Chris, que en mi primera juventud –todavía me aferro a la segunda- se me antojaba el más inexplorado de los excluidos. De él sólo conocía su Lady in Red.
Yo, rockero gregario, declaro que disfrutaba de su balada para bailar al amparo de un cerrado cuerpo a cuerpo en medio de una pista de cabaret totalmente oscura, y preferiblemente con ninfas de cabellos rizados cubiertas de peróxido.
Luego supe de sus discos, que desde 1974 al 2007 suman la cantidad de veintiséis. Chris, que me hizo bajar con gusto de aquellas “escaleras al cielo” para apretar a una muchacha al son de su “melodía mermelada”, y susurrarle al oído en pésimo inglés Lady in Red, is dancing with me cara a cara, aunque ella vistiese de blanco.
God bless your Lady, Chris...