Acabo de hablar por teléfono con un viejo amigo que no sabía que estaba en Miami desde hace tres años. Viejo por el tiempo que nos conocemos, de cuando era profesor de matemáticas en una secundaria de la que prácticamente lo expulsaron al no comulgar en pleno con las ideas revolucionarias -le ofrecieron un retiro precipitado-, aún cuando él mismo se declaraba en aquella época un marxista científico. No sé ahora, no hablamos de un tema que podría resultar interesante, pero a la vez embarazoso. Viejo además porque ya pasa de los setenta y que con cierto tono de reproche y asimismo de incredulidad, me pregunta.
- ¿Cómo es que los blogs de ustedes se han olvidado que día es hoy?.
Yo, sabiendo por donde venía, le respondí.
- Si Fidel se va haciendo distante. Incluso, si muchos consideran que ya no representa el problema de Cuba, pues piensan que el daño sobrepasa a una figura en particular y es la obstinación de una gerontocracia la que se esfuerza por mantenerse en el poder sin preocuparles el cómo, ¿crees que Fulgencio Batista pueda recordarse hoy, solamente porque es 10 de marzo? Existen otras prioridades para denunciar que merecen la inmediatez que, a mi juicio, no la precisa el recuerdo de un cuartelazo.
-Pues te equivocas- me responde con soberbia y continua-. A lo mejor me acusas de simplificar las cosas. Sin embargo, es un hecho que, por la calentura del mulato taquígrafo, hoy Cuba está como está y, al menos yo, lo considero responsable de que hace casi sesenta años vivan muchos dispersados por el mundo. Porque no te olvides que una gran cantidad de cubanos se exiliaron cuando él dio el golpe de estado en el 52, pues se le enfrentaron abiertamente a su dictadura y luego, cuando algunos volvieron a Cuba en el 59, debido a que los aires de libertad y democracia por fin parecían reafirmarse, meses después tuvieron que de nuevo preparar las maletas al reconocer la estafa y hasta hoy siguen fuera como apestados y sin que se les tome en serio. A veces por irresponsables, hasta estúpidos, y otras, las más, por la indolencia y también por la complicidad que ha mostrado el mundo con la revolución.
-Algo de razón llevas, sin dudas- le contesté calmado. Mi amigo en cambio, subiendo el tono, continuó.
-No sé cómo hoy, los hay quienes se proponen minimizar los daños incalculables que nos hizo Batista e intentan mostrarlo como un demócrata un tanto defectuoso. Claro, sé la intención, más no la apruebo porque malo contra malo obligatoriamente no da nada bueno, y si para librarnos de Castro tenemos que recurrir a Batista, estamos peor de lo que imaginamos. Y aunque por única vez, en esa época la democracia parecía cosa seria en la Isla, él mismo la acabó. Aún con los padecimientos endémicos de nuestra idiosincrasia, que se resumen en que todo lo serio nos resulta ajeno; y además esa tendencia de vararnos siempre a la izquierda -eso lo prueba la constitución del 40 y los ministros que tuvo el Sargento en su primer mandato-, pero tropicalizada, sin fundementos y bien lejos de los textos, la continuidad de un proceso transparente quedó trunca y por consecuencia de aquel acto llegamos a lo que ahora vivimos. Y no estoy dejando de reconocer que la gestión económica de Batista fue buena, tal vez de las mejores de toda la historia republicana, pero eso no justifica que haya echado por tierra la constitución al dar un golpe a las instituciones. Por supuesto, no le doy todo el crédito de que, por su ineficiencia Castro tomase el poder. Su debilidad no fue tan aparente como lo muestra la historia. Bastantes presiones sufrió del gobierno americano, que hasta le embargaron las balas con que habría de combatir a la guerrilla rebelde. Esa le toca por entero al pueblo cubano, que se creyó un cuento de hadas rojas y verdes. Y te digo más, no tiene sólo su cuota de culpa, primero por irrespetar al país y segundo al decretar una amnistía que vino a costarnos bien cara -un franco coqueteo con la oposición para dársela de democrático-, sino por su sordera. Al no escuchar el discurso de Rafael Díaz-Balart ante el congreso cubano, cuando describió con una certeza que asusta lo que iba a sucedernos si su entonces cuñado tomaba el poder, dejó abierta la caja de Pandora. Por cierto, fue Rafael quien llevó a Castro a Kukines y se lo presentó a Batista, y el mulato le dijo al congresista luego de que se marchara su huésped, que tuviese cuidado con el tipo. Así que no acabo de entender porqué dejó que saliese de presidio antes de tiempo. Es bueno que escribas algo sobre esto -concluyó y finalmente, luego de hablar sobre generalidades y amigos en común, nos despedimos.
Confieso que al cerrar el celular, me quedé pensando en subir un post sobre el asunto, pero después de considerarlo bien, me dije. Mejor hago un esfuerzo de memoria y transcribo la conversación que tuvimos.