No tengo la menor duda que, lo mejor que le puede haber pasado al cubano de hoy -y me refiero lógicamente al que tiene acceso a la Internet- es el libre albedrío bloguero. Y más que una ventaja, viene a erradicar -al menos de manera virtual- ese trágico flagelo que padecemos todos por esa verborrea incontrolable que nos provoca, hablemos a la vez, casi siempre en voz alta, y por consecuencia a penas si nos escuchamos. En cambio, tener un blog, nos evita ese pasatiempo favorito.
Cuantas veces no hemos visto, hemos padecido, incluso hemos practicado, el acto de interrumpir a otros por tratar de imponer la supuesta valía de nuestros puntos de vista -aún siendo solidario con lo que escuchamos- y la respuesta del que tenemos enfrente es: “no me permites completar la idea; no puedo hablar contigo, no me escuchas“, ¡cállate! Sujeto que a su vez, reclamando su derecho, antes ya ha decapitado el verbo de un semejante. Sin embargo, con un blog, puedes decir lo que quieras sin riesgo a que te corten, y la replica - necesaria siempre- , o el apoyo incondicional, viene luego, ya sea en el espacio para los comentarios, o en otra página; a veces con un articulo contundente, no siempre. Por eso, sea bendito google al proporcionarnos un foro abierto, donde por obligatoriedad -por supuesto, si elegimos participar- habemos de leer sin que podamos atravesarnos, por lo que el dialogo -esta vez- asume su real significado.
Pero, esa ventaja se pierde, cuando caemos en referencias personales, ofensas, o pensamos simplemente que la verdad está únicamente de nuestro lado y nos atrevemos a acusar a otros de poco serios, descarados, o cuanto epíteto le sirva al oponente de turno con tal de minimizarnos, olvidando las dos primeras reglas que rigen a espacios como estos: la diversidad de discursos y la libertad de expresarse. Que estemos en lo cierto o no, ya es harina de otro costal. Eso se consigue con argumentos sólidos, que por consecuencia, harán prevalecer nuestra opinión.
Cuantas veces no hemos visto, hemos padecido, incluso hemos practicado, el acto de interrumpir a otros por tratar de imponer la supuesta valía de nuestros puntos de vista -aún siendo solidario con lo que escuchamos- y la respuesta del que tenemos enfrente es: “no me permites completar la idea; no puedo hablar contigo, no me escuchas“, ¡cállate! Sujeto que a su vez, reclamando su derecho, antes ya ha decapitado el verbo de un semejante. Sin embargo, con un blog, puedes decir lo que quieras sin riesgo a que te corten, y la replica - necesaria siempre- , o el apoyo incondicional, viene luego, ya sea en el espacio para los comentarios, o en otra página; a veces con un articulo contundente, no siempre. Por eso, sea bendito google al proporcionarnos un foro abierto, donde por obligatoriedad -por supuesto, si elegimos participar- habemos de leer sin que podamos atravesarnos, por lo que el dialogo -esta vez- asume su real significado.
Pero, esa ventaja se pierde, cuando caemos en referencias personales, ofensas, o pensamos simplemente que la verdad está únicamente de nuestro lado y nos atrevemos a acusar a otros de poco serios, descarados, o cuanto epíteto le sirva al oponente de turno con tal de minimizarnos, olvidando las dos primeras reglas que rigen a espacios como estos: la diversidad de discursos y la libertad de expresarse. Que estemos en lo cierto o no, ya es harina de otro costal. Eso se consigue con argumentos sólidos, que por consecuencia, harán prevalecer nuestra opinión.