Miércoles, mi día de descanso. Me levanto entonces dispuesto a cumplir de una buena vez los encargos pendientes que una semana de trabajo no me permite. Al montarme en el carro, me doy cuenta que olvidé poner gasolina la noche anterior. Ayer estaba a 3.87 (9/10). ¡Coño, que caro!
Finalmente entro a la gasolinera. De acuerdo con los especialistas, al ver que la “regular” en esta hermosa mañana de mayo ha amanecido al íncreible precio de 4.00 dólares, procedo en el siguiente orden, a cagarme de manera literal en la madre de los sujetos, e identidades, que a continuación enumero:
1) Muammar el Gadafi
2) Hugo Chávez
3) Osama Bin Laden
4) Barak Obama
5) Shell
6) Repsol
7) En el precio Platt
8) La relación euro/dólar
9) En las economías emergentes; en los chinos sobre todo
10) En la comisión gubernamental que propone aumentar el impuesto de la gasolina en 40 centavos por galón para obtener fondos adicionales que sirvan en la reparación de carreteras, puentes, y en la supuesta reducción de accidentes fatales…
Y en lo que paso la tarjeta y el dependiente me pregunta -con esa cara que le importa un carajo cómo me siento- si es débito o crédito mi dinero plástico, me pongo a pensar que la lista es interminable y ninguno de los mencionados le dará respuesta a la simple pregunta que lógicamente me asiste: ¿Hasta dónde cojones va a continuar…?