Cuando por fin me tuviste, tu reacción inmediata fue la de una frágil tranquilidad. Y gracias a Dios, vine a aparecer en el preciso momento en que, casualmente, mi homóloga de gas caía en medio de un ataque de “mutis culinario”, casi definitvo. Una época, en la que al terminar yo mi soliloquio, descubría como tú me mirabas con verdadero afecto. Afecto que me hacía sentir complacida y por eso decirme a mí misma, a toda hora, que mi compromiso contigo siempre iba a ser superior, incluso a mis fuerzas....
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