tú
y yo estamos condenados
por la ira de un señor que no da el rostro
a danzar sobre un paraje calcinado
o a escondernos en el culo de algún monstruo
por la ira de un señor que no da el rostro
a danzar sobre un paraje calcinado
o a escondernos en el culo de algún monstruo
Reinaldo
Arenas
en El Gato Tuerto a una
puta le embeben su mirada con desdichas
y
entre alcohol besos y boleros
descubre en medio de sus muslos el inminente
destierro
que alguna vez será de antaño
otras
putas dispuestas a rendirse le van a lanzar piedras desde enero
su
pecado
no
acepta le cambien el color de su carmín y el de su nombre
la
puta evita los reflejos
muerde
nerviosa las patas de sus espejuelos oscuros
la sospecha centellea y marca
a su piel
como el rastro de sus dientes en las patas de los espejuelos
oscuros
será
durante seis décadas la puta
marinera y confinada que errante y proscripta mira
sin
embargo
ganarán
los días cuando la tarde de su ida se recuerde como un capítulo molesto
y un
viejo barman va a suplicarle
después de examinar una larga lista de
arrepentimientos
puta
perdónanos
y se la meretriz olvidadiza
ven a
beber el nuevo coctel de la concordia
ya no
hay pendencias y debe caducar la memoria que guardan tus piernas
vuelve
a El Gato Tuerto sin zozobra en tus caderas
trae
contigo ese brillo en la mirada que una tarde empapamos con sermones y amenazas
no
precisas hoy de tus espejuelos oscuros
ella sabe
nada es como antes
cuando fue puta a secas
y no se hablaba del peligro
que hoy figuran las palabras