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Cuantas veces no hemos visto, hemos padecido, incluso hemos practicado, el acto de interrumpir a otros por tratar de imponer la supuesta valía de nuestros puntos de vista -aún siendo solidario con lo que escuchamos- y la respuesta del que tenemos enfrente es: “no me permites completar la idea; no puedo hablar contigo, no me escuchas“, ¡cállate! Sujeto que a su vez, reclamando su derecho, antes ya ha decapitado el verbo de un semejante. Sin embargo, con un blog, puedes decir lo que quieras sin riesgo a que te corten, y la replica - necesaria siempre- , o el apoyo incondicional, viene luego, ya sea en el espacio para los comentarios, o en otra página; a veces con un articulo contundente, no siempre. Por eso, sea bendito google al proporcionarnos un foro abierto, donde por obligatoriedad -por supuesto, si elegimos participar- habemos de leer sin que podamos atravesarnos, por lo que el dialogo -esta vez- asume su real significado.
Pero, esa ventaja se pierde, cuando caemos en referencias personales, ofensas, o pensamos simplemente que la verdad está únicamente de nuestro lado y nos atrevemos a acusar a otros de poco serios, descarados, o cuanto epíteto le sirva al oponente de turno con tal de minimizarnos, olvidando las dos primeras reglas que rigen a espacios como estos: la diversidad de discursos y la libertad de expresarse. Que estemos en lo cierto o no, ya es harina de otro costal. Eso se consigue con argumentos sólidos, que por consecuencia, harán prevalecer nuestra opinión.