domingo, 14 de agosto de 2011

To be or not "tuvi"


A muchos no les satisface que un apologista del régimen venga a Miami a promover a sus pratocinadores. Que de eso es lo que trata finalmente el tan cacareado intercambio cultural, unidireccional además, aún cuando unos pocos se propongan vendernos la historia desde la premisa que es la música y no la política quien prevalece. Música, dicho sea de paso con toda honestidad (ignorando las apologéticas, lo que resulta dolorosamente difícil de soportar), de excelente factura en el caso de Pablo Milanés. Sin embargo, lo mismo a otro sector numeroso no le cuadra que hagamos un circo por su presencia y nos mostremos ante el mundo como un puñado de intransigentes. Postura que durante muchos años le hemos reclamado a La Habana, y con sobradas razones.

Pero he ahí el dilema, shakesperiano sin dudas. O nos comportamos ante el escenario global como apacibles demócratas (ejercicio que todavía no dominamos a plenitud) que dejan a un lado sus resentimientos, sus dolores y cicatrices, por proyectarnos como entes civilizados, dispuestos incluso al perdón; o actuamos según el comportamiento que nuestras vísceras nos dicten y sin temor mandamos al carajo a cuanto provocador venga a esta ciudad.

Leo en Diario de Cuba un artículo de Carlos Alberto Montaner, donde asegura que la alta dirigencia de la Isla lo que desea es que el concierto de Pablo Milanes se suspenda para ahí desatar el drama mediático de las manos, voces y caras feas, de abyectos tales como Taladrid, Randy Alonso, y restantes personajes de la Mesa Redonda. Ciento por ciento de acuerdo con el ilustre criollo en el exilio.

Cierto es que el trovador ha declarado ser un confeso defensor del sistema que ahoga a mi país, aún cuando subraye que no creen en los hombres que lo manejan, o lo hunden, seria mejor decir. Detalle sumamente contradictorio, si tenemos en cuenta que el bardo redactó hace algún tiempo una carta donde patentizaba su apoyo al caído en desgracia por una dolencia crítica, principal actor del Titanic insular .

Confesiones, las segundas claro está, polémicas, contrarias en apariencia a la voluntad de sus rectores, y que no se publicitan dentro de Cuba. Palabras que funcionan únicamente para potabilizar la imagen de una persona que, las pocas veces que habita en su tierra natal (a pesar de que se propone con demasiado esfuerzo demostrar los contrario) se desdobla y se declara entonces defensor de un proyecto con sobrados errores, lo que a sus ojos lo hace más humano. Una actitud sobradamente hipócrita.

En fin, el concierto de Pablo Milanés, coincidiendo con CAM, a mi juicio creo que no debe alarmarnos de la manera que lo padecen algunos por ahí. Y agrego que, si cuenta con muy pocas ventajas, también se pueden obtener sobrados beneficios como el de proyectarnos al mundo cuales seres de elevada madurez política y social. Pero igual carga con un sobrado handicap, porque irrespeta la historia de un exilio herido, para nada al sedal, que está en todo su derecho de mostrarse inconforme con la presencia de un artista que por años, aún cuando fue victima de sus excesos, se ha dedicado a legitimizar ante el resto del mundo la obra deficiente y sórdida que ha caracterizado a la revolución cubana.

Luego entonces, ¡¿somos o no somos?! Mira, que cada cual haga lo que le venga en gana. Los que deseen ir al concierto, que se vistan con sus mejores trapos y que aplaudan al mensajero. Los que no soporten la presencia del cantautor, que se paren en frente del American Airline Arena y griten lo que les parezca mejor (siempre dentro de los parámetros, si es que existen, de las reglas de una protesta civilizada).

El hecho es que, lo que pretenden esconder los productores de un evento como este, diseñado sólo para recaudar dineros a costa del drama criollo, resulta simple. Mientras en la Isla exista un sistema de oprobios y limitaciones de toda índole, no puede considerarse serio un proyecto de suplencia artística, de cambalache farandulero, de reciprocidad cultural, porque los que vienen son embajadores de la ilustración castrista. Y eso levanta ronchas, lo que ellos saben y con lo que asimismo juegan. Que al final todo es money.

Por último, creo que la mejor de las censuras que pueda aplicársele a un evento como este, es la de ver las innumerables opciones que regala Miami en cuanto al Show Entertainment. Y si no contamos con el peculio necesario, rentamos una película en una caja de Red Box, en la puerta de cualquier Win Dixie, y si hay un Liquor Store cerca, mejor. Compre una caneca de whisky y disfrute de una buena tarde-noche. O bien que se puede ir a un Mall, el Dolphin, por ejemplo…

Sorry, me olvidaba que esto último genera gastos, pero de seguro es más barato que lo que cuesta una papeleta del concierto.


Imagen: caricatura de Garrincha que tomo de su blog Entendiendo el Caos