El miércoles 7 de julio, mientras los huéspedes del Hotel Presidente del Vedado disfrutaban en la pantalla del lobby el partido de fútbol entre Alemania y España, yo forcejeaba con Internet en una de las computadoras ubicadas frente al bar. En una hora solo revisé el correo y contesté tres mensajes, a uno de los cuales le apliqué el copia y pega del escrito que llevaba en la Memory flash.
Como no pude adjuntar documentos ni observar las imágenes recibidas llamé a la especialista del hotel, una mulata joven de pocas palabras, quien me dijo que el nuevo programa instalado dificulta la opción de adjuntar, lo cual equivale a perder más tiempo y dinero pues obliga al usuario de la red a abrir su Memory, pegar en Word lo que enviará y copiarlo al final del mensaje.
Ante las nuevas trabas decidí buscar otras alternativas, aunque conozco que el “Ávila Link” instalado en varios hoteles de La Habana es un programa malicioso, concebido para actuar como agente de la policía política, pues niega la apertura de sitios web y páginas del exilio censuradas por el gobierno.
Tal vez por eso no logro acceder a mi blog en los hoteles capitalinos ni revisar Generación Y, Octavo Cerco, Penúltimos días ni otras bitácoras escritas dentro o fuera de la isla, a cuyas instalaciones acuden turistas y algunos cubanos con su laptop, pese al riesgo que le monitoreen el teclado, le absorban la contraseña o le prohíban usar software inconvenientes; mas el peligro de los spams que minan el esfuerzo de tantos bloggers y comunicadores alternativos.
Sabemos que correr riesgos es una constante, pero raya en la locura enfrentar a estos malware que intentan controlar tu ordenador e inocularle programas secretos para descifrar tus mensajes. Los hoteles son propiedad estatal, pero las personas no son medios básicos ni perros con bozal.
Si los dueños tienen derecho a cuidar sus propiedades y secretos, los ciudadanos
merecemos respeto a nuestra imagen pública y a los escritos que deseamos publicar.
Si al costo de la conexión le añadimos la vigilancia cibernética, el regalito de los spams y el rastreo de la clave y los asuntos personales de los internautas, sería mejor que nos negaran el acceso a Internet en los hoteles y cibercafés, o abolieran las limitaciones absurdas y autorizaran las conexiones desde casa, como sucede en medio mundo.
Me comentaba ese día Yudeisi, una chica que no pudo chatear con su novio en España, que éste le compró un ordenador chino en Paseo y Malecón y, como “es experto en computación”, revisó bien el equipo pues “dicen que funcionarios cubanos encargaron a sus homólogos asiáticos la colocación del software de filtraje Green Dam Youth Scort en los equipos que se venden acá”.
Como no pude adjuntar documentos ni observar las imágenes recibidas llamé a la especialista del hotel, una mulata joven de pocas palabras, quien me dijo que el nuevo programa instalado dificulta la opción de adjuntar, lo cual equivale a perder más tiempo y dinero pues obliga al usuario de la red a abrir su Memory, pegar en Word lo que enviará y copiarlo al final del mensaje.
Ante las nuevas trabas decidí buscar otras alternativas, aunque conozco que el “Ávila Link” instalado en varios hoteles de La Habana es un programa malicioso, concebido para actuar como agente de la policía política, pues niega la apertura de sitios web y páginas del exilio censuradas por el gobierno.
Tal vez por eso no logro acceder a mi blog en los hoteles capitalinos ni revisar Generación Y, Octavo Cerco, Penúltimos días ni otras bitácoras escritas dentro o fuera de la isla, a cuyas instalaciones acuden turistas y algunos cubanos con su laptop, pese al riesgo que le monitoreen el teclado, le absorban la contraseña o le prohíban usar software inconvenientes; mas el peligro de los spams que minan el esfuerzo de tantos bloggers y comunicadores alternativos.
Sabemos que correr riesgos es una constante, pero raya en la locura enfrentar a estos malware que intentan controlar tu ordenador e inocularle programas secretos para descifrar tus mensajes. Los hoteles son propiedad estatal, pero las personas no son medios básicos ni perros con bozal.
Si los dueños tienen derecho a cuidar sus propiedades y secretos, los ciudadanos
merecemos respeto a nuestra imagen pública y a los escritos que deseamos publicar.
Si al costo de la conexión le añadimos la vigilancia cibernética, el regalito de los spams y el rastreo de la clave y los asuntos personales de los internautas, sería mejor que nos negaran el acceso a Internet en los hoteles y cibercafés, o abolieran las limitaciones absurdas y autorizaran las conexiones desde casa, como sucede en medio mundo.
Me comentaba ese día Yudeisi, una chica que no pudo chatear con su novio en España, que éste le compró un ordenador chino en Paseo y Malecón y, como “es experto en computación”, revisó bien el equipo pues “dicen que funcionarios cubanos encargaron a sus homólogos asiáticos la colocación del software de filtraje Green Dam Youth Scort en los equipos que se venden acá”.
Apenas conozco las nuevas tecnologías, pero mi experiencia en hoteles y cibercafés me lleva a sospechar que aún los censores y supervisores de los medios informáticos insisten en controlar a quienes buscan y comparten información desde Cuba.