Por Denis Fortun
Me hablaba siempre del privilegio que vivíamos. De las oportunidades con que yo contaba. Que no podía ser un muchacho tan egoísta al pensar únicamente en mi propia realización. El sueño descansaba en que todos luchásemos por todos.
El día que salí rumbo a la costa, sólo escuché como el abuelo le gritaba a mi madre que ya no tenia nieto. -Su traición nos aleja irremediablemente- aseguró con dolor a su hija en lo que secaba una lágrima
Hoy, mi abuelo camina por La Habana con un mazo de cucuruchos de maní. Con la resolución además de sobrevivir al precio que sea, y con el dolor de confirmar lo que sospechaba desde hacia mucho, que su sueño se convirtió en una angustiosa pesadilla.
Hoy, me pide de todo porque nada tiene. Ni a su hija, que una vez intentó cruzar el mar porque no soportaba ya la falta de mi abrazo, de un beso en la frente, y que jamás se supo de ella.
Hoy, su vejez es el peor de los premios que le ha reservado la vida por sumarse a una lista de la que luego no tuvo el coraje para borrarse…
La foto la tomo de el Nuevo Herald.
Manuel Díaz, jubilado que vende maní y caramelos en el Parque Central,
frente al Gran Teatro de La Habana, desde hace 10 años.
Nada que ver con la historia...