jueves, 23 de agosto de 2012

Una mujer que odia andarse por las ramas

por Denis Fortun

Con motivo del lanzamiento de su novela Los doce mensajes a Hércules (Editorial Silueta, 2012), que además el crítico Luis de la Paz presentará este viernes 24 de agosto en Café Demetrio, le pregunto a una mujer que, como ella misma asegura, tiene mucho que contar.

Elvira de las Casas, alguien que jamás ha dejado de vivir intensamente, me responde entonces con franqueza. Su única preocupación es que el cuestionario no resulte extenso para el lector. A mí, por el contrario, me quedan más preguntas.

Le agradezco su tiempo a Elvira, y confieso igual que he disfrutado esta conversación enormemente, que hasta uno que otro recuerdo me ha traído de vuelta. Un cuestionario que intenta, en apretada síntesis (aun cuando ella considera lo contrario), ilustrar lo vivido por una buena amiga al amparo de esas dos orillas que nos marcan como nacionalidad y diáspora.

Denis Fortún. ¿Cuándo sales de Cuba?

Elvira de las Casas. Salí de Cuba el 12 de marzo de 1991, hace demasiados años ya.

DF. Ejerciste el periodismo en la Isla. ¿Cómo pudo “sobrevivir” una mujer como tú, independiente, con exacerbado criterio propio --y lo digo así porque te conozco--, en un medio donde el reportaje en cualesquiera de sus formas termina siendo una falacia debido a la férrea censura?

EC. No puedo decir que “ejercí el periodismo” en Cuba. Te puedo señalar que me gané la vida escribiendo noticieros y boletines de prensa para la radio. Reportando noticias estúpidas y la mayoría de las veces falsas, como sobrecumplimientos de metas en la agricultura, aunque no había ni una vianda que comprar en la bodega. Tuve que aprender a escribir como caminando por una cuerda floja, para no meterme en problemas. Aquí, meterse en problemas en un medio de prensa puede significar perder el trabajo… hasta que uno encuentre otro. Allá, puede significar la cárcel o el ostracismo.

DF. Tu peor momento en el periodismo dentro de Cuba…

EC. Cuando me castigaron y no me permitieron volver a trabajar como reportera, porque se enteraron de mi relación con quien llegaría a ser mi esposo, que era un ex preso político. No volví a trabajar para un medio de prensa hasta 1994, cuando empecé a escribir para la revista Viva –ya desaparecida--, aquí en Miami.

DF. Te has desempeñado como editora de revistas que únicamente pretenden entretener con chismes del espectáculo. ¿Cómo has podido lidiar con el “mundillo de la frivolidad latina” dentro y fuera de los Estados Unidos? Muchos piensan que se trata de un periodismo menor, por lo baladí del tema que aborda mayormente… ¿qué dices tú?

EC. Chico, yo soy una gran defensora del derecho del ser humano a la frivolidad y el entretenimiento banal. Si a usted le gusta leer comics de Supermán, lea todos los que quiera; y si le gusta Lezama Lima, pues disfrútelo también. Eso que hicieron en Cuba, de desaparecer la revista Vanidades para inventar ese panfleto espantoso que se llamó Mujeres, me parece un crimen. A mí siempre me gustó la literatura, pero entre los 12 y los 15 años me leí todas las novelitas de Corín Tellado que me encontré, y eso no me atrofió el cerebro para nada, por el contrario, me ayudó a diferenciar entre una cosa y la otra. Quizás por eso no veo telenovelas, no siento la necesidad de verlas. Y tampoco me deslumbraba la farándula cuando me ganaba la vida como editora de chismes de “celebridades”, como les llaman aquí a los actores de cine y televisión. Sin embargo, creo que debe haber opciones para todos los gustos, y las revistas de espectáculo tienen su público, que ahora con el auge de Internet ha comenzado a leer los websites de farándula, y todos están en su perfecto derecho. Además, prefiero una revista de chismes bien escrita, sin “horrores” de redacción, a un libro supuestamente “serio” lleno de faltas de concordancia gramatical. Y alguien tiene que editar esas revistas, ¿no?

DF. A propósito de la pregunta anterior: ¿Por qué, habiendo tantos artistas cubanos en el exterior, salvo contados ejemplos --como Niurka Marcos-- se habla poco en los medios faranduleros del talento criollo? ¿Son menos escandalosos los cubanos a nivel artístico? ¿Tiene que ver acaso el hecho de que sean una suerte de cofradía expugnable, y sin el “adecuado acento neutro”?

EC. Supongo que es un problema de proporción matemática: hay muchísimos más mexicanos que cubanos en los Estados Unidos, de modo que es lógico que “suenen” más los artistas que vienen de México que los que vienen de otros países. Aparte del control que tienen sobre los medios, que obliga a los que quieren brillar en la televisión a imitar un acento extranjero, pero eso es otro tema que daría para otra entrevista.

DF. ¿Cuándo comienzas a bregar con la literatura de ficción? Háblame de la Elvira escritora.

EC. Siempre tuve la intención de escribir literatura de ficción, desde muy joven, pero reconozco que me ha faltado perseverancia. En Cuba gané algunos reconocimientos a nivel local, en Cienfuegos, con los cuentos que escribía. Hace más de diez años escribí un libro que luego, con la modernización de las computadoras, perdí y no pude recuperar. Creo que en los últimos dos años es cuando me he dedicado con más constancia a escribir ficción; terminé Doce mensajes a Hércules, que había escrito hasta la mitad, y tengo varios cuentos sobre la vida en Miami que, por cierto, es una ciudad que valoro mucho más ahora que antes de pasar siete años viviendo en New Jersey. Estoy trabajando en otra novela pero mucho más complicada, porque la historia transcurre entre finales del siglo 19 y principios del 20, y me veo en la necesidad de investigar mucho para poder escribirla.

DF. Doce mensajes a Hércules se presenta el próximo viernes 24 de agosto en Café Demetrio, en la tertulia que coordina Joaquín Gálvez. ¿Qué puede esperar el lector de tu novela?

EC. Un ajiaco donde he mezclado ingredientes de costumbrismo, literatura policíaca, algo de historia, pero sobre todo, mucho, pero mucho humor (y que conste que no estoy parodiando a Walter Mercado). Es una narración que se circunscribe a una época muy convulsa: los primeros años de la revolución castrista y los enfrentamientos del ejército con las guerrillas del Escambray. Ese conflicto fue muy cruel, porque, como en todas las guerras civiles, se enfrentaron hermanos contra hermanos. Sin embargo, el pueblo nuestro no pierde su sentido del humor y su tendencia al choteo ni en los momentos más trágicos de su vida. A mí, por ejemplo, mientras escribía me ha dado mucho gusto dejar en ridículo a los oficiales del MININT, que siempre eran “los bárbaros” en la literatura que leíamos y el cine y la televisión que veíamos en Cuba, aunque al final de la novela, tal como ocurrió en la realidad, terminaron ganando la pelea frente a los alzados. Es una historia con un trasfondo trágico, pero que va a hacer reír mucho a los que la lean por su tono costumbrista.

DF. Ilustraste un cuaderno de poesía de Elena Tamargo. Coméntame de ese proyecto.

EC. Pienso que fue un regalo que ella quiso hacerme, porque presentía que la enfermedad volvería a atacarla en cualquier momento. Cuando yo le comenté la idea de hacer algo juntas, enseguida me ofreció que le ilustrara un libro. Fue como la culminación de una amistad que duró más de 35 años, desde que nos conocimos en la Universidad.

DF. ¿Cuándo se despierta tu pasión por el dibujo, la pintura? ¿Cuándo es que comienzas a tomarlos en serio?

EC. En serio, lo que se dice en serio, nunca lo he tomado, pero me encanta dibujar y lo hago de forma autodidacta desde que tenía 16 años. Dibujar me resulta muy relajante y la satisfacción que siento cuando veo lo que va saliendo de la tinta, de manera espontánea, no puedo compararla con nada.

DF. ¿Qué representa para Elvira una ciudad como Cienfuegos?

EC. Recuerdos, y el mar al final de cada calle. Pero todo está en la memoria, físicamente no queda nada de la ciudad que yo conocí.

DF. Cuba, ¿te ha dolido alguna vez? ¿Hay perdón dentro de Elvira? ¿Volverías?

EC. Claro que me duele, cada vez que compruebo que los motivos que me trajeron a este país se mantienen intactos, que nada ha cambiado. No puedo perdonar que hayan decidido por mí cómo debería vivir hasta los 35 años, esos años perdidos no los voy a recuperar nunca, entonces, ¿para qué volver? No, no pienso volver.

DF. ¿Quién es Elvira de las Casas?

EC. Una mujer que odia andarse por las ramas y le dice al pan, pan; al vino, vino. Y que vive intensamente, por eso tiene cosas que contar.

Esta entrevista ha sido publicada en Neo Club Press.
Gracias a Armando Añel e Idabel Rosales