viernes, 1 de abril de 2011

Fernandina y el átomo terrible


El pasado 11 de marzo todos los medios de difusión brasileiros reproducían la noticia del terremoto, el terrible tsunami, y el posterior accidente en los reactores de Fukushima. Por supuesto, amén de la tragedia, que sin dudas acaparó la atención del mundo, incluso ubicando los sucesos de Libia en un segundo plano, en Sao Paulo el drama cobró una dimensión extraordinaria debido a la numerosa comunidad japonesa que habita en la capital paulista. Asimismo, por la presencia de más de treinta mil brasileiros en el archipiélago nipón.

Confieso que el Jornal Nacional, noticiero de televisión de Oglobo, y la Folha de Sao Paulo, resultaron mis espacios favoritos para mantenerme al tanto. Pero fue con la Folha..., por ese disfrute del papel y el olor a tinta, que día a día descubrí en sus páginas de manera más detallada lo acontecido no sólo en Japón, sino en el Medio Oriente y también en el ámbito local, no menos interesante por cierto. Sin embargo, en el caso de los trabajos que comentaban en cuanto a las usinas nucleares Made in Tokio, cada vez que leía algún articulo, ya fuese informativo o de opinión -desde luego, estos últimos con una notable tendencia a que se evite la diseminación del combustible elemental por la geografía brasileira y que Angra 3, si se construye finalmente en el complejo nuclear Almirante Álvaro Alberto, donde están ubicadas Angra1 y Angra 2, se revise hasta el más mínimo detalle su sistema de seguridad-, no conseguía evitar el imaginarme lo que pudo haber sucedido en Cuba si de una vez los planes ególatras de alumbrar nuestras precarias casas con una central electronuclear hubiesen resultado exitosos.

De regreso a Miami descubro que dos bloguers, muy distantes el uno de la otra, reflexionaron alrededor de un idéntico tema. Resumiendo, ambos se referían a lo que pudo representar el hecho de materializarse el engendro atómico en tierras criollas y cada uno, a su manera, bendijo el día en que el fiasco se hizo realidad y el proyecto de Juraguá se fue a bolina. Gracias, en primer lugar, al derrumbe de un muro y al hecho de que su onda expansiva fuera lo suficiente abarcadora como para desmoronar las piedras que soportaban un reactor en el lejano Caribe, y con su caída, todos nos sintiésemos más seguros. Posiblemente el único propósito revolucionario en que tirios y troyanos se regocijaron al saberse premiados. Contaban con la certeza de que de una buena vez se iba literalmente a la mierda el mega plan energético.

Cuba -quiero decir, la Isla como un animal en reposo- a pesar de no demostrarlo con regularidad, si acaso de manera esporádica y sin grandes sobresaltos o daños que lamentarse, ya fuesen humanos o materiales, lo que se agradece a Dios, forma parte de un área donde la actividad sísmica es considerable, más desde el centro hacia el oriente. Por otra parte, la técnica a usarse en la planta nuclear de marras era de procedencia soviética; la de Cienfuegos venia a ser una réplica de la de Chernobil.

De todos es sabido que la tecnología japonesa siempre ha sido superior a la rusa. Y la rusa que vino a poblar la geografía criolla desde una punta a la otra, fue siempre la que ellos consideraban obsoleta o en experimentación (un marcado habito en la conducta del Kremlin al momento de exportar sus “avances” y que venían practicando desde la guerra civil española). Igual, Japón posee recursos que ni remotamente Cuba dispuso en su época dorada pos revolucionaria. Y esa actividad sísmica que aparenta estar en un enrarecido letargo, pero muy próxima su agitación a nuestras costas si tenemos en cuenta el terremoto de Haití, si se le suma los efectos devastadores que traen consigo los huracanes, no tengo la menor idea de cómo describir una imagen tan apocalíptica; y siendo aún más dantesco en mi hipótesis, eventos naturales que bien pueden coincidir y, por tanto, su incalculable violencia ha de comprometer la estructura más sólida y segura de la que se tenga noticia.

Además, hablando ahora desde el prisma que los especialistas denominarían como el punto de vista sociológico: los japoneses están mejor preparados para imprevistos de este tipo y son mucho, pero mucho más disciplinados (y me atrevo a asegurarlo sin pudor alguno) que el resto del mundo y ya ven los costos de la tragedia. Y para su suerte, no padecen el pesado fardo del cumbancheo, la desinformación, las orientaciones políticas, una defensa civil que sin dejar de reconocer sus escasos méritos, se dirige desde la más alta magistratura y se maneja cual batalla que ha de ganársele al enemigo imperialista. Y lo peor, que de suceder una contaminación radioactiva, estoy convencido que la férrea censura habría de esconder la mala nueva hasta que el Partido calculara el costo político, tal y como hicieron los “hermanos soviéticos” en Chernobil, y el número de victimas por envenenamiento sería incalculable; y no sólo en Cuba.

En fin, coincidiendo con los bloguers que mencionaba al inicio, la suerte de que nuestra Isla no haya tenido suerte desde hace cincuenta años, ahora se asume como un premio. Que de llegar a vías de hechos el propósito de una CEN en Cuba, hoy día el peligro de que nos fragmentáramos en miles de pedazos no iba a estar bajo el amparo de ese estilo metafórico que a veces gustamos de usar para definir a la diáspora y sus derroteros, todo lo contrario. El riesgo de desaparecer de seguro iba a ser mucho mayor que cualquiera de los otros países que usan reactores para su desarrollo energético. Y si alguien lo duda, remítase a la naturaleza cubana -y no únicamente a la revolucionaria- para encontrar la respuesta.



foto: La Folha de Sao Paulo en versión impresa/Denis Fortun/Fernandina de Jagua