jueves, 1 de julio de 2010

Rompiendo la rutina

por Zahylis Ferro

Ver como anochece desde el piso 9 de una oficina vacía se ha sumado hoy a mi lista de las imagines típicas de la desolación. No tiendo a ser muy exigente con las clasificaciones, de hecho siempre le busco la quinta pata al gato para entender lo inentendible y explicar lo inexplicable. De cualquier manera, hay cosas que no dejan de transmitirme desolación por muchos colores con que quiera pintarlas. El hombre que come solo (y no es empleado) en el chinesse take-out de Coral Way del que regularmente ordeno. El carrito de los helados que pasa por la calle donde vive mi suegra donde casi no hay niños y que tiene una música tan triste y aguda que entristece los oídos y hace derretirse el más helado de los corazones. Cosas así; cosas que pasan. Sin embargo, mi “privilegiada” vista desde el noveno piso de la oficina donde trabajo, completamente vacía me trajo la misma sensación. No acostumbro a trabajar de noche. Mis horas de ser solo una voz humana detrás de un número 1-800 mueren con el sol, dando paso a mis horas de ser yo, y ser amiga, esposa, hija y mamá.

Hoy fue diferente. El sol murió y lo vi morir sin que eso significara un cambio en mi postura. La oficina fue quedándose lentamente vacía. (Créanlo o no, no hay tanta demanda de voces humanas o números 1-800 después que cae el sol) Subí el volumen del televisor a mis espaldas para sentirme acompañada. En algún momento impreciso el empleado de la limpieza que está acostumbrado a pasar inadvertido y lleva audífonos para no escuchar y anda rápido y ligero para que no lo escuchen, pasó e hizo su trabajo. Siempre he querido creer que odio las rutinas. Hoy, rutina rota entre mis manos, me doy cuenta que lo que quiero creer no es necesariamente lo que creo. Hoy amo y extraño mi rutina de viernes. La que varía ligeramente cada vez, pero en la que nunca veo morir el sol desde el noveno piso, en la que imágenes de desolación no me vienen a la cabeza, y en la que mi hija, también acostumbrada a mi rutina rota, no pasa la tarde llorando y lejos de mí.