Poema III
Texto que tomo del blog de David Lago (El Penthouse de Heriberto) perteneciente a Seis poemas para mi madre loca en Camagüey
Qué isla desierta la locura,
la paz de manos grises,
la añoranza!
La tarde en que mi madre
tuvo el único hijo,
todas las calles se le volvieron muerte.
Cabezas de tiniebla
y animales sin labios
merodeaban la cuna de sus noches.
Y sus pechos estaban helados.
las salamandras llenaban
las paredes,
aunque nunca mostraban los ojos.
Y mi madre, que soñaba
con un dios en la puerta,
sentía a los muertos acercarse.
De rezos y de amor
me abrigaba en su blusa.
Y los muertos entraban
sólo a tocar
su sombra,
junto a la mecedora gris
donde ella cada noche me
arrullaba. Y había voces y llaves más reales.
Los dos éramos eco de otra eternidad.
Para leer el post El amigo de Kafka (Carlos Victoria, "Seis poemas para mi madre loca en Camagüey), y que sirve de presentación a los textos de C. V., clic aquí