por José Kozer
Tomado de Libros del crepúsculo,
página de Rafael Rojas
Para Rafael Rojas
Antes me parecía mucho al del espejo.
Era del pulgar al índice,
Era del pulgar al índice,
la mano extendida (eso que llaman en mi país quimbe y cuarta)
un muchachón,
la raya a un lado,
mota (la mota cada vez más alta: motón)
Pantalón beige,
recia camisa roja remangada,
cheche
ladeando desde su altura a un lado y otro la cabeza,
a mi paso volutas,
a mi paso estelas de alguna narración que la cabeza
jamás interrumpida
suscitaba, ¿adónde iba?
Prendía la mariquita a la tela de mi camisa,
Daba otro paso el Cheche de aquel reparto,
desde mi altura la contemplaba,
Oh Israel, le perdonaba al insecto
(Yo, Señor de los insectos) la vida.
Iba camino de aquel impertérrito espejo al que me parecía,
equis por ciento la madre,
equis por ciento el padre con toda su parentela
de panes redondos, gigantesco
holocausto el pan de mi
parentela (kimmel broit, allá quedaron amasados)
Tres pelirrojos,
ni una sola hembra,
uno ya calvo pese a ser tan joven
(a la hora del hueso ya era anciano)
a todos me parezco en aquel espejo
primero de La Habana: los rezumo;
me astillo, vuelvo el rostro en todos ellos renovado,
se inscriben las cicatrices,
se inscribe el estigma vuelto ideograma,
y el rostro
vuelto hacia el Rostro
Hecho lamento y muro,
Oh Jerusalén, se inclina y se inclina rozando
casi la piedra, rostro ancestral:
un por ciento equis la muerta
retahíla de mi parentela,
ya pronto migro cual pájara desvencijada hacia poniente,
en su osamenta iré a reclinarme
(despojarme: no por propia voluntad)
veré mi renovado rostro unos instantes antes de incendiarse: alfa pelirroja mi cabellera, delta la camisa recién abotonada (no quiero que se me vea la rala pelambrera cana del pecho)
verdinegro fulgor
el liquen de una palabra que traigo en mente (ofrenda) para presentarme
(un juicio, auguro)
Señor: mucho me parezco en la imagen, apenas soy (ya) en la semejanza.
No puedo más con las palabras.
Alzo los ojos (Señor)
hoz viva la ceniza,
Parturienta guadaña en verdad esta situación:
échate, perro. Rasca, moscardón.
Tritura, aspa, que llegan el papel y el pan redondo de mis ancestros
rodeados (renovados)
por dulces panes de migración,
un largo pan de flauta en el espejo,
Perfecta división de su infinito de harinas,
la yagua que lo atraviesa (aleluya):
ya mucho me parezco. A éste. Por la falla. A la salida.
El frío del madrugón (¿estaba en verdad preparado?).
De atrás para adelante
me cogió descalzo sobre las baldosas del cuarto
de baño y justo (pues es lo justo) al alzar los ojos al espejo
del botiquín
Oh Padre Jacob
éramos diez soy uno.
Tepoztlán, 1998.
un muchachón,
la raya a un lado,
mota (la mota cada vez más alta: motón)
Pantalón beige,
recia camisa roja remangada,
cheche
ladeando desde su altura a un lado y otro la cabeza,
a mi paso volutas,
a mi paso estelas de alguna narración que la cabeza
jamás interrumpida
suscitaba, ¿adónde iba?
Prendía la mariquita a la tela de mi camisa,
Daba otro paso el Cheche de aquel reparto,
desde mi altura la contemplaba,
Oh Israel, le perdonaba al insecto
(Yo, Señor de los insectos) la vida.
Iba camino de aquel impertérrito espejo al que me parecía,
equis por ciento la madre,
equis por ciento el padre con toda su parentela
de panes redondos, gigantesco
holocausto el pan de mi
parentela (kimmel broit, allá quedaron amasados)
Tres pelirrojos,
ni una sola hembra,
uno ya calvo pese a ser tan joven
(a la hora del hueso ya era anciano)
a todos me parezco en aquel espejo
primero de La Habana: los rezumo;
me astillo, vuelvo el rostro en todos ellos renovado,
se inscriben las cicatrices,
se inscribe el estigma vuelto ideograma,
y el rostro
vuelto hacia el Rostro
Hecho lamento y muro,
Oh Jerusalén, se inclina y se inclina rozando
casi la piedra, rostro ancestral:
un por ciento equis la muerta
retahíla de mi parentela,
ya pronto migro cual pájara desvencijada hacia poniente,
en su osamenta iré a reclinarme
(despojarme: no por propia voluntad)
veré mi renovado rostro unos instantes antes de incendiarse: alfa pelirroja mi cabellera, delta la camisa recién abotonada (no quiero que se me vea la rala pelambrera cana del pecho)
verdinegro fulgor
el liquen de una palabra que traigo en mente (ofrenda) para presentarme
(un juicio, auguro)
Señor: mucho me parezco en la imagen, apenas soy (ya) en la semejanza.
No puedo más con las palabras.
Alzo los ojos (Señor)
hoz viva la ceniza,
Parturienta guadaña en verdad esta situación:
échate, perro. Rasca, moscardón.
Tritura, aspa, que llegan el papel y el pan redondo de mis ancestros
rodeados (renovados)
por dulces panes de migración,
un largo pan de flauta en el espejo,
Perfecta división de su infinito de harinas,
la yagua que lo atraviesa (aleluya):
ya mucho me parezco. A éste. Por la falla. A la salida.
El frío del madrugón (¿estaba en verdad preparado?).
De atrás para adelante
me cogió descalzo sobre las baldosas del cuarto
de baño y justo (pues es lo justo) al alzar los ojos al espejo
del botiquín
Oh Padre Jacob
éramos diez soy uno.
Tepoztlán, 1998.