lunes, 7 de diciembre de 2009

Café Demetrio (II)




Decir que fue perfecta la noche, sería mentir. Los de atrás, algunos se quejaban que no se escuchaba bien; otros, que en medio de la lectura una camarera interrumpía para satisfacer pedidos -hubo uno que no fue pagado debidamente y alguien se marchó sin que sonara la caja contadora; cosa fea y, que fue en detrimento a los saldos de una de las tarjetas de Joaquín-; los más atrevidos, proponen que para la próxima se haga una especie de foro y que el público se ubique alrededor de los poetas. Sin embargo, el estreno de la tertulia que se pretende sea el primer viernes de cada mes, “La otra esquina de las palabras”, sin dudas tuvo un saldo bien positivo, y como ya mencioné antes, este pueblo repleto de semáforos ha de agradecerlo. En cuanto a los editores, dejaron en claro que publicar en Miami no es cosa fácil debido a los costos, luego las ventas y los cobros a librerías morosas, pero todos coincidieron en que vale la pena el esfuerzo y continuarán con su empeño. Por supuesto que una premisa los asiste: la calidad de los textos y que el producto final -el libro objeto- sea lo suficiente bueno lo mismo en diseño que en encuadernación. Los poetas, por su parte hicieron lo suyo cada uno. Rolando Jorge y Alejandro Fonseca, con los que tuve el privilegio de compartir la primera parte de la lectura, leyeron trabajos que prueban su oficio. Luego siguieron Heriberto Hernández, Riverón y Guerra, los cuales dejaron con buen sabor a un auditorio en su mayoría conocedor y exigente. Cabe destacar uno de los poemas de George Riverón -con el que terminó su lectura y que lamentablemente no recuerdo el título- que motivó un aplauso cerrado y la aceptación de los que allí estábamos y, lo mismo, el que fue leído por Germán Guerra. Este último, sobre una anécdota que le contara Ena Columbié de un viaje que hizo al Ecuador, y la actitud de un indio de no dejarse retratar por temor a que le robasen su alma; poema dedicado a Heriberto Hernández por su opinión en cuanto a, si la fotografía puede considerarse un arte o no; y a Delio Regueral, del que todos conocemos su obra. Cerró Joaquín con poemas de su cuaderno "Trilogía del paria" (Editorial Silueta, de Rodolfo Martinez Sotomayor).

En fin, puede que los haya que no estén de acuerdo conmigo. Siempre en estas lides abundan los detractores, los que por hábito critican y nada aportan. Ahora bien, considero que, a pesar de los pequeños inconvenientes que puedan señalar los más exigentes, y que suceden por la dinámica misma que asiste a cualquier proyecto que es presentado por primera vez -muy escasos por cierto-, concluyo que la noche del viernes en Café Demetrio abre una posibilidad, una opción, que hemos de cuidar y asistir en lo que esté a nuestro alcance. Y asimismo, felicitar a Joaquín Gálvez, quien se nos desdobla y se convierte en un buen promotor y excelente anfitrión.