Tengo una amiga, una nueva y encantadora
amiga, que me pregunta sobre las cosas que escribo, y le recomiendo lea mi blog
“Fernandina, hasta que personalmente le regale algunos de mis libros
publicados. Esta amiga, me pide le sugiera de mi blog qué, o cuál, parte debería leer y la invito a los enlaces donde está la poesía, puede ser un buen comienzo, y le
hablo lo mismo de la sección de entrevistas. Mi amiga decide comenzar
justamente por todas esas preguntas que le he hecho a gente que me parecen
interesante, imprescindibles en el mundo intelectual, y del arte en general en
el exilio, y el nombre primero donde hace clic es el de Zoé Valdés, y he
aquí el “pollo del arroz con pollo”. Resulta que, y por alguna razón que
desconozco, definitivamente con muy malas intenciones, la entrevista que le
hiciera a Zoé la sacaron de la red. Es decir, mi amiga hace clic encima del
nombre de la escritora criolla, y el blog muestra que esa entrada no existe. En
fin, que hackearon el enlace, y solo “por dentro” el administrador de la página
puede verlo, y como el administrador soy yo, para aquellos que les resulte
incomodo lo dicho, va de nuevo en nueva página, y con nuevo título, el
cuestionario que amablemente me respondiera Zoé en enero del 2018. Al que no quiere caldo, por lo general se le dan dos tazas...
Regresar, para mí, no contiene ningún misterio. El misterio mayor es partir. Partir sin nada, sin el apoyo de nadie, con una niña pequeña, veinte dólares en el monedero, y la maleta repleta de libros. Partir ha sido el mayor misterio de mi vida...
Es una entrevista extensa, no hay dudas, basta con mirar la cantidad de preguntas.
Sin embargo, es un cuestionario que podría abarcar muchas más, y que agradezco,
porque se trata, sobre todo, de las respuestas de una de las escritoras más polémicas
del exilio cubano luego de 1959, y por qué no, del "intramuros" lo mismo, con una vasta obra publicada en todo el mundo. Una mujer, además, con muy poca reserva
para el subterfugio, el eufemismo, por lo que dice las cosas como piensa, y que asegura, se siente libre, relativamente feliz, con su hija y su gata en medio de un Paris que siempre será atrayente.
Partir ha sido el mayor misterio de mi vida...
Entrevista a Zoé Valdés
por Denis Fortun
Denis
Fortun: ¿Quién es Zoé Valdés?
Zoé Valdés: No es una pregunta cómoda, al menos para mí. Muchos se preguntan
“quiénes somos”, sin poder hallar una respuesta exacta, porque aspiran siempre
a una gran sentencia colosal. No es mi caso. Yo, al contrario, no estoy tan
interesada en mí, ni en saber quién soy, sino más bien quiénes son los otros,
los que me rodean; aunque, por supuesto, me observo a través de ellos por el
rabillo del ojo y de la mente, a hurtadillas. O sea, me estimula quién soy yo
junto a esos otros, y esos otros son muchas veces gente anónima o personajes de
novelas, de ficción, viejos fantasmas. No soy nada más que esta que está aquí,
una solitaria empedernida. Sin dobleces, sin medias tintas, sin
pensamientos oscuros, aunque cuando los tengo, como le sucede a cualquiera que
se interese por la escritura, tampoco los rechazo, los apreso, y los convierto
en literatura.
De niña siempre fui una persona muy triste con ínfulas de alegre, una mezcla nervaliana, por Gérard de Nerval, con
Buster Keaton. Me agrada trabajar con constancia, lo disfruto, desde que me
despierto, muy temprano, hasta que me acuesto, muy tarde en la madrugada. Soy
noctámbula, amparada por la luna, aunque soleada desde dentro; qué remedio, en
París apenas hay sol, o un sol frugal. Amo la libertad por encima de todo, y no
hay nada más hermoso que un ser humano libre con conciencia de que lo es y de
que dispone de esa libertad para construir algo provechoso para él y para los
suyos. Fui una rebelde antes y lo sigo siendo ahora. No entiendo por qué me
sigue pudiendo tanto la rebeldía. Por mucho que he tratado de aplacarla, o como
mínimo, engatusarla, está vibrante en mi carácter, en mi disposición.
Poseo una pasión por conocer, por la sabiduría, por aprender de manera
infinita. Tengo esa dicha, la inquietud permanente por el conocimiento. Soy más
lectora que escritora, y si devine escritora fue gracias a la lectura. De niña,
cuando me preguntaban qué quería ser de grande, quedaba unos minutos
silenciosa, vacilaba, tartamudeaba, y respondía invariablemente con un “no sé”,
o un “nada”. Lo hacía por pudor, pero puedo afirmar, que yo recuerde, mis
primeras reminiscencias y mis primeras lecturas, y mi pretenciosa vida de
juventud, yo sólo ansiaba vivir en la literatura, y no en la vida. Soy fiel a
esa idea, o más bien, a ese deseo. El deseo es para mí más infinitamente
importante.
DF: ¿Cómo llegas a la literatura?
ZV: Llego a la literatura a través de mi abuela materna, irlandesa, que era una
actriz de teatro, del teatro Martí, en La Habana, una actriz muy de segunda
categoría, pero que era una gran y exquisita lectora, de hecho declamaba
versos, lo que se llamaba entonces declamadora, y era muy apreciado en la
época. Yo era una niña muy intranquila, y como vivíamos muy “estrecho”, en un
cuarto de un solar, en la calle Muralla, me subía a los muebles todo el rato.
Me encantaba trepar encima del escaparate y tirarme de cabeza hacia la cama.
Entonces, mi abuela, temiendo por los muelles del colchón, más que por el
peligro de que me rompiera un hueso, le insistió a mi madre para que me diera
un papel, o un cuaderno, y un lápiz, y al punto se sentó conmigo, con uno de
sus libretos, y con la intención de repasarlo conmigo. Ella leía en alta voz y
yo anotaba las palabras que me gustaban por su sonido, y ella me corregía las
faltas de ortografía. Aprendí a leer y a escribir con tres años, mi abuela me
enseñó. Así empezó todo. Y nada más y nada menos que con poemas de Charles
Baudelaire en español y en francés, aunque ella lo hablaba con mucho acento, un
incorrecto acento. Aquello de ses ailes
de géant l’empechent de marcher, “sus alas de gigante le impiden caminar”,
me sedujo -corresponde a El Albatroz. Entonces, lo que comenzó como un juego
tranquilizador, fue tomando forma de ensueño, de quimera desmesurada, en mi
cabeza; una especie de idea romántica.
Después, mi madre me mandó un tiempo a Cojímar, para que pudiera ir al mar, por
mi asma, y también para que canalizara mis ansias aventureras -yo era muy
marimacha entonces-, y me subiera a los árboles cuanto quisiera, y explorara la
naturaleza. Por supuesto, aprendí a escalar los árboles, matas de ciruelas, de
lo que fuera; también me iba al Golfito, a nadar sola. Pero siempre con algún
libro que mi abuela me conseguía o que yo misma buscaba y compraba en las
librerías. El poco dinero que mi madre me daba, porque era camarera y ganaba
una miseria, lo invertía en libros. Mientras que las demás niñas se preocupaban
por ser las más bonitas y atractivas, yo anhelaba ser la más inteligente. Sería
porque no ignoraba el hecho de que no era nada agraciada, y sólo me quedaba el
otro camino. Porque, además, mi abuela, que sí era una mujer muy bella e
inteligente, y muy seductora -cabellera rojiza, ojos intensamente azules-, se
dedicaba a dejarme claro lo siguiente: “Tú, bonita no eres. Tú eres una fea
atractiva, inteligente. Inteligente, eso sí”. Y lo subrayaba a menudo, y puede
que me haya marcado, y sea esa la razón por la que trabajé en ese sentido, en
el de la creación, la espiritualidad. Empecé a escribir un Diario -como
cualquier escritor-, eso ocurrió a los once años, al que llamé más tarde “DiaEros”,
y también poesía. Tuve el gran honor de que mi abuela declamara algunos de mis
poemas públicamente. Así empezó mi amor por la literatura, a través de la
lectura, muy temprano. Es un amor eterno, que no traiciona nunca.
DF: La literatura cubana en el exilio, sin reducirnos a espacios geográficos, a
tu juicio, cuáles voces consideras sobresalientes. De la que se factura en la
Isla, dame tu opinión. ¿Crees que sean dos literaturas desemejantes?
ZV: No leo ahora demasiada literatura cubana, antes leía más. Cuando estaba en
Cuba, sí vivía más pendiente de esa producción. Desde hace tiempo y en la
actualidad me interesan casi todas las voces cubanas del exilio, porque creo
que desde el siglo XIX la verdadera literatura cubana se ha escrito desde el
exilio. De los contemporáneos, prefiero a Guillermo Cabrera Infante, Lydia
Cabrera, Leví Marrero, Carlos Ripoll (historiador de José Martí), Reinaldo
Arenas, entre otros, pero esos son los principales, no los únicos, aunque
fallecidos; Juan Abreu, José Abreu Felippe, Armando de Armas, Daniel Fernández, Yanitzia Canetti
(aunque ella no sé si se considere personalmente exiliada, pues ha regresado a
Cuba, en cualquier caso vive fuera y su obra ha sido creada en gran parte fuera
de Cuba, y es una amiga a la que soy fiel).
No leo nada de lo que vive y se mueve en Cuba, porque supongo que lo que es
realmente bueno no me llega, tampoco leo a esa gente que afirma que vive en
Cuba y que en realidad lo hace en un asiento de un Boeing (como escribió en una
ocasión Carlos Payá), y para colmo viajando mal, porque no viajan para conocer,
viajan para aparentar.
Ahora releo la novela-ensayo de Álvaro Alba, “En la pupila del Kremlin”, leída
hace tiempo, y que fue plagiada descaradamente por uno de esos autores famosos
de los Emiratos Insulares Shithole de Cagonia Esclava, ex Cuba.
Si yo viviera en Cuba ahora, no me leería ni a mí misma. En otros tiempos ya
hubiera sido otra la opción y mi decisión, pero esos tiempos están demasiado
lejanos y tampoco siento ninguna nostalgia por ellos.
Y no creo que haya literatura cubana alguna, no creo en ese sentido de
pertenencia regional, ni en una literatura chilena, ni argentina. Yo amo a
Jorge Louis Borges, a Manuel Mujica Láinez, a Octavio Paz, a Mario Vargas
Llosa, a Dulce María Loynaz, a José Lezama Lima, y a José Martí por encima de
todos, por nombrarte algunos autores. Los amo porque son grandes autores y
punto. Pero no ubico a nadie en un sistema nacional, ni mucho menos
nacionalista, ni tengo una idea geográfica ni turística de la literatura y el
arte. Mi pertenencia es exclusivamente espiritual.
DF: De la literatura cubana que antecede a 1959: autores que te hayan servido
como referentes, influencias que sientas se manifiestan en tu obra.
ZV: Mi referente principal es José Martí, el más universal. Por lectura, y por
la lectora fiel de su obra que soy. Reafirmo que antes que cubana soy martiana,
porque mi patria es Martí. También José María de Heredia, el cubano-francés
simbolista que estuvo nombrado y designado académico en la Academia Francesa
antes que Paul Valéry, Gérard d’Houville, que no es más que el seudónimo de
novelista que usó su hija, Marie de Regnier, casada con Henri de Regnier y
amante de Pierre Louÿs, tan buena escritora como su padre; Gertrudis Gómez de
Avellaneda, Julián del Casal, Juana Borrero, obra breve, infantil entre
comillas, e intensa; Félix Varela, Cirilo Villaverde, el tan denostado Carlos
Loveira… La generación de Orígenes, su figura principal, José Lezama Lima, con
sus excepciones y excepcionalidades.
En general, me interesa todo lo que se escribió antes de 1959, lo bueno y hasta
lo que yo considero malo, y que otros por el contrario consideran bueno. Desde
mi primera juventud en Cuba pervivo con esa manía de los libros viejos, y de
las librerías de viejos, que les llaman, y allá donde voy las busco y
encuentro; manía o maña que comparto con mi mejor amiga, desde la adolescencia,
Enaida Unzueta. En Buenos Aires me di banquete, supongo que tú también, por lo
visto de tu viaje reciente.
DF: ¿El hecho de ser un escritor que se enfrenta a la dictadura castrista
abiertamente, y además, mantener una actitud muy distante de lo políticamente
correcto, piensas que redunda en un lastre que te convierte en un apestado para
las grandes editoriales de hoy, y el mundillo del arte en general?
ZV: Sí, en efecto, ser procastrista es un gran negocio, e incluso serlo entre
líneas todavía lo es más y mejor. Por el contrario ser anticastrista es de una
peligrosa honestidad que se paga caro. Yo he tenido y tuve siempre muy buena
relación con las editoriales y con la prensa, inclusive con aquellos críticos
–cuando todavía existían los verdaderos críticos, tuve la dicha de conocerlos
personalmente y de que escribieran sobre mi obra- que hicieron crítica
desfavorable de mis novelas. Y también encontré en mi camino pedruscos
poderosos que me hicieron y me siguen haciendo barrera, y que me han clausurado
puertas, las que yo tenía abiertas única y exclusivamente debido a mi trabajo,
y no por mis acciones ideológicas (nunca serví a ideología alguna ni ninguna
ideología me ha servido a mí para nada) y mucho menos por mis ideas políticas,
ideas y no militantismo, aclaro.
La primera persona que se interpuso en mi camino, enviada por el Gabo, y el
Gabo imbuido a su vez por Fidel Castro directamente, tras la publicación de ‘La
nada cotidiana’ fue la agente literaria catalana Carmen Balcells, de la que
todos hablan maravillas. Yo también, creo que fue una excelente agente
literaria, pero una espantosa y cegata pro castrista. Luego, la editora Beatriz
de Moura, también hizo lo suyo; la escritora Rosa Regàs, que me difamó
públicamente, entre otras y otros. Nunca, lo preciso, estas señoras me
enfrentaron, ni me manifestaron nada directamente a mí, pero sus malas
vibraciones y chismorreteos sobre mi vida y mi obra me llegaban a través de
terceros. Una pena, porque creo que son mujeres de una gran calidad, valiosas,
como agente la primera, como editora la segunda, y como escritora la tercera. Y
siempre las traté con mucho respeto. Pero ellas mismas no se trataron con
respeto en relación a mí.
DF: De tu obra en prosa, cuál es tu favorita. La poesía, qué lugar ocupa en ti.
El cine…
ZV: No tengo favoritismo en nada, ni por nadie. Puedo objetar, no sin
equivocarme, que mi mejor novela es la que acabo de escribir, por lo que ella
representa para mí –en este momento de mi vida- y para la historia de esa Cuba,
esa que ya no existe porque nos la escamotearon. Siento mucho cariño por mi
primerísima novela escrita a los veinte años, “Sangre Azul”, y por “La Nada
Cotidiana”, que me dio a conocer mundialmente. Empecé escribiendo poesía y
nunca dejé de hacerlo. Tengo seis poemarios editados en castellano y uno en
francés, o sea siete, y saldrá un octavo pronto en español y en italiano.
El cine es otra forma de respiración vital. Mis dos pulmones son la palabra y
la imagen, por ambos respiro. Siempre he trabajado en el cine y lo sigo
haciendo, aunque sea de manera oblicua. Produje documentales de pintores
cubanos exiliados cuando nadie se ocupaba de ellos, y ahora muy pocos se
acuerdan de ese interés mío y de esas producciones cuando se refieren a estos
pintores, que han devenido santos. A todos los conocí, y fueron mis amigos. De
modo que el cine y la pintura, hablo de la pintura, no de eso que se hace ahora
y que no sé lo que es, ni me interesa, son para mí fuentes imperecederas de
inspiración y trabajo.

DF: Algunos te acusan que estuviste “conectada”
con la élite del poder cultural cubano ¿Qué les diría a los que supuestamente
“no olvidan” y aseguran conocerte?
ZV: No tengo nada que decirle a nadie porque jamás oculto nada, todo está en mi
obra y en mis entrevistas, y hasta en mi página de Facebook-Candela al Jarro.
Mi conexión con ese supuesto poder en Cuba es la siguiente: A los 18 años me
casé con un hombre que era muy amigo y trabajaba con Alfredo Guevara, en aquel
momento creador y presidente del ICAIC (Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos),
y amigo de juventud de Fidel Castro, comunista a su manera, afrancesado más que
sovietizado; figura controversial donde las haya. Meses después de esa relación
y matrimonio, que parecía normal, me confiaron que mi esposo y Guevara mantenían
una relación amorosa, de la que siempre estuve ajena, tampoco nunca los vi en
la cama. Mi vida, entonces, durante siete años fue absolutamente monacal,
entregada al sacerdocio de la literatura, y al conocimiento, porque con mi
esposo podía leer libros que él conseguía, primero a través de José Lezama
Lima, de quien fue también muy amigo y discípulo, y con quien también se le
atribuye una relación amorosa, plasmada en un poema bellísimo que se titula “El
esperado”, y después, a través de sus viajes. Le agradezco a ese primer esposo
toda la sabiduría que adquirí con él, a través de esos libros que me prestó y
de sus vivencias; ya, después, el horror conyugal forma parte de mi vida
privada. A través de él conocí a Alfredo Guevara, que siempre me trató –dicho
por él mismo- como la esposa de su amigo, que era lo mismo que Venus, su
perrita, en relación a Bachus, su perrito predilecto, la atracción que lo
mantenía cercano.
Nunca sostuve en esos años conexión ninguna, ni mucho menos directa, con el poder,
ni tampoco me beneficié de nada. Seguíamos viviendo en un cuartucho en
Mercaderes 2, el Solar de los Intelectuales, así le llamaban, con baño
colectivo y sin cocina, con un pequeño reverbero de luz brillante o keroseno, y
comiendo de la libreta de racionamiento como cualquier cubano. Tras el fracaso
monumental de la película “Cecilia”, dirigida por Humberto Solás y producida
por un entusiasta Alfredo Guevara, y el ICAIC, en la que trabajaron muchas
personas que hoy se encuentran en el exilio en Miami y en otras partes del
mundo, incluido mi primer esposo, Fidel Castro, en un ataque de ira de los que
a él le cegaban, ejecutó la destitución de Guevara. Su destitución supuso
enviarlo a un exilio de terciopelo en París como embajador de la UNESCO, a lo que
él aceptó porque no podía elegir. Estamos hablando del año 1983, en aquellos
años todavía enviar a un funcionario de la categoría de AG a un país
capitalista, era más un castigo que un premio, un premio hubiera sido
considerado el nombramiento en un país comunista.
Recuerdo que mi esposo me pidió que saliéramos esa noche a hablar mientras
caminábamos por el muro del Malecón, y me anunció que Alfredo Guevara le había
propuesto irse con él a París, en el equipo que él formaría, y que él debía
aceptar, pero que para viajar debía irse con una esposa, o sea, conmigo, cosa
de evitar comidillas. Como comprenderás accedí, no sólo porque yo en aquel
momento concebía el amor como una entrega total a ese hombre, además entre
cargar cubos de agua a diario en un cuarto de La Habana Vieja y bañarme en un
baño colectivo con un “mirahuecos” al que tenía que estar esquivando, llamado
Al Cafotano, con nombre de mafioso. Luego entonces, cualquiera hubiera hecho lo
que yo hice, irme con él a París, ciudad con la que yo soñaba a través de la
literatura. Había leído ya “En busca del tiempo perdido”, en la edición que
había pertenecido a Lezama, y acotada por él, pues Lezama se la había regalado
a mi esposo. También, mucho antes, había leído toda la obra de Lezama, porque
había conocido a María Luisa, la viuda de Lezama, y la visitaba asiduamente.
Cuando por fin se produjo el viaje, contaba 23 años, y pasé cinco años en una
ciudad y en un país maravilloso donde no todo fue maravilloso, como podrás
suponer. El control por parte de la embajada castrista era muy recio y yo
siempre he sido un espíritu libre. Antes de salir -y lo preciso bien-, hicieron
una verificación exhaustiva, sobre todo política, de mi persona: yo había sido
expulsada de la universidad y mi padre había sido un preso político que acababa
de ser liberado. Pero las mañas de Alfredo Guevara hicieron que eso pasara a un
segundo plano, y se notificara como importante pero no decisivo. Tras esos
cinco años, regresé forzada a Cuba, lo que era normal en mi caso; me divorcié,
y después de muy breve tiempo me volví a casar. Mi segundo esposo murió en un
accidente de avión, fueron cuatro años de vida en común. Nos distanciaban
infinidad de discusiones políticas, él era, más que castrista, de izquierdas, un
convencido al que le decían Pepe Kruschov, y yo seguía con mi rebeldía lógica
de la edad y de mi carácter, pero nos amábamos y pese a esas diferencias, pues
nos entendíamos. Tres años después de su muerte encontré al padre de mi hija, y
vivimos veinte años casados, en el exilio en París.
Mi relación con el poder, entonces, como ves, fue breve y sobre todo leve. Es
curioso que nadie cuestione la relación de mi primer esposo con el poder, que
sí fue él quien la tuvo. Nadie dijo nada cuando, por ejemplo, presentó a la
bloguera Yoani Sánchez en México, pues que fue él quien lo hizo. O tampoco cuestionen
el caso de Guillermo Cabrera Infante, que fue directamente diplomático en
Bélgica y viajó con Fidel Castro a Estados Unidos, como él mismo cuenta en sus
libros, a la misma edad en la que yo me estaba ya exiliando. Ni tampoco se
comente sobre la participación política de Juan Arcocha, también diplomático, y
un escritor injustamente menos conocido. O de la presencia del poeta Raúl
Rivero como corresponsal de Prensa Latina en la URSS y mano derecha de Toni Pérez
Herrero, el tercer hombre desde el punto de vista ideológico de Cuba, jefe del
PCC, antes que Carlos Aldana. O del propio Jesús Díaz, creador y director de la
Revista Cuba Encuentro, que fue el secretario general del Partido Comunista del
ICAIC, y que se dedicaba a colgar en el mural, quiénes hacían la guardia y
quiénes no. O del miliciano Leonardo Padura, y de su puesto relevante en la
UNEAC CUAC CUAC (como la llamaba Reinaldo Arenas). Es muy curioso que no
investiguen y comenten sobre Wendy Guerra y sus relaciones con el Gabo y la
Escuela Internacional de Cine. O sobre Daína Chaviano y su relación con Wichy
Nogueras, que también fue mi amigo, y su otra amistad con Mario Rodríguez
Alemán, reconocido censor perteneciente a la corriente del realismo socialista
de la isla. Ni se hurgue en el pasado de Pedro Juan Gutiérrez y su actuación
como periodista oficialista de Verde Olivo, la revista del MINFAR, y Bohemia.
Ni la relación estrecha de Wendy Guerra, reitero, con Gabo y Norkita Korda, a
lo que a mí no me corresponde contestar, porque no soy la indicada ni me
interesa para nada la vida de nadie.
Existe una especie de fijación malsana conmigo, y un cúmulo extraño de mentiras
e infamias que, dicho sea de paso, tampoco me importan demasiado. Pero, desde
luego, esa persecución moral de mi persona no debe dejar vivir confortablemente
a los que la ejercen a diario, y mienten sobre mí.
Mi relación con Alfredo Guevara, que jamás llegó a ser verdadera amistad
–aunque sí reconoció que yo era la mujer más inteligente que él había
conocido-, terminó cuando cesaron mis cuatro años de contratación como Jefa de
Redacción y Sub Directora de la Revista “Cine Cubano”, para lo que me propuso
porque yo estaba desempleada, mi amigo el poeta Antonio Conte, “el Niño Conte”,
a quien conocí durante mi primer matrimonio, y que en ese momento era el que
ocupaba el cargo de Jefe de Redacción de la Revista “Cine Cubano”, pero lo
habían invitado a ir a Colombia, viaje que aprovechó para quedarse, y me
propuso como su reemplazante. Antonio Conte luego se exilió en Miami, donde
murió de un infarto, gran poeta y gran persona, muy vinculado, por cierto a la
Revista “Cuba Internacional”, que fue una revista como de elegidos, creada por
el régimen, por supuesto, hacia el extranjero, y donde también trabajó Reinaldo
Escobar, alias “Macho Rico” para sus amigos, como él bien aclara, actual esposo
de Yoani Sánchez, y que fue mi amigo en aquella época de juventud, cuando él
estaba casado con Sonia Pérez, también fotógrafa de “Cuba Internacional”.
No tuve ninguna relación profunda con el poder, ni jamás fui privilegiada
directamente por el poder castrista. Trabajé para el estado cubano solamente
siete años, bajo contratación, en una institución cultural. Me exilié a los 34
años, y jamás fui militante de nada, ni le hice ningún daño a nadie. A mi sí
que me lo hicieron, y me lo siguen haciendo, y mucho, con ensañamiento y
alevosía. Tampoco me preocupa. Uno se muere cuando se muere. Y la verdad es mi
verdad, la que vivo a diario.
Curiosamente, tampoco se indaga, ni nadie o pocos se interesan, por conocer mis
intervenciones en pro de los pintores contestatarios de los 80, y mi defensa y
apoyo desde la revista “Cine Cubano” a cineastas underground en la isla, y mis enfrentamientos a Alfredo Guevara y
al propio Fidel Castro a partir de mi guión ‘Vidas paralelas’, que es el primer
guión antes que ‘Fresa y chocolate’, y tiene como protagonista a un homosexual
y a un guaposo, Orlando Urdaneta, venezolano, y Omar Mohinelo, cubano; que ambos
protagonistas pueden dar fe. La polémica alrededor de esa película amenazó con
silenciarnos a todos, y de hecho la película fue eliminada con los pretextos
más absurdos e injustos, y otros justos, porque debimos de haber ido a más,
pero yo sólo era la guionista. Que por cierto, hoy aparece el director como
co-guionista, y ese guión lo escribí yo sola. Curioso también que se ignore mi
renuncia a pertenecer a organismos de masas elementales, CDR y FMC, y otros
menos, como la UNEAC CUAC CUAC, y mi firma en un documento opositor, del que
luego fui extrañamente borrada.
Soy hoy una mujer libre, relativamente feliz, con mi hija, con mi gata “Sócrata”,
con mi soledad, y con el hombre que amo y me ama, el hombre al que siempre
esperé, aunque ahora vivamos lejanos uno del otro.

DF: ¿Cuándo y por qué decides
salir definitivamente de Cuba? ¿Por qué Paris y no Miami?
ZV: Nunca quise irme de Cuba, mientras mis amigos enloquecían por marcharse yo
vivía con esa idea romántica en mi aturullada cabeza de que las cosas había que
cambiarlas desde dentro. Muchas veces estuve tentada a irme, una de ellas
solamente por acompañar a alguien a quien quise mucho, un amigo que se largó en
una balsa. No lo hice, por mi, por mi madre, no por miedo, yo muy pocas veces
tuve miedo. Cuando a mi padre por fin le dieron la salida, y se fue mi mejor
amiga, entonces empecé a pensarlo seriamente. Incluso, cuando vivía aquí en
París en aquellos años 80, con mi primer marido, estuve a punto de hacerlo, de
quedarme, estuvimos a punto de hacerlo. Pero él siempre se debió a la fidelidad
y al agradecimiento con Alfredo Guevara.
El déclic definitivo lo tuve cuando
ocurrió la tragedia del Remolcador Trece de Marzo, mi hija estaba recién nacida
y yo no quería que mi hija viviera lo mismo que yo viví, yo ya había perdido
las esperanzas de cambiar algo desde dentro. Sabía que aquello tenía dos vías:
la cárcel o el exilio. El 5 de agosto de 1994, el día del Maleconazo, le puse
punto final a “La nada cotidiana”. Un amigo francés imprimió el manuscrito en
su hotel, y se lo llevó con él.
Salí ese día muy temprano con mi hija en brazos a dar un paseo por el Malecón,
a que tomara el sol, y entonces me encontré con el fenómeno del Maleconazo.
Momentos muy intensos y angustiosos. Preparé todo minuciosamente y muy rápido,
con ayuda de dos periodistas franceses, Jean-François Fogel y Bertrand
Rosenthal, coautores del libro Fin de
siècle á La Havane. Les secrets du pouvoir…, y de una profesora y
traductora de “La nada cotidiana”, Carmen Val Julián, de la Escuela Normal
Superior.
La Escuela Normal Superior me
cursó una invitación de tres meses para impartir unas conferencias sobre la
poesía amorosa de José Martí, y mi editorial francesa se ocupó de las
invitaciones de mi hija y de mi marido. Ya yo había osado –por lo que había
tenido serios problemas políticos- publicar mi primera novela “Sangre azul”,
sin la autorización de la agencia CENDA, que dirigía el argentino Jorge
Timossi, y que controlaba los derechos de autor de los escritores cubanos en el
extranjero (una manera de ellos ganar dólares). Sólo dos escritores en la época
habían osado firmar contratos de forma independiente con una editorial francesa
viviendo en Cuba: Reinaldo Arenas y después yo. A Arenas le costó dos años de
cárcel, entre otras injustas acusaciones. En mi caso, cuando lo firmé, todavía
no había leído “Antes que anochezca”. Ahí fue que me enteré de la verdadera
causa, o una de ellas, de la prisión de Reinaldo: publicar en el extranjero,
aparte de su homosexualidad, claro está, pero sobre todo su firme posición
política en contra del régimen.
DF: El General, es evidente que no pretende dejar la silla del poder en Cuba
tan corridamente, a pesar de haberlo prometido, pero de levantarse, seguirá
sentado en la de Primer Secretario del Partido, la que es objetivamente el
verdadero poder. Todo se va a reducir a un cambio de butacas y renovados
cojines, y uno que otro cuadro viejo colgando en una nueva oficina. Sin
embargo, esto de una manera u otra va acontecer, y un día, quiera Dios no sea
muy lejano, El General va a terminar, al decir de Heberto Padilla, “fuera del
juego”. ¿Qué avizoras para Cuba después que Raúl Castro ya no forme parte del casting actual? ¿Podría darse el
escenario de que el castrismo se enraíce como doctrina, una seudo ideología, y
llegue a presentarse, incluso, como un nuevo partido?
ZV: No creo que Raúl Castro deje el poder nunca, como tampoco lo dejó su
hermano jamás, incluso después de su tan cacareada jubilación. Ellos sólo se
apartan del poder al morir cómodamente en sus camas. No creo en ninguna
sucesión viable que solucionará nada, esa sucesión será familiar, y de a dedo,
como ellos acostumbran. Miguel Díaz-Canel pudiera ser nombrado, pero la familia
controlará invariablemente a través del hijo de Raúl Castro, Alejandro Castro,
o de la hija, Mariela Castro, más conocida como ‘Mocopegao’, que son los que
llevarán el mando, junto con los militares. Allí no se moverá nada sin el
dominio de la mafia Castro.
El Partido Comunista no necesita presentarse como nuevo Partido, puesto que
hasta el momento es el primer y único Partido de ese desdichado país. De nuevo
y de novedoso no tiene nada, más bien de anciano y decrépito sí que tiene
mucho. No pienso que ellos aceptarán, ni de broma, ningún tipo de
pluripartidismo, y por otro lado los cubanos de a pie tampoco se interesan
demasiado en eso, lo que no quiere decir que la oposición válida lo intente
mediante figuras legales que se salten la supuesta ‘legalidad castrista’, pero
que cumplan la legitimidad internacional. Pero los cubanos, o “kubanoides”, término
prestado del maestro Andrés Pascual, andan muy ocupados en el nuevo ritmo de
moda, y en buscar la manera de escapar de aquel infierno.
Escribí y publiqué una ‘Propuesta para una Cuba verdadera, vital y libre’, muy
pocos cubanos se han interesado en ella. Nadie de la oposición, aparte algunos
miembros del MCL (Movimiento Cristiano Liberación) me ha hecho comentario al
respecto.
DF: ¿Para ti, qué falla en la oposición cubana, que luego de tanta miseria
social, económica, y durante más de medio siglo de férrea dictadura, no se
consigue aun aglutinar a una sociedad que padece de todo menos lo bueno, para
que finalmente suceda una insubordinación total? ¿Alguna corriente, una figura
en particular con la que simpatices?
ZV: Falla todo, porque el sistema, durante seis décadas ha construido, y
cometido, una pirámide de inmoralidades y crímenes en los que se basa la mera
existencia, y por supuesto, ese ha sido el nefasto pilar de toda la sociedad.
Muy pocos se salvan de esa matriz podrida. Y resulta más fácil readaptarla a
las necesidades propias que tumbarla para edificar otra.
Con la única corriente con la que simpatizo es con el Movimiento Cristiano
Liberación, que es la única real existente -con diferencias, por suerte, porque
nuestras diferencias son comprendidas-. Tuve esas diferencias con Oswaldo Payá,
en vida de él lo critiqué públicamente y por escrito, y él tuvo la grandeza de
responderme cuando lo conocí aquí en París. Aunque no abracé totalmente sus
intenciones, me convencieron su forma cercana y diferente de abordar los temas,
su inteligencia. Payá tenía otro lenguaje, un lenguaje fluido, de
entendimiento, aunque no compartiéramos las mismas experiencias, ni las vías,
pero teníamos el mismo objetivo, la clara libertad de Cuba, de una Cuba
próspera y decente, en la medida en la que la decencia sea vista y admitida en
el mundo de hoy -a mi juicio-, y sin los Castro. Si lees el capítulo que le
dediqué en “La Ficción Fidel”, mi crítica es dura para con él y para el MCL en
su posición relativa al exilio, pero al final termino afirmando que “este será
probablemente el único hombre con el que se podrá contar para pensar en el
futuro de una Cuba libre”. A Payá se le podía criticar, y él respondía con
indulgencia, no se hacía el loco, no evitaba, no hacía como si tú no existieras.
No, Payá respondía, y respondía de manera inteligente, caballerosa, y
convincente. Reitero, aunque no estuve y no estoy de acuerdo con algunas de sus
perspectivas, puedo concluir que ha sido la figura más importante que ha tenido
Cuba en los últimos veinte años.
Lo demás, pues mira, en una época me interesé bastante por algunos opositores
de dentro y del exilio, ya hoy en día los veo poco sugestivos. Creo todavía
firmemente en los “Presos Plantados”, en la labor de “Alpha 66”, de Ángel de
Fana y de Ernesto Díaz, de Sylvia Iriondo y “MAR por Cuba”. “Hermanos al
Rescate” fue una organización que salvó muchas vidas de balseros cubanos, a
pesar de lo que se diga y hasta se invente. Y tengo una amistad histórica con la familia
Batista y con los Díaz-Balart, en la que hay también muchas diferencias entre
mi pensamiento y el de ellos.
En la Aquella Isleta ha coexistido
desde el 2007 hasta la fecha una oposición que yo llamo “bichidisidencia”, muy
apropiada y conveniente para Raúl Castro. Esto empezó mucho antes de algunas
publicaciones en el extranjero, y bajo la máscara de un supuesto exilio
condescendiente y “encontrón” con la tiranía, y se condensó, tomó fuerzas a
partir de un grupo de blogueros y falsos opositores, “empresarios” –como ellos
mismos se han definido- de la Cuba Inc. Raulista
Fraudulenta, y de lo que Oswaldo Payá supo alertar –como algunos de
nosotros desde el exilio- y de lo que él mismo fue en parte víctima, y que le
costó la vida finalmente.
De modo que veo solamente en estos momentos como un movimiento verdaderamente
activo al MCL, y aunque como sabes, su líder, Eduardo Cardet, fue condenado a
tres años de cárcel de manera injusta y todavía se encuentra en prisión, tienen
muy movilizada a su coordinadora Rosa María Rodríguez. Es un movimiento que
trabaja en silencio, como hormiguitas, y llegan de la manera más discreta y
efectiva a los lugares más recónditos de la isla, sin apoyo de ningún tipo. El
resto, a estas alturas, me parece poco fiable y en el peor de los casos muy
oportunistas, y sin ningún proyecto fundamental y esencial.
DF: Eres sumamente controvertida, radical en algunos casos, y las pasiones son
intensas en ti y en ambos bandos: unos te odian, te acusan de cuanto se les
antoja; otros te defienden “a capa y espada” y muestran a cada minuto su
solidaridad ¿Zonas para la concordia en Zoe? ¿Perdonas a tus enemigos, y de
paso ofreces la otra mejilla…?
ZV: No pretendo ser controversial como no sea a través de mis escritos y de mis
ideas, a veces a través de mis poses públicas de escritora. La verdad siempre
es radical, por eso es verdad, y para llegar a ella no sobran las
controversias, más bien faltarían. No hay verdades a medias tintas.
Soy apasionada en el amor, pero no en el pensamiento. Poseo, aunque no lo
demuestre intencionadamente, una semi formación cartesiana, pues llevo muchos
años en Francia, y la pura razón forma parte de mí. La estudio y la asimilo,
eso sí, desde mi insularidad. Aprendí a pensar con José Martí, con Félix
Varela, y en Francia con sus pensadores, escritores, poetas y filósofos, así
como con otros pensadores y creadores europeos.
En cuanto al odio que tú dices me tienen, aseguran por ahí que el odio es una
manera de amar, de profesar el amor, de reconocer, y así lo tomo. Los que
asumen mi defensa, pienso que son personas valientes, justas, y lo agradeceré
toda mi vida. Mi zona de concordia es la inteligencia. Me enamora y me seduce
la inteligencia. Con la imbecilidad y la ignorancia no puedo, no comulgo, no
consigo fraguar nada, objetivo y no objetivo.
No tengo enemigos, ellos me tienen a mí. De manera que no tengo nada que
perdonar. Sostengo y mantengo, eso sí, un combate, y ese combate es en contra
del castrocomunismo y del comunismo.
DF: ¿Tienes fe que, en un futuro seamos una nación democrática, basada en el
respeto a la ley y el orden, amantes del derecho propio y ajeno? ¿Por el
contrario, estamos tan jodidamente condenados a padecer de manera perpetua,
debido a lo que unos llaman “nuestra idiosincrasia”, “la cubanía”?
ZV: No tengo fe en nada que provenga del ser humano, o “humalo”. Que me
perdonen Dios y Martí, no tengo fe en el mundo ni en la humanidad. Tampoco la
tengo en esa Cuba que veo ante mis azorados y apesadumbrados ojos, y que me
horroriza. La humanidad ha atravesado por períodos espantosos y por momentos
sublimes. El padecimiento, sin embargo, ha sido perpetuo, en una u otra
dirección y dimensión. “La vida es una estafa”, cito a mi mejor amigo, el
pintor Ramón Unzueta, que en paz descanse. La perfección no existe, y los
cubanos no estamos exentos de ese fatum o destino cruel, que no es precisamente un destino, a mi modo de ver, sino más
bien resulta una consecuencia de la historia fatal e inhumana de la humanidad a
través de los siglos.
Medio siglo de tiranía nos ha enseñado bien poco, por lo que se puede comprobar;
o bien poco hemos ansiado aprender y asimilamos cada vez menos de las
experiencias vividas. Sin embargo, sigo añorando comportarme con ademanes
positivos, y sólo deseo lo mejor para el mundo y para Cuba. Esa Cuba, que
deberá en algún momento regresar a sus antiguas aspiraciones de universalidad y
civilización, por las que tanto se luchó antaño.
DF: ¿En una Cuba democrática debería proscribirse el Partido Comunista Cubano,
tal y como hicieran en Ucrania?
ZV: El comunismo, así como todos sus símbolos y representaciones, debieran
proscribirse como se ha hecho con el fascismo, el nazismo, y sus símbolos y
atributos. Claro, ellos siempre encontrarán una forma de deslizarse bajo otros
nombres y facciones. Pero urge que, de manera real y no solamente simbólica, en
honor a los millones de víctimas, el comunismo sea considerado uno de los
peores enemigos de la humanidad, indigno de ella y de representarla por
cualquiera de sus vías, y que en consecuencia sea borrado de la faz de la
tierra.
DF: ¿Proyectos inmediatos y a largo plazo que tengas?
ZV: He vuelto a la poesía, de manera inesperada, insólita, aunque puedo
descifrarlo: estoy muy enamorada. Dulce María Loynaz me confesó hace años en
una de aquellas visitas tremendas que me convirtieron en su devota lectora y
amiga, y que recuerdo a menudo con otra persona muy querida para mí, y que
también fue su amigo y lo es mío, el escritor, ensayista y profesor Alejandro
González Acosta, que “escribir poesía de viejo era una grosería ridícula, que
la poesía se escribía de joven”. Pues estoy encantada con esta otra grosería
ridícula de las mías.
He terminado por fin la novela de Batista, y en Francia saldrá este año una
novela erótica y también política, sobre la sexualidad habanera en los años 70,
y sobre el deseo y la libertad, desde luego. He publicado recientemente en
Francia una noveleta sobre los últimos días de Paul Gauguin, que ha salido editada
junto con la magna exposición que le dedica el Grand Palais en París. Y acaricio varias ideas que todavía no están
demasiado concretas en mi mente…
DF: Cuba: ¿una herida que no cierra? ¿Regresarías alguna vez...?
ZV: Mi gran herida, la cicatriz abierta, se llama José Martí, su muerte me
duele cada día, y su poesía y su escritura me acompañan día y noche. Cuba ya es
sólo para mi Aquella Isla donde nací y crecí, y a la que no reconozco en la
Cuba actual.
El mundo es vasto, y he descubierto otros mundos y otras islas. Hay una que
amo, se llama Loyalty, “Lealtad”, es
hermosa y me conviene emocionalmente, desde su nombre hasta la espesura de su
naturaleza. Regresaré a Cuba, cuando existan la libertad y la democracia, para
observar y volver a levantar el pie de inmediato. Por el momento es lo que
pienso, podría cambiar de parecer, podría suceder que no regrese nunca, pase lo
que pase. Regresar, para mí, no contiene ningún misterio. El misterio mayor es
partir. Partir sin nada, sin el apoyo de nadie, con una niña pequeña, veinte
dólares en el monedero, y la maleta repleta de libros. Partir
ha sido el mayor misterio de mi vida...