viernes, 23 de agosto de 2019

Noticia en desarrollo. Prólogo


El texto que sigue fue escrito por Alberto Sicilia para el cuaderno, y es de esas cosas que te pasan y vas agradecer toda la vida. Sicilia, además de un buen amigo, fue justamente por él, a inicios de los dos mil, que llegué  a la poesía. Para mí, sin dudas representa un privilegio.

Esperaba este libro de Denis Fortún; lo esperaba como un hombre espera que se abran las puertas del edén y adentro lo reciban... cien mil vírgenes putas. Secuencias de una época, de un tiempo en formación, todo libro restituye la visión del vencedor sobre su entorno. Hay poemas de fuerza renovada que se pensaron en la isla maldita, que son parte de una bahía del sur y que zanjan una deuda con los ponientes y describen, como nunca, el hundimiento del sol y de la isla. Esperaba este libro, vomitado a propulsión y razonado por un poeta hecho de fatigas cruciales, un hombre armado de su propia independencia y libertad que se ha preparado para un salto y luego ha asumido sus demonios y sus ángeles. Más adelante estarán los interiores, las tierras revisitadas por el paso del hombre y por la memoria que dicta cada huella; estarán los sitios que acomodan al poeta en su voz y lo hacen despojarse de artificios, de falsas apariencias, de la engañosa reciedumbre de los verbos. Yo conocí al poeta en su Isla y su Bahía. Balbuceante de notas, su acento era certero, aún en la estación de las búsquedas; su convicción de amor por las palabras era un signo de fuerza arrolladora, dispuesta a dar testimonio de su fuego.

Como un film en progreso se abre este libro y a la inversa de todas las obras, donde debes pedir salvoconductos para entrar y pernoctar en ellas, esta llega y entra por todos tus sentidos, forma parte de ti, que has transgredido, como el poeta, las normas y el tabú y alista tu inconsciencia para un nuevo destino, siempre a la espera de esa puerta al amor y a la inocencia.

 Alberto Sicilia Tampa, agosto 8 de 2019