domingo, 21 de septiembre de 2025

Las artes de hacer luminiscencia, de Ana Margarita Mirelis


Presentación de "Las artes de hacer luminiscencia", cuaderno de poemas de Ana Margarita Mirelis, publicado por Editorial Velámenes.

Ana y la luz de su creencia
por Denis Fortun
Estoy acá, no para contarles quién es Ana Margarita Mireles, sino para conversar sobre sus versos, hablar de la "dama imagen"; justo eso, pienso que te llevará mejor a conocerla. Y sí, podría comenzar desde lo más simple: Ana ha escrito un libro magnifico que recomiendo. Sin embargo, todos los que hemos leído “Las artes de hacer luminiscencia” (Editorial Velámenes) sabemos que merece más. Por ejemplo, imagínate una noche de agosto, bien oscura, en la Isla de Holbox, y descubrir en sus playas el brillo azulado de sus aguas, incluso en medio de su arena, y asumir que se trata del centelleo de un poema y no de algas.

Que sus ojos son lagos. Lo he sentido
Que este cuerpo es madera. Lo he callado

Al abrir el cuaderno de Ana, la luz llega en estos dos versos, los primeros, y no queda otra que continuar atrapado en esa suerte de sortilegio que formula el deslumbre sugerente. Sin embargo, no es menos cierto que Ana corre el riesgo que, con este comienzo, el lector asuma que el resto “del cuerpo” le atrape tal y como le ha sucedido al inicio, y que esa luz anunciada en la portada como arte lo lleve a un lugar espléndido, por cuanto, no perdonaría frustrarse.
La buena noticia es que no saldrá defraudado. Acá la marcha, porque el símbolo que representa a la luminiscencia no es otra cosa que una extendida ruta, no se reduce a espasmos por momentos felices, ni a una reseña que describe luminarias cotidianas, menos el milagro que nos sacó de las penumbras. Ana no se propone seguir el viaje de una luciérnaga porque ese no es su itinerario; Ana no menciona peces ni al prodigioso astro, esa roca redonda, blanca, de siempre, que tanto le han cantado, que como un espejo enorme refleja al sol y refracta según se lo permitan las sombras. Aquí el verso de Ana es más que verso, aquí es cuerpo que vocea la luz con sus palabras sin gestionar cambios a su destemplanza; acá es un resplandor que genera preguntas, y no es fuego, ni siquiera una antorcha perseguida por esos que padecen miedo y pretenden respuestas. La luminosidad es superior al elemento que arde, porque no quema, sino que seduce, y está provocada por esa incitación, y hasta soborno, que acontece por la voz cálida de Ana. Y su centelleo se vuelve referencia, es su apreciación de lo bello en lo habitual, y toda esa experiencia se somete a un acto de fe dispuesta a hincarse ante la expresión ecuménica que promete la forma más elevada del lenguaje: poesía y con ella su garbo.
Ana ha concebido un libro hilvanado por una lírica en ocasiones alucinada, por momentos lúdica, y no solo con cadencia, sino hasta con historias; Ana puede representar fábulas y dibujar el hechizo que cubre su entorno, recrearse con su drama, y nosotros continuar inmersos en el poema. Ana traduce su leyenda, pacta con las pisadas que por sus pies se marcan, y concilia los sucesos de su mundo, detalle que refrenda una alianza entre su vida y el verso.
Ana no teme incluso recordar las insolencias, mostrarlas con gracia, y mejor aún, nosotros no advertir su semblante. Como si una esmeralda mudara su color de verde a argento, mientras nos habla. ¿Acaso Ana es turbadamente clara? ¿Es su luz la de la virgen de los versos?

Cuidado con la sombra que echas sobre el muro
evoca cada punto sin seña en otros mapas
inventa girasoles y péinate, mujer, con los dientes del tigre
No hay fiera como tú, tan bellamente mansa
Según cómo mires al tigre
es negro, naranja o transparente
Pero si lo ves realmente, yo no sé

Ana ha escrito un libro que se deja ver si eres capaz de escuchar con tus ojos, que sus versos no se reducen al eco común de las cuevas, de lo contrario quedaría el amago en apariencia, tu como lector pierdes, y ella no se entera. Ana ha escrito un libro que mucho menos te consulta, que lanza una señal a través de la figura que representa Eros, que intercede y legitima al enigma, al deseo, ese misterio que carga lo diverso y que la existencia invita, que se manifiesta por la influencia que seduce al impulso, la atracción que acorde a la ética honesta, platónica, convierte al hombre simple, en este caso a la mujer imagen, en poeta.
Este es también un libro de búsquedas y de revelación, que todo viaje lleva indagaciones y testimonios, y semejante es un libro que se lee según el modo en que mires tú al tigre, tal vez martillándote la duda de si lo ves realmente. Sin embargo, de hacerlo, si consigues advertir a la fiera, atrapar la certeza de sus rayas, sean negras, naranja o transparente, habrás ido más allá de los huesos de la bestia y sabrás cómo te ves tú en medio de ese mundo que te comparte Ana, al que ella te provoca tú descubras, y que yo también te incito. Ana, la mujer como sibila antigua, está al tanto de los elementos y se plantea domarlos. Ana sabe cómo cocinar la pócima. Ana conoce bien el arte de forjar luminiscencias. Y es que su hacer no es únicamente oficio, es su credo, que lleva inscrito en su alma…

Miami, pasó el 9/18/25. El Andaluz Café.