El presidente dominicano Leonel Fernández asegura que la República de Cuba va moviéndose de manera lenta. Y lleva razón, lo que a su vez, contradictoriamente, no es tanto; que así son las cosas cuando uno se atreve a opinar sobre el "verde caimán". Porque lo que resulta increíble es que después de 1959, nunca antes la Isla se movió más rápido.
Luego agrega el presidente de "Quisqueya la Bella" que los cambios actuales están “bien pensados y consolidados”. Pero en este otro punto, es donde no coincido con el máximo "tigre".
Si un movimiento está ausente de todo cálculo y muy distante de consolidarse, es precisamente la pantomima de los “cambios” implementados “por la nueva dirección” de la Isla. Cuanto se ha practicado, bien poco además, se hace para sobrevivir dentro del marco de la inmediatez. Ninguna de las “medidas” tomadas por el gobierno criollo cuentan con el aval del largo plazo. Y la improvisación, una suerte de deporte nacional desde las más altas esferas hasta el estrato más humilde, ha sido la marca registrada de un proceso que durante cincuenta años se ha caracterizado por su pendular comportamiento. Un bandazo tras otro, siempre muy lejos del centro, de lo que más conviene a la mayoría. Signado también por la intolerancia, el miedo a un cambio que luego no pueda atajarse.
Nada, me parece que Don Leonel, a pesar de ser dominicano, una raza y cultura que en la historia de Cuba cuenta con un lugar privilegiado desde el mismo día que un adelantado gritó tierra con la idea de una buena recompensa -nacionalidad muy similar al cubano del oriente criollo-, no conoce a profundidad la naturaleza nuestra; es decir, la de ellos…