jueves, 5 de agosto de 2010

Pretexto para recomendar... (V y final)

Mitos del Antiexilio
(fragmentos)
Por Armando de Armas

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“Está también el caso del preso político que mira con desdén al compatriota que no pasó por las cárceles; sin percatarse de que probablemente eso no ocurrió porque fuese el individuo un sumiso acatador del orden castrista, sino porque tuvo más suerte o luchó con tanta eficacia que nunca pudo ser capturado, o lo fue y escapó en el último momento y en definitiva infligió más daño al enemigo (porque de eso se trata en una guerra, ¿o no?) que el que permaneció encerrado; esto, sin entrar a considerar el hecho de que en las dictaduras totalitarias la mayoría de los presos lo son a pesar de ser inocentes, o a pesar de ser parte del régimen mismo, que como Huitzilopchtli, el belicoso dios de los aztecas, se alimenta y fortalece con víctimas propiciatorias cazadas en purgas periódicas o perennes de unas guerras floridas libradas fundamentalmente en sus propios predios, despojadas del oscurantismo místico y dotadas con el iluminismo de la razón de estado marxista. De hecho, entre las muchas organizaciones de ex confinados que existen en Miami hay una, el Ex-Club de Ex-Prisioneros y Combatientes Políticos Cubanos, que como su nombre indica surgió precisamente con el propósito de que entre sus filas tuviesen cabida no sólo los ex presos, sino también los que habían luchado sin haber pasado nunca por las cárceles; lo que probablemente indicaría la existencia de un considerable número de luchadores cuyos méritos, insólitamente, no se les consideraba por el hecho de no haber sido encerrados.
Ambos casos tienen que ver con el síndrome de la Sierra Maestra trasplantado a la planicie de Miami; ese que medía el mérito revolucionario de acuerdo a la participación o no en la folklórica campaña de las montañas orientales, y con la fecha de ascenso a esas domésticas elevaciones como si de un concurso para alpinistas principiantes se tratase.”

De Armas, A. Mitos del antiexilio Edit. El Almendro. Miami, 2007. pp. 72-73
Fragmento tomado de la página web de Emilio Ichikawa