lunes, 17 de diciembre de 2018

Si la memoria no me falla. La presentación

El pasado sábado 15 de diciembre tuve la oportunidad de presentar en el X Festival de Arte y Literatura Independiente VISTA, que coordinan y producen Idabel Rosales y Armando Añel, “Si la memoria no me falla” (Inn Cubadora), cuaderno en formato eBook de Ángel Delgado, con introducción de Carlos A. Aguileras. Fue sin dudas una buena noche a compartir con el viejo amigo, y los demás que llegaron para “hacerle una pala” y apoyarlo, y además disfrutar de su obra.

Abajo sigue el texto que leyera durante la presentación  




Si la memoria no me falla (Inn Cubadora) es un cuaderno poco usual, encarna a la creación que se concibe a partir de un castigo. A su autor, recluso número 1242900, lo condenan luego de que perpetrara (prefiero esta palabra a la de “realizar”) un polémico performance en el Centro de Desarrollo de las Artes Visuales, en  La Habana, justo el día en que se inauguraba la muestra “El objeto estructurado”, objeto que, asumo, quedó muy descompuesto al instante en que Ángel ejerciera su intervención. El acontecimiento, que sin dudas lo es, pasa a inicios de una depauperada década lo mismo en lo social que lo económico, con sobradas deserciones y desencantos, como fue la de los noventa, mucho más miserable que todas las décadas que componen al precario almanaque revolucionario desde que comenzara a desprender hojas, y el acto, perpetrado sin previo aviso, sin comentarlo por temor a que lo delataran los “segurosos” que siempre han “habitado” como la verdolaga en la sociedad revolucionaria cubana, marca en su desobediencia la inconformidad, y se convierte con el paso de los años (imagen común pero certera) en uno de los mitos más fuertes del arte cubano después del 59, las artes plásticas en particular, aun cuando quien lo practica, y el hecho en sí, fueran victimita del más férreo silencio oficialista, lógicamente.

Como una suerte de diario, donde el trazo, los bocetos, la imagen, sustituyen en su mayoría a la palabra (amén de las notas), Ángel cuenta en “estos papeles del tanque”, como también se conocen en el inside, con soporte y materiales diversos que únicamente se encuentran en presidio, su paso por el universo carcelario cubano durante los seis meses que soportó su encierro por el delito de “escándalo público”, nombre con el que fue etiquetada en los tribunales su “intervención” en “El objeto…”; figura delictiva, junto a la “peligrosidad”, muy popular en la jurisprudencia cubana de los últimos sesenta años; escándalo, reitero, legendario en el ambiente artístico revo, hoy convulso y “desobediente”, mucho menos revo que ataño, debido a la implementación del decreto 349, que se propone cuartar aún más las de por sí pocas libertades que goza la cultura cubana desde las 12 de la noche en punto del 1ro de enero de 1959; recordemos un par de antecedentes: “Palabras a los Intelectuales”, con el miedo de Virgilio Piñera, mucho miedo; y el “Pavonato o quinquenio gris. Escándalo que hoy, con toda justeza, forma parte de la obra de Ángel, pues al decir de Gerardo Mosquera: la escultura (la “identidad” del performance, digo yo) permaneció toda esa noche, y el día siguiente, en la sala de exhibición, para que las autoridades la examinaran como evidencia del delito, y formó realmente parte del Salón.

El artista, el joven irreverente, arremetió contra el sistema de una manera como pocas han sucedido en el espectro cultural criollo; una ejecución que aún hoy lo distingue. Y lo hizo a sabiendas de la responsabilidad que cargaba su “pieza”. De hecho, la única referencia de la que tengo noticias, hasta el día en que llegó Ángel a la galería, tomó un ejemplar del periódico  Granma, le abrió un hueco en el medio a la pagina, convirtiendo al sacrosanto cotidiano en una letrina, defecándose encima, y al concluir, limpiarse con aquel trozo que le arrancara al “Órgano Oficial del Partido Comunista cubano”, (vade retro diría Lenin) ante la mirada atónita de todos los “animalitos del bosque” que componen la fauna cultural revo, le corresponde a Fidelio Ponce, quien se orinara en similares circunstancias, hace ya mucho, y por razones que sospecho no fueron las mismas.

Gerardo Mosquera, al que ya he mencionado, y Carlos A. Aguileras (este último es quien justamente hace la introducción al libro), han escrito dos sendas reseñas que, además de certeras, son trabajos que razonan alrededor de ese día que ha marcado a Ángel Delgado, y sobre la continuidad de su obra, en la que se encuadra el libro que llega por el propio peso que abona la consecuencia. A ellos voy a remitirme con un par de párrafos, para no solo hablar del evento y del escarmiento, que si bien no es parte de la narrativa del libro de forma explícita, en este caso representa la génesis de la creación en el artista, y su fundamento, como ya he señalado.

Según Mosquera, el libro funciona a manera de un mecanismo de sobrevivencia y simultáneamente se construyen relatos íntimos, donde las historias de la prisión se empapan de subjetividad. A pesar del carácter críptico de los Papeles, palpitan las referencias al ambiente carcelario. (….). Hay una representación obsesiva de lo biológico, desde lo que Elaine Scarry llamaría "el cuerpo en dolor". El texto y la imagen, son aquí recursos del “cana” para sobrevivir, como la cuchara con filo que sirve de arma, la masturbación o la fe. Su construcción es una reconstrucción permanente de la identidad amenazada.

Carlos A. Aguilera, por su parte se pregunta: ¿qué hablan, cuentan o muestran, estos dibujos, que muchos conocen como “papeles del tanque”, a raíz de una exposición en Espacio Aglutinador, en los años noventa, donde algunos de ellos fueron exhibidos junto a la ropa y utensilios que Delgado utilizó en prisión, y en verdad responden al nombre de “Si la memoria no me falla”? Y Carlos se contesta: Para mí hablan especialmente de dos cosas: el secreto en su relación y diferencia con el poder, en este caso el castrocarcelario, y la éskhatos (skatós) (…), cual relato de cotidianidad, excremento, “lucha” diaria. De ahí que muchos de ellos se ejemplifiquen con escenas de no-vida, como si los dibujos, más que imagen, fueran un diario donde se relata la gramática del encierro: la culpa, el tiempo, las peleas, el ocio, el “escape”. 

Sin embargo, antes de concluir, no puedo sustraerme yo a otra pregunta, con la que definitivamente comienza esta presentación, interrogante que, sospecho, participan de igual manera todos los que están aquí: ¿Qué es para Ángel “Si la memoria no me falla”, más allá del acto de testimonio que ratifica el libro, un testimonio al amparo del lenguaje que brinda el arte, cuando, mientras creabas, padecías ese enrarecido tiempo donde el hombre no se pertenece, y donde la prontitud de ese tiempo representa un premio, porque todo se reduce a cruzar las rejas…?

Es tu turno, Ángel…

Denis Fortun
Miami, diciembre 15/2018







Fotos tomadas de FB de: AStrid Alcayaga; Elsa Roberto; Armando Añel