martes, 21 de junio de 2011

Una historia de Miachael Sixto para compartir

Por Michael Sixto

Hoy escribí un cuento sobre un hombre solo, después besé a mi esposa. Llovió mucho en la tarde y recordé mis años de la secundaria. Mi amigo publicó un libro sobre unos horribles zapatos con dientes de cocodrilo. Me comí una manzana, regué las plantas. Disfruté el silencio de la casa vacía mientras el olor a tierra mojada se colaba por la ventana. Hoy descubrí que hay muchos que sueñan todavía, que ríen en silencio recordando lugares en los que nunca han estado. Hoy descubrí que está bien tener miedo, rabia, pesar en la mirada. Hoy escribí un cuento. Mi personaje era tímido, talentoso pero tímido. Hay quienes se juntan a juzgar a otros. Hay quien ansía ser juzgado. Ya pronto pasaré los treinta, mi personaje del cuento también. Quizás salgamos de pesca el domingo. Nunca he pescado nada, quisiera saber qué se siente, dicen que es relajante sentarse frente al agua. Mi personaje está solo en el mundo. Se sienta en el asiento trasero del metro e imagina cómo sería si él fuera una de esas personas que contempla. Mi personaje is kind of cute, pero no pretende usar su físico para llamar la atención. Afuera ha dejado de llover, el olor a tierra mojada se hace irresistiblemente tentador. Me pasa la vida frente a los ojos y quisiera que mi esposa pudiera estar ahí. Ella se repite en la mayoría de los cuadros. Me gustaría que pudiéramos sentarnos juntos a contemplarnos. El personaje de mi cuento sigue solo, me da pena por él. No hay nada que pueda hacer. Esta historia no es para él o para mi amigo el escritor o para esos que sueñan todavía. Esta historia no es para los que juzgan o desean ser juzgados; tampoco para los que van de pesca a relajarse los domingos. Esta historia es para mi esposa con la cual no me he casado. El olor a tierra mojada es algo que quiero compartir… definitivamente, con ella.


Texto que tomo de KontARTE
foto: la musa inspiradora de Michael Sixto,
su esposa Zahylis Ferro