Presentación de "Las artes de hacer luminiscencia", cuaderno de poemas de Ana Margarita Mirelis, publicado por Editorial Velámenes.
fernandina de jagua
Desde Miami, un poquito de todo, y no muy constante...
domingo, 21 de septiembre de 2025
Las artes de hacer luminiscencia, de Ana Margarita Mirelis
Presentación de "Las artes de hacer luminiscencia", cuaderno de poemas de Ana Margarita Mirelis, publicado por Editorial Velámenes.
domingo, 20 de julio de 2025
Armando De Armas. El olvido ¿involuntario?
Hoy estuve en la primera sesión del
2do Encuentro Internacional con el Libro Cubano Exiliado. Su público numeroso da
fe de la fuerza que proporciona la convocatoria y el interés de muchos por el
libro criollo proscrito y, además, con la presencia de personalidades de
respeto e historia probada del presidio político cubano en el exilio; con varios
escritores, no muchos con una obra importante, y el resto rostros amigos del
gremio que por lo general los ves únicamente en eventos como este, pavoneándose,
donde invita la literatura y en particular la literatura del cubano de afuera.
Ese que no cuenta con el beneplácito de los de “adentro” y, menos con el favor de
los “publicadores” de aquí, en su mayoría consortes de los de allá, que te
rechazan si eres un escritor problemático. Entiéndase un sujeto con criterio
independiente y ajeno de la manada que se esfuerza en comulgar, amén de la
genuflexión que simboliza. Por cierto, editar es otra historia, un oficio de
pocos que, por lo general, no usan la inteligencia artificial como herramienta.
Basta la de sus cerebros.
Hasta aquí, incidental aparte, todo más o menos bien, lo usual en este tipo de convocatorias,
que igual no me propongo discernir. Sin embargo, el caso que me llama la
atención, el Pen Club de Escritores Cubanos en el Exilio es uno de los
principales organizadores del encuentro que concluye mañana domingo, una
organización que desde mi llegada a Miami en el 2004 he tenido la satisfacción
que, en varias ocasiones, he participado con ellos en lecturas, la mayoría
coordinadas por los que en esa época fueran la directiva del Pen: me refiero a
Ángel Cuadras, Luis de La Paz, Rodolfo Martínez Sotomayor y, no por último
menos importante, Armando de Armas, quien en esa época se desempeñaba como uno
de los vicepresidentes y fundadores; incluso, más recientemente, fui invitado
al Pen a pedido del Partido Republicano de Cuba por voz de su presidente
Ibrahim Bosch, y presenté el cuaderno de poesía “Voz Cautiva”, de la poeta y presa
política María Cristina Garrido; y más recién, tuve a bien de participar en el
maratón poético que se coordinara luego de que Zoé Valdés visitara Miami, donde
estuvieron varios poetas locales, y hasta algunos que vinieron desde lejos para
no perder la oportunidad que ofrecía el evento, y en especial la presencia de
Zoé.
Si hago este panegírico que suena más
a curriculum vitae que otra cosa, y que no le importa a nadie, es porque
conozco al Pen desde hace más de veinte años y hasta hoy he dado fe de su
seriedad y respeto por la obra de muchos escritores en el exilio, y que lo
mismo como organización ha servido de tribuna para mostrar las atrocidades a
que nos tiene acostumbrado la dictadura castrista, que no por habituales se
dejan de denunciar. Lo que quiere decir, si algo no le falta al Pen, es coraje
y, sobre todo, memoria. Luego entonces, ¿cómo pudo suceder un “olvido” de tal
magnitud?
Una de las ideas que tuvo el Pen Club
en este encuentro del libro exiliado, hasta donde sé, fue la de rendirle
homenaje a figuras que ya no están con nosotros. Ellos son: Vals, Clark,
Cuadras, Montaner y Salvat. Excelente, un empeño merecido sin dudas. Se trata
de personalidades que, si bien puedo coincidir o no con algunos en cuanto a sus
proyecciones políticas, sin excepción todos tiene asiento de palco en la
historia del exilio cubano. Figuras que al entrar al salón donde se desarrolla
el encuentro, encima de una enorme mesa, puedes ver sus fotos. Sin embargo, ¿no
le parece al Pen que hubo un gran ignorado al momento de pensar y concebir
estos apropiados respetos? Y digo ignorado, porque olvidarse no creo que
suceda, la obra de Armando de Armas, su coraje y prestigio como exiliado y
anticastrista, le precede y le trasciende.
El caso es que hice mis indagaciones
con dos miembros de autoridad en el Pen y por respuesta recibí un “no sé qué
pasó” que, por supuesto, no me convence. ¿Bajas pasiones? ¿Antipatía personal? ¿Incomodidad
porque Armando a medida que se iba acercado su ida fue radicalizándose,
diciendo las cosas con “la boca de comer”, y eso a muchos no les gusta o, peor,
les asusta? Es increíble, y hasta imperdonable, que el Pen Club de Escritores Cubanos
en el Exilio haya desconocido a una figura importante no solo en la literatura
cubana desde afuera (que te guste o no como escribía no demerita su valor como
narrador y ensayista, como pensador, y cuenta lo mismo con un asiento de palco
en la historia de la literatura contemporánea criolla, sin importar bordes ni
ninguneos). Armando no fue solo escritor, sino que jamás publicó en Cuba, por
convicción y porque el aparato represivo y de inteligencia no lo permitía; de
hecho, se de primera mano de un narrador cubano hoy radicado fuera de Cuba, con
una obra importante, un buen hacedor de palabras con una que otra zona oscura, del
que no guardo con él ningún tipo de complicidad y, mucho menos, amistad, de
Cienfuegos para más señas, que en los noventa fue a publicar un plaquette (comenzaba
el periodo especial y el papel hasta para ir al baño escaseaba ya), y el
cuaderno de cuentos estaba dedicado a Armando, lo que lo puso en una posición incómoda
porque la editorial revolucionaria le dijo al autor que si pretendía publicarlo
habría de borrar el nombre de su “dedicado”. Años más tarde, al publicar
Armando “Mala Jugada”, producido por el Ex Club, Armando le dedicó este
magnífico libro de cuentos a este autor que se apresuró a borrarlo de la
dedicatoria, lo que no es reprochable, así decía Armando, tratándose de un
lugar como Cuba.
Hablo de un hombre que conozco desde muy jóvenes los dos, que lo vi padecer presidio por sus ideas, que supe que conspiraba contra el régimen apoyando al Partido Pro Derechos Humanos en Cienfuegos, que por esa época su presidente era Justo Gabriel Quintana, alguien que conocí muy bien y sé de la confianza que le tenía a Armando. Hablo de un escritor que sacó de Cuba una buena parte de su obra en medio de una escapada asombrosa, con Guarda fronteras disparando, con el agua hasta el cuello, y acá en Miami hay personas que pueden dar fe de ello. Hablo de alguien que poco faltó para ahogarse, en el yate “Democracia”, frente a las costas cubanas, cuando la lancha estuvo a punto de naufragar. Hablo del amigo corajudo y siempre dispuesto a ayudar a los demás, y yo puedo dar fe de ello. Hablo, carajo, de un intelectual que por mucho que quisieron silenciarlo allá, y luego aquí, jamás se rindió. Hablo de quien tiene la estatura moral suficiente para ser reconocido junto a los otros intelectuales de reverencia merecida. Por cuanto, le pregunto a la dirección del Pen Club, ¿cuál, o cuáles (que a lo mejor son varias y no me entero) fueron las razones que, aparentemente nadie sabe, para olvidar burdamente, ignorar, a la figura de un fundador de esa organización que sé yo de primera mano hubo una época que, junto a Cuadras, De la Paz, Rodolfo, y otros más, entregó alma y corazón para que ese proyecto, el único en el exilio reconocido internacionalmente, saliese adelante?
Señor Daniel Pedreira, y por extensión demás directivos del Pen, les corresponde responder a tan grande barrabasada al no dedicarle unos escasos minutos a la figura de un hombre con probada trayectoria anticomunista y literaria, como lo fue Armando De Armas, y peor, que su foto no esté en la mesa donde merece un espacio en medio del resto de los intelectuales homenajeados. Muchos de los que hoy forman parte de la organización que usted preside, señor Daniel, algunos amigos cercanos a Armando y no muy contentos con su gestión, por si usted no lo sabe, pueden hablarle de quién fue Armando y de su legado. Y no me digan que se trata de una jodedera mía porque al amigo de antaño no le dieron el espacio que yo pienso le corresponde. No jodan, coño. Hagan su trabajo con dignidad y dejen a un lado los bajos ardores
domingo, 13 de octubre de 2024
Armando de Armas, indagación...
Año 2005, en el Koubek Center, una presentación coordinada por el Pen Club
Año 2008,
agosto 27 más exactamente, se publicaba en la página de un blog de Cubaencuentro
una entrevista que le hiciera a Armando de Armas; de hecho, fue la primera de
otras dos que hoy lamentablemente no he podido recuperar, entre otras razones
porque terminaron censurándolas en las redes. Al momento de irse Mandy, muchos de
aquellos que en una época juraban ser sus “amigos incondicionales”, acabaron dándole
la espalada por temor a su posición vertical en contra del comunismo,
la izquierda, el wokismo, y toda esa morralla que hoy buena parte del mundo en
su delirio comparte a gusto, y otros que no, pues se callan por temor a
aparecer como “incorrectos”. Muy pocos cuentan con el coraje suficiente por
decir las cosas por su nombre, enfrentarse, reconocer incluso que se han equivocado, evolucionar su pensamiento, revalorizar los hechos que una vez interpretó de una manera, sucesos con los que luego no comulgaba por esa evolución que menciono; cambios en la vida de un hombre al amparo de un acto que presupone respetarse así
mismo, respetar qué se piensa, y ser coherente con el segundo en que se vive.
Revisando hoy
la entrevista, que inexplicablemente aún no la han borrado, aplicándole el
famoso código 404, leo la introducción que le hicieran: asegura Fortún haber
advertido en la blogosfera que el autor de “Mitos del antiexilio” se
ha vuelto un personaje controvertido y ha despertado todo tipo de criterios, lo
mismo favorables que en contra, lo que a su vez ha provocado un movimiento
inusitado en aquellos espacios en los que aparecen sus trabajos, lo que pudiera
traducirse en un alto porcentaje de clics. Lo que no dicen es que, amén de
ser uno de los primeros en advertir los cambios que se avecinaban, casi de
manera profética, tuvo la osadía de hablarlo tal y como merecen asuntos como
esos: con honestidad, con absoluto apego a su creencia, sabiendo el precio que podría
pagar, y que pagó.
Por último,
fue esta una entrevista que disfruté, lo conocía bien, desde muy joven, cosa
que Emilio Ichikawa me decía que representaba una ventaja injusta con el resto
de sus amigos escritores, y nos reímos los dos más de una vez por las
respuestas suyas. Tiempo después, trabajando él en Radio y TV Martí, me dio un
pequeño cuestionario para publicarse en la sección que tenia en la Web de dicho
proyecto dizque anticastrista. La idea fue como una suerte de revancha, algo
así como, si tú me preguntas, ahora me toca a mí preguntarte. Sin embargo, esa
entrevista que me hiciera acabó en la papelera o trash de la emisora.
Sirva esta
suerte de indagación por Mandy como homenaje al amigo, y vaya mi abrazo
fuerte.
Miami, octubre
del 2024
Una entrevista con Armando de Armas
Denis Fortun: ¿Cómo es que alguien nacido en
un contexto puramente campesino, y sin referentes en cuanto al arte en general,
se decide a estudiar una carrera de letras y finalmente se convierte en
escritor?
Armando de Armas:
La verdad es que no decidí nada. Ese ambiente está entre los dos elementos
fundamentales para hacerme escritor. Una localidad atemporal en las cercanías
de la ciudad de Santa Clara, en la que los duelos a machete, los incestos y los
amoríos, se cantaban en décimas; además de la épica del bandolerismo
perteneciente a un pasado no muy lejano. Crecí oyendo historias de aparecidos y
tesoros escondidos contadas a la luz de una lámpara chismosa. Historias a las
que se daba tanta credibilidad como a las otras pertenecientes a una realidad
dura y escabrosa.
Había en casa una escopeta de 16 milímetros
con dos cañones, perteneció a uno de mis antepasados desde la Guerra de
Independencia. Mi abuelo había estado en la guerra y en ella perdió ocho
hermanos. Había también un machete paraguayo que era el arma blanca predilecta
de los insurrectos. La gente cree que el machete de las cargas es el mismo
machete con que se chapea un patio. Nada de eso, es un arma formidable, ya le
faltaba un pedazo por el uso y el abuso, y era de mi tamaño yo con trece años,
y ni pensar que pudiera levantarlo, con una cruz plateada en la empuñadura
pesaba una enormidad. Eso explica que esa arma se llevara las enemigas cabezas
de un tajo y que, en la primera carga al machete, la de Máximo Gómez, quedasen
en el campo las carabinas españolas con el cañón trozado limpiamente de un
machetazo.
Conocí a otro veterano de la independencia,
que hizo la invasión a las órdenes de Gómez con el grado de sargento. Él me
curó el asma, un infierno el asma, la medicina no pudo y aquel hombre, blanco y
de ojos azules, que se había iniciado en Palo Monte con los congos insurrectos,
me curó. En mi casa no había libros, es más, leer era una actividad sospechosa.
Mi abuela materna había sobrevivido la
reconcentración de Weyler e integrado más tarde las células de acción y
sabotaje del ABC contra el general Gerardo Machado (esto te lo digo sin orgullo
alguno, pues lo cierto es que el desbarajuste sin solución para los problemas
nacionales se inicia, precisamente, con la revolución del 33 y la caída de
Machado, para incrementarse luego durante los llamados “gobiernos auténticos” y
desencadenar la catástrofe del infinito descenso con la toma del poder en 1952
por el general Fulgencio Batista y su posterior fuga en 1959, dando lugar así a
la tiranía de los Castro). De ella escuché las historias de Genoveva de
Brabante, Tirante el Blanco, Amadís de Gaula y el Cid Campeador, que para ella
eran todas verídicas. Es curioso, ya hombre observé a dos presidiarios que,
retándose a muerte, escupían parrafadas enteras de La Ilíada de Homero,
uno en el papel de Aquiles y el otro en el de Agamenón, ambos analfabetos
totales.
Es como si yo, en plena mitad del siglo XX, tuviera el privilegio excepcional de experimentar lo que sería el origen mismo de la literatura, su oralidad. Ver que la vida no sólo influía en la literatura, sino que la literatura de insospechadas maneras influía también en la vida, y más extraño aún, el privilegio de ver cómo lo hacía en las vidas de los seres más elementales y alejados del intelecto, mucho más inclusive que en la vida de la gente que se tiene por culta, puesto que para ellos la literatura era una realidad histórica, no ficción. También, muy niño, fui testigo de la rebelión campesina contra el comunismo que aceleradamente implantaba Castro. Tráfago de hombres y de armas durante las madrugadas en la cocina de mi casa, incendio de cañaverales en la noche, disparos, rumores, represión… Luego estaba la soledad, perderme durante días en el monte sin que nadie supiera de mí, en largos soliloquios, armado de un arco y unas flechas que fabricaba del gajo de un árbol de güama y varillas de güin con una puntilla de acero insertada en la punta, un tirapiedras, un cuchillo y, cuando pude, con una escopeta de aire comprimido.
Creo que todo eso que te cuento me llevó
primero a la reflexión, y mucho más tarde a la escritura. Agrégale que era muy
malo para el deporte, aparte que no tenía oportunidad alguna de practicarlo, y
era y sigo siendo extremadamente vago para el trabajo físico. Viéndolo desde la
distancia creo que no tenía otra alternativa que el nefando vicio de la
escritura. Esto que te he dicho no quiere decir que añore ese mundo en ningún
sentido, y de hecho en cuanto pude, aún niño, escapé de ese lugar para nunca
más volver. Mi obra no tiene nada que ver con la novelística de lo bucólico
pastoril, sino con la novelística urbana. Más que nada ancla sus raíces
entrelazando los géneros de la caballería y la picaresca.
DF: De
joven en Cuba te movías en un submundo peligroso, donde quebrar la ley era cosa
de todos los días. ¿Esta marginalidad te ha servido a la hora de contar tus
historias?
AA: No me gusta hablar mucho de ese pasado,
no porque reniegue de lo que viví, Dios me libre, sino porque, como muy bien ha
observado el ensayista Emilio Ichikawa, parecería ahora que todos los cubanos
provienen de ambientes marginales, moda marginal, y ya no se alardea de ser de
El Vedado sino del Fanguito, de ser graduado de una universidad sino del
presidio, de ser católico sino mayombero. Los intelectuales, poetas y pintores,
y hasta los académicos, arriban de la isla escupiendo por el colmillo el asere
y el monina y el ecobio y otros términos más iniciáticos aún. Y no tienen ni la
más puta idea de lo que quieren decir, simbólicamente me refiero, aunque a
veces ni siquiera literalmente. “Generación asere” creo que le llaman a eso, y
lo más cómico del asunto es que la mayoría de ellos, la verdad, se gasta una
cara de monaguillo o bitongo o cogegalleta o vaya usted a saber qué. Gente que
si le suenas un siquitraque al lado está corriendo hasta que se acuerde, y que
en una celda haría las delicias de las auténticas y viciosas ratas de presidio.
Pero, volviendo a tu pregunta, sí, ese
ambiente peligroso es el segundo elemento fundamental para que me haya
convertido en escritor, junto a todo lo demás que te cuento en la anterior
respuesta y, como en el caso del primer elemento, no siento nostalgia alguna
por el mismo. Ambos sencillamente constituyen el sedimento, la oscura materia
prima con la que elaboro mi obra, un material ciertamente escabroso, sucio y
mal oliente en muchos casos, como salido de las alcantarillas de esos sueños de
los cuales uno despierta un tanto avergonzado, de la índole de la sustancia que
le habita allá en lo más íntimo, pero eso fue lo que me tocó, lo que me
otorgaron. Uno no escoge un material. Uno tiene un material y luego trabaja,
trata de hacer lo mejor con lo que tiene.
DF: Sé
de una amiga que una vez le dijo a otra: "A Mandy se le puede decir
cualquier cosa, hacer con él lo que sea, porque sabe bien cómo guardar un
secreto, es un hombre, una tumba. Ahora, el problema es cuando escribe. No le
den una cuartilla, que enseguida convierte todo lo que sabe en un cuento. ¿Hay
algo de cierto en eso?
AA: Te
refieres a mi buena amiga Vicky Ruiz de Zárate. Bueno, ella es una mujer
inteligente y atrevida, sus razones tendría… Pero, sí, un escritor puede ser un
caballero en sus transacciones diarias y frente a la cuartilla en blanco transmutarse
en un chismoso de altura. Claro, para guardar la honrilla ha de cambiar
nombres, situaciones, ambientes. Así y todo, un grupo de los más patibularios
personajes de mi libro Mala
jugada me citaron un día a un hotel de Miami Beach para
celebrarme juicio. Uno de ellos, particularmente enojado, alegaba que yo
falseaba las historias, que él no había matado a su enemigo porque lo hubiese
perdonado o porque hubiese envejecido, o se hubiese reblandecido, como yo
contaba en el relato, sino que, simplemente, no lo había matado porque no había
tenido oportunidad o no se lo había topado en el camino.
DF: ¿Y
cómo resolviste un asunto tan espinoso? ¿Y cómo además no aprendiste la lección
y sigues escribiendo sobre lo cotidiano y lo que les sucede a gentes que te
rodean y lo que menos quieren es que se sepan sus historias, aun cuando cambias
sus nombres?
AA: Les dije a
los muchachos que en vez de enjuiciarme debían homenajearme, pues gracias a mí,
y con un poco de suerte, ellos seguirían viviendo en mis libros después de muertos.
Vaya, que les ofrecí la inmortalidad a cambio de la no manifestación de mi
inmediata mortalidad. Terminamos ese día bebiendo Heineken en cantidades
industriales, riendo, llorando, recordando la época en que éramos tan jóvenes y
tan locos y nada nos importaba, y la muerte era una cosa lejana que podía
sucederle a otros y no a nosotros.
Todo el que me
rodea ha de saber que corre ese riesgo, padezco el vicio del escriba, vicio que
para colmo he elevado a categoría de virtud y por el que he pagado el precio de
la persecución primero y del ostracismo después. Creo por otro lado que un
personaje literario no es más que eso, un personaje literario, por mucho que se
parezca a un personaje de la vida real.
DF: Tu
último libro publicado, Carga de la
caballería, tiene un
cuento que narra la historia de un personaje que se conecta con el mundo de los
muertos, y con el pasado. ¿Estas narraciones son pura ficción o es verdad que
has tenido experiencias extra-sensoriales?
AA: Sí, he
tenido ese tipo de experiencias. Cuando alguna vez me he definido como un
escritor realista es en el sentido de que, para mí, acorde con lo vivido, la
realidad es tanto la realidad per
se como las aberturas, grietas, hendijas y fisuras por donde
asoma esa, digamos, realidad rara, de un orden otro, mundo de lo inasible que
no por inasible deja de mostrarse y determinar con unas, para la mayoría,
insospechadas fuerzas. Definir eso, explicarlo, entra ya en el terreno de la
charlatanería. Ahora, estar incapacitado para explicar un fenómeno dado no me
libera del deber de dejar constancia del mismo, de ser notario de sus
manifestaciones. Hablo, en definitiva, de la experiencia, cualquiera que sea su
índole.
DF: En
un reciente trabajo tuyo publicado en varios espacios de la Red sobre Obama,
hablas de la religión yoruba. Lo que para muchos delata a un practicante, por
el conocimiento de la religión afro que manifiestas. ¿Es Armando de Armas uno
de los tantos cubanos que dicen ser sincréticos y creen en Dios y Obbatalá?
AA: Mira, yo
me considero un entusiasta del estudio de las religiones comparadas. Me fascina
la similitud de los símbolos fundacionales en el dogma de las grandes
religiones monoteístas y politeístas, y aun la similitud de estos con los de
las pequeñas religiones de pueblos perdidos en la inmensidad de la historia y
la geografía. Se trata de la equivalencia del arquetipo de la divinidad manifestándose
en el tiempo y las distancias. La equivalencia, ciertamente arriesga, pero
equivalencia al fin, del hueso de un santo en el anillo de un obispo católico
con la kiyumba, cráneo, de un muerto capataz de caldero en la ganga de un tata
palero.
Luego, faltaría a la sinceridad si no te
hablo de mi personal y complicada historia religiosa, de mi experiencia, que es
lo que al final cuenta. Bautizado católico, en un hogar con esa laxitud propia
de la religiosidad existente en la mayoría de los hogares cubanos. No obstante,
la mayoría de mis numerosos tíos, y mis abuelos por parte de madre, se habían
convertido a la tremebunda secta de los Testigos de Jehová y pasado por las
cárceles castristas por motivo de ese culto. Mi tío Alberto García protagonizó
un sonado caso por propaganda enemiga debido a un mimeógrafo que le ocuparon
junto a literatura de la secta, revistas Atalaya y otros panfletos, y aparecía en
la muy pendeja prensa de la isla en fotos tomadas al lado del aparato, desde
unos ángulos que le otorgaban el aspecto de un asesino en serie o un salteador
de camino. Un hombre que era una especie de santo de lo bueno o lo bobo que
era, y sigue siendo.
Con siete u ocho años integré las pertinaces
huestes de los Testigos de Jehová, pero enseguida me expulsaron por motivo de
que andaba enredado en peleas constantes y no ponía la otra mejilla. Esta sería
la primera expulsión de una serie de numerosas expulsiones a lo largo de mi
vida, premonitoria la cosa. Entonces, a medida que fui creciendo y
envolviéndome en ambientes disolutos, ambientes de romper y rasgar, me alejé de
toda religiosidad y dejé de tener, de percibir las experiencias pneumáticas de
la niñez.
Después, una noche, atrapado en una redada y
con todas las posibilidades en mi contra -es decir, de que me dejaran a la
sombra por años-, fervorosa oración y promesa de por medio, ocurrió una suerte
de milagro en que los papeles se trastocaron, los testigos se confundieron, el
fiscal tartamudeó y los guardias se ablandaron, y nuevamente me vi en la calle,
limpio de polvo y paja.
Fue ahí que empecé a regresar a los orígenes,
a religarme, que es lo que significaría el vocablo religión, que viene del
latín religare, volver
a ligarse con la deidad o las deidades. Pero lo hice por el camino iniciático,
en las logias masónicas y teosóficas y del cristianismo esotérico. Me conectaba
en definitiva con la gran corriente del gnosticismo occidental, la de Valentin,
Marcion, Bardesanes, Isidoro, el hijo de Basílides, y Carpócrates, pasando por
Juan El Bautista, y
terminando con Johann Wolfgang von Goethe, Herman Hesse y Carl Gustav Jung, por
mencionar sólo algunos de los que en la historia han tomado la vía del
conocimiento, de la experimentación, para relacionarse con el difuso mundo de
lo divino, que es lo que más o menos viene a ser el gnosticismo, el pulir la
obra de los alquimistas, el manos frescas para trabajar la de los yoruba.
Con Jung aprendí que dentro de la gran
tradición cristiana y politeísta occidental uno debe trabajar espiritualmente,
o psicológicamente si quieres un término moderno al uso, desde su contexto
cultural más inmediato y telúrico. Que los dioses y demonios son o pudieran ser
muy locales y domésticos y que, por ejemplo, un alemán, que cuenta con el
acervo del dios Wotan y los poderosos espíritus de la Selva Negra, más lo
cristiano, convertido al islamismo puede resultar además de absolutamente
ridículo, absolutamente ineficaz y hasta perjudicial. Que un cubano, que cuenta
con el acervo del dios Obbatala y los poderosos espíritus del Monte, más lo
cristiano, convertido al budismo y la contemplación puede resultar además de
absolutamente ridículo, absolutamente ineficaz y hasta perjudicial.
Un hipotético cubano budista pudiera decirle
a otro paisano: ¡Oye, asere, te salvaste que lo mío es contemplación y nirvana
y eso, que yo si no estoy en ninguna sonsera de esas de la guapería, si no te
iba a reventar la cara dura esa a ver si aprendes a buscar la iluminación!
DF: Algunos
de tus detractores te acusan de ser un extremista de derecha, un encantador de
serpientes… hasta aseguran que los hay temerosos de contradecirte en tus
posturas políticas y que, además, eres una mala influencia que transpira sólo
radicalismo. ¿Acaso estoy delante de una especie de fundamentalista del neocon?
AA: Desconocía
que yo provocara tan fuertes reacciones. Mira, no soy extremista de derecha ni
de nada, lo que pasa es que nuestros moderados son como el ejemplo del budista
cubano con que termino la otra respuesta, y no están dispuestos a abrirse a los
puntos de vista que desmonten las bobadas en las que ingenua o interesadamente
creen.
Pero, vamos a ver, si ser de extrema derecha
es defender la libertad del individuo, la propiedad privada, el libre comercio
como primer elemento civilizador en la historia de la humanidad, y sobre todo
no estar peleado con el ser, con el orden natural de las cosas, apostar por los
valores tradicionales de Occidente y además creer que todo eso debe defenderse
con las armas si preciso fuera; que la guerra a veces es un mal necesario, que
Estados Unidos es en el tiempo presente la cabeza de lo que conocemos por
Occidente y que, por otro lado, encarna como ninguna otra nación en el mundo la
democracia, la libertad y el progreso; que el Estado de Israel es un enclave
occidental allá en el Oriente Medio que debe ser defendido a como dé lugar… si
eso es ser de extrema derecha, bueno, pues lo siento, soy entonces de extrema
derecha, fundamentalista neocon y
todo lo que quieras.
DF: Mitos del antiexilio ha dado mucho que hablar y algunos que se denominan tanques
pensantes no entienden todavía cómo un sujeto como tú, a quien para nada
respalda una impronta de pensador, venga a aparecerse con un análisis tan
novedoso y concluyente en cuanto al exilio cubano y sus posturas ideológicas.
Dime lo que piensas en cuanto a esto.
AA: Lo cierto
es que no me considero un pensador, no sé siquiera qué cosa es un pensador, los
hombres somos presuntuosos al pretender que pensamos algo. Más bien tiendo a
creer que algo o alguien nos piensa, o a lo sumo que los más lúcidos de la
especie captan unos pensamientos, unas ideas inmanentes que pueden ir en contra
o a favor del Espíritu de la Época. En mi caso las ideas y pensamientos de los
que me he apropiado van contra el Espíritu de la Época, pero quizá ocurra en un
tiempo bisagra en que el Espíritu de la Época pudiera estar cambiando. Esto
último explicaría el relativo éxito de un libro como Mitos del antiexilio, un
texto que años atrás hubiera estado condenado al ostracismo (quiero decir al
ninguneo al que son tan dados nuestros progres y sociatas, representantes,
claro, del espíritu epocal, ese que pareciera que, al fin, se va haciendo
otoñal).
DF: De
todos es conocida tu amistad con el congresista Lincoln Díaz-Balart. ¿Tienes
aspiraciones políticas en una Cuba poscastrista? ¿alcalde por Cienfuegos? ¿senador
por Las Villas?
AA: Mi amistad
con Lincoln Díaz-Balart está sustentada en la afinidad de ideales respecto a
Cuba y su libertad, y en que, por otro lado, es un hombre con una gran cultura
y sentido del humor, alguien con quien puedes hablar de política y de los
entresijos de la política, de historia, arte y literatura, alguien que de niño
contó con un maestro excepcional, nada menos que el poeta Gastón Baquero.
Digamos que, congresista aparte, Lincoln resulta más intelectual, y sobre todo
más inteligente, que muchos de nuestros atildados intelectuales al uso.
En cuanto a mis aspiraciones políticas, la
verdad es que no las tengo. La política sólo me interesa desde el punto de
vista de la escritura política y, por supuesto, siempre estaré orgulloso de
haber sido un opositor a la más feroz tiranía padecida en el hemisferio
occidental. Pero ello, demás está decirlo, no me hace un político, sino alguien
que tuvo y supo defender sus ideas políticas.
DF: La
tabla fue tu primera
novela, escrita de manera clandestina en Cuba con medios muy rudimentarios, es
decir, bolígrafos y papel, por lo que asumo le tienes un especial afecto. Sin
embargo, aún no se publica. ¿Está signada por algún sino maléfico o es que
todavía no estás listo para que sea consumida por los lectores? ¿O se trata de
pudor debido a lo cruda que resulta y al hecho de que los personajes que la
componen viven todavía y bien pueden verse retratados de alguna forma?
AA: Empiezo a
contestar la pregunta por lo último. No tengo pudor alguno, a un escritor que
se respete le está vedado tener pudor, si lo tiene que se dedique a otra cosa.
Creo que el problema fundamental para que La tabla (dieciocho años después de haber
sido escrita y de ser una de esas obras del ambiente underground de las
cuales muchos hablan y pocos conocen) no haya sido publicada es el Espíritu de
la Época de que te hablaba. Pero felizmente ese espíritu, iniciado
probablemente con la Reforma Protestante, incrementado notablemente en el siglo
XIX, apoteósico y avasallador en el XX con el triunfo del nacionalsocialismo
por un lado y el internacional socialismo por el otro, con su legado de
estatismos, gregarismos, hombres nuevos, campos de concentración, gaseamientos
y fusilamientos, resultado en definitiva del racionalismo extremo, de la oscura
superstición de la razón pura y dura, felizmente, decía, ese espíritu pudiera
estar dando muestras de ir hacia el ocaso, y La tabla quizá pudiera tener finalmente su
lugar bajo el sol, o al menos bajo las prensas.
DF: Termino
con lo que pudiesen ser dos preguntas en una. ¿Cómo es que pueden convivir en
una misma persona el escritor, hasta cierto punto agnóstico, que por un lado es
practicante de la religión yoruba, con fe en lo supremo y respetuoso de lo
etéreo, y por el otro el irreverente en cuanto a maneras de conducirse y hasta
de vestir, lo que te hace ver muy lejos de los clichés que asumen los
intelectuales cubanos sin importar orillas? Una gorrita bolchevique, por
ejemplo, o unos espejuelos montados al aire, tú sabes.
AA: Bueno, no
son dos preguntas, me has disparado sin piedad una ráfaga de preguntas. Veamos.
La literatura, el arte y el pensamiento, si son, son paradojales. La vida misma
es paradojal, y no hay mayor paradoja que la paradoja divina, nada más hay que
estudiar desprejuiciadamente el Libro
de Job para entenderlo. Entonces, creo, cualquiera que apueste
seriamente por captar y transmitir algo de la literatura, el arte o el
pensamiento inmanentes, de la vida misma, que pretenda religarse mínimamente
con la divinidad, ha de ser, por fuerza, una persona paradójica, no hay manera
de escapar de eso, sólo asumirlo, asumirlo y punto. Respecto a las gorritas
bolcheviques, me dan escozores testiculares, y en cuanto a los espejuelos, a
Dios gracias aún no los necesito.
Una tarde de viernes, que definitivamente se van a extrañar
miércoles, 20 de marzo de 2024
Feria de Tampa, de lo que menos se habla es de libros
Créeme, he reescrito el encabezamiento de esta entrevista varias veces y en ninguna de sus formas me he sentido complacido, y el caso es, para hacerlo conforme a cómo pienso, debo ser honesto. A incicios de este mes se celebró la Feria Internacional del Libro de Tampa, convocada entre otros por Alberto Sicilia, quien desde diciembre del pasado año me cursó una invitación para que yo participara. En un inicio mi intervención sería presencial, estaría en Tampa con mi cuaderno Coordenadas Ilícitas (CAAW Ediciones 2023, de Yoana Martínez), sin embargo, por razones personales en enero cancelé mi ida. Sicilia me ofreció entonces la opción de que estuviese a través del chat, vía virtual y, por supuesto, accedí de muy buena gana. Mi presentación seria el domingo 10 de marzo a las 3:00 pm en el Martí virtual room.
Como es de suponerse, desde que comenzó
la Feria seguí a través de Facebook y en otros portales de la red cómo se iba
desarrollando el evento, hasta que el sábado una publicación colgada en Classic
Surbesive mostraba la participación de una delegación oficial cubana. Mi primera reacción fue de
disgusto. Decidí entonces no participar el domingo y
cancelé mi presentación sin dejarle saber a los organizadores. Motivos para
hacerlo me sobraban después de ver la foto. Comunicarlos, ya vendría el momento.
Claro, el lunes siguiente llamé a Sicilia, le dije qué pensaba, la razón
fundamental de no estar, y la conversación fue extensa.
Conozco a Alberto Sicilia hace más de veinte años, fue por allá, en Cienfuegos, en la Librería Dionisio San Román, al comienzo de este siglo. Y la razón de ese encuentro luego de los años, su amistad, transcendió para mí de manera favorable. Gracias a Sicilia descubrí mi pasión por la poesía, en especial la rimada, y la décima en primera fila. De hecho, mi mas reciente poemario publicado por CAAW Ediciones es un cuaderno de décimas, y en este mismo blog publiqué un post dando la buena nueva de mi libro y agradeciendo justamente a Sicilia.
Ahora bien, las preguntas que él me ha respondido, son las que me
asistieron a medida que se ha ido desarrollando esta suerte de sainete virtual
con la Feria de Tampa donde los comentarios de tirios y troyanos abundaron por
casi dos semanas, algunos muy puntuales, y otros tan pusilánimes, justificando lo que a mi juicio no lo es. En fin, quien me lea,
si ha llegado hasta aquí, le pido disculpa por lo extenso y le agradezco. Y bueno, si piensas diferente, ya hallarás la manera de hacérmelo saber… Gracias, Sicilia.
Feria de Tampa: de lo que menos se habla es de libros
Por Denis Fortun
Denis Fortun: ¿Quién es Alberto Sicilia
Alberto Sicilia: Un hombre de familia que valora la amistad sobre todas las cosas. Antes me presentaba como un camionero cubano que escribía versos; ahora soy un empresario cubanoamericano que se desvela por la libertad definitiva de Cuba.
DF: De Cabaiguán a la literatura, pasando por los camiones. Cuéntame de ese viaje desde el campo a las letras, y de las carreteras, sobre todo las del centro de la Isla
AS: Siempre digo que nací arriba de un camión y que soy guajiro de entre lomas, pero se me olvida decir que soy un lector forzado por el asma, como Lezama Lima. En mis viajes por las ciudades de Cuba compraba decenas de libros para soportar el ahogo de la noche hasta la alta madrugada. Soy de los poquísimos “intelectuales” que nunca dependí de puestos en el gobierno y nunca tuve necesidad de hacer coro. De igual manera aquí, en Estados Unidos, he trabajado con mis manos y no dependo de Fundaciones, medios informativos ni dinero de los contribuyentes. A muchos, que me conocen bien, se les olvida que soy el único – viviendo esos años en Cuba- que no tiene libros publicados en las editoriales masivas que fundó el monstruo de Birán. Gracias a mi Padre, EPD, soy el hombre sin jefe, no soy segundo de nadie en nada y después de rebasar los 17 años aprendí a no tener miedo, me operé de los nervios en la Isla del diablo.
DF: ¿Cuándo sales de Cuba? ¿Qué te decide a dar el “salto definitivo”, y por qué Tampa y no Miami para establecerte?
AS: Salí en el 2013 porque estaba asqueado de aquello; la sociedad se estaba deteriorando; ya veía a ese “hombre nuevo” que no tendría reparos en aplastar al prójimo para conseguir un plato de frijoles con el mínimo de esfuerzo. Esos mismos que llegan aquí y quieren vivir del gobierno y de la trampa. Mi padre murió en el 2008 y yo seguí luchando un tiempo para mantener el legado familiar pero no fue igual. En Tampa vive uno de mis tres grandes amigos, esos que mantienen una promesa hasta la muerte. Ese es el motivo principal de mi llegada a esta Bahía. También conozco la historia de esta Ciudad y soy un Martiano fiel, al punto de desear concluir la obra que se frustra con la muerte del Apóstol en 1895.
DF: Háblame de la Primera Feria Internacional del Libro de Tampa. ¿Cómo surge la idea y cómo logras organizar un proyecto de esa magnitud?
AS: La idea de la Feria surge
en conversaciones con el historiador Gabriel Cartaya. Era un anhelo de muchas
personas, la mayoría hispanos. Yo soy un hombre de acción. En los primeros años
no estaba preparado para enfrentar un proyecto de tanta envergadura. Tuve que
trabajar mucho junto a mi esposa para sentirme en condiciones financieras de
cubrir cualquier gasto necesario. He enterrado cables de Verizon en las arenas
y bajo las raíces de los árboles de Tampa; hice entregas de paquetes de Amazon;
limpié casas, apartamentos, patios; recogí basura. Escogí a gente puntual,
responsable y fundé una compañía de servicios que crece diariamente. Fundé mi
propia casa editorial y una revista. Finalmente, surgió Tampa Lector
Consortium. Quería hacer algo grande, que pudiera dar un espacio a todos; tenía
ganas de ver a esos escritores que conocía hace tiempo y podían regalarle a
esta comunidad unos días trascendentales, unas obras notables.
DF: Desde ya, a ti y al lector, pido disculpas por lo extenso de la pregunta, trato de construir un breve resumen. La Feria de Tampa destapó una suerte de caja de Pandora al descubrirse que funcionarios al servicio de la dictadura castrista fueron invitados, y la gran mayoría de los escritores participantes, al menos el grueso de Miami, no sabían que esa “delegación” iba a intervenir en el evento. Ni siquiera aparecían en el programa de la Feria, programa que tuvo demoras para darse a conocer finalmente, y esto es algo que molestó a muchos, como era de esperarse. Otros, en cambio, aseguran que estaban al tanto y vieron con muy buenos ojos que viejos camaradas llegasen a Tampa, defendiendo la idea de una “sana pluralidad”, trayendo al perdón y el olvido como bandera (sí, estoy siendo un tanto cáustico, pero es real). Por consecuencia, hay dos bandos, y las tres preguntas que siguen como una batería, pienso que son las que deben responderse de inmediato: ¿De quién fue la idea de traer a los funcionarios de la Isla, supongo que, financiados por la Feria, algo que lo mismo ha generado quejas en otros escritores que tuvieron que sufragarse sus gastos? ¿Dime si tú estabas al tanto de la invitación? ¿Se manejó en algún momento “compartimentar” esa información, a tal punto que unos aseguran que lo sabían y otros se “desayunaron” con la noticia al publicarse una foto en Facebook con la “delegación” bajándose de un avión en Tampa?
AS: Responderte las primeras me sitúa como un tipo excepcional, un campeón de la promoción cultural y un héroe de la película en primera instancia. Lamento decepcionar tanta teoría de conspiración con mis respuestas. Soy tan imperfecto como los ofendidos y el coro de comentaristas desinformados. Estoy seguro de que se me fueron algunas cosas de las manos y cometí errores, sobre todo al no valorar que hay personas a las que el dolor puede exacerbar el odio. No pensé en los oportunistas, en los envidiosos, en los que tienen que justificar su dependencia y ganarse sus frijoles con el escándalo y la noticia, en los que solo ven manchas, en los que quieren un minuto de fama, en fin, en las miserias humanas de un pequeño pero influyente grupo de represores de nuevo tipo. Por otra parte, hay un escaso grupo de amigos que se hacen esas preguntas y a los que estoy dispuesto a dar algunas explicaciones.
Cuando la idea de la Feria comenzó a tomar cuerpo y ya se estaban planificando sus pormenores llegó a Tampa una delegación de representantes o funcionarios de la Cámara del Libro Cubana. Ellos venían de Washington y habían avisado con unos días de antelación que deseaban reunirse con el comité organizador de la Primera Feria Internacional del Libro de Tampa porque querían proponer una delegación de escritores residentes en la Isla. Los amigos que conformamos Tampa Lector Consortium nos reunimos para pensar ese encuentro. Desde el primer momento vi la posibilidad de traer a autores que no fueran favorecidos por las instituciones oficiales de la isla, algo que también fue mi costumbre en Cuba. Ayudar a los autores emergentes y a voces divergentes. Mencionamos, en nuestra reunión y antes del encuentro con los funcionarios, nombres como Ángel Santiesteban. No voy a mencionar a otros ahora. Sabíamos que eran nombres que cerraban la negociación y se perderían otras posibilidades. En nuestras propuestas finales pesaron muchos factores que honran la amistad, la familia y los valores literarios de la obra. Nuestra propuesta era Maylen Domínguez, Soleida Ríos y Alexander Besu, cada una con un objetivo y significado especial. Cuando tuvimos la reunión con los funcionarios cubanos, ellos propusieron tres nombres, Francisco López Sacha, Osmany Echevarría y Víctor Fowler. Quiero decirte que no soy hombre enterado de cartas de apoyo de gobiernos ni cartas de rechazo. Firmé junto a Sindo Pacheco una declaración que puede encontrarse en la página pública de Facebook: Cuba, yo también quiero elegir mi presidente. De ahí en fuera no conozco quién firma o deja de firmar. Creo que si alguien firma alguna cosa carga con esa responsabilidad y su conciencia; debe sostener un principio o echarse a llorar si se arrepiente. Cuando el 11J, estuve activo apoyando las protestas. En el blog de mi web Classicsubversive aún pueden leerse tres artículos que escribí en medio de las acciones. También guardo los intercambios puntuales con algunos amigos, donde me preocupo por la situación de Cuba y ofrezco mi apoyo. Hago estas aclaraciones porque me han irrespetado poniéndome del bando equivocado. Después de estas conversaciones, que se hicieron en términos muy oficiales, puntualizando que nuestras ideas eran diferentes y que nuestro objetivo era mantener el evento anual y traer invitados a nuestro criterio. Eso estuvo claro desde el principio. Tuve conversaciones con muchos amigos por teléfono. La mayoría escritores de Miami que tienen proyectos editoriales. No creí necesario, quizás fue un error, hacer una declaración pública en las redes o publicar un post donde explicara quién venía o no a la Feria. El evento no estaba concebido como una Feria para cubanos; es una Feria Internacional. Los miembros del comité organizador que son de otros países me reclamaron sobre la cantidad de cubanos invitados. No hubo compartimentación para ocultar nada al respecto. Es importante hablar de eso y de los otros invitados que se sumaron después. Algunos amigos, a los que le comentamos que estábamos en condiciones de traer invitados residentes en la Isla me pidieron ayuda. Mi respuesta para todos fue abierta. Estuve de acuerdo siempre que fueran autores publicados y ellos se encargaran de costear todos sus gastos. De igual manera enviamos cartas de invitación a autores cubanos que estaban varados en países de tránsito para ayudarlos a llegar a tierras de libertad. Nosotros no teníamos presupuesto suficiente; el dinero solo daba para cubrir la renta de espacio, garantizar algunos hospedajes a los responsables de algunos espacios, ofrecerle algún refrigerio a los invitados y tantas cosas que ahora no voy a mencionar. La Feria se hizo a pulmón, con dinero de amigos, con la idea de tener un evento inclusivo, diferente, para cubanos y no cubanos, sobre todo para unir voluntades y dar curso a las aspiraciones de los emigrantes de nuestros pueblos de América. Nunca perdí la brújula Martiana. Los pasajes y gastos de estancia de Francisco López Sacha y Osmany Hechevarría no estoy enterado de quién o quiénes lo cubrieron. No fue Tampa Lector Consortium ni nadie de mis amigos.
DF: La pregunta que sigue tienes el derecho a no responderla; es personal, y puede que algunos me acusen que no aporta, que es hasta mal intencionada; otros dirían que igual su respuesta no justifica la invitación, ¿quién sabe? Sin embargo, te la voy a hacer de todas formas, puedes estar seguro de que no soy el único que se la ha formulado. Existen rumores que al menos dos integrantes desertaron (si prefieres, digamos que se quedaron) ¿Fue acaso una estrategia de la Feria, o de alguien en específico, invitar a funcionarios que gozan de toda la confianza del régimen, y al parecer del beneplácito de la embajada americana en Cuba, para así conseguir sacar al resto?
AS: Usar la palabra estrategia sería mentir y es algo que no hago. Puedo demorar un criterio para proteger a un amigo, pero me gusta hablar de frente y claro. Conozco a Sacha y sé cómo piensa. Pude hablar con él un par de veces y dejar claras mis ideas. En cuanto a los “invitados” siento satisfacción porque algunos se reunieron con sus seres queridos. Creo que son más de dos… Me gusta ver a las familias unidas. Si alguien regresa a la isla, -descontamos a los oficialistas- tuvieron la posibilidad de apreciar el discurso de la libertad, algo que aprovecharon y que a la larga fue de gran beneficio; autores como Luis de la Paz, Joaquín Gálvez, Patsy Sánchez, Roberto Pizano, y Ángel Santiesteban, desde la Isla. La Feria de Tampa les dio la posibilidad de decirlo en los mismos espacios donde había gente de Cuba.
DF: Amén de las innumerables razones que puedan asistirle a los que invitaron a los miembros de la UNEAC y otras instituciones oficiales cubanas (hablan de una tal Cámara del Libro Cubano), ¿no sientes que tal acercamiento con intelectuales comprometidos y firmantes de cartas a favor de la Cuba castrista representa una autentificación expedita para ese régimen y, además, significa por consecuencia irrespetar a muchos?
AS: No estoy de acuerdo con eso, pero respeto el criterio de quien se sienta así. Pido disculpas a los que se sintieron de esa forma y lo expresaron con honestidad, desde el dolor o la preocupación porque pensaron que el comunismo o el desgobierno cubano tomaría ventaja de la Feria del Libro de Tampa. Quizás las aspiraciones de traer voces disidentes de la isla se hayan visto comprometidas con estos sucesos, pero si se trata de cerrar filas contra el verdadero y único enemigo de la libertad, no me interesa. De ahora en adelante tendrán que jugar con nuestras cartas.
DF: ¿Habrá una segunda edición de la Feria de Tampa? ¿Cómo la imaginas esta vez?
AS: Habrá una segunda y espero muchas más; la Feria me trasciende en el tiempo. Estamos enviando encuestas a las casas editoriales, a los autores y colaboradores. Nos vamos a reunir con los amigos que dieron de sus ahorros. Ya nos sentamos a mirar las cosas malas y a proponernos mejorar. Queremos que las editoriales y los autores se encuentren con sus lectores, que los invitados no tengan gastos, que las ventas sean garantizadas por un mecanismo de distribución con la ayuda de las instituciones públicas, que la comunidad disfrute de la fiesta en familia, como sucedió en el pabellón infantil. Queremos que los cubanos dejen de pensar que son el centro del mundo y puedan al fin hallar la manera de terminar con sus miedos insuperables, el miedo a enfrentarse cara a cara con el pasado, con las culpas. Yo no tengo miedo.
DF: ¿Te visualizas regresando a una Cuba poscastrista? ¿Manejando otra vez un camión verde por Las Villas…?
AS: Tengo seis hijos y pronto el sexto nieto va a llegar. Todos, menos un hijo, viven aquí. Pero sueño todos los días con Cuba liberada. Me levanto muy temprano como lo hacía en Cuba e imagino que voy de pueblo en pueblo, leyendo poesía y sobre todo oyendo las historias de todos, encontrando voces como la tuya, que tengan mucho para decir.
jueves, 26 de octubre de 2023
Coordenadas Ilícitas
Corría el año 83 del siglo XX, mes de diciembre para ser más exacto, y por obra y gracia de un Jefe del Sector de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), y con la complicidad de la Presidenta de un Comité de Defensa de la Revolución (CDR), que dos décadas después llegaría a Miami huyendo de ese comunismo que con tanta pasión visceral defendía, como resultado de esta alianza combativa tuve que huir de La Habana, ciudad donde nací en medio del asfalto, concreto y mar, y en Nuevo Vedado, insistiendo en “para ser más exacto”, muy lejos de la guayabera, el campo y la guitarra, lejos de una tradición añeja y fuerte.
Huía únicamente por el supuesto delito de ser un “diversionista ideológico”, “desafecto al proceso”, con la amenaza de, si no me redimía y regresaba al camino del “hombre nuevo” por la única contravención filosófica de no adorar a Marx y a otros peludos, por no comportarme como un joven que pensara como ellos, catequizado en el ideario que los revolucionarios esperaban que yo practicase con fe ciega, pues mis jóvenes huesos irían a parar al “Combinado del Este”, prisión tristemente célebre en la Isla, en particular La Habana.
Fue ese mi primer “insilio”, mi primera escapada, y la ciudad de Cienfuegos, mi querida Fernandina de Jagua, vino a salvarme de las rejas del Este, darme su amparo entre lomas y mar, siempre el mar, en medio de otras cosas buenas lo mismo.
Si, a lo mejor dirás, luego de leer el párrafo que sigue, el primero no es necesario para eso que
pretendo contar. Sin embargo, en mi caso puede sea vital, porque justo mi huida
a Cienfuegos (años más tarde vendría la otra, hacia Miami), pues esa huida me
proporcionó el placer, el inmenso privilegio, que mucho tiempo después comenzara
yo a escribir Décimas (va con mayúscula con sobrada intención), una forma o
manera que muchos han pretendido ningunear, y allá “los revolucionarios” acabaron por “ponerla al servicio de la causa revolucionaria y del niño Elian”,
al punto que una gran mayoría de gente, sobre todo los capitalinos, terminaron
por odiarla y los más ilustrados considerar a esta expresión un “elemento” menor
en la poesía.
Los inicios, confieso, fueron entre burlas y muy poco serios, lo citadino en mi preponderaba, cargaba incluso sus ventajas al diferenciarme del resto: era yo “el habanero”. Sin embargo, gracias a tres buenos amigos en particular, comencé a descubrir la belleza de esta forma y terminé por enamorarme de toda ella. Ya lo he dicho en otras ocasiones, estos amigos son Alberto Sicilia, Jesús Candelario Alvarado, y Alberto Vega Falcon, junto con el bueno de Iznaga, este último hermano del Jilguero de Cienfuegos, muy popular en Cuba como cantante y cultivador de la Décima.
Y así, entre canturías, ron y jolgorio, y un importante Taller, concluí
escribiendo versos octosílabos, rimados, organizados en un cuerpo rígido pero
no por eso menos hermoso, y con todo respeto hice mis versos a mi manera, a la my
way, y hoy tengo a bien anunciar que este, mi segundo cuaderno de décimas, está
a la venta en Amazon.
“Coordenadas Ilícitas”,
con prólogo de Juan Carlos Recio y bajo el sello editorial CAAW que preside
Yovana Martínez, ya es un hecho. Si lo compras, espero lo disfrutes…
Coordenadas lícitas
Cuando
la naturaleza de lo escrito está dotada de influir al lector sin prejuicios que
separen la calidad de la poesía, en particular dentro de la décima, y ver ambas
en una sola línea de ascenso con notoriedad, no ocurren milagros ni azares. Solamente
te encuentras ante un autor que, inspiración y conocimiento, lo asume hasta
esas ascensiones donde se multiplican porque, sin ser divorciadas de la décima
tradicional, actualiza en contextos y profundidad cada motivo que experimenta
con maestría, rompiendo el verso que ubica por respiración al leerlo, o porque
la rima cae dentro de la oración libre como un reloj perfecto que no olvida
procedencia y regla, para que esta poética rimada no desenfoque de la
primerísima importancia de la décima en todos los panoramas (y reglas) de lo
semántico.
Si Denis Fortún, en “Coordenadas Ilícitas”, aun cuando discursa desde un lenguaje que no abraza laberintos de palabras, y no fuera ese otro lector de talento de sus provocaciones y también de sus motivos para lo que engrandece, no encontrarías lo sublime amoroso, y hasta lo agudo referencial, estructurado en lo conceptual donde lirismo y sarcasmo no sólo fluyen, sino que se coronan junto a esos acordes de lo íntimo, que te pasea por sus interrogantes, preocupaciones, y memoria lúdica. El poeta considera que recordar es una búsqueda y no se anda por las ramas en el uso de palabras, o estados de ánimo, que te conecta sin medir catarsis amén que nos induce con claridad a esa inspiración natural y coherente de la naturaleza del carácter, con la que su balance sobre lo lírico y lo anecdótico no te deconstruye, lo que simboliza para muchos otros, desde su limitante, una acción cerebral de dominio del género literario.
No obstante, lo que subyace en los logros de “Coordenadas
Ilícitas”, es justamente que posee el dominio desde lo conceptual y lo estético
hacia lo que narra con evidencias; de que su equilibrio en este discurso
proviene de su profundo respeto a lo que ya fue fundado con garantías; de que
no se trata de permitir la confusión entre lo que supone, y que algunos
críticos han separado por error y ceguera en tanto décima y poesía son de
manera raigal una misma presunción de la belleza, acto que el autor en este
libro logra dilucidar colocando sus indagaciones de individuo en la misma
dimensión que las formas escogidas, para asumir así lo atemporal.
Juan Carlos Recio Martínez. Florida, mayo del 2023