viernes, 12 de marzo de 2010
El misterio de Juan Cueto-Roig
Por estos días varios blogs publicitamos la noticia de que Juan Cueto-Roig ganó la Medalla de Oro en el certamen "The Florida Books Awards", en la categoría de libros en español, con su cuaderno Veintiún Cuentos Concisos, que saliera bajo el sello de la Editorial Silueta en el 2009. Que mejor motivo que este para publicar una entrevista que en el pasado año le hiciera Armando de Armas a Cueto para Martí Noticias. De nuevo felicidades...
La poesía es un misterio
Juan Cueto-Roig nació en la ciudad costera de Caibarién, en Cuba. Exiliado de la isla en 1966, reside actualmente en Miami. Ha publicado los volúmenes de poesía En la tarde, tarde (Miami, 1996), Palabras en fila, en clase y en recreo (Madrid, 1996), y En época de lilas, traducción al castellano de 44 poemas de E. E. Cummings, (Madrid, 2004), y los libros de relatos, Ex-Cuetos (Miami, 2002), Hallarás lobregueces (Miami, 2004), Verycuetos (Miami, 2007) y Veintiún cuentos concisos (Miami, 2009).
De hablar pausado y reflexivo, Cueto-Roig es considerado ya un nombre ineludible en la historia reciente de la literatura cubana.
Armando de Armas entrevistó al escritor.
MN. Usted ha publicado títulos de poesía y narrativa. ¿En qué género se siente más cómodo?
JC. En mi caso, la poesía es algo espontáneo y a la vez esquivo, no es un acontecer voluntario, nunca me he «propuesto» escribir un poema. Primero viene la idea (por no decir inspiración). La poesía es un misterio, como un ave que viene y se posa en nuestro hombro. En cambio, sí concibo levantarme una mañana con el firme propósito de escribir un cuento. La narrativa es algo más deliberado.
MN. ¿Le ayudó en la traducción del poemario de Edward Estlin Cummings, más conocido por ee. cummings, el hecho de ser usted también un poeta, o no?
JC. Estoy convencido de que la poesía debe ser traducida exclusivamente por poetas. Con un diccionario al lado, cualquiera, aun la persona más inexperta en cuestiones literarias podría hacerlo de manera casi tan aceptable como lo haría un escritor que no es poeta. Y en ambos casos, el resultado no sería un buen poema. Y de esto abundan pruebas.
MN. Usted ha tenido una existencia azarosa, al menos en sus primeros años, y no exenta de aventuras. ¿Cómo se ha reflejado eso, si es que se ha reflejado, en su literatura? ¿Qué es mejor para un autor poseer una cultura libresca o un caudal de experiencias?
JC. La abundancia de vivencias ayuda a avivar la imaginación a la hora de escribir, pero más que lo que se conoce como «cultura», la experiencia adquirida en la lectura es lo fundamental; por supuesto, lo básico es poseer la vocación literaria, el querer contar y el saber como contarlo.
MN. ¿El discurrir de su experiencia lo induce a ver la vida del hombre como una consecuencia del libre albedrío o de la predestinación? Fíjese que no le hablo de creencia, sino de experiencia.
JC. El libre albedrío y la predestinación son conceptos muy difíciles de explicar, y ambos están
estrechamente ligados. No hay duda de que eso que llaman destino está directamente influido por las circunstancias (familiares, hereditarias, sociales, económicas y hasta políticas). Y todas ellas, en un momento dado, afectan el libre albedrío.
MN. ¿Por qué se exilió de Cuba?
JC. Por no estar de acuerdo con un sistema político contra el cual no tuve el valor de luchar, lucha que desgraciadamente ha sido baldía y ha costado la vida a tantos hombres valerosos e idealistas.
MN. ¿Cómo se relacionan para usted literatura y libertad?
JC. Hay una relación muy estrecha entre literatura y libertad; para escribir honesta y dignamente es imprescindible hacerlo dentro de un ámbito de libertad.
MN. ¿El peor vicio?
JC. La crueldad deliberada. Frase inmortalizada por Blanche Dubois en la obra de Tennessee Williams, «Un tranvía llamado deseo». Cito el parlamento completo: La crueldad deliberada es imperdonable, y algo de lo que nunca he sido culpable.
MN. ¿Alguna virtud que deteste?
JC. Detestar es un verbo muy fuerte para referirse a la palabra «virtud». Pero me molestan el optimismo irracional y las personas que ostentan una felicidad excesiva.
MN. ¿Qué recuerda de la ciudad de Caibarién, conocida como la Villa Blanca?
JC. La blancura. Cegadora impresión que traté de plasmar en el poema «Los dos pueblos»: El pueblo vecino era todo blanco: / las calles blancas, / las casas blancas, / el parque blanco, / el aire cargado de arena, (etc.); versos que se refieren a Caibarién (donde nací). En cambio, Remedios (donde viví hasta los 8 años) era todo rojo: tema y color de la segunda parte del poema.
MN. ¿Villa Blanca no le parece un buen nombre para una ciudad, para la ciudad de un escritor?
JC. Esto me recuerda la «playa albina» de Lorenzo García Vega. Y aunque hubiera sido muy apropiado usar esa expresión para la «sección blanca» de «Los dos pueblos», no la usé por ser propiedad de dicho autor. Así que sigamos llamando Caibarién al pueblo donde nací hasta que aparezca como Villa Blanca en algún cuento o novela.