jueves, 27 de mayo de 2010

La presentación

Por Denis Fortun


El Moderador invita al numeroso público para que ocupen de una buena vez las sillas. La presentación comenzará en breves segundos. El Presentador se sienta a la izquierda del Moderador, y a la derecha de éste lo hace el Autor. Después de ponerse los espejuelos, rasgar la garganta, con marcada paciencia el Presentador saca de uno de los bolsillos trasero de su gastado jeans unas cuartillas arrugadas, las abre, y finalmente se dispone a leerlas. Todos prestan una atención poco usual…

“El libro que nos ocupa hoy y que lamentablemente he de exponer, prologar, puede definirse a grosso modo como la insana obsesión de su autor por nada más saberse, confirmarse otra vez para tristeza nuestra, como un personaje édito, y además, únicamente lo hace por la intención de presumir entre los del gremio que ya tiene cuatro libros publicados, los que, a pesar de no guardar aparente relación entre ellos, cuentan con el común denominador de que todos resultan imposibles de leer. El ego de este pseudo intelectual, al que tengo el desagradable privilegio de desenmascarar al frente de todos ustedes, enfermo como está, precisa de la letra impresa para sentirse realizado y, sin importar costos, ha pagado para que salga a la luz este bodrio bajo el sello de una editorial inescrupulosa que se aprovecha de incautos que deberían prohibírsele el uso de ordenadores, papeles, bolígrafos, hasta cartuchos, con tal de que no se atreviesen a escribir esto que, ellos, practicando el mayor irrespeto que se haya tenido con la cultura en general, llaman poesía...

Sin embargo, le ruego a los presentes que, si les sobra dinero; si tienen el suficiente mal gusto como para leerse este mejunje; si realmente no se respetan a si mismo e igual tienen problemas de autoestima, pues que compren ésta suerte de comistrajo literario. Eso sí, después, por amor al prójimo, quémenlo... Jamás comentan el acto sacrílego de recomendárselo a alguien, y mucho menos prestarlo”.

El Moderador reconoció las palabras del presentador y propuso entonces al Autor que leyese uno de los poemas del cuaderno de marras. Luego de agradecer las palabras del Presentador, decirle que su resentimiento y frustración eran de tal magnitud, como para que él asegurase que su obra era una mierda, éste leyó un texto extenso, lo que le permitió al publico salir para tomar unas copas de vino y socializar un tanto. Cuando el Moderador anuncio que, los que lo desearan podían hacer preguntas, de nuevo la sala volvió a repletarse.

Horas más tarde, Moderador y Presentador, cerrados en una pequeña oficina, contaban las jugosas ganancias que habían obtenido por la venta del libro, en lo que el Autor se quejaba de un fuerte dolor en la muñeca de tantos ejemplares que hubo de firmar…