El pasado sábado 15 de diciembre tuve la oportunidad de presentar en
el X Festival de Arte y Literatura Independiente VISTA, que coordinan y
producen Idabel Rosales y Armando Añel, “Si la memoria no me falla” (Inn Cubadora),
cuaderno en formato eBook de Ángel Delgado, con introducción de Carlos A.
Aguileras. Fue sin dudas una buena noche a compartir con el viejo amigo, y los demás
que llegaron para “hacerle una pala” y apoyarlo, y además disfrutar de su obra.
Abajo sigue el texto que leyera durante la presentación
Como una suerte de
diario, donde el trazo, los bocetos, la imagen, sustituyen en su mayoría a la
palabra (amén de las notas), Ángel cuenta en “estos papeles del tanque”, como
también se conocen en el inside, con
soporte y materiales diversos que únicamente se encuentran en presidio, su paso
por el universo carcelario cubano durante los seis meses que soportó su
encierro por el delito de “escándalo público”, nombre con el que fue etiquetada
en los tribunales su “intervención” en “El objeto…”; figura delictiva, junto a
la “peligrosidad”, muy popular en la jurisprudencia cubana de los últimos
sesenta años; escándalo, reitero, legendario en el ambiente artístico revo,
hoy convulso y “desobediente”, mucho menos revo
que ataño, debido a la implementación del decreto 349, que se propone cuartar
aún más las de por sí pocas libertades que goza la cultura cubana desde las 12
de la noche en punto del 1ro de enero de 1959; recordemos un par de
antecedentes: “Palabras a los Intelectuales”, con el miedo de Virgilio Piñera, mucho miedo; y el “Pavonato o quinquenio
gris. Escándalo que hoy,
con toda justeza, forma parte de la obra de Ángel, pues al decir de Gerardo
Mosquera: la escultura (la “identidad” del
performance, digo yo) permaneció toda esa
noche, y el día siguiente, en la sala de exhibición, para que las autoridades
la examinaran como evidencia del delito, y formó realmente parte del Salón.
El artista, el joven
irreverente, arremetió contra el sistema de una manera como pocas han sucedido
en el espectro cultural criollo; una ejecución que aún hoy lo distingue. Y lo
hizo a sabiendas de la responsabilidad que cargaba su “pieza”. De hecho, la única
referencia de la que tengo noticias, hasta el día en que llegó Ángel a la
galería, tomó un ejemplar del periódico Granma, le abrió un hueco en el medio a
la pagina, convirtiendo al sacrosanto cotidiano en una letrina, defecándose
encima, y al concluir, limpiarse con aquel trozo que le arrancara al “Órgano
Oficial del Partido Comunista cubano”, (vade
retro diría Lenin) ante la mirada atónita de todos los “animalitos del
bosque” que componen la fauna cultural revo,
le corresponde a Fidelio Ponce, quien se orinara en similares circunstancias,
hace ya mucho, y por razones que sospecho no fueron las mismas.
Gerardo
Mosquera, al que ya he mencionado, y Carlos A. Aguileras (este último es quien
justamente hace la introducción al libro), han escrito dos sendas reseñas que,
además de certeras, son trabajos que razonan alrededor de ese día que ha
marcado a Ángel Delgado, y sobre la continuidad de su obra, en la que se
encuadra el libro que llega por el propio peso que abona la consecuencia. A
ellos voy a remitirme con un par de párrafos, para no solo hablar del evento y
del escarmiento, que si bien no es parte de la narrativa del libro de forma
explícita, en este caso representa la génesis de la creación en el artista, y
su fundamento, como ya he señalado.
Según
Mosquera, el libro funciona a manera de un mecanismo de sobrevivencia y
simultáneamente se construyen relatos íntimos, donde las historias de la
prisión se empapan de subjetividad. A pesar del carácter críptico de los
Papeles, palpitan las referencias al ambiente carcelario. (….). Hay una representación obsesiva de lo biológico, desde lo que Elaine
Scarry llamaría "el cuerpo en dolor". El texto y la imagen, son aquí recursos del “cana” para
sobrevivir, como la cuchara con filo que sirve de arma, la masturbación o la
fe. Su construcción es una reconstrucción permanente
de la identidad amenazada.
Carlos A. Aguilera,
por su parte se pregunta: ¿qué hablan, cuentan o muestran, estos
dibujos, que muchos conocen como “papeles del tanque”, a raíz de una exposición
en Espacio Aglutinador, en los años noventa, donde algunos de ellos fueron
exhibidos junto a la ropa y utensilios que Delgado utilizó en prisión, y en
verdad responden al nombre de “Si la memoria no me falla”? Y Carlos se
contesta: Para mí hablan especialmente de
dos cosas: el secreto en su relación y diferencia con el poder, en este caso el
castrocarcelario, y la éskhatos (skatós) (…), cual relato de cotidianidad, excremento, “lucha” diaria. De ahí que
muchos de ellos se ejemplifiquen con escenas de no-vida, como si los dibujos,
más que imagen, fueran un diario donde se relata la gramática del encierro: la
culpa, el tiempo, las peleas, el ocio, el “escape”.
Sin
embargo, antes de concluir, no puedo sustraerme yo a otra pregunta, con la que
definitivamente comienza esta presentación, interrogante que, sospecho,
participan de igual manera todos los que están aquí: ¿Qué es para Ángel “Si la
memoria no me falla”, más allá del acto de testimonio que ratifica el libro, un
testimonio al amparo del lenguaje que brinda el arte, cuando, mientras creabas,
padecías ese enrarecido tiempo donde el hombre no se pertenece, y donde la
prontitud de ese tiempo representa un premio, porque todo se reduce a cruzar
las rejas…?
Es
tu turno, Ángel…
Denis Fortun
Miami, diciembre 15/2018
Fotos tomadas de FB de: AStrid Alcayaga; Elsa Roberto; Armando Añel