domingo, 13 de octubre de 2024

Armando de Armas, indagación...


Año 2005, en el Koubek Center, una presentación coordinada por el Pen Club


Año 2008, agosto 27 más exactamente, se publicaba en la página de un blog de Cubaencuentro una entrevista que le hiciera a Armando de Armas; de hecho, fue la primera de otras dos que hoy lamentablemente no he podido recuperar, entre otras razones porque terminaron censurándolas en las redes. Al momento de irse Mandy, muchos de aquellos que en una época juraban ser sus “amigos incondicionales”, acabaron dándole la espalada por temor a su posición vertical en contra del comunismo, la izquierda, el wokismo, y toda esa morralla que hoy buena parte del mundo en su delirio comparte a gusto, y otros que no, pues se callan por temor a aparecer como “incorrectos”. Muy pocos cuentan con el coraje suficiente por decir las cosas por su nombre, enfrentarse, reconocer incluso que se han equivocado, evolucionar su pensamiento, revalorizar los hechos que una vez interpretó de una manera, sucesos con los que luego no comulgaba por esa evolución que menciono; cambios en la vida de un hombre al amparo de un acto que presupone respetarse así mismo, respetar qué se piensa, y ser coherente con el segundo en que se vive.


Revisando hoy la entrevista, que inexplicablemente aún no la han borrado, aplicándole el famoso código 404, leo la introducción que le hicieran: asegura Fortún haber advertido en la blogosfera que el autor de “Mitos del antiexilio” se ha vuelto un personaje controvertido y ha despertado todo tipo de criterios, lo mismo favorables que en contra, lo que a su vez ha provocado un movimiento inusitado en aquellos espacios en los que aparecen sus trabajos, lo que pudiera traducirse en un alto porcentaje de clics. Lo que no dicen es que, amén de ser uno de los primeros en advertir los cambios que se avecinaban, casi de manera profética, tuvo la osadía de hablarlo tal y como merecen asuntos como esos: con honestidad, con absoluto apego a su creencia, sabiendo el precio que podría pagar, y que pagó.


Por último, fue esta una entrevista que disfruté, lo conocía bien, desde muy joven, cosa que Emilio Ichikawa me decía que representaba una ventaja injusta con el resto de sus amigos escritores, y nos reímos los dos más de una vez por las respuestas suyas. Tiempo después, trabajando él en Radio y TV Martí, me dio un pequeño cuestionario para publicarse en la sección que tenia en la Web de dicho proyecto dizque anticastrista. La idea fue como una suerte de revancha, algo así como, si tú me preguntas, ahora me toca a mí preguntarte. Sin embargo, esa entrevista que me hiciera acabó en la papelera o trash de la emisora.

Sirva esta suerte de indagación por Mandy como homenaje al amigo, y vaya mi abrazo fuerte.

Miami, octubre del 2024

 

Una entrevista con Armando de Armas

Denis Fortun: ¿Cómo es que alguien nacido en un contexto puramente campesino, y sin referentes en cuanto al arte en general, se decide a estudiar una carrera de letras y finalmente se convierte en escritor?

 

Armando de Armas: La verdad es que no decidí nada. Ese ambiente está entre los dos elementos fundamentales para hacerme escritor. Una localidad atemporal en las cercanías de la ciudad de Santa Clara, en la que los duelos a machete, los incestos y los amoríos, se cantaban en décimas; además de la épica del bandolerismo perteneciente a un pasado no muy lejano. Crecí oyendo historias de aparecidos y tesoros escondidos contadas a la luz de una lámpara chismosa. Historias a las que se daba tanta credibilidad como a las otras pertenecientes a una realidad dura y escabrosa.

Había en casa una escopeta de 16 milímetros con dos cañones, perteneció a uno de mis antepasados desde la Guerra de Independencia. Mi abuelo había estado en la guerra y en ella perdió ocho hermanos. Había también un machete paraguayo que era el arma blanca predilecta de los insurrectos. La gente cree que el machete de las cargas es el mismo machete con que se chapea un patio. Nada de eso, es un arma formidable, ya le faltaba un pedazo por el uso y el abuso, y era de mi tamaño yo con trece años, y ni pensar que pudiera levantarlo, con una cruz plateada en la empuñadura pesaba una enormidad. Eso explica que esa arma se llevara las enemigas cabezas de un tajo y que, en la primera carga al machete, la de Máximo Gómez, quedasen en el campo las carabinas españolas con el cañón trozado limpiamente de un machetazo.

Conocí a otro veterano de la independencia, que hizo la invasión a las órdenes de Gómez con el grado de sargento. Él me curó el asma, un infierno el asma, la medicina no pudo y aquel hombre, blanco y de ojos azules, que se había iniciado en Palo Monte con los congos insurrectos, me curó. En mi casa no había libros, es más, leer era una actividad sospechosa.

Mi abuela materna había sobrevivido la reconcentración de Weyler e integrado más tarde las células de acción y sabotaje del ABC contra el general Gerardo Machado (esto te lo digo sin orgullo alguno, pues lo cierto es que el desbarajuste sin solución para los problemas nacionales se inicia, precisamente, con la revolución del 33 y la caída de Machado, para incrementarse luego durante los llamados “gobiernos auténticos” y desencadenar la catástrofe del infinito descenso con la toma del poder en 1952 por el general Fulgencio Batista y su posterior fuga en 1959, dando lugar así a la tiranía de los Castro). De ella escuché las historias de Genoveva de Brabante, Tirante el Blanco, Amadís de Gaula y el Cid Campeador, que para ella eran todas verídicas. Es curioso, ya hombre observé a dos presidiarios que, retándose a muerte, escupían parrafadas enteras de La Ilíada de Homero, uno en el papel de Aquiles y el otro en el de Agamenón, ambos analfabetos totales.

Es como si yo, en plena mitad del siglo XX, tuviera el privilegio excepcional de experimentar lo que sería el origen mismo de la literatura, su oralidad. Ver que la vida no sólo influía en la literatura, sino que la literatura de insospechadas maneras influía también en la vida, y más extraño aún, el privilegio de ver cómo lo hacía en las vidas de los seres más elementales y alejados del intelecto, mucho más inclusive que en la vida de la gente que se tiene por culta, puesto que para ellos la literatura era una realidad histórica, no ficción. También, muy niño, fui testigo de la rebelión campesina contra el comunismo que aceleradamente implantaba Castro. Tráfago de hombres y de armas durante las madrugadas en la cocina de mi casa, incendio de cañaverales en la noche, disparos, rumores, represión… Luego estaba la soledad, perderme durante días en el monte sin que nadie supiera de mí, en largos soliloquios, armado de un arco y unas flechas que fabricaba del gajo de un árbol de güama y varillas de güin con una puntilla de acero insertada en la punta, un tirapiedras, un cuchillo y, cuando pude, con una escopeta de aire comprimido.

Creo que todo eso que te cuento me llevó primero a la reflexión, y mucho más tarde a la escritura. Agrégale que era muy malo para el deporte, aparte que no tenía oportunidad alguna de practicarlo, y era y sigo siendo extremadamente vago para el trabajo físico. Viéndolo desde la distancia creo que no tenía otra alternativa que el nefando vicio de la escritura. Esto que te he dicho no quiere decir que añore ese mundo en ningún sentido, y de hecho en cuanto pude, aún niño, escapé de ese lugar para nunca más volver. Mi obra no tiene nada que ver con la novelística de lo bucólico pastoril, sino con la novelística urbana. Más que nada ancla sus raíces entrelazando los géneros de la caballería y la picaresca.

 

DF: De joven en Cuba te movías en un submundo peligroso, donde quebrar la ley era cosa de todos los días. ¿Esta marginalidad te ha servido a la hora de contar tus historias?


AA: No me gusta hablar mucho de ese pasado, no porque reniegue de lo que viví, Dios me libre, sino porque, como muy bien ha observado el ensayista Emilio Ichikawa, parecería ahora que todos los cubanos provienen de ambientes marginales, moda marginal, y ya no se alardea de ser de El Vedado sino del Fanguito, de ser graduado de una universidad sino del presidio, de ser católico sino mayombero. Los intelectuales, poetas y pintores, y hasta los académicos, arriban de la isla escupiendo por el colmillo el asere y el monina y el ecobio y otros términos más iniciáticos aún. Y no tienen ni la más puta idea de lo que quieren decir, simbólicamente me refiero, aunque a veces ni siquiera literalmente. “Generación asere” creo que le llaman a eso, y lo más cómico del asunto es que la mayoría de ellos, la verdad, se gasta una cara de monaguillo o bitongo o cogegalleta o vaya usted a saber qué. Gente que si le suenas un siquitraque al lado está corriendo hasta que se acuerde, y que en una celda haría las delicias de las auténticas y viciosas ratas de presidio.

Pero, volviendo a tu pregunta, sí, ese ambiente peligroso es el segundo elemento fundamental para que me haya convertido en escritor, junto a todo lo demás que te cuento en la anterior respuesta y, como en el caso del primer elemento, no siento nostalgia alguna por el mismo. Ambos sencillamente constituyen el sedimento, la oscura materia prima con la que elaboro mi obra, un material ciertamente escabroso, sucio y mal oliente en muchos casos, como salido de las alcantarillas de esos sueños de los cuales uno despierta un tanto avergonzado, de la índole de la sustancia que le habita allá en lo más íntimo, pero eso fue lo que me tocó, lo que me otorgaron. Uno no escoge un material. Uno tiene un material y luego trabaja, trata de hacer lo mejor con lo que tiene.

 

DF: Sé de una amiga que una vez le dijo a otra: "A Mandy se le puede decir cualquier cosa, hacer con él lo que sea, porque sabe bien cómo guardar un secreto, es un hombre, una tumba. Ahora, el problema es cuando escribe. No le den una cuartilla, que enseguida convierte todo lo que sabe en un cuento. ¿Hay algo de cierto en eso?

 

AA: Te refieres a mi buena amiga Vicky Ruiz de Zárate. Bueno, ella es una mujer inteligente y atrevida, sus razones tendría… Pero, sí, un escritor puede ser un caballero en sus transacciones diarias y frente a la cuartilla en blanco transmutarse en un chismoso de altura. Claro, para guardar la honrilla ha de cambiar nombres, situaciones, ambientes. Así y todo, un grupo de los más patibularios personajes de mi libro Mala jugada me citaron un día a un hotel de Miami Beach para celebrarme juicio. Uno de ellos, particularmente enojado, alegaba que yo falseaba las historias, que él no había matado a su enemigo porque lo hubiese perdonado o porque hubiese envejecido, o se hubiese reblandecido, como yo contaba en el relato, sino que, simplemente, no lo había matado porque no había tenido oportunidad o no se lo había topado en el camino.

 

DF: ¿Y cómo resolviste un asunto tan espinoso? ¿Y cómo además no aprendiste la lección y sigues escribiendo sobre lo cotidiano y lo que les sucede a gentes que te rodean y lo que menos quieren es que se sepan sus historias, aun cuando cambias sus nombres?


AA: Les dije a los muchachos que en vez de enjuiciarme debían homenajearme, pues gracias a mí, y con un poco de suerte, ellos seguirían viviendo en mis libros después de muertos. Vaya, que les ofrecí la inmortalidad a cambio de la no manifestación de mi inmediata mortalidad. Terminamos ese día bebiendo Heineken en cantidades industriales, riendo, llorando, recordando la época en que éramos tan jóvenes y tan locos y nada nos importaba, y la muerte era una cosa lejana que podía sucederle a otros y no a nosotros.

Todo el que me rodea ha de saber que corre ese riesgo, padezco el vicio del escriba, vicio que para colmo he elevado a categoría de virtud y por el que he pagado el precio de la persecución primero y del ostracismo después. Creo por otro lado que un personaje literario no es más que eso, un personaje literario, por mucho que se parezca a un personaje de la vida real.

 

DF: Tu último libro publicado, Carga de la caballería, tiene un cuento que narra la historia de un personaje que se conecta con el mundo de los muertos, y con el pasado. ¿Estas narraciones son pura ficción o es verdad que has tenido experiencias extra-sensoriales?

 

AA: Sí, he tenido ese tipo de experiencias. Cuando alguna vez me he definido como un escritor realista es en el sentido de que, para mí, acorde con lo vivido, la realidad es tanto la realidad per se como las aberturas, grietas, hendijas y fisuras por donde asoma esa, digamos, realidad rara, de un orden otro, mundo de lo inasible que no por inasible deja de mostrarse y determinar con unas, para la mayoría, insospechadas fuerzas. Definir eso, explicarlo, entra ya en el terreno de la charlatanería. Ahora, estar incapacitado para explicar un fenómeno dado no me libera del deber de dejar constancia del mismo, de ser notario de sus manifestaciones. Hablo, en definitiva, de la experiencia, cualquiera que sea su índole.

 

DF: En un reciente trabajo tuyo publicado en varios espacios de la Red sobre Obama, hablas de la religión yoruba. Lo que para muchos delata a un practicante, por el conocimiento de la religión afro que manifiestas. ¿Es Armando de Armas uno de los tantos cubanos que dicen ser sincréticos y creen en Dios y Obbatalá?

 

AA: Mira, yo me considero un entusiasta del estudio de las religiones comparadas. Me fascina la similitud de los símbolos fundacionales en el dogma de las grandes religiones monoteístas y politeístas, y aun la similitud de estos con los de las pequeñas religiones de pueblos perdidos en la inmensidad de la historia y la geografía. Se trata de la equivalencia del arquetipo de la divinidad manifestándose en el tiempo y las distancias. La equivalencia, ciertamente arriesga, pero equivalencia al fin, del hueso de un santo en el anillo de un obispo católico con la kiyumba, cráneo, de un muerto capataz de caldero en la ganga de un tata palero.

Luego, faltaría a la sinceridad si no te hablo de mi personal y complicada historia religiosa, de mi experiencia, que es lo que al final cuenta. Bautizado católico, en un hogar con esa laxitud propia de la religiosidad existente en la mayoría de los hogares cubanos. No obstante, la mayoría de mis numerosos tíos, y mis abuelos por parte de madre, se habían convertido a la tremebunda secta de los Testigos de Jehová y pasado por las cárceles castristas por motivo de ese culto. Mi tío Alberto García protagonizó un sonado caso por propaganda enemiga debido a un mimeógrafo que le ocuparon junto a literatura de la secta, revistas Atalaya y otros panfletos, y aparecía en la muy pendeja prensa de la isla en fotos tomadas al lado del aparato, desde unos ángulos que le otorgaban el aspecto de un asesino en serie o un salteador de camino. Un hombre que era una especie de santo de lo bueno o lo bobo que era, y sigue siendo.

Con siete u ocho años integré las pertinaces huestes de los Testigos de Jehová, pero enseguida me expulsaron por motivo de que andaba enredado en peleas constantes y no ponía la otra mejilla. Esta sería la primera expulsión de una serie de numerosas expulsiones a lo largo de mi vida, premonitoria la cosa. Entonces, a medida que fui creciendo y envolviéndome en ambientes disolutos, ambientes de romper y rasgar, me alejé de toda religiosidad y dejé de tener, de percibir las experiencias pneumáticas de la niñez.

Después, una noche, atrapado en una redada y con todas las posibilidades en mi contra -es decir, de que me dejaran a la sombra por años-, fervorosa oración y promesa de por medio, ocurrió una suerte de milagro en que los papeles se trastocaron, los testigos se confundieron, el fiscal tartamudeó y los guardias se ablandaron, y nuevamente me vi en la calle, limpio de polvo y paja.

Fue ahí que empecé a regresar a los orígenes, a religarme, que es lo que significaría el vocablo religión, que viene del latín religare, volver a ligarse con la deidad o las deidades. Pero lo hice por el camino iniciático, en las logias masónicas y teosóficas y del cristianismo esotérico. Me conectaba en definitiva con la gran corriente del gnosticismo occidental, la de Valentin, Marcion, Bardesanes, Isidoro, el hijo de Basílides, y Carpócrates, pasando por Juan El Bautista, y terminando con Johann Wolfgang von Goethe, Herman Hesse y Carl Gustav Jung, por mencionar sólo algunos de los que en la historia han tomado la vía del conocimiento, de la experimentación, para relacionarse con el difuso mundo de lo divino, que es lo que más o menos viene a ser el gnosticismo, el pulir la obra de los alquimistas, el manos frescas para trabajar la de los yoruba.

Con Jung aprendí que dentro de la gran tradición cristiana y politeísta occidental uno debe trabajar espiritualmente, o psicológicamente si quieres un término moderno al uso, desde su contexto cultural más inmediato y telúrico. Que los dioses y demonios son o pudieran ser muy locales y domésticos y que, por ejemplo, un alemán, que cuenta con el acervo del dios Wotan y los poderosos espíritus de la Selva Negra, más lo cristiano, convertido al islamismo puede resultar además de absolutamente ridículo, absolutamente ineficaz y hasta perjudicial. Que un cubano, que cuenta con el acervo del dios Obbatala y los poderosos espíritus del Monte, más lo cristiano, convertido al budismo y la contemplación puede resultar además de absolutamente ridículo, absolutamente ineficaz y hasta perjudicial.

Un hipotético cubano budista pudiera decirle a otro paisano: ¡Oye, asere, te salvaste que lo mío es contemplación y nirvana y eso, que yo si no estoy en ninguna sonsera de esas de la guapería, si no te iba a reventar la cara dura esa a ver si aprendes a buscar la iluminación!

 

DF: Algunos de tus detractores te acusan de ser un extremista de derecha, un encantador de serpientes… hasta aseguran que los hay temerosos de contradecirte en tus posturas políticas y que, además, eres una mala influencia que transpira sólo radicalismo. ¿Acaso estoy delante de una especie de fundamentalista del neocon?


AA: Desconocía que yo provocara tan fuertes reacciones. Mira, no soy extremista de derecha ni de nada, lo que pasa es que nuestros moderados son como el ejemplo del budista cubano con que termino la otra respuesta, y no están dispuestos a abrirse a los puntos de vista que desmonten las bobadas en las que ingenua o interesadamente creen.

Pero, vamos a ver, si ser de extrema derecha es defender la libertad del individuo, la propiedad privada, el libre comercio como primer elemento civilizador en la historia de la humanidad, y sobre todo no estar peleado con el ser, con el orden natural de las cosas, apostar por los valores tradicionales de Occidente y además creer que todo eso debe defenderse con las armas si preciso fuera; que la guerra a veces es un mal necesario, que Estados Unidos es en el tiempo presente la cabeza de lo que conocemos por Occidente y que, por otro lado, encarna como ninguna otra nación en el mundo la democracia, la libertad y el progreso; que el Estado de Israel es un enclave occidental allá en el Oriente Medio que debe ser defendido a como dé lugar… si eso es ser de extrema derecha, bueno, pues lo siento, soy entonces de extrema derecha, fundamentalista neocon y todo lo que quieras.

 

DF: Mitos del antiexilio ha dado mucho que hablar y algunos que se denominan tanques pensantes no entienden todavía cómo un sujeto como tú, a quien para nada respalda una impronta de pensador, venga a aparecerse con un análisis tan novedoso y concluyente en cuanto al exilio cubano y sus posturas ideológicas. Dime lo que piensas en cuanto a esto.

 

AA: Lo cierto es que no me considero un pensador, no sé siquiera qué cosa es un pensador, los hombres somos presuntuosos al pretender que pensamos algo. Más bien tiendo a creer que algo o alguien nos piensa, o a lo sumo que los más lúcidos de la especie captan unos pensamientos, unas ideas inmanentes que pueden ir en contra o a favor del Espíritu de la Época. En mi caso las ideas y pensamientos de los que me he apropiado van contra el Espíritu de la Época, pero quizá ocurra en un tiempo bisagra en que el Espíritu de la Época pudiera estar cambiando. Esto último explicaría el relativo éxito de un libro como Mitos del antiexilio, un texto que años atrás hubiera estado condenado al ostracismo (quiero decir al ninguneo al que son tan dados nuestros progres y sociatas, representantes, claro, del espíritu epocal, ese que pareciera que, al fin, se va haciendo otoñal).

 

DF: De todos es conocida tu amistad con el congresista Lincoln Díaz-Balart. ¿Tienes aspiraciones políticas en una Cuba poscastrista? ¿alcalde por Cienfuegos? ¿senador por Las Villas?

 

AA: Mi amistad con Lincoln Díaz-Balart está sustentada en la afinidad de ideales respecto a Cuba y su libertad, y en que, por otro lado, es un hombre con una gran cultura y sentido del humor, alguien con quien puedes hablar de política y de los entresijos de la política, de historia, arte y literatura, alguien que de niño contó con un maestro excepcional, nada menos que el poeta Gastón Baquero. Digamos que, congresista aparte, Lincoln resulta más intelectual, y sobre todo más inteligente, que muchos de nuestros atildados intelectuales al uso.

En cuanto a mis aspiraciones políticas, la verdad es que no las tengo. La política sólo me interesa desde el punto de vista de la escritura política y, por supuesto, siempre estaré orgulloso de haber sido un opositor a la más feroz tiranía padecida en el hemisferio occidental. Pero ello, demás está decirlo, no me hace un político, sino alguien que tuvo y supo defender sus ideas políticas.

 

DF: La tabla fue tu primera novela, escrita de manera clandestina en Cuba con medios muy rudimentarios, es decir, bolígrafos y papel, por lo que asumo le tienes un especial afecto. Sin embargo, aún no se publica. ¿Está signada por algún sino maléfico o es que todavía no estás listo para que sea consumida por los lectores? ¿O se trata de pudor debido a lo cruda que resulta y al hecho de que los personajes que la componen viven todavía y bien pueden verse retratados de alguna forma?

 

AA: Empiezo a contestar la pregunta por lo último. No tengo pudor alguno, a un escritor que se respete le está vedado tener pudor, si lo tiene que se dedique a otra cosa. Creo que el problema fundamental para que La tabla (dieciocho años después de haber sido escrita y de ser una de esas obras del ambiente underground de las cuales muchos hablan y pocos conocen) no haya sido publicada es el Espíritu de la Época de que te hablaba. Pero felizmente ese espíritu, iniciado probablemente con la Reforma Protestante, incrementado notablemente en el siglo XIX, apoteósico y avasallador en el XX con el triunfo del nacionalsocialismo por un lado y el internacional socialismo por el otro, con su legado de estatismos, gregarismos, hombres nuevos, campos de concentración, gaseamientos y fusilamientos, resultado en definitiva del racionalismo extremo, de la oscura superstición de la razón pura y dura, felizmente, decía, ese espíritu pudiera estar dando muestras de ir hacia el ocaso, y La tabla quizá pudiera tener finalmente su lugar bajo el sol, o al menos bajo las prensas.

 

DF: Termino con lo que pudiesen ser dos preguntas en una. ¿Cómo es que pueden convivir en una misma persona el escritor, hasta cierto punto agnóstico, que por un lado es practicante de la religión yoruba, con fe en lo supremo y respetuoso de lo etéreo, y por el otro el irreverente en cuanto a maneras de conducirse y hasta de vestir, lo que te hace ver muy lejos de los clichés que asumen los intelectuales cubanos sin importar orillas? Una gorrita bolchevique, por ejemplo, o unos espejuelos montados al aire, tú sabes.

 

AA: Bueno, no son dos preguntas, me has disparado sin piedad una ráfaga de preguntas. Veamos. La literatura, el arte y el pensamiento, si son, son paradojales. La vida misma es paradojal, y no hay mayor paradoja que la paradoja divina, nada más hay que estudiar desprejuiciadamente el Libro de Job para entenderlo. Entonces, creo, cualquiera que apueste seriamente por captar y transmitir algo de la literatura, el arte o el pensamiento inmanentes, de la vida misma, que pretenda religarse mínimamente con la divinidad, ha de ser, por fuerza, una persona paradójica, no hay manera de escapar de eso, sólo asumirlo, asumirlo y punto. Respecto a las gorritas bolcheviques, me dan escozores testiculares, y en cuanto a los espejuelos, a Dios gracias aún no los necesito.


Una tarde de viernes, que definitivamente se van a extrañar



miércoles, 20 de marzo de 2024

Feria de Tampa, de lo que menos se habla es de libros


 

Créeme, he reescrito el encabezamiento de esta entrevista varias veces y en ninguna de sus formas me he sentido complacido,  y el caso es, para hacerlo conforme a cómo pienso, debo ser honesto. A incicios de este mes se celebró la Feria Internacional del Libro de Tampa, convocada entre otros por Alberto Sicilia, quien desde diciembre del pasado año me cursó una invitación para que yo participara. En un inicio mi intervención sería presencial, estaría en Tampa con mi cuaderno Coordenadas Ilícitas (CAAW Ediciones 2023, de Yoana Martínez), sin embargo, por razones personales en enero cancelé mi ida. Sicilia me ofreció entonces la opción de que estuviese a través del chat, vía virtual y, por supuesto, accedí de muy buena gana. Mi presentación seria el domingo 10 de marzo a las 3:00 pm en el Martí virtual room

Como es de suponerse, desde que comenzó la Feria seguí a través de Facebook y en otros portales de la red cómo se iba desarrollando el evento, hasta que el sábado una publicación colgada en Classic Surbesive mostraba la participación de una delegación oficial cubana, y entre ellos a un personaje que, desde que supe la primera vez de él en Cuba a través de la televisión, en el programa "Universidad para todos", con su segmento de “Técnicas Narrativas”, me resultó sumamente desagradable, y me refiero a Francisco López Sacha. Mi primera reacción fue de disgusto. ¿Qué hacía este personaje, leal a ese rémigen más allá de toda duda, en Tampa? Decidí no participar el domingo y cancelé mi presentación sin dejarle saber a los organizadores. Motivos para hacerlo me sobraban después de ver la foto. Comunicarlos, ya vendría el momento. Claro, el lunes siguiente llamé a Sicilia, le dije qué pensaba, la razón fundamental de no estar, y la conversación fue extensa.

Conozco a Alberto Sicilia hace más de veinte años, fue por allá, en Cienfuegos, en la Librería Dionisio San Román, al comienzo de este siglo. Y la razón de ese encuentro luego de los años, su amistad, transcendió para mí de manera favorable. Gracias a Sicilia descubrí mi pasión por la poesía, en especial la rimada, y la décima en primera fila. De hecho, mi mas reciente poemario publicado por CAAW Ediciones es un cuaderno de décimas, y en este mismo blog publiqué un post dando la buena nueva de mi libro y agradeciendo justamente a Sicilia.  

Ahora bien, las preguntas que él me ha respondido, son las que me asistieron a medida que se ha ido desarrollando esta suerte de sainete virtual con la Feria de Tampa donde los comentarios de tirios y troyanos abundaron por casi dos semanas, algunos muy puntuales, como los de Joaquín Gálvez y Luis de La Paz, y otros tan pusilánimes, justificando lo que a mi juicio no lo es, nombres que prefiero no mencionar (los post de puro divertimento son otra cosa, es nuestra naturaleza vernácula, y me he reído con algunos). En fin, quien me lea, si ha llegado hasta aquí le pido disculpa por lo extenso y le agradezco, Y bueno, si  piensas diferente, ya hallarás la manera de hacérmelo saber… Gracias, Sicilia.

 

delegación oficial cubana a su llegada a Tampa

Feria de Tampa: de lo que menos se habla es de libros

Por Denis Fortun

 

Denis Fortun: ¿Quién es Alberto Sicilia

Alberto Sicilia: Un hombre de familia que valora la amistad sobre todas las cosas. Antes me presentaba como un camionero cubano que escribía versos; ahora soy un empresario cubanoamericano que se desvela por la libertad definitiva de Cuba.

DF:  De Cabaiguán a la literatura, pasando por los camiones. Cuéntame de ese viaje desde el campo a las letras, y de las carreteras, sobre todo las del centro de la Isla

AS: Siempre digo que nací arriba de un camión y que soy guajiro de entre lomas, pero se me olvida decir que soy un lector forzado por el asma, como Lezama Lima. En mis viajes por las ciudades de Cuba compraba decenas de libros para soportar el ahogo de la noche hasta la alta madrugada. Soy de los poquísimos “intelectuales” que nunca dependí de puestos en el gobierno y nunca tuve necesidad de hacer coro. De igual manera aquí, en Estados Unidos, he trabajado con mis manos y no dependo de Fundaciones, medios informativos ni dinero de los contribuyentes. A muchos, que me conocen bien, se les olvida que soy el único – viviendo esos años en Cuba- que no tiene libros publicados en las editoriales masivas que fundó el monstruo de Birán. Gracias a mi Padre, EPD, soy el hombre sin jefe, no soy segundo de nadie en nada y después de rebasar los 17 años aprendí a no tener miedo, me operé de los nervios en la Isla del diablo.

DF: ¿Cuándo sales de Cuba? ¿Qué te decide a dar el “salto definitivo”, y por qué Tampa y no Miami para establecerte?

AS: Salí en el 2013 porque estaba asqueado de aquello; la sociedad se estaba deteriorando; ya veía a ese “hombre nuevo” que no tendría reparos en aplastar al prójimo para conseguir un plato de frijoles con el mínimo de esfuerzo. Esos mismos que llegan aquí y quieren vivir del gobierno y de la trampa. Mi padre murió en el 2008 y yo seguí luchando un tiempo para mantener el legado familiar pero no fue igual. En Tampa vive uno de mis tres grandes amigos, esos que mantienen una promesa hasta la muerte. Ese es el motivo principal de mi llegada a esta Bahía. También conozco la historia de esta Ciudad y soy un Martiano fiel, al punto de desear concluir la obra que se frustra con la muerte del Apóstol en 1895.

DF: Háblame de la Primera Feria Internacional del Libro de Tampa. ¿Cómo surge la idea y cómo logras organizar un proyecto de esa magnitud?

AS: La idea de la Feria surge en conversaciones con el historiador Gabriel Cartaya. Era un anhelo de muchas personas, la mayoría hispanos. Yo soy un hombre de acción. En los primeros años no estaba preparado para enfrentar un proyecto de tanta envergadura. Tuve que trabajar mucho junto a mi esposa para sentirme en condiciones financieras de cubrir cualquier gasto necesario. He enterrado cables de Verizon en las arenas y bajo las raíces de los árboles de Tampa; hice entregas de paquetes de Amazon; limpié casas, apartamentos, patios; recogí basura. Escogí a gente puntual, responsable y fundé una compañía de servicios que crece diariamente. Fundé mi propia casa editorial y una revista. Finalmente, surgió Tampa Lector Consortium. Quería hacer algo grande, que pudiera dar un espacio a todos; tenía ganas de ver a esos escritores que conocía hace tiempo y podían regalarle a esta comunidad unos días trascendentales, unas obras notables.

DF: Desde ya, a ti y al lector, pido disculpas por lo extenso de la pregunta, trato de construir un breve resumen. La Feria de Tampa destapó una suerte de caja de Pandora al descubrirse que funcionarios al servicio de la dictadura castrista fueron invitados, y la gran mayoría de los escritores participantes, al menos el grueso de Miami, no sabían que esa “delegación” iba a intervenir en el evento. Ni siquiera aparecían en el programa de la Feria, programa que tuvo demoras para darse a conocer finalmente, y esto es algo que molestó a muchos, como era de esperarse. Otros, en cambio, aseguran que estaban al tanto y vieron con muy buenos ojos que viejos camaradas llegasen a Tampa, defendiendo la idea de una “sana pluralidad”, trayendo al perdón y el olvido como bandera (sí, estoy siendo un tanto cáustico, pero es real). Por consecuencia, hay dos bandos, y las tres preguntas que siguen como una batería, pienso que son las que deben responderse de inmediato: ¿De quién fue la idea de traer a los funcionarios de la Isla, supongo que, financiados por la Feria, algo que lo mismo ha generado quejas en otros escritores que tuvieron que sufragarse sus gastos? ¿Dime si tú estabas al tanto de la invitación? ¿Se manejó en algún momento “compartimentar” esa información, a tal punto que unos aseguran que lo sabían y otros se “desayunaron” con la noticia al publicarse una foto en Facebook con la “delegación” bajándose de un avión en Tampa?

AS: Responderte las primeras me sitúa como un tipo excepcional, un campeón de la promoción cultural y un héroe de la película en primera instancia. Lamento decepcionar tanta teoría de conspiración con mis respuestas. Soy tan imperfecto como los ofendidos y el coro de comentaristas desinformados. Estoy seguro de que se me fueron algunas cosas de las manos y cometí errores, sobre todo al no valorar que hay personas a las que el dolor puede exacerbar el odio. No pensé en los oportunistas, en los envidiosos, en los que tienen que justificar su dependencia y ganarse sus frijoles con el escándalo y la noticia, en los que solo ven manchas, en los que quieren un minuto de fama, en fin, en las miserias humanas de un pequeño pero influyente grupo de represores de nuevo tipo. Por otra parte, hay un escaso grupo de amigos que se hacen esas preguntas y a los que estoy dispuesto a dar algunas explicaciones.

Cuando la idea de la Feria comenzó a tomar cuerpo y ya se estaban planificando sus pormenores llegó a Tampa una delegación de representantes o funcionarios de la Cámara del Libro Cubana. Ellos venían de Washington y habían avisado con unos días de antelación que deseaban reunirse con el comité organizador de la Primera Feria Internacional del Libro de Tampa porque querían proponer una delegación de escritores residentes en la Isla. Los amigos que conformamos Tampa Lector Consortium nos reunimos para pensar ese encuentro. Desde el primer momento vi la posibilidad de traer a autores que no fueran favorecidos por las instituciones oficiales de la isla, algo que también fue mi costumbre en Cuba. Ayudar a los autores emergentes y a voces divergentes. Mencionamos, en nuestra reunión y antes del encuentro con los funcionarios, nombres como Ángel Santiesteban. No voy a mencionar a otros ahora. Sabíamos que eran nombres que cerraban la negociación y se perderían otras posibilidades. En nuestras propuestas finales pesaron muchos factores que honran la amistad, la familia y los valores literarios de la obra. Nuestra propuesta era Maylen Domínguez, Soleida Ríos y Alexander Besu, cada una con un objetivo y significado especial. Cuando tuvimos la reunión con los funcionarios cubanos, ellos propusieron tres nombres, Francisco López Sacha, Osmany Echevarría y Víctor Fowler. Quiero decirte que no soy hombre enterado de cartas de apoyo de gobiernos ni cartas de rechazo. Firmé junto a Sindo Pacheco una declaración que puede encontrarse en la página pública de Facebook: Cuba, yo también quiero elegir mi presidente. De ahí en fuera no conozco quién firma o deja de firmar. Creo que si alguien firma alguna cosa carga con esa responsabilidad y su conciencia; debe sostener un principio o echarse a llorar si se arrepiente. Cuando el 11J, estuve activo apoyando las protestas. En el blog de mi web Classicsubversive aún pueden leerse tres artículos que escribí en medio de las acciones. También guardo los intercambios puntuales con algunos amigos, donde me preocupo por la situación de Cuba y ofrezco mi apoyo. Hago estas aclaraciones porque me han irrespetado poniéndome del bando equivocado. Después de estas conversaciones, que se hicieron en términos muy oficiales, puntualizando que nuestras ideas eran diferentes y que nuestro objetivo era mantener el evento anual y traer invitados a nuestro criterio. Eso estuvo claro desde el principio. Tuve conversaciones con muchos amigos por teléfono. La mayoría escritores de Miami que tienen proyectos editoriales. No creí necesario, quizás fue un error, hacer una declaración pública en las redes o publicar un post donde explicara quién venía o no a la Feria. El evento no estaba concebido como una Feria para cubanos; es una Feria Internacional. Los miembros del comité organizador que son de otros países me reclamaron sobre la cantidad de cubanos invitados. No hubo compartimentación para ocultar nada al respecto. Es importante hablar de eso y de los otros invitados que se sumaron después. Algunos amigos, a los que le comentamos que estábamos en condiciones de traer invitados residentes en la Isla me pidieron ayuda. Mi respuesta para todos fue abierta. Estuve de acuerdo siempre que fueran autores publicados y ellos se encargaran de costear todos sus gastos. De igual manera enviamos cartas de invitación a autores cubanos que estaban varados en países de tránsito para ayudarlos a llegar a tierras de libertad. Nosotros no teníamos presupuesto suficiente; el dinero solo daba para cubrir la renta de espacio, garantizar algunos hospedajes a los responsables de algunos espacios, ofrecerle algún refrigerio a los invitados y tantas cosas que ahora no voy a mencionar. La Feria se hizo a pulmón, con dinero de amigos, con la idea de tener un evento inclusivo, diferente, para cubanos y no cubanos, sobre todo para unir voluntades y dar curso a las aspiraciones de los emigrantes de nuestros pueblos de América. Nunca perdí la brújula Martiana. Los pasajes y gastos de estancia de Francisco López Sacha y Osmany Hechevarría no estoy enterado de quién o quiénes lo cubrieron. No fue Tampa Lector Consortium ni nadie de mis amigos.

DF: La pregunta que sigue tienes el derecho a no responderla; es personal, y puede que algunos me acusen que no aporta, que es hasta mal intencionada; otros dirían que igual su respuesta no justifica la invitación, ¿quién sabe? Sin embargo, te la voy a hacer de todas formas, puedes estar seguro de que no soy el único que se la ha formulado. Existen rumores que al menos dos integrantes desertaron (si prefieres, digamos que se quedaron) ¿Fue acaso una estrategia de la Feria, o de alguien en específico, invitar a López Sacha, quien goza de toda la confianza del régimen, y al parecer del beneplácito de la embajada americana en Cuba, para así conseguir sacar al resto?

AS: Usar la palabra estrategia sería mentir y es algo que no hago. Puedo demorar un criterio para proteger a un amigo, pero me gusta hablar de frente y claro. Conozco a Sacha y sé cómo piensa. Pude hablar con él un par de veces y dejar claras mis ideas. En cuanto a los “invitados” siento satisfacción porque algunos se reunieron con sus seres queridos. Creo que son más de dos… Me gusta ver a las familias unidas. Si alguien regresa a la isla, -descontamos a los oficialistas- tuvieron la posibilidad de apreciar el discurso de la libertad, algo que aprovecharon y que a la larga fue de gran beneficio; autores como Luis de la Paz, Joaquín Gálvez, Patsy Sánchez, Roberto Pizano, y Ángel Santiesteban, desde la Isla. La Feria de Tampa les dio la posibilidad de decirlo en los mismos espacios donde había gente de Cuba.

DF: Amén de las innumerables razones que puedan asistirle a los que invitaron a los miembros de la UNEAC y otras instituciones oficiales cubanas (hablan de una tal Cámara del Libro Cubano), ¿no sientes que tal acercamiento con intelectuales comprometidos y firmantes de cartas a favor de la Cuba castrista representa una autentificación expedita para ese régimen y, además, significa por consecuencia irrespetar a muchos?

AS: No estoy de acuerdo con eso, pero respeto el criterio de quien se sienta así. Pido disculpas a los que se sintieron de esa forma y lo expresaron con honestidad, desde el dolor o la preocupación porque pensaron que el comunismo o el desgobierno cubano tomaría ventaja de la Feria del Libro de Tampa. Quizás las aspiraciones de traer voces disidentes de la isla se hayan visto comprometidas con estos sucesos, pero si se trata de cerrar filas contra el verdadero y único enemigo de la libertad, no me interesa. De ahora en adelante tendrán que jugar con nuestras cartas.

DF: ¿Habrá una segunda edición de la Feria de Tampa? ¿Cómo la imaginas esta vez?

AS: Habrá una segunda y espero muchas más; la Feria me trasciende en el tiempo. Estamos enviando encuestas a las casas editoriales, a los autores y colaboradores. Nos vamos a reunir con los amigos que dieron de sus ahorros. Ya nos sentamos a mirar las cosas malas y a proponernos mejorar. Queremos que las editoriales y los autores se encuentren con sus lectores, que los invitados no tengan gastos, que las ventas sean garantizadas por un mecanismo de distribución con la ayuda de las instituciones públicas, que la comunidad disfrute de la fiesta en familia, como sucedió en el pabellón infantil. Queremos que los cubanos dejen de pensar que son el centro del mundo y puedan al fin hallar la manera de terminar con sus miedos insuperables, el miedo a enfrentarse cara a cara con el pasado, con las culpas. Yo no tengo miedo.

DF: ¿Te visualizas regresando a una Cuba poscastrista? ¿Manejando otra vez un camión verde por Las Villas…?

AS: Tengo seis hijos y pronto el sexto nieto va a llegar. Todos, menos un hijo, viven aquí. Pero sueño todos los días con Cuba liberada. Me levanto muy temprano como lo hacía en Cuba e imagino que voy de pueblo en pueblo, leyendo poesía y sobre todo oyendo las historias de todos, encontrando voces como la tuya, que tengan mucho para decir.

 

Alberto Sicilia con un ejemplar de Coordenadas Ilícitas


jueves, 26 de octubre de 2023

Coordenadas Ilícitas

 Corría el año 83 del siglo XX, mes de diciembre para ser más exacto, y por obra y gracia de un Jefe del Sector de la Policía Nacional Revolucionaria (PNR), y con la complicidad de la Presidenta de un Comité de Defensa de la Revolución (CDR), que dos décadas después llegaría a Miami huyendo de ese comunismo que con tanta pasión visceral defendía, como resultado de esta alianza combativa tuve que huir de La Habana, ciudad donde nací en medio del asfalto, concreto y mar, y en Nuevo Vedado, insistiendo en “para ser más exacto”, muy lejos de la guayabera, el campo y la guitarra, lejos de una tradición añeja y fuerte. 

Huía únicamente por el supuesto delito de ser un “diversionista ideológico”, “desafecto al proceso”, con la amenaza de, si no me redimía y regresaba al camino del “hombre nuevo” por la única contravención filosófica de no adorar a Marx y a otros peludos, por no comportarme como un joven que pensara como ellos, catequizado en el ideario que los revolucionarios esperaban que yo practicase con fe ciega, pues mis jóvenes huesos irían a parar al “Combinado del Este”, prisión tristemente célebre en la Isla, en particular La Habana. 

Fue ese mi primer “insilio”, mi primera escapada, y la ciudad de Cienfuegos, mi querida Fernandina de Jagua, vino a salvarme de las rejas del Este, darme su amparo entre lomas y mar, siempre el mar, en medio de otras cosas buenas lo mismo.

Si, a lo mejor dirás, luego de leer el párrafo que sigue, el primero no es necesario para eso que pretendo contar. Sin embargo, en mi caso puede sea vital, porque justo mi huida a Cienfuegos (años más tarde vendría la otra, hacia Miami), pues esa huida me proporcionó el placer, el inmenso privilegio, que mucho tiempo después comenzara yo a escribir Décimas (va con mayúscula con sobrada intención), una forma o manera que muchos han pretendido ningunear, y allá “los revolucionarios” acabaron por “ponerla al servicio de la causa revolucionaria y del niño Elian”, al punto que una gran mayoría de gente, sobre todo los capitalinos, terminaron por odiarla y los más ilustrados considerar a esta expresión un “elemento” menor en la poesía.

Los inicios, confieso, fueron entre burlas y muy poco serios, lo citadino en mi preponderaba, cargaba incluso sus ventajas al diferenciarme del resto: era yo “el habanero”. Sin embargo, gracias a tres buenos amigos en particular, comencé a descubrir la belleza de esta forma y terminé por enamorarme de toda ella. Ya lo he dicho en otras ocasiones, estos amigos son Alberto Sicilia, Jesús Candelario Alvarado, y Alberto Vega Falcon, junto con el bueno de Iznaga, este último hermano del Jilguero de Cienfuegos, muy popular en Cuba como cantante y cultivador de la Décima. 

Y así, entre canturías, ron y jolgorio, y un importante Taller, concluí escribiendo versos octosílabos, rimados, organizados en un cuerpo rígido pero no por eso menos hermoso, y con todo respeto hice mis versos a mi manera, a la my way, y hoy tengo a bien anunciar que este, mi segundo cuaderno de décimas, está a la venta en Amazon.

“Coordenadas Ilícitas”, con prólogo de Juan Carlos Recio y bajo el sello editorial CAAW que preside Yovana Martínez, ya es un hecho. Si lo compras, espero lo disfrutes…

El texto que sigue es justamente el prologo que hiciera Recio, y que le agradezco.



Coordenadas lícitas

Cuando la naturaleza de lo escrito está dotada de influir al lector sin prejuicios que separen la calidad de la poesía, en particular dentro de la décima, y ver ambas en una sola línea de ascenso con notoriedad, no ocurren milagros ni azares. Solamente te encuentras ante un autor que, inspiración y conocimiento, lo asume hasta esas ascensiones donde se multiplican porque, sin ser divorciadas de la décima tradicional, actualiza en contextos y profundidad cada motivo que experimenta con maestría, rompiendo el verso que ubica por respiración al leerlo, o porque la rima cae dentro de la oración libre como un reloj perfecto que no olvida procedencia y regla, para que esta poética rimada no desenfoque de la primerísima importancia de la décima en todos los panoramas (y reglas) de lo semántico.

Si Denis Fortún, en “Coordenadas Ilícitas”, aun cuando discursa desde un lenguaje que no abraza laberintos de palabras, y no fuera ese otro lector de talento de sus provocaciones y también de sus motivos para lo que engrandece, no encontrarías lo sublime amoroso, y hasta lo agudo referencial, estructurado en lo conceptual donde lirismo y sarcasmo no sólo fluyen, sino que se coronan junto a esos acordes de lo íntimo, que te pasea por sus interrogantes, preocupaciones, y memoria lúdica. El poeta considera que recordar es una búsqueda y no se anda por las ramas en el uso de palabras, o estados de ánimo, que te conecta sin medir catarsis amén que nos induce con claridad a esa inspiración natural y coherente de la naturaleza del carácter, con la que su balance sobre lo lírico y lo anecdótico no te deconstruye, lo que simboliza para muchos otros, desde su limitante, una acción cerebral de dominio del género literario.

No obstante, lo que subyace en los logros de “Coordenadas Ilícitas”, es justamente que posee el dominio desde lo conceptual y lo estético hacia lo que narra con evidencias; de que su equilibrio en este discurso proviene de su profundo respeto a lo que ya fue fundado con garantías; de que no se trata de permitir la confusión entre lo que supone, y que algunos críticos han separado por error y ceguera en tanto décima y poesía son de manera raigal una misma presunción de la belleza, acto que el autor en este libro logra dilucidar colocando sus indagaciones de individuo en la misma dimensión que las formas escogidas, para asumir así lo atemporal.

 

Juan Carlos Recio Martínez. Florida, mayo del 2023




sábado, 8 de octubre de 2022

Blonde y Rubia


 


¿Llego tarde? Quizás, pero es mi deseo comentar sobre lo último, lo referente a una rubia platinada que admiro, que gusto, suerte de fetiche, mujer que me pertenece como a millones, que continúa siendo uno de los símbolos sexuales más poderosos de Hollywood ¿Una razón más? Esa criolla hermosa, no hay dudas, esa muchacha que ha vuelto loca y desaforada a buena parte de la prosapia cubana, sin importar orillas, que hoy la veneran cuasi diosa y condenan de la manera más fundamentalista al que no la adora, o la reconoce tal y como ellos decretan, y que finalmente, luego de interpretar a una santiaguera espía a la que James Bond mira como “que muchachita más simpática”, sin tomársela muy en serio, salta ahora definitivamente a un estrato superior en su carrera como actriz.

Otra enmienda pertinente: de crítico de arte, mucho menos de cine, no tengo absolutamente nada (dar “cuero” y burlarse, otra forma de la crítica indiana, esa no cuenta) Sin embargo, soy cubano, escribo a veces, y eso me convierte en “cualquier cosa posible", un potencial "opinador" sin limitaciones (como muchos), incluyendo la crítica (¡Te atreves! Dirán algunos). De hecho, hace unos días, en Facebook, el buen amigo Luis Bofill mencionaba medio en broma, o tal vez muy en serio, basta que un evento tenga que ver con nuestro “linaje” y nos convertimos en analistas políticos, expertos aeroespaciales, siderúrgicos, económicos, médicos, gurús, meteorólogos, analistas políticos otra vez y, por supuesto, críticos de arte, y por estos días en particular, de cine. En fin, luego de este "panegírico" introductorio, voy al grano.

 


La Blonde

La película, se ha dicho, es una adaptación de la novela de Joyce Carol Oates que, según publica Gawalpop Blog, ha comentado la autora de la controvertida ficción, y con sobrado orgullo, es una brillante obra de arte cinematográfica que obviamente no es para todo el mundo”, y agrega, seguramente Andrew Dominik ha querido contar la historia de Norma Jeane con sinceridad (debería advertirlo NETFLIX). Y he aquí, mi primer y más importante encontronazo con la película que, reitero, se ha dicho reiteradas veces: es una obra de ficción.

Norma Jeane, Marilyn Monroe para más señas, de tonta no tuvo un pelo (ni el rubio, ni el natural), y fue muchas cosas: actriz, emprendedora y empresaria, irreverente, moderna, y hasta mujer traumada y puta dirán algunos mojigatos, pero jamás imbécil. Y mucho menos la imagino en un acto de felación con sus ojos perdidos, asustados, escena que me predispuso por varios segundos a que me practiquen el sexo oral, por suerte se me pasó de inmediato. Por cierto, Kennedy, si quisieron que su personaje resultara repulsivo, es este uno de los más logrados momentos de la película, algo que a los demócratas debe tenerlos disgustaditos. Sin embargo, no me voy a meter en los “comedimientos” misóginos y de política del filme, los judaicos, los de izquierda o derecha, del aborto o el derecho a la vida u otros tópicos neurálgicos, no me interesan. Que hay tela por donde cortar, y tijeras con filo sobran en todos los bandos

Mujer que se abrió paso en una industria tan competitiva como el cine, repleta de rubias hermosas que la antecedieron y con probado talento muchas de ellas (muy pocas de las tantas que le sucedieron han marcado pautas como Marilyn), supo desenvolverse entre leones y buitres, amén de “arañazos” recibidos; supo desbancar a la competencia, quizás siendo ella misma buitre y leona, y la imagen que pretende la película en lo personal “no me cuadra”. Tratándose de una mujer con un erotismo como pocas y con un IQ considerable, con herramientas de calibre para seducir, que no todas se llevan a un presidente a la cama y al fiscal general de una nación poderosa, hermanos por si fuese poco, tal y como asegura la leyenda urbana, acá se empeñan en mostrarla como una bipolar al borde siempre del colapso mental, una pobre inocente victima hasta de los maquillistas. Y es que, justamente esa vida que recrea la película, da para que quien padece tormentos como esos en su infancia y adolescencia, su juventud, desarrolle unas “espuelas 3 y medio con veneno en la punta”, que le pasaría “la cuenta” al más pinto, o convertirse incluso en un asesino en serie. Y lo digo por las posibles respuestas, las más habituales, para traumas como esos, todas excepto la menos posible: la sumisión y el miedo. Y regresando a la hembra ¿Qué mujer podría cantar un Happy birthday Mr. President de la manera que ella lo hizo, con tanto erotismo y hasta ironía, que imagino a la señora primera dama Mrs. Jackelin se le revolvió la bilis? En fin, que no soporto la victimización, el infantilismo que le endilgan, si bien no apuesto porque fuese una mujer perfecta, y no desecho fuera también una víctima. Al fin de cuentas, su muerte no está muy clara que digamos, y los hay quienes dan por hecho, "se trató de un encargo". A todos nos ha picado de cerca ese hijo de puta dispuesto a jodernos la vida, y lo peor, vivimos rodeados de quienes están más dispuestos aún a mordernos la yugular al primer pestañazo.

En cuanto a la realización, como diría Mariella Mullor en Fotogramas, considerando al larguísimo metraje una propuesta tan arriesgada como valiente en su cambios de formato (entiéndase principalmente el dale palante y patrás del blanco y negro al color, entre otros usos del “lenguaje cinematográfico” en el filme), a mí se me antoja repetitivo, abusivo, al punto que llega a molestarme, sin acceder a la respuesta de aquello que pretende, o al menos sugiere, el señor Dominik, sin permitirme disfrutar la técnica tal y como Mariella asegura. Y nosotros, los criollos, sabemos cuán importante es la técnica: “que, sin técnica, no hay técnica”. No así la fotografía, el vestuario, las imágenes que involucran a una buena cantidad de extras, hombres en su mayoría que, con gusto insano, se la comerían literalmente. La escena donde le desfiguran la boca a un grupo de tipos a la puerta de un cine, esperándola para rendirle culto, de mis favoritas.

Apretando cuartillas, el larguísimo metraje por momentos me tuvo a punto de trocarlo por una película doblada de Tele Mundo. Solo ella, la rubia criolla, y la presencia de un actorazo como Bobby Cannavale y Adrien Brody, me hizo que siguiese pendiente de la ¿historia?

    


La Rubia

Exactamente un jueves 3 de diciembre del 2009, en este blog, escribí un post titulado Ana de Armas, mi sorpresa, y lo hice con entusiasmo. Recién descubría a esta cubanita guapa que había llegado a España con un peculio reducido, pero unas inmensas ganas de triunfar. Confieso me resultó agradable saber de ella y simpaticé con su historia, y me gustó su frescura, y su belleza, sus ojos verdes, y que estuviese lejos de estereotipo de la hembra de morrocotudas nalgas y caderas anchas (un problema de estética personal). Tiempo después esa historia cambió y esta chica, guajirita de Santa Cruz (lo digo sin ser despectivo, el habanero considera que, del Cotorro para allá, lo demás es paisaje y campo) se convirtió en “Star”, y eso justamente lo refrenda su actuación en Blonde.

Ahora bien, reconociendo su desempeño histriónico (voy sonando como un crítico), en ningún momento sentí, padecí con gozo, la sensualidad de Marilyn en la piel de Ana. Por muchas escenas de desnudos, por mucho que mostrara sus senos y demás osamenta y carnes, la bella De Armas no consigue “alterar mis niveles de testosterona” en ningún momento, como haría una Anya Taylor-Joy, Megan Fox, Jessica Biel, Eiza González, o una esquelética Keira Knightley que, dicho sea de paso, la disfruto en la pantalla como a pocas (espero que Ailer al leer esto, entienda se trata de una “crítica de cine de alguien que no es crítico), y todo por “su rostro frio que da pena”. Y fue entonces que, sentí una inmensa pena por Ana. Es decir, por eso que le tocó "hacer", que presumo tal vez no era lo que quería.

Por supuesto, el responsable es el señor Dominik, por algo dirige el filme. Hablo de lo desabrida que me resulta en ocasiones la sensualidad de una artista, una joven que en la vida real definitivamente tiene lo suyo, y de qué manera (espero Ailer siga entiendo se trata de una reseña ), y todo por el empeño de novelista y cineasta para mostrarnos a una Marilyn “diferente”, supongo con la intención de destruir el mito, en una película que del mismo modo se me antoja por momentos un thriller psicológico con su dosis porno, donde una pobre joven padece el síndrome del padre ausente. Bring me my Daddy, please...


¿Premios? Si, Ana de Armas los merece, pero coincidiendo con un post que escribiera Rubén Aguiar publicado en Zoe Post, son demasiados los “contratiempos” a los que deberá enfrentarse Ana, Dominik y Brad Pitt, al momento que La Academia decida quién gana o no (espero en esta edición no le “suenen” la cara al maestro de ceremonia). Eso sí, aun cuando no soy bueno en predicciones (me atreví una vez a decir que Obama no ganaría la presidencia, y una noche me fui a la cama seguro que al otro día Donal Trump continuaría siendo presidente), la nominación debe ser un hecho.

 


Posdata: la cubana

Hay otro tema que, si bien nada tiene que ver con Marilyn, una gran mayoría de la tribu lo comenta desde que se estrenó Blonde, y toca a Ana de Armas de cerca, muy cerca. Trama por los que algunos me van a odiar, por mezclar a Norma, Ana, y a la política criolla, una suerte de “el cuento de los fenicios”. Muchos no le perdonan a la cubana que participara en el bodrio de las avispitas espías (dicho sea de paso, en ese mediocre metraje no puedo opinar de su actuación, tuve a bien no dispararme la peliculita apologética y muy lejos de la realidad), y por el solo hecho de haberse involucrado en esa farsa no la perdonan y, mucho menos, la reconocen como lo que es ciertamente, una excelente actriz. Y digo yo, ¿hasta cuando vas a guardar silencio, Ana, sobre un tema que para ti también, doy por hecho, es importante? La libertad y el bienestar de los tuyos, merece compromisos y honestidad más allá de lentejuelas, luces, cámaras y acción.


Imágenes: Google 

lunes, 7 de febrero de 2022

A tu memoria, Alcides...

Fue en el cumpleaños de Santiago Alpízar, de Chago, y verlo fue bueno, estaba más sosegado, y también más viejo. Vino el abrazo en el parqueo, le pedí un cigarro, conversamos, jaraneó con Ailer “y su lucha eterna”, y concluimos hablando de Delio Regueral, todavía nos debía una lectura de poemas y una buena descarga. La anterior, que preparó con Rolando Jorge, no se hizo, hubo un “desenchuche” -Pero Delio es un buen tipo- me comentó riéndose, y agregó -yo lo quiero-. Le dije que sí, sin duda alguna Delio es un buen tipo, un buen amigo, y hay que quererlo.

Luego vino la foto en la barra, una cerveza en su mano que le duró toda la noche, apenas si la probó, y finalmente cuando nos fuimos le pedí que viniese conmigo y con Ailer, a mi casa, y dos amigos más de Santiago -y no solo de Chago, sino del Santiago de Cuba, que de allí son-; "vamos a beber un poco, como hacíamos en Mendoza". Pero riéndose, me recordó, él era un “tipo trabajador” que tenía que “pinchar” al otro día, y quedamos entonces que fuese en otra oportunidad.

Hoy la noticia de su ida se me antoja una patada fuerte donde duele duro, y recuerdo cuando conversábamos sobre su historia, un hecho insólito que le sucedió en el edificio de Mendoza, un encuentro con una presencia fuerte, extraña, ajena, enigmática y de otro mundo, que yo debía “poner en mi novela…

A tu memoria, Alcides, y por la tristeza que tienen hoy "los científicos dominicanos"


 Lémures de un Mendoza arcano

(Fragmento de 324 Mendoza. Novela. CAAW Ediciones 2018)


 Por la mañana temprano se han paseado varias modelos desnudas por el edificio. Últimamente, la clientela aumenta, y no solo se mantiene la calidad de las hembras a retratarse, sino que mejora. Sin embargo, no he visto a ninguna. La fiesta del vecino de los bajos acabó tarde y Ela y Carmen, después de un frugal retozo conmigo en la Kon-tiki, se marchan a eso de las seis y tanto de la mañana. Estuve durmiendo hasta las cuatro y media de la tarde. Por supuesto, me perdí la escena vernácula entre la mujer del vecino de los bajos versus el señor subcontinental, bronca que he sabido por el dueño. Me queda escuchar la que sobrevendrá en la noche.


Tampoco supe que la vecinita participó en la pasarela, y me entero en el apartamento estudio del dueño cuando fui a pagarle la renta. Allí estaba ella, skinny and delicious, y me soltó un hello bien nice. Yo, un poco por la resaca, balbuceando casi, le respondí un hola seco, sin quitarle los ojos de encima. Traía un short demasiado corto mostrando las puntas de sus lindas nalguitas, o los bordes, o lo que sea, pero se veían sublimes eso pedacitos de carne que revelaba con inocente desvergüenza. Para arriba, una camiseta ancha que regalaba los bordes de sus apetitosas teticas, mostrándolas por completo cuando se agachaba a acariciar a Dante, que me movía su corta cola pretendiendo jugar conmigo, muy amoroso el perrito, muy bellas sus teticas –las de la vecinita, que el perrito es macho–. Así es todo en ella, sin esa amplificación corporal que distingue a las criollas, con mucha sensualidad, buena estatura, y madurita, porque me ha confesado el dueño del edificio: la modelo ya está en los cuarenta.


La vecinita sonríe al notar que no me concentro en otra cosa que no fuera su adorable osamenta, y curiosea con cierta suspicacia si estoy bien. Me dispongo a responderle, sin embargo, no me permite que hable y me jura que el viernes a eso de las doce y media de la noche sintió un ruido fortísimo en mi apartamento. Con su linda y desvergonzada sonrisa de vuelta, la joven termina su monólogo dejando claro el temor que se desplome su techo, que viene a ser mi piso, aprensión que me ha picoteado más de una vez cuando estoy en la bañadera. Pero la miro sin hallar una respuesta coherente, que no me interesa, además, y termino por permanecer callado, aún sufro el malestar de la borrachera con vino barato y eso de piso y techo, techo y piso, me confunde.


Le quito un cigarro al dueño y bebo de su vaso un sorbo de whisky, necesito matar la resaca que traigo. Finalmente le contesto a la chica, que pasé la noche hasta muy tarde en la fiesta del vecino de enfrente a su apartamento. Si oyó ruidos pesados, debió venir de allí. La fiesta estuvo buena y miro al dueño de Mendoza buscando su aprobación, él se quedó hasta última hora en casa del vecino, lo que no recuerdo cuándo se fue y con quién. El dueño sonríe sin mirarme y permanece contando mi dinero, que ya no es mío    –nunca lo ha sido– como si se tratara de miles de dólares. Tal vez lo hace para ver si aumenta.


—Regresé a mi apartamento como a las cinco de la mañana— le repito a la vecinita—. El ruido debió ser un fantasma —concluyo riéndome sin muchas ganas.

El dueño, hasta ese minuto ausente, comenta que nunca se sabe.


—Ya ni sé las quejas que he recibido. La vecina pared con pared a tu cuarto… —el dueño habla sin que esta vez asome en su rostro su mueca favorita, la de burla— jura que en el edificio habita un fantasma muy antiguo. Incluso, la señora del 5, la subcontinental, como tú le dices, afirma que ha visto a una mujer embarazada caminando de noche, por el pasillo del segundo piso, con un quimono blanco muy largo, que arrastra por la alfombra hasta que desaparece por la ventana que da al patio, y que definitivamente es japonesa porque le ha visto los ojos. —Y pienso yo: así ha de estar sucia la susodicha bata de la aparecida asiática, que lo mismo podría ser china o coreana. El dueño continúa—: Y está lo que le sucedió a Alcides, cuando vivía en el apartamento que tiene ahora la pintora.


Jura el dueño que el flaco Al, una noche, escuchó según sus propias palabras, un ruido urgente, magno, como si fuese una chicharra cantando frente a un micrófono, y vio una luz intensa que entraba a su cuarto por debajo de la puerta. En la sala una esfera muy brillosa, del tamaño de un balón de básquetbol, se movía como una montaña rusa, haciendo una bulla enorme y golpeando cuanto mueble o adorno tropezara en su recorrido, rompiendo los más frágiles y atravesando los más pesados. Alcides distinguió la presencia de una energía maléfica que, de acuerdo a su experiencia, se trataba de un rayo esférico venido desde la lejana Siberia, nacido en las entrañas de un contador eléctrico, parido por una fuerza maléfica, una aberración aterradora, endémica de países comunistas, y que le destrozó la mano a una pobre koljosiana. Alcides se paró de un tirón de la cama, corriendo se puso unas gafas oscuras, y completamente desnudo, con su barriguita de canica empinándola hacia adelante y sus brazos abiertos en cruz, empujaba la luz hacia la ventana, moviendo la pelvis adelante y atrás, repitiendo una y otra vez en voz alta, como una letanía, un conjuro, según él, infalible para casos aterradores como ese: «pinga, pinga, pinga, sal lucecita mandinga», hasta que consiguió sacarla por la ventana que da a la avenida Mendoza.


Lo que sí asustó a Alcides, indudablemente, al regresar al cuarto descubrió que su amor eterno no estaba. El dueño jura que Al, con esa sobriedad muy suya, sobre todo cuando está volao, le dijo que su chica bomba tocó la puerta media hora más tarde cantando un bolero de Tejedor y Luis, y en arameo, tal y como lo hablaban los fenicios, con esa voz preciosa que le regalara Dios, y en un estado muy parecido al sonambulismo, y que él no tuvo claro jamás cómo salió ella del apartamento. Su endless love tampoco tiene la menor idea, hasta hoy, de lo sucedid. Conoce del supuesto incidente X File por lo que cuenta el que fuese durante mucho su adorado y circundante trovador.


La vecinita ríe a carcajadas. Conoce bien a Alcides y a la que una vez resultó ser su amada preponderante, pero no cree una sola palabra. Aunque termina dudando segundos más tarde, y como si reflexionara en algo específico, asiente que sí, con Alcides cualquier cosa puede ocurrir..