Ania
Ha venido a mirarnos con la lentitud de lo desconocido.
Nada podemos hacer y esa es la mayor ausencia.
Los ojos y la máscara oscura recuerdan el espejo que olvidamos en alguna parte de esta ciudad desconocida.
Como si no esperáramos.
La duda y nuevamente el riesgo de avanzar.
Mucho antes de esta sorpresa.
Como si no perdonaras los restos de mi piel dejada cada tarde en los talones húmedos.
Para huir.
Para no despedirnos.
Para que nadie sepa quién sonríe en la pared cuando mi madre abre la puerta.
Porque también al mar debemos callarnos. Aunque el sueño sea el segmento del cangrejo que después quemaremos en los acantilados. O en el sueño.
El mar hincándonos los ojos y la espalda mojada.
Comenzar cuando no dejas de creer en las alas del humo.
Nadie tiene que saber cómo has llegado. O quién llegó primero. Sólo tu color verde. Ondeando. Sólo que ya tú tampoco puedes.
La luz en la garganta, la madrugada y aquel vino atroz bebido entre los charcos.
El color verde en el futuro de una postal donde prometemos ser siempre los mismos.
Algo estuvo ardiendo una vez en aquella ciudad sin conocernos.
Dos árboles muertos y el mismo páramo para volar escondida.
Algo como morder el sol sin conocernos. Algo tuvo que morir por separado.
La asfixia de seguir en silencio junto a las gotas de agua que cayeron sobre el hacha. Acostado en cubierta. Mirando con horror otro desfiladero.
Ni un pájaro golpeado por marines. Ni el sudor de la bestia en la montaña.
Nuestro animal inconforme y de agua. A punto de seguir hacia las nubes.
O mi voz y tu mano en la calma de encontrar la salida antes de tocar ebrios los andenes.
Nuestro animal saltando desde el tren por toda La Habana a pesar del miedo,
la primera vez,
y tanta isla.