Corría el año 83 del siglo XX, mes de diciembre para ser más exacto, y por obra y gracia de un Jefe del Sector de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), y con la complicidad de la Presidenta de un Comité de Defensa de la Revolución (CDR), que dos décadas después llegaría a Miami huyendo de ese comunismo que con tanta pasión visceral defendía, como resultado de esta alianza combativa tuve que huir de La Habana, ciudad donde nací en medio del asfalto, concreto y mar, y en Nuevo Vedado, insistiendo en “para ser más exacto”, muy lejos de la guayabera, el campo y la guitarra, lejos de una tradición añeja y fuerte.
Huía únicamente por el supuesto delito de ser un “diversionista ideológico”, “desafecto al proceso”, con la amenaza de, si no me redimía y regresaba al camino del “hombre nuevo” por la única contravención filosófica de no adorar a Marx y a otros peludos, por no comportarme como un joven que pensara como ellos, catequizado en el ideario que los revolucionarios esperaban que yo practicase con fe ciega, pues mis jóvenes huesos irían a parar al “Combinado del Este”, prisión tristemente célebre en la Isla, en particular La Habana.
Fue ese mi primer “insilio”, mi primera escapada, y la ciudad de Cienfuegos, mi querida Fernandina de Jagua, vino a salvarme de las rejas del Este, darme su amparo entre lomas y mar, siempre el mar, en medio de otras cosas buenas lo mismo.
Si, a lo mejor dirás, luego de leer el párrafo que sigue, el primero no es necesario para eso que
pretendo contar. Sin embargo, en mi caso puede sea vital, porque justo mi huida
a Cienfuegos (años más tarde vendría la otra, hacia Miami), pues esa huida me
proporcionó el placer, el inmenso privilegio, que mucho tiempo después comenzara
yo a escribir Décimas (va con mayúscula con sobrada intención), una forma o
manera que muchos han pretendido ningunear, y allá “los revolucionarios” acabaron por “ponerla al servicio de la causa revolucionaria y del niño Elian”,
al punto que una gran mayoría de gente, sobre todo los capitalinos, terminaron
por odiarla y los más ilustrados considerar a esta expresión un “elemento” menor
en la poesía.
Los inicios, confieso, fueron entre burlas y muy poco serios, lo citadino en mi preponderaba, cargaba incluso sus ventajas al diferenciarme del resto: era yo “el habanero”. Sin embargo, gracias a tres buenos amigos en particular, comencé a descubrir la belleza de esta forma y terminé por enamorarme de toda ella. Ya lo he dicho en otras ocasiones, estos amigos son Alberto Sicilia, Jesús Candelario Alvarado, y Alberto Vega Falcon, junto con el bueno de Iznaga, este último hermano del Jilguero de Cienfuegos, muy popular en Cuba como cantante y cultivador de la Décima.
Y así, entre canturías, ron y jolgorio, y un importante Taller, concluí
escribiendo versos octosílabos, rimados, organizados en un cuerpo rígido pero
no por eso menos hermoso, y con todo respeto hice mis versos a mi manera, a la my
way, y hoy tengo a bien anunciar que este, mi segundo cuaderno de décimas, está
a la venta en Amazon.
“Coordenadas Ilícitas”,
con prólogo de Juan Carlos Recio y bajo el sello editorial CAAW que preside
Yovana Martínez, ya es un hecho. Si lo compras, espero lo disfrutes…
Coordenadas lícitas
Cuando
la naturaleza de lo escrito está dotada de influir al lector sin prejuicios que
separen la calidad de la poesía, en particular dentro de la décima, y ver ambas
en una sola línea de ascenso con notoriedad, no ocurren milagros ni azares. Solamente
te encuentras ante un autor que, inspiración y conocimiento, lo asume hasta
esas ascensiones donde se multiplican porque, sin ser divorciadas de la décima
tradicional, actualiza en contextos y profundidad cada motivo que experimenta
con maestría, rompiendo el verso que ubica por respiración al leerlo, o porque
la rima cae dentro de la oración libre como un reloj perfecto que no olvida
procedencia y regla, para que esta poética rimada no desenfoque de la
primerísima importancia de la décima en todos los panoramas (y reglas) de lo
semántico.
Si Denis Fortún, en “Coordenadas Ilícitas”, aun cuando discursa desde un lenguaje que no abraza laberintos de palabras, y no fuera ese otro lector de talento de sus provocaciones y también de sus motivos para lo que engrandece, no encontrarías lo sublime amoroso, y hasta lo agudo referencial, estructurado en lo conceptual donde lirismo y sarcasmo no sólo fluyen, sino que se coronan junto a esos acordes de lo íntimo, que te pasea por sus interrogantes, preocupaciones, y memoria lúdica. El poeta considera que recordar es una búsqueda y no se anda por las ramas en el uso de palabras, o estados de ánimo, que te conecta sin medir catarsis amén que nos induce con claridad a esa inspiración natural y coherente de la naturaleza del carácter, con la que su balance sobre lo lírico y lo anecdótico no te deconstruye, lo que simboliza para muchos otros, desde su limitante, una acción cerebral de dominio del género literario.
No obstante, lo que subyace en los logros de “Coordenadas
Ilícitas”, es justamente que posee el dominio desde lo conceptual y lo estético
hacia lo que narra con evidencias; de que su equilibrio en este discurso
proviene de su profundo respeto a lo que ya fue fundado con garantías; de que
no se trata de permitir la confusión entre lo que supone, y que algunos
críticos han separado por error y ceguera en tanto décima y poesía son de
manera raigal una misma presunción de la belleza, acto que el autor en este
libro logra dilucidar colocando sus indagaciones de individuo en la misma
dimensión que las formas escogidas, para asumir así lo atemporal.
Juan Carlos Recio Martínez. Florida, mayo del 2023