martes, 17 de diciembre de 2013

La Chunga en HAVANAFAMA


Desde hace algún tiempo no voy al teatro, las razones, que sobran, lo mismo no son importantes. Sin embargo, el pasado domingo tuve a bien aceptar la invitación de una buena amiga para asistir a la presentación de una vigorosa puesta en escena.

Cuatro sujetos de la peor calaña que se hacen llamar “Los Inconquistables”, se reúnen en un bar hediondo en Piura, donde juegan, beben, y hablan de sus conquistas amorosas. Josefino, uno de los truhanes, recuerda la vez que se apareció con La Meche. El antro lo administra una “marimacho” que se apasiona por la hermosa joven, figuradamente incauta, que Josefino vende por tres mil soles para continuar una partida de dados en la que va perdiendo.

La ficción es la de La Chunga, obra teatral de Mario Vargas Llosa, que expone las sobradas miserias de una tropa frustrada y remordida en la que Lituma, El Mono, José, Josefino, y la propia Chunga, tienen una versión diferente de la desaparición de una muchacha que únicamente desea una mejor vida en Lima. La puesta, bajo la dirección de Juan Roca, la he visto en la sede de HAVANAFAMA, y el grupo de actores que la representa dejan en el espectador –lamentablemente escaso-- el placer de que disfrutaron al amparo de las artes escénicas una tarde de domingo, que por lo general son aburridas.

La Chunga, interpretada por Ivette Kellems, da gusto verla sentada dándose sillón al inicio de la obra. Desde el comienzo nos entrega la credibilidad de una personalidad fuerte, un tanto retorcida, que reclama el personaje de una lesbiana que regenta un bar en medio de un environment agresivo y machista; una mujer, que igualmente es capaz de comportarse con indulgencia. Y si bien las escenas de sexo entre La Chunga y La Meche no consiguen perturbar lo suficiente, si convencen debido a la exploración actoral de cada actriz, sobre todo por la sazonada desfachatez que le impregna Tamara Melian a su personaje

Y es que La Meche, muchacha abusada, en apariencia ingenua, en la piel de Tamara adquiere una peculiar enjundia. Suda sensualidad su performance, insinúa, excita, se burla, y lo hace bien. Se mueve con desenvoltura y danza con fogosidad encima de una mesa. Y hasta cierta vileza le incorpora al personaje, sin que por eso se contamine la inocencia que guarda la creencia en el amor y los hombres.

Una sala pequeña como la sede de HAVANAFAMA no es óbice para el buen teatro. La escenografía –también de Juan Roca--, sin desproporciones y sobradamente práctica, se adecúa a la historia y formula soluciones para un espacio reducido. Sin dudas, el decorado nos dispensa ese ambiente de tugurio que Vargas Llosa propone. Y el diseño de luces, con fuerza en el sepia y el azul, cenital y frontal --igual idea de Juan Roca--, complementa con sobrado oficio esa enrarecida atmosfera, colimándola en ocasiones: Roca en el cierre, al momento de presentar por separado a los actores, nos ofrece con la luz un "cuadro cinematográfico" que nada mas le faltaría los créditos debajo.

Por supuesto, no todo sale como se proyecta. En mi opinión, aun cuando se sabe que se ha trabajado la puesta con rigor, hay momentos que se disipa su ritmo,  extiéndola más de lo aconsejable. Pero esta suerte de prevaricó teatral es corto ,y se impone de manera favorable el esfuerzo de un excelente elenco integrado por Isnael Rojas, en el papel de Josefino; Dartañan Gutiérrez como Lituma; Carlos Fontane haciendo de El Mono, y Jorge Ovies de José. Están también las actuaciones de July De Grandy, que nos va canturreando canciones, cada una como una especie de comodín a las escenas. Bien por July, su voz nos deja con ganas de seguirla escuchando, aun cuando el repertorio escogido no sea el más atractivo, y en ocasiones no quede claro que hace encima de las tablas. Y por último, el personaje que interpreta Alejandro Gil: el joven personifica a un cantinero loco, sucio, que no habla casi a lo largo de la obra, pero su movimiento escénico, sus expresiones, no pasan inadvertidas, muy por el contrario. En fin, que todo el trabajo actoral está sostenido por una plausible adaptación.

Y bien, no es esta la reseña de un crítico teatral, en todo caso la crónica de un espectador que agradece a su buena amiga Belkis Proenza el gesto de que lo haya invitado a ver La Chunga. He salido de HAVANAFAMA con la convicción que estamos ante un proyecto sólido, con talento; convencido que en Miami se puede disfrutar de un buen teatro.





Fotos: Miguel Pascual 
Tomadas de FB