Héroes, diversos todos, desde que el mundo pretende cierta madurez y una rara obligación por exaltar los méritos de unos pocos, los une el empeño de luchar contra el mal. Por supuesto, lo malévolo se define según para quién trabaja el héroe. De ahí, que los hay por otras geografías no muy distantes, quienes reconocen a esos valientes como lo contrario: antihéroes, incluso imperialistas.
Ellos, porque son buenos, sus compromisos, en ocasiones hasta patrióticos, y porque no, globales -de su resultado como héroes a veces depende la integridad del mundo-, se rigen lógicamente por la sociedad donde practican el difícil y controvertido oficio de ser guapos a como de lugar. Y claro, no hay justificación que les impida terminar defendiendo siempre a los más desamparados, aún cuando importe un pito la suerte de miles; la mayoría de nosotros, como habrá percibido un lector inteligente.
También existe en el tinglado aquél que duda y por su cabeza le ha pasado la idea de renunciar. Son esos héroes que habitan revueltos en medio de sus crisis, porque, reitero, no están convencidos de si es moralmente correcto o no lo que hacen. En su momento, han de quebrar una que otra ley para salvarnos.
Me olvidaba de la chica hermosa, la que provoca sufrimientos al héroe, la que no lo comprende y lo quiere solo para ella. Lo que demuestra asimismo que el oficio no es muy gratificante que digamos. Que no son muy felices.
Por cierto, recomiendo a Captain America. Nada que ver con cowboys y aliens.
¡Ah! Esta vez, los ojos bonitos y el bello cuerpo de la “muchacha” ( Hayley Attwell, más dotadita de curvas y volumen, más arropada, de uniforme casi toda la película, lo que no la favorece), su mirada es brown y su piel canela, y su actuación no es de las peores; se salva… Hermosa igual la inglesa.