El Señor de las Máscaras me confunde con sus rostros,
va de Arlequín a Vampiro,
de León a Ratón,
de Santo a Diablo,
pero lo cierto,
es que el Señor es un niño titiritero agazapado detrás de un telón,
rugiendo soldados en baldosas flojas.
Le gusta perder luz de luna en luna.
Tira de la cuerda que levanta faldas mirando de reojo en un libro que no es claro.
En tanto, la divinidad va desnuda, despojada de letras devorándolo todo con su silencio infinito.
El Señor tiene sombreros con palomas y las palomas picotean los ojos huecos de las máscaras.
El Niño cierra sus párpados,
se protege con las manos,
intenta ver en la oscuridad,
pero, a veces, su propia luz le es esquiva,
entonces, con los ojos crea espejos que distorsionan las sombras.
Andrea Favelli (en la foto). Argentina
Arquitecta. Diseñadora Gráfica. Poeta